PAPA FRANCISCO
MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE
Nada de burocracia en la sacristía
Jueves 8 de mayo de 2014
Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 20, viernes 16 de mayo de 2014
Existen a veces actitudes negativas que oscurecen la docilidad a la llamada del Señor, el diálogo atento a la realidad del otro y la fuerza de la gracia, o sea, los tres momentos fundamentales de la evangelización. Actitudes negativas que se concretan en la Iglesia cuando la «burocracia» la convierte en algo semejante a «una empresa que fabrica impedimentos que alejan a la gente de los sacramentos». Es, pues, una llamada a ser «facilitadores de los sacramentos» la que el Papa hizo en la misa del jueves 8 de mayo.
El pasaje de los Hechos de los Apóstoles (8, 26-40) propuesto en la liturgia del día, presenta de modo claro, notó el Pontífice, los tres momentos de la evangelización. «El primero —explicó— es la docilidad de Felipe que va a anunciar a Jesucristo». Estaba comprometido «con su trabajo de evangelizar» cuando «el ángel del Señor le dice: levántate, deja esto y ve allí, por ese camino». Y Felipe obedece y va donde lo llama el Señor. Y «esto nos hace ver que sin esta docilidad a la voz de Dios nadie puede evangelizar, nadie puede anunciar a Jesucristo. En todo caso se anunciará a sí mismo».
El diálogo, prosiguió el Papa, es el «segundo momento de la evangelización». Los Hechos de los Apóstoles relatan que durante el camino Felipe encontró a «un etíope, eunuco, funcionario de Candaces, reina de Etiopía», una zona donde gobernaban las mujeres, señaló el Papa. Ese hombre era «administrador de todos los tesoros» del reino» e iba «a Jerusalén para el culto porque era judío». Los Hechos refieren que el ministro «sentado en la carroza leía al profeta Isaías». Y he aquí que «el Señor dijo a Felipe “acércate y pégate a la carroza”». Al escuchar, entonces, que ese hombre «leía al profeta», Felipe «armándose de valor preguntó: ¿entiendes lo que estás leyendo?». Eh aquí el punto exacto que nos lleva al «segundo momento del proceso de evangelización: el diálogo». Pero dialogar, advirtió, no significa decir sólo «lo que yo pienso» y pretender que el otro nos crea. Sino que, el verdadero diálogo «parte del otro: tú que estás leyendo, ¿entiendes esto?». En definitiva, el evangelizador toma del otro la ocasión para el diálogo. «No va a imponer ideas, doctrinas» diciendo «las cosas son así». El auténtico evangelizador sale al encuentro del otro «para ofrecer precisamente la salvación de Jesús» y lo «hace humildemente con el diálogo». Consciente de que «no se puede evangelizar sin el diálogo» y que no se puede prescindir del camino de la persona «que debe ser evangelizada». Por lo tanto, se necesita «perder tiempo con la otra persona porque esa persona es la que Dios quiere que tú evangelices». Y es importante también, que el diálogo se establezca con la persona «tal como es ahora» y «no como debe ser».
Y volviendo al relato de los Hechos de los Apóstoles, el Pontífice quiso hacer notar precisamente que el diálogo entre Felipe y el ministro etíope debió ser largo y centrado en el bautismo, porque «cuando llegaron donde había agua el eunuco dice: “mira, agua. ¿Qué dificultad hay en que me bautice?”». Esta constatación, destacó el Papa, nos lleva al tercer momento de la evangelización. «Este hombre sintió la fuerza de Dios dentro» Estamos ante la «fuerza del sacramento, la fuerza de la gracia» —subrayó el Papa—. Así se completa también el proceso de la evangelización: docilidad del evangelizador, diálogo con la persona y la fuerza de la gracia.
«Muchas veces —fue éste un punto de reflexión del Papa— alejamos a la gente del encuentro con Dios, alejamos a la gente de la gracia», porque no nos comportamos como «facilitadores de los sacramentos».
El relato de los Hechos de los Apóstoles continúa y muestra el final mismo de la evangelización. En efecto, «cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe y el eunuco no lo vio más». Es la confirmación de que Dios estaba en este proceso de evangelización. Por una parte, explicó el obispo de Roma, «el eunuco lleno de alegría siguió su camino», por otra «Felipe se encontró en Azoto para evangelizar a la gente». He aquí la moraleja: ese hombre que venía de lejos, no tenía mucha cultura, leía la Biblia porque se le enseñó en la Sinagoga, pero tenía buena voluntad, y sintió después la alegría de la gracia, de esta gracia que «es gratis, que no se puede comprar porque no se vende: se da». Y precisamente «con esta alegría ese hombre incapaz de generar, porque era eunuco, lleva en sí la semilla de vida a su pueblo y genera un pueblo de cristianos».
El pasaje de los Hechos, remarcó el Pontífice, «nos ayudará a comprender mejor que, quien realiza la evangelización es Dios».
Para concluir el Papa invitó a pensar «en estos tres momentos de la evangelización: la docilidad de evangelizar» haciendo la voluntad de Dios, «el diálogo con las personas» así como se encuentran, y «confiarse a la gracia» porque «es más importante la gracia que toda la burocracia».
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