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PAPA FRANCISCO

REGINA CAELI

Biblioteca del Palacio Apostólico
Domingo, 17 de mayo de 2020

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Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de este domingo (cf. Juan 14, 15-21) presenta dos mensajes: el cumplimiento de los mandamientos y la promesa del Espíritu Santo.

Jesús vincula el amor a Él con el cumplimiento de los mandamientos, y en esto insiste en su discurso de despedida: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos» (v. 15); «El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama» (v. 21). Jesús nos pide que le amemos, pero explica: este amor no se agota en un deseo de Él, o en un sentimiento, no, requiere la disponibilidad a seguir su camino, es decir, la voluntad del Padre. Y esta se resume en el mandamiento del amor mutuo —el primer amor [en la actuación]— dado por el mismo Jesús: «Que os améis unos a otros; como yo os he amado» (Juan 13, 34). No dijo: “Amadme como os he amado”, sino “amaos recíprocamente como yo os he amado”. Nos ama sin pedirnos nada a cambio. El amor de Jesús es un amor gratuito, nunca nos pide nada a cambio. Y quiere que este amor gratuito suyo se convierta en la forma concreta de vida entre nosotros: esta es su voluntad.

Para ayudar a los discípulos a recorrer este camino, Jesús promete que rogará al Padre que envíe «otro Paráclito» (v. 16), es decir, un Consolador, un Defensor que tome su lugar y les dé la inteligencia para escuchar y el valor para observar sus palabras. Este es el Espíritu Santo, que es el don del amor de Dios que desciende al corazón del cristiano. Después de que Jesús muriera y resucitara, su amor se da a aquellos que creen en Él y son bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. El Espíritu mismo los guía, los ilumina, los fortalece, para que cada uno pueda caminar en la vida, incluso en medio de la adversidad y la dificultad, en las alegrías y las penas, permaneciendo en el camino de Jesús. Esto es posible precisamente permaneciendo dócil al Espíritu Santo, de modo que, a través de su presencia activa, no sólo consuele sino que transforme los corazones, abriéndolos a la verdad y al amor.

Frente a la experiencia del error y del pecado —por la que todos pasamos—, el Espíritu Santo nos ayuda a no sucumbir y nos hace acoger y vivir plenamente el sentido de las palabras de Jesús: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos» (v. 15). Los mandamientos no se nos han dado como una especie de espejo en el que vemos reflejadas nuestras miserias e incoherencias. No, no son así. La Palabra de Dios se nos da como Palabra de vida, que transforma el corazón, la vida, que renueva, que no juzga para condenar, sino que cura y tiene como fin el perdón. La misericordia de Dios es así. Una palabra que ilumina nuestros pasos. ¡Y todo esto es obra del Espíritu Santo! Es el Don de Dios, es Dios mismo, que nos ayuda a ser personas libres, personas que quieren y saben amar, personas que han comprendido que la vida es una misión para proclamar las maravillas que el Señor realiza en aquellos que confían en Él.

Que la Virgen María, modelo de la Iglesia que sabe escuchar la Palabra de Dios y acoger el don del Espíritu Santo, nos ayude a vivir el Evangelio con alegría, sabiendo que el Espíritu nos sostiene, fuego divino que caldea nuestros corazones e ilumina nuestros pasos.

 


Después del Regina Caeli

¡Queridos hermanos y hermanas!

Mañana se celebra el centenario del nacimiento de San Juan Pablo II en Wadowice, Polonia. Lo recordamos con mucho afecto y gratitud. Mañana por la mañana, a las 7, celebraré la Santa Misa, que será transmitida a todo el mundo, en el altar donde descansan sus restos mortales. Que continúe intercediendo desde el Cielo por el Pueblo de Dios y la paz en el mundo.

En algunos países se han reanudado las celebraciones litúrgicas con los fieles; en otros se está considerando la posibilidad; en Italia, a partir de mañana será posible celebrar la Santa Misa con el pueblo; pero, por favor, sigamos adelante con las normas, las prescripciones que nos dan, para salvaguardar la salud de cada uno y del pueblo.

En el mes de mayo, es tradicional en muchas parroquias celebrar misas de primera comunión. Claramente, debido a la pandemia, este hermoso momento de fe y celebración ha sido pospuesto. Por lo tanto, deseo enviar un recuerdo afectuoso a los niños y niñas que deberían haber recibido la Eucaristía por primera vez. Queridos amigos, os invito a vivir este tiempo de espera como una oportunidad para prepararos mejor: rezando, leyendo el libro del catecismo para profundizar en el conocimiento de Jesús, creciendo en bondad y servicio a los demás. ¡Os deseo un buen camino!

Hoy comienza la Semana del Laudato si´, que terminará el próximo domingo, durante la cual conmemoramos el quinto aniversario de la publicación de la Encíclica. En estos tiempos de pandemia, en los que somos más conscientes de la importancia de cuidar nuestra casa común, espero que toda nuestra reflexión y compromiso común ayude a crear y fortalecer actitudes constructivas para el cuidado de la creación.

Y os deseo a todos un buen domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Que tengáis un buen almuerzo y hasta pronto.



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