PAPA FRANCISCO
ÁNGELUS
Plaza de San Pedro
Domingo 19 de noviembre de 2017
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este penúltimo domingo del año litúrgico, el Evangelio nos presenta la parábola de los talentos (cf Mateo 25, 14-30). Un hombre, antes de partir de viaje, entrega a sus siervos unos talentos, que en aquel tiempo eran monedas de notable valor: a un siervo, cinco talentos; a otro, dos; a otro, uno, según la capacidad de cada uno. El siervo que recibió cinco talentos es emprendedor y les hace fructificar ganando otros cinco. De igual modo se comporta el siervo que había recibido dos y se procura otros dos. En cambio, el siervo que recibió uno, excava un agujero en la tierra y esconce la moneda de su patrón.
Es este el mismo siervo que explica al patrón, a su regreso, el motivo de su gesto, diciendo: «Señor, sé que eres un hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste. Por eso me dio miedo y fui y escondí en tierra tu talento». (vv. 24-25). Este siervo no tiene con su patrón una relación de confianza, sino que tiene miedo de él y esto lo bloquea. El miedo inmoviliza siempre y a menudo hace tomar decisiones equivocadas. El miedo desalienta de tomar iniciativas, induce a refugiarse en soluciones seguras y garantizadas y así termina por no hacer nada bueno. Para ir adelante y crecer en el camino de la vida no hay que tener miedo, hay que tener confianza.
Esta parábola nos hace entender lo importante que es tener una idea verdadera de Dios. No debemos pensar que Él es un patrón malo, duro y severo que quiere castigarnos. Si dentro de nosotros está esta imagen equivocada de Dios, entonces nuestra vida no podrá ser fecunda, porque viviremos en el miedo y este no nos conducirá a nada constructivo; de hecho, el miedo nos paraliza, nos autodestruye. Estamos llamados a reflexionar para descubrir cuál es verdaderamente nuestra idea de Dios. Ya en el Antiguo Testamento Él se reveló como «Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad» (Éxodo 34, 6). Y Jesús siempre nos ha mostrado que Dios no es un patrón severo e intolerante, sino un padre lleno de amor, de ternura, un padre lleno de bondad. Por lo tanto, podemos y debemos tener una inmensa confianza en Él.
Jesús nos muestra la generosidad y la premura del Padre de tantos modos: con su palabra, con sus gestos, con su acogida hacia todos, especialmente hacia los pecadores, los pequeños y los pobres —como hoy nos recuerda la I Jornada Mundial de los Pobres—; pero también con sus advertencias, que revelan su interés para que nosotros no desperdiciemos inútilmente nuestra vida. Es un signo, de hecho, de que Dios tiene una gran estima de nosotros: esta conciencia nos ayuda a ser personas responsables en cada una de nuestras acciones. Por lo tanto, la parábola de los talentos nos reclama a una responsabilidad personal y a una fidelidad que se convierte también en capacidad de caminar continuamente sobre caminos nuevos, sin «enterrar el talento», es decir, los dones que Dios nos ha confiado y sobre los que nos pedirá cuentas.
Que la Virgen Santa interceda por nosotros, con el fin de que permanezcamos fieles a la voluntad de Dios haciendo fructificar los talentos de los que nos ha dotado. Así seremos útiles a los demás y, en el último día, seremos acogidos por el Señor, que nos invitará a tomar parte de su alegría.
Después del Ángelus:
Queridos hermanos y hermanas:
Ayer, en Detroit, en Estados Unidos, fue proclamado beato Francesco Solano, sacerdote de los Frailes Menores Capuchinos. Humilde y fiel discípulo de Cristo, se distinguió por un incansable servicio a los pobres. Que su testimonio ayude a sacerdotes, religiosos y laicos a vivir con alegría el vínculo entre anuncio del Evangelio y amor a los pobres.
Es lo que hemos querido recordar con la Jornada Mundial de los Pobres de hoy, que en Roma y en las diócesis del mundo se expresa en tantas iniciativas de oración y de compartir.
Espero que los pobres estén en el centro de nuestras comunidades no solamente en momentos como este, sino siempre; porque ellos están en el corazón del Evangelio, en ellos encontramos a Jesús que nos habla y nos interpela a través de sus sufrimientos y sus necesidades.
Quiero recordar hoy de modo particular a las poblaciones que viven una dolorosa pobreza a causa de la guerra y de los conflictos. Renuevo, por lo tanto, a la comunidad internacional un triste llamamiento para que participe en todo esfuerzo posible para favorecer la paz, en particular en Oriente Medio. Dirijo un pensamiento especial al querido pueblo libanés y rezo por la estabilidad del país, con el fin de que pueda continuar siendo un «mensaje» de respeto y convivencia para toda la región y para el mundo entero.
Rezo también por las personas de la tripulación del submarino militar argentino del que se han perdido las pistas. Hoy es también el Día de recuerdo de las víctimas de accidentes de tráfico, instituido por la ONU. Animo a las instituciones públicas en el empeño de la prevención e insto a los conductores a la prudencia y al respeto de las normas, como primera forma de protección para sí y para los otros.
Y os saludo a todos vosotros, familias, parroquias, asociaciones y fieles, que habéis venido desde Italia y desde tantas partes del mundo. En particular, saludo a los peregrinos de la República Dominicana; a los participantes de la carrera de solidaridad de Košice (Eslovaquia) en Roma; y a la comunidad ecuatoriana residente en Roma, que celebra la Virgen del Quinche. Saludo a la fraternidad del Orden secular Trinitario Italiano, a los fieles de Civitanova Marche, Sanzeno, Termoli, Capua y Nola y a los jóvenes de confirmación de Mestrino (Padua).
Os deseo a todos vosotros un buen domingo. Y por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!
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