FIESTA DE SAN ESTEBAN PROTOMARTÍR
PAPA FRANCISCO
ÁNGELUS
Plaza de San Pedro
Jueves, 26 de diciembre de 2024
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Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz fiesta! ¡Feliz fiesta a todos!
Hoy, inmediatamente después de Navidad, la liturgia celebra a San Esteban, el primer mártir. El relato de su lapidación se encuentra en los Hechos de los Apóstoles (cfr. 6,8-12; 7,54-60), y nos lo presenta mientras, al morir, reza por sus asesinos. Y esto nos hace reflexionar: en efecto, aunque a primera vista Esteban parece sufrir impotente la violencia, en realidad, como hombre verdaderamente libre, sigue amando incluso a sus asesinos y ofrece su vida por ellos, como Jesús (cfr. Jn 10,17-18; Lc 23,34); ofrece la vida para que se arrepientan y, perdonados, puedan tener el don de la vida eterna.
De este modo, el diácono Esteban se nos presenta como testigo de ese Dios que tiene un solo gran deseo: «que todos se salven» (1Tm 2,4) -este es el deseo del corazón de Dios-, que nadie se pierda (cfr. Jn 6,39; 17,1-26). Esteban es testigo de este Padre -nuestro Padre- que quiere el bien y sólo el bien para cada uno de sus hijos, siempre; el Padre que no excluye a ninguno, el Padre que nunca se cansa de buscarlos (cfr. Lc 15,3-7) y de acogerlos cuando, después de haberse alejado, regresan arrepentidos a Él (cfr. Lc 15,11-32), y el Padre que no se cansa de perdonar. Recuerden esto: Dios perdona siempre y Dios perdona todo.
Volvamos a Esteban. Desgraciadamente, también hoy hay, en diversas partes del mundo, muchos hombres y mujeres perseguidos, a veces hasta la muerte, a causa del Evangelio. Lo que hemos dicho de Esteban también vale para ellos. No se dejan matar por debilidad, ni para defender una ideología, sino para hacer partícipes a todos del don de la salvación. Y lo hacen, en primer lugar, por el bien de sus asesinos, por sus asesinos… y rezan por ellos.
Nos ha dejado un ejemplo muy hermoso el Beato Christian de Chergé, que llamó a su asesino «amigo del último minuto».
Preguntémonos entonces, cada uno de nosotros: ¿siento el deseo de que todos conozcan a Dios y todos se salven? ¿Sé querer el bien incluso para quienes me hacen sufrir? ¿Me intereso por los muchos hermanos perseguidos a causa de la fe y rezo por ellos?
Que María, Reina de los Mártires, nos ayude a ser testigos valientes del Evangelio para la salvación del mundo.
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Después del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas:
Les renuevo a todos ustedes mis deseos de una santa Navidad. En estos días he recibido muchos mensajes y muestras de cercanía. Deseo dar las gracias a todos de corazón: a cada persona, a cada familia, a las parroquias y a las asociaciones. ¡Gracias a todos!
Ayer por la tarde comenzó la fiesta de las luces, Hanukkah, que celebran durante ocho días nuestros hermanos y hermanas hebreos en el mundo, a quienes envío mis mejores deseos de paz y fraternidad.
Y les saludo a todos ustedes, romanos y peregrinos de Italia y de varios países. Pienso que muchos han realizado un recorrido jubilar que conduce a la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro. Es un hermoso signo, un signo que expresa el sentido de nuestra vida: ir al encuentro de Jesús, que nos ama y nos abre su Corazón para hacernos entrar en su reino de amor, de alegría y de paz.
Esta mañana he abierto una Puerta Santa, después de la de San Pedro, en la cárcel romana de Rebibbia. Ha sido como, por así decirlo, “la catedral del dolor y de la esperanza”.
Una de las acciones que caracterizan los Jubileos es la remisión de las deudas. Por tanto, animo a todos a sostener la campaña de Caritas Internationalis llamada “Transformar la deuda en esperanza”, para aliviar los países agobiados por deudas insostenibles y promover el desarrollo.
La cuestión de la deuda está ligada a la de la paz y la del mercado negro de armamentos. ¡Basta de colonizar a los pueblos con las armas! Trabajemos por el desarme, trabajemos contra el hambre, contra las enfermedades, contra el trabajo infantil. ¡Y recemos, por favor, por la paz en el mundo entero! Paz en la atormentada Ucrania, en Gaza, Israel, Myanmar, Kivu del Norte y muchos otros países en guerra.
Les deseo a todos un feliz día de fiesta. Por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta la vista!
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