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SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS
LVIII JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ

PAPA FRANCISCO

ÁNGELUS

Plaza de San Pedro
Miércoles, 1 de enero de 2025

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Queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz Año Nuevo!

La sorpresa y la alegría de la Navidad continúan en el Evangelio de la liturgia de hoy (Lc 2,16-21), que narra la llegada de los pastores al portal de Belén. De hecho, tras el anuncio de los ángeles, «fueron sin demora y encontraron a María, a José y al Niño acostado en un pesebre» (v. 16). Este encuentro llena de asombro a todos, porque los pastores «contaron lo que les habían dicho del niño» (v. 17): ¡el recién nacido es el «salvador», el recién nacido es «Cristo, ¡el Señor» (v. 11)!

Reflexionemos sobre lo que los pastores vieron en Belén, es decir, al niño, y también sobre lo que no vieron, es decir, el corazón de María, que guardaba y meditaba todos estos hechos (cf. v. 19).

En primer lugar, el niño Jesús: este nombre hebreo significa «Dios salva», y eso es precisamente lo que hará. En efecto, el Señor vino al mundo para darnos su propia vida. Pensemos en esto: todos los hombres somos hijos, pero ninguno de nosotros eligió nacer. Dios, en cambio, eligió nacer por nosotros. Dios Ha elegido. Jesús es la revelación de su amor eterno, que trae la paz al mundo.

Al Mesías recién nacido, que manifiesta la misericordia del Padre, corresponde el corazón de María, la Virgen Madre. Este corazón es el oído que escuchó el anuncio del arcángel; este corazón es la mano de esposa entregada a José; este corazón es el abrazo que envolvió a Isabel en su vejez. En el corazón de María, nuestra Madre, late la esperanza de redención y salvación para toda criatura.

Las madres, las mamás siempre quieren a sus hijos. Hoy, en este primer día del año, dedicado a la paz, pensemos en todas las madres que alegran su corazón, y en todas las madres cuyo corazón está lleno de dolor, porque sus hijos han sido arrebatados ya sea por la violencia, por el orgullo, por el odio. ¡Qué hermosa es la paz! ¡Qué inhumana es la guerra, que rompe el corazón de las madres!

A la luz de estas reflexiones, cada uno de nosotros puede preguntarse: ¿sé permanecer en silencio para contemplar el nacimiento de Jesús? ¿Y trato de acoger en mi corazón este Adviento, su mensaje de bondad y de salvación? ¿Y yo, cómo puedo corresponder a un don tan grande con un gesto gratuito de paz, de perdón, de reconciliación? Cada uno de nosotros encontrará algo que hacer. Y esto será bueno.

Que María, la Santa Madre de Dios, nos enseñe a conservar la alegría del Evangelio en nuestro corazón y a dar testimonio de ella en el mundo.

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Después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas

A todos ustedes, romanos y peregrinos, y a todos los que nos siguen a través de los medios de comunicación, les deseo lo mejor para el Año Nuevo. Agradezco al Presidente de la República Italiana el recuerdo en su mensaje a la Nación y le correspondo asegurándole mis oraciones. Feliz Año Nuevo, señor Presidente.

El Papa San Pablo VI quiso que el primer día del año se convirtiera en el Día Mundial de la Paz. Este año se caracteriza, en razón del Jubileo, por un tema particular: el del perdón de las deudas . El primero en perdonar las deudas es Dios, como siempre le pedimos cuando rezamos el «Padre nuestro», refiriéndonos a nuestros pecados y comprometiéndonos a perdonar a nuestra vez a quienes nos han ofendido. Y el Jubileo nos pide que traduzcamos esta condonación a nivel social, para que ninguna persona, ninguna familia, ningún pueblo se vea aplastado por las deudas. Por ello, animo a los gobernantes de los países de tradición cristiana a dar buen ejemplo condonando o reduciendo en la medida de lo posible las deudas de los países más pobres.

Agradezco todas las iniciativas de oración y compromiso por la paz promovidas en todas las partes del mundo por comunidades diocesanas y parroquiales, por asociaciones, movimientos y grupos eclesiales, como la Marcha Nacional por la Paz que tuvo lugar ayer en Pesaro. Y saludo a los participantes en el evento «Paz en todas las tierras» organizado por la Comunidad de Sant'Egidio en diversos países. Saludo a la Comunidad de Sant'Egidio, que está presente.

Expreso mi agradecimiento a todos aquellos que en las numerosas zonas de conflicto trabajan por el diálogo y las negociaciones. Oremos para que en todos los frentes cesen los combates y se apunte decididamente hacia la paz y la reconciliación. Pienso en la atormentada Ucrania, en Gaza, en Israel, en Myanmar, en Kivu y en tantos pueblos en guerra. He visto en el programa «A su imagen» imágenes y fotografías de la destrucción que causa la guerra. Hermanos, hermanas, la guerra destruye, ¡siempre destruye! La guerra es siempre una derrota, siempre.

Saludo calurosamente a todos ustedes, romanos y peregrinos, especialmente a las bandas de música de algunas escuelas de los Estados Unidos de América: de Michigan, California, Oklahoma y Carolina del Norte. Gracias por su música. Saludo también a los fieles de Pontevedra, España, y a los voluntarios de Fraterna Domus. Y saludo a los jóvenes de la Inmaculada: ¡luchen por la paz!

Les deseo a todos un buen comienzo de año, con la bendición del Señor y de la Virgen Madre. Por favor, no olviden rezar por mí. Buen almuerzo y ¡hasta la vista!



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