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PAPA FRANCISCO

MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE

Miedo de resucitar

Viernes 19 de septiembre de 2014

 

Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 39, viernes 26 de septiembre de 2014

 

La identidad cristiana sólo se realiza plenamente en nosotros con la resurrección, que será «como un despertar». Por eso el Papa invitó a «estar con el Señor», a caminar con Él como discípulos, para que la resurrección comience ya, aquí y ahora. Pero «sin miedo a la transformación que tendrá nuestro cuerpo al final de nuestro itinerario cristiano».

Precisamente en la esencia de la resurrección, el Pontífice centró su homilía durante la misa celebrada el viernes 19 de septiembre, aprovechando la sugerencia del pasaje de la primera Carta de san Pablo a los Corintios (15, 12-20). El Apóstol, explicó enseguida, «debe hacer una corrección difícil en aquel tiempo: la de la resurrección». En efecto, «los cristianos creían que sí, que Cristo había resucitado, se había ido, había terminado su misión, nos ayuda desde el cielo, nos acompaña»; pero «no era tan clara la consecuencia conexa de que también nosotros resucitaremos».

En realidad «ellos pensaban de otro modo: sí, los muertos son justificados, no irán al infierno —muy hermoso—, pero irán un poco al cosmos, al aire, el alma ante Dios: solamente el alma». Pero «no comprendían la resurrección». «Hay una resistencia fuerte», observó el Papa, el mismo «Pedro, que había contemplado a Jesús en su gloria en el Tabor, la mañana de la resurrección fue corriendo al sepulcro», pensando que habían robado el cuerpo del Señor. Porque «no entraba en su cabeza una resurrección real»: su visión «teológica», explicó el Pontífice, «se detenía en el triunfo». Hasta tal punto que «el día de la ascensión dirán: Pero dime, Señor, ¿ahora será la liberación, el reino de Israel?».

En esencia, los discípulos no comprendían «la resurrección, ya sea de Jesús, ya sea de los cristianos». Al final, sólo aceptaron «la de Jesús, porque lo vieron, pero la de los cristianos no se entendía así».

Por lo demás, sucede lo mismo «cuando Pablo va a Atenas y comienza a hablar» de la resurrección: «los griegos sabios, filósofos, se asustan». La cuestión es que «la resurrección de Cristo es un prodigio, una cosa que quizá asuste; la resurrección de los cristianos, es un escándalo: no pueden comprenderla». Y «por eso Pablo hace este razonamiento tan claro: si Cristo ha resucitado, ¿cómo pueden decir algunos de vosotros que no hay resurrección de los muertos? Si Cristo ha resucitado, también los muertos resucitarán».

«Hay resistencia a la transformación —observó el Pontífice—, resistencia a que la obra del Espíritu, que recibimos en el Bautismo, nos transforme hasta el fin, hasta la resurrección». Y «cuando hablamos de esto, nuestro lenguaje dice: yo quiero ir al cielo, no quiero ir al infierno». Sin embargo, «nos detenemos allí». Y «ninguno de nosotros dice: yo resucitaré como Cristo». «También para nosotros —prosiguió el Pontífice— es difícil comprender esto». Es más fácil imaginar una especie de «panteísmo cósmico». Hay una «resistencia a ser transformados, que es la palabra que usa Pablo: “Seremos transformados. Nuestro cuerpo será transformado”». Pero, precisó, «con la resurrección todos nosotros seremos transformados».

«Este es el futuro que nos espera —reafirmó el Papa—, y esto nos lleva a poner tanta resistencia a la transformación de nuestro cuerpo», pero «también resistencia a la identidad cristiana». Y añadió: «Quizá no tengamos tanto miedo al apocalipsis del maligno, al anticristo que debe venir antes; quizá no tengamos tanto miedo». Sin embargo, tenemos «miedo a nuestra resurrección: todos seremos transformados». Y «esa transformación será el fin de nuestro itinerario cristiano».

«Esta tentación de no creer en la resurrección de los muertos —explicó el Papa— nació en la primera Iglesia. Pablo debe aclarar lo mismo a los tesalonicenses, y hablarles de ello una, dos veces». Y «al final, para consolarlos, para animarlos, dice una de las frases más llenas de esperanza que hay en el Nuevo Testamento: “Al final, seremos como Él”». Esta es nuestra «identidad cristiana: estar con el Señor». Una afirmación que, remarcó el Pontífice, no es ciertamente «una novedad». En efecto, «cuando Juan el Bautista señala a Jesús como el cordero de Dios y los dos discípulos se van con Él, dice el Evangelio: “Y ese día se quedaron con Él”».

«Nosotros resucitaremos para estar con el Señor y la resurrección comienza aquí, como discípulos, si estamos con el Señor, si caminamos con el Señor. Este es el camino hacia la resurrección. Y si estamos acostumbrados a estar con el Señor, este miedo a la transformación de nuestro cuerpo se aleja». Por eso no hay que «tener miedo a la identidad cristiana», que «no termina con un triunfo temporal, no termina con una hermosa misión». Porque «la identidad cristiana se realiza plenamente en la resurrección».

Por lo tanto, afirmó el Papa, «la identidad cristiana es una senda, es un camino donde se está con el Señor, como los dos discípulos que estuvieron con el Señor aquella tarde». Así, «también toda nuestra vida está llamada a estar con el Señor para quedarse, estar con el Señor, al final, después de la voz del arcángel, después del sonido de la trompeta». Al respecto, el Papa quiso recordar por último que el mismo san Pablo, en la Carta a los Tesalonicenses, «termina este razonamiento con esta frase: “Consolémonos con esta verdad”».

 



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