PAPA FRANCISCO
MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE
El Dios de las sorpresas
Lunes 20 de enero de 2014
Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 4, viernes 24 de enero de 2014
Discernimiento y docilidad: dos palabras que describen la actitud precisa para vivir la libertad de la Palabra de Dios, rompiendo esquemas y hábitos con la capacidad de adaptarse a las continuas sorpresas y a la novedad. Es ésta la reflexión que propuso el Papa Francisco en la misa del lunes 20 de enero.
Como es costumbre, el Pontífice centró su meditación en las lecturas propuestas por la liturgia —el pasaje tomado del primer libro de Samuel (15, 16-23) y el texto evangélico de Marcos (2, 18-22)— que ayudan a «reflexionar sobre la Palabra de Dios» y sobre «nuestra actitud ante la Palabra de Dios». Y la Palabra de Dios «es viva y eficaz, juzga los deseos e intenciones del corazón», explicó el Papa citando la Carta a los Hebreos (4, 12-13). En efecto, «la Palabra de Dios viene a nosotros e ilumina incluso el estado de nuestro corazón, de nuestra alma»: en una palabra, «discierne».
Y precisamente las dos lecturas —dijo— «nos hablan de esta actitud que debemos tener» ante la «Palabra de Dios: la docilidad». Se trata, afirmó, de «ser dóciles a la Palabra de Dios. La Palabra de Dio es viva. Por ello viene y dice lo que quiere decir: no lo que yo espero que diga o lo que yo confío que diga o lo que yo quiero que diga». La Palabra de Dios «es libre». Y es «también sorpresa, porque nuestro Dios es el Dios de las sorpresas: viene y hace siempre nuevas las cosas. Es novedad. El Evangelio es novedad. La revelación es novedad».
«Nuestro Dios —continuó el Pontífice— es un Dios que siempre hace nuevas las cosas. Y nos pide esta docilidad a su novedad». Precisamente en el pasaje evangélico «Jesús es claro en esto, es muy claro: vino nuevo en odres nuevos». Así, «Dios debe ser recibido con esta apertura a la novedad». Y esta actitud «se llama docilidad».
De aquí la invitación a plantearse algunas preguntas: «¿Soy dócil a la Palabra de Dios o hago siempre lo que yo creo que es la Palabra de Dios? ¿O hago pasar la Palabra de Dios por un alambique y al final es otra cosa de aquello que Dios quiere hacer?». Pero, advirtió el Papa, «si yo hago esto termino como un remiendo de paño sin remojar en un vestido viejo» del que habla el Evangelio. «Y la rotura llega a ser peor: si hago esto me convierto en algo peor».
«Adecuarse a la Palabra de Dios para poder recibirla» requiere, por lo tanto, «una actitud ascética», explicó el Pontífice presentando un ejemplo concreto: «si el aparato» eléctrico «que tengo no funciona» es necesario «un adaptador». Lo mismo, dijo, debemos hacer nosotros: «adaptarnos siempre, adecuarnos a esta novedad de la Palabra de Dios». En esencia, «estar abiertos a la novedad».
En su reflexión, el Papa volvió al pasaje del primer libro de Samuel. «Saúl, elegido por Dios, ungido por Dios, había olvidado —destacó— que Dios es sorpresa y novedad. Se había cerrado en sus pensamientos, en sus esquemas. Y así razonó humanamente. El Señor le había dicho: entrega a todos al exterminio». Pero «la costumbre», explicó el Pontífice, «cuando uno vencía, era la de tomar el botín» para dividirlo; «y con parte del botín se hacía el sacrificio» a Dios. Por lo tanto, Saúl destinó algunos animales hermosos para el Señor: «razonó con su pensamiento, con su corazón, cerrado en las costumbres. Y Dios, nuestro Dios, no es un Dios de las costumbres, es un Dios de las sorpresas».
Así Saúl «no obedeció a la Palabra de Dios, no fue dócil a la Palabra de Dios». Samuel, se lee en la Escritura, le «reprende por esto» diciendo: «¿Le complacen al Señor los sacrificios y holocaustos tanto como obedecer su voz?». Así, Samuel «le hace saber que no obedeció: no se comportó como siervo, se comportó como señor. Él se adueñó de la Palabra de Dios. Dice una vez más Samuel: “La obediencia vale más que el sacrificio, y la docilidad, más que la grasa de carneros”».
Y luego, continuó el Papa, «la Palabra de Dios va más adelante, a través de Samuel. La rebelión —no obedecer a la Palabra de Dios— “es pecado de adivinación”, pecado de magia. Y la obstinación, la no docilidad —hacer lo que tú quieres y no lo que Dios quiere— es pecado de idolatría.
Las palabras de Samuel «nos hacen pensar en qué consiste la libertad cristiana, en qué consiste la obediencia cristiana», dijo el Papa. «La libertad cristiana y la obediencia cristiana es docilidad a la Palabra de Dios; es tener ese valor de llegar a ser odres nuevos para este vino nuevo que llega continuamente. Este valor de discernir siempre, discernir siempre —y no relativizar— lo que hace el espíritu en mi corazón, qué quiere el espíritu en mi corazón... Y obedecer». Y concluyó con las dos palabras clave de su meditación, «discernir y obedecer», y con una oración: «Pidamos hoy la gracia de la docilidad a la Palabra de Dios, a esta Palabra que es viva y eficaz, que discierne los sentimientos y pensamientos del corazón».
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