PAPA FRANCISCO
MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE
La salvación viene de lo pequeño
Lunes 29 de febrero de 2016
Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 9, viernes 4 de marzo de 2016
La salvación de Dios no viene de las cosas grandes, del poder o del dinero, de los grupitos clericales o políticos, sino de las cosas pequeñas y sencillas que, algunas veces, suscitan incluso indignación. Es la meditación propuesta por Francisco durante la misa celebrada el lunes 29 de febrero, por la mañana, en la capilla de la Casa Santa Marta.
«La Iglesia nos prepara para la Pascua y hoy nos hace reflexionar sobre la salvación: cómo pensamos que es la salvación, esa salvación que todos nosotros queremos», afirmó Francisco. Y precisamente la historia «de la enfermedad de Naamán», narrada en el segundo libro de los Reyes (5, 1-15), «nos acerca al hecho de la muerte: ¿y después?». En efecto, «cuando hay una enfermedad, siempre nos remite a ese pensamiento: la salvación». Pero, se preguntó el Pontífice, «¿cómo viene esta salvación? ¿Cuál es el camino para la salvación? ¿Cuál es la revelación sobre la salvación que Dios nos hace a nosotros cristianos?».
Para el Papa «la palabra clave para comprender el mensaje de hoy de la Iglesia es indignación». Cuando «Naamán, al ir al encuentro de Eliseo, pide la curación, Eliseo manda a un mensajero a decirle que se bañe siete veces en el Jordán. Una cosa sencilla». Tal vez precisamente por esto «Naamán se irritó» exclamando: «Hice un viaje así, con tantos dones...»: todo, en cambio, se resuelve con un simple baño en el río. Más allá de todo, reprocha Naamán: «nosotros tenemos río mejores que este».
Incluso «los habitantes de Nazaret —puso de relieve Francisco refiriéndose al pasaje evangélico de Lucas (4, 24-30)— se indignaron después de escuchar la lectura del profeta Isaías, que leyó Jesús ese sábado en la sinagoga diciendo “hoy se cumple esto”, que habla de la liberación, del modo en el que el pueblo será liberado». Y comentaban: «¿Qué se cree este? Es uno de nosotros, lo vimos crecer cuando era un muchacho, nunca estudió». Y «se indignaron» en tal medida que «querían matarlo».
También, continuó el Papa, «más adelante Jesús escuchó este desprecio por parte de los dirigentes, los doctores de la ley que buscaban la salvación en la casuística de la moral —“esto se puede hasta aquí, hasta allá...”—, y de ese modo tenían no sé cuántos mandamientos, y el pobre pueblo...». Precisamente por esto la gente no confiaba en ellos. Lo mismo sucedía con «los saduceos, que buscaban la salvación en los acuerdos con los poderes del mundo, con el imperio: unos con los grupitos clericales, otros con los grupitos políticos buscaban de este modo la salvación». Pero «el pueblo tenía olfato y no creía» en ellos. En cambio «creía en Jesús porque hablaba con autoridad».
«Pero, ¿por qué esta indignación?», es la cuestión planteada por el Pontífice. «Porque —destacó— en nuestra imaginación la salvación debe venir de algo grande, de algo majestuoso: nos salvan sólo los poderosos, los que tienen fuerza, los que tienen dinero, los que tienen poder, estos pueden salvarnos».
En cambio «el plan de Dios es otro». Y así «se indignan porque no pueden comprender que la salvación sólo viene de lo pequeño, de la sencillez de las cosas de Dios». Y «cuando Jesús propone el camino de la salvación, nunca habla de cosas grandes», sólo «de cosas pequeñas».
En esta perspectiva, el Papa Francisco sugirió releer las Bienaventuranzas evangélicas —«Te salvarás si haces esto»— y el capítulo 25 de Mateo. Son «los dos pilares del Evangelio: “Ven, ven conmigo porque has hecho esto”». Y se trata de «cosas sencillas: tú no has buscado la salvación o tu esperanza en el poder, en los grupitos, en las negociaciones, no; has hecho sencillamente esto». Pero precisamente «esto indigna a muchos».
«Como preparación a la Pascua —propuso el Papa— os invito, también yo lo haré, a leer las Bienaventuranzas y Mateo 25, y pensar y ver si algo de esto me indigna, me quita la paz». Porque «la indignación es un lujo que sólo pueden permitirse los vanidosos, los orgullosos».
Precisamente «al final de las Bienaventuranzas —explicó Francisco— Jesús dice una palabra» fuerte: «Bienaventurado quien no se escandaliza de mí», es decir, «que no se indigna por esto, que no siente indignación». Y reflexionando sobre la razón de estas palabras, el Papa repitió que «nos hará bien dedicar un poco de tiempo —hoy, mañana— y leer las Bienaventuranzas, leer Mateo y estar atentos a lo que sucede en nuestro corazón: si hay algo de indignación».
Y «pedir al Señor la gracia de comprender que la única vía de la salvación es la locura de la cruz, es decir el abajamiento del Hijo de Dios, de hacerse pequeño».
En la liturgia de hoy, concluyó, «lo pequeño» está precisamente «representado por el baño en el Jordán y por el pequeño poblado de Nazaret».
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