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PAPA FRANCISCO

MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE

La debilidad de Dios ante la oración de su pueblo

Sábado 16 de noviembre de 2013

 

Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 47, viernes 22 de noviembre de 2013

 

Dios es débil sólo ante la oración de su pueblo. Por lo tanto, la oración es la verdadera fuerza del hombre: nunca debemos cansarnos de llamar a la puerta del corazón de Dios, de pedir ayuda, porque cuando a Dios se le llama para defender a su pueblo es implacable.

Lo recordó el Papa Francisco durante la misa que celebró el sábado 16, a la que asistieron los canónigos de la basílica vaticana.

Comentando las lecturas del día, el Pontífice quiso, ante todo, destacar la protección que el Señor ofrece a sus hijos cuando ellos se dirigen a Él: «Dios hace, hará justicia a sus elegidos que gritan a Él día y noche. Así lo hizo: cuando llama a Moisés y le dice he oído el llanto y el lamento de mi pueblo. El Señor escucha» (cf. Lc 18, 1-8).

«En la primera lectura —dijo el Papa— hemos escuchado lo que hizo el Señor: la palabra omnipotente del cielo viene como un guerrero implacable. Cuando el Señor defiende a su pueblo es así: es un guerrero implacable y salva a su pueblo. Salva, renueva todo: toda la creación fue modelada de nuevo, en su misma naturaleza como antes». Y es así que, dijo el Santo Padre citando una vez más el Libro de la Sabiduría (18, 14-16; 19, 6-9), «el Mar Rojo convertido en un camino practicable y el oleaje impetuoso en una verde llanura, por donde pasaron en masa los protegidos de tu mano, contemplando prodigios admirables» (vv. 7-8). Así «es el poder del Señor —destacó— cuando quiere salvar a su pueblo: fuerte. Él es el Señor. Porque escuchó la oración de su pueblo; porque escuchó en su corazón que sus elegidos sufrían».

Pero si ésta es la fuerza de Dios, «¿cuál es la fuerza del hombre?», se preguntó el Pontífice. Es la misma que testimonió la viuda de la que habla el Evangelio, explicó, quien llama continuamente a la puerta del juez. «Llamar —repitió—, pedir, lamentarse por tantos problemas, tantos dolores, y pedir al Señor la liberación de estos dolores, de estos pecados, de estos problemas». Ésta es la fuerza del hombre, la oración, «también la oración del hombre humilde», precisó, porque si en Dios hubiese una debilidad, explicó una vez más, ésta se manifiesta precisamente respecto a la oración de su Pueblo, «es la debilidad de Dios. El Señor es débil sólo en esto».

Las lecturas, subrayó el Obispo de Roma, hacen meditar oportunamente acerca de «ese poder de Dios, tan claro y tan fuerte», del cual la Iglesia habla sobre todo en el tiempo de Navidad, porque «el culmen de la fuerza de Dios, de la salvación de Dios, ha sido precisamente en la Encarnación del Verbo».

Hoy —confió el Papa Francisco— «me gusta escuchar estas lecturas ante los canónigos de San Pedro. Vuestro trabajo es precisamente llamar al corazón de Dios», rezar. «Rezar al Señor por el pueblo de Dios. Y vosotros, en San Pedro, precisamente en la basílica más cercana al Papa, donde se congregan todas las peticiones del mundo, recogéis estas peticiones y las presentáis al Señor con vuestra oración».

«El Señor —prosiguió el Santo Padre— escucha la oración de su pueblo. Vosotros sois representantes privilegiados del pueblo de Dios en este papel de rezar al Señor por tantas necesidades de la Iglesia, de la humanidad, de todos». Y dijo: «Os doy las gracias por este trabajo. Recordemos siempre que Dios tiene una fuerza —cuando Él quiere— que cambia todo, “todo fue modelado de nuevo, Él es capaz de modelar todo de nuevo; pero tiene también una debilidad, nuestra oración, vuestra oración universal, cerca del Papa en San Pedro. Gracias por este servicio vuestro y seguid adelante así por el bien de la Iglesia».

 


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