PAPA FRANCISCO
MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE
Tres amores para un matrimonio
Lunes 2 de junio de 2014
Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 23, viernes 6 de junio de 2014
Ha sido una pequeña fiesta, para quince parejas de esposos que recordaban el aniversario de matrimonio, la misa celebrada por el Papa el lunes 2 de junio, por la mañana, en la capilla de la Casa Santa Marta. Precisamente partiendo de la experiencia vivida por estas familias, el Pontífice indicó las líneas esenciales del sacramento del matrimonio y «del amor esponsal de Jesús para la Iglesia», es decir, «para todos nosotros»: fidelidad, perseverancia, fecundidad.
Reflexión sobre el amor nacida ante todo del discurso de despedida de Jesús a los apóstoles (Jn 16, 29-33). Jesús, explicó el Papa, «vuelve sobre el mismo tema: el mundo, el espíritu del mundo, que nos hace tanto mal, y el Espíritu que Él trae, el Espíritu de las bienaventuranzas, el Espíritu del Padre». Él dice expresamente: «El Padre está conmigo». Y es por esto que «vence al mundo».
«El Padre nos envió a Jesús», afirmó el obispo de Roma, porque «ha tanto amado al mundo que, para salvarlo, envió a su Hijo, por amor». Por lo tanto, «Jesús es enviado por amor y Jesús ama». ¿Cuál es el amor de Jesús? «Muchas veces —destacó— hemos leído tonterías sobre el amor de Jesús. Pero el amor de Jesús es grande». Y, en especial, indicó «tres amores de Jesús».
Ante todo Jesús «ama mucho al Padre en el Espíritu Santo». Es un amor «misterioso» y «eterno». Tanto que «nosotros no podemos imaginar cuán grande, cuán hermoso es este amor»; podemos «sólo pedir la gracia de poder verlo una vez, cuando nosotros estaremos allí». El «segundo amor de Jesús es su Madre». Lo vemos «al final: con tantos dolores, tantos sufrimientos, desde la cruz pensó en su mamá y dijo: “Cuida de ella”». Por último, «el tercer amor de Jesús es la Iglesia, su esposa por amor: hermosa, santa, pecadora, pero la ama igualmente».
La presencia de las quince parejas inspiró al Papa la segunda parte de la meditación. «San Pablo —explicó— cuando se refiere al sacramento del matrimonio, lo llama sacramento grande, porque Jesús se casó con su Iglesia y cada matrimonio cristiano es un reflejo de estas bodas de Jesús con la Iglesia».
El Papa confesó luego que querría preguntar a cada una de las parejas que contara «lo sucedido en este tiempo, en estos sesenta años, cincuenta años, veinticinco años». Pero, añadió inmediatamente, «no acabaríamos ni siquiera a mediodía: así que lo dejamos». Sin embargo, continuó, «podemos decir algo sobre el amor esponsal de Jesús con la Iglesia». Un amor que tiene «tres características: es fiel; es perseverante, no se cansa nunca de amar a su Iglesia; es fecundo».
Ante todo «es un amor fiel. Jesús es el fiel», como nos recuerda también san Pablo. «La fidelidad —afirmó el Pontífice— es precisamente el ser del amor de Jesús. Y el amor de Jesús a su Iglesia es fiel. Esta fidelidad es como una luz sobre el matrimonio: la fidelidad del amor, siempre». El Papa reconoció que «hay momentos malos, muchas veces se litiga. Pero al final se vuelve, se pide perdón y el amor matrimonial sigue adelante».
La vida matrimonial, además, es «también un amor perseverante», porque, si falta esta determinación «el amor no puede seguir adelante». Es necesaria «la perseverancia en el amor, en los buenos momentos y en los momentos difíciles, cuando hay problemas con los hijos, los problemas económicos». También en estas circunstancias «el amor persevera, sigue siempre adelante, tratando de resolver las cosas para salvar la familia». Y dirigiéndose nuevamente a los esposos presentes, sobre todo a los que festejaban sus sesenta años de vida matrimonial, el obispo de Roma subrayó que es hermosa esta experiencia de la perseverancia, testimoniada por el «hombre y la mujer que se levantan cada mañana y llevan adelante la familia».
El Pontífice indicó en la fecundidad «el tercer rasgo del amor de Jesús hacia su esposa, la Iglesia. El amor de Jesús hace fecunda a su esposa, hace fecunda a la Iglesia con nuevos hijos, bautismos. Y la Iglesia crece con esta fecundidad nupcial del amor de Jesús». Sin embargo «algunas veces el Señor no envía hijos: es una prueba». Y «existen otras pruebas: cuando viene un hijo enfermo, muchos problemas». Y «estas pruebas llevan adelante los matrimonios, cuando miran a Jesús y toman la fuerza de la fecundidad que Jesús tiene con su Iglesia, del amor que Jesús tiene con su Iglesia».
El Papa Francisco recordó al respecto «que a Jesús no le gustan esos matrimonios que no quieren hijos, que quieren permanecer sin fecundidad». Son el producto de la «cultura del bienestar de hace diez años», según la cual «es mejor no tener hijos, así puedes ir a conocer el mundo en vacaciones, puedes tener un chalé en el campo y estás tranquilo». Es una cultura que sugiere que «es más cómodo tener un perrito y dos gatos», así «el amor se dirige a los dos gatos y al perrito». Pero obrando así «este matrimonio, al final, llega a la vejez en soledad, con la amargura de una mala soledad: no es fecundo, no hace lo que Jesús hace con su Iglesia».
Como conclusión, el Papa rezó por las parejas de esposos pidiendo «al Señor que vuestro matrimonio sea hermoso, con las cruces pero hermoso, como el de Jesús con la Iglesia: fiel, perseverante y fecundo».
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