Traduzione in lingua inglese
Testo in lingua originale
Traduzione in lingua italiana
Traduzione in lingua francese
Traduzione in lingua tedesca
Traduzione in lingua portoghese
Traduzione in lingua polacca
Traduzione in lingua araba
Pubblichiamo di seguito il Saluto del Santo Padre preparato in occasione dell’inaugurazione del “Faith Pavilion” presso Expo City, a Dubai, di cui è stata data lettura dal Cardinale Segretario di Stato, Pietro Parolin:
Traduzione in lingua inglese
I have the honour to read the Greeting that His Holiness Pope Francis prepared for this occasion:
Your Highness,
Mr Secretary-General,
Dear brothers and sisters!
I would like to thank Dr Ahmad Al-Tayyeb, Grand Imam of Al-Azhar, who has assured me of his closeness, the Muslim Council of Elders, whom I met a year ago, the United Nations Environment Programme, and all the partners who organized and supported this Faith Pavilion. It is the first of its kind at the heart of a COP, and it shows that all authentic religious beliefs are a source of encounter and action.
Above all, encounter. It is important to see ourselves, beyond our differences, as brothers and sisters in the one human family, and, as believers, to remind ourselves and the world that, as sojourners on this earth, we have a duty to protect our common home. Religions, as voices of conscience for humanity, remind us that we are finite creatures, possessed of a need for the infinite. For we are indeed mortal, we have our limits, and protecting life also entails opposing the rapacious illusion of omnipotence that is devastating our planet. That insatiable desire for power wells up whenever we consider ourselves lords of the world, whenever we live as though God did not exist and, as a result, end up prey to passing things. Then, instead of mastering technology, we let technology master us. We become mere commodities, desensitized, incapable of sorrow and compassion, self-absorbed and, turning our backs on morality and prudence, we destroy the very sources of life. That is why the problem of climate change is also a religious problem: its roots lie in the creature’s presumption of self-sufficiency. Yet “without the Creator the creature disappears” (Gaudium et Spes, 36). May this Pavilion, for its part, become a place of encounter and may religions always be “welcoming spaces” that witness to our need for the transcendent, speak of fraternity, respect and mutual care, and refuse to justify in any way the mistreatment of creation (cf. Document on Human Fraternity for World Peace and Living Together, Abu Dhabi, 4 February 2019).
This brings us to the other central theme of this Pavilion and, indeed, of all religious belief: action. We need, urgently, to act for the sake of the environment. It is not enough merely to increase spending: we need to change our way of life and thus educate everyone to sober and fraternal lifestyles. This is an essential obligation for religions, which are called to teach contemplation, since creation is not only an ecosystem to preserve, but also a gift to embrace. A world poor in contemplation will be a world polluted in soul, a world that will continue to discard people and produce waste. A world that lacks prayer will speak many words but, bereft of compassion and tears, will only live off a materialism made of money and weapons.
We recognize the extent to which peace and the stewardship of creation are interdependent. Before our very eyes, we can see how wars and conflicts are harming the environment and dividing nations, hindering a common commitment to addressing shared problems like the protection of the planet. A home is only livable when a climate of peace reigns within. So it is for our earth, whose very soil seems to add its voice to those of the children and the poor who cry out to heaven pleading for peace! Peacekeeping is also a task for the religions. Please, let there be no inconsistency in this regard. May our actions not contradict the words we speak; may we not merely speak about peace, but take a stand against those who claim to be believers yet fuel hatred and do not oppose violence. Here I think of the words of Francis of Assisi: “As you proclaim peace with your lips, make sure that a greater peace is in your hearts” (The Legend of the Three Companions, XIV, 5: FF 1469). Brothers and sisters, may the Most High bless our hearts, so that we may be, together, builders of peace and guardians of creation. Thank you.
[01844-EN.01] [Original text: Spanish]
Testo in lingua originale
Alteza,
señor Secretario General,
queridos hermanos y hermanas:
Quisiera agradecer al Doctor Ahmad Al-Tayyeb, Gran Imán de Al-Azhar, que me ha manifestado su cercanía; al Consejo Musulmán de Ancianos, con quien me reuní hace un año, al Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP) y a todos los colaboradores que han organizado y promovido este pabellón religioso. Es el primero de este tipo en el corazón de una COP y muestra que todo auténtico credo religioso es fuente de encuentro y de acción.
En primer lugar, de encuentro. Es importante reunirnos, más allá de nuestras diferencias, como hermanos y hermanas de una misma humanidad, y sobre todo como creyentes, para recordarnos a nosotros mismos y al mundo que, como peregrinos acampados en esta tierra, estamos obligados a cuidar la casa común. Las religiones, en cuanto conciencias de la humanidad, nos recuerdan que somos criaturas finitas, habitadas por la sed de infinito. Sí, somos mortales, somos limitados, y cuidar la vida también significa oponernos al delirio de omnipotencia voraz que está devastando el planeta. Esto surge cuando el hombre se considera señor del mundo; cuando, viviendo como si Dios no existiera, se deja embelesar por las cosas que pasan. Entonces el ser humano, más que disponer de la técnica, se deja dominar por ella, “se cosifica” y se vuelve indiferente. Incapaz de llorar y de compadecerse, se encierra en sí mismo y, erigiéndose más allá de la moral y de la prudencia, llega a destruir incluso aquello que le permite vivir. Es por esto que el drama climático es también un drama religioso: porque su raíz está en la presunción de autosuficiencia de la criatura. Pero «la criatura sin el Creador desaparece» (Const. past. Gaudium et spes, 36). Que este pabellón sea, en cambio, un lugar de encuentro, y que las religiones sean siempre “lugares de acogida” que, testimoniando proféticamente la necesidad de trascendencia, hablen al mundo de fraternidad, de respeto y de cuidado mutuo, sin justificar de ningún modo el maltrato de la creación (cf. Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común, Abu Dabi, 4 febrero 2019).
Esto nos lleva al otro tema clave de este pabellón y del credo religioso: la acción. Es urgente actuar en favor del medio ambiente, pero no basta sólo con emplear más recursos económicos; se necesita cambiar el modo de vivir y por eso es preciso educar en estilos de vida sobrios y fraternos. Esta es una acción irrenunciable para las religiones, que también están llamadas a educar en la contemplación, porque la creación no es sólo una realidad que debemos preservar, sino un don que hemos de acoger. Y un mundo pobre de contemplación será un mundo contaminado en el alma, que seguirá descartando personas y produciendo desechos; un mundo sin oración dirá muchas palabras, pero, carente de compasión y de lágrimas, vivirá sólo de un materialismo hecho de dinero y de armas.
A este respecto, sabemos que la paz y el cuidado de la creación son interdependientes. Está a la vista de todos cómo las guerras y los conflictos dañan el medio ambiente y dividen a las naciones, impidiendo un compromiso compartido sobre la base de temas comunes, como la salvaguarda del planeta. Una casa, en efecto, es habitable para todos sólo si en su interior se instaura un clima de paz. Así ocurre con nuestra tierra, cuyo suelo parece unirse al grito de los niños y de los pobres para hacer llegar hasta el cielo una sola súplica: ¡paz! Custodiar la paz también es tarea de las religiones. Por favor, que no haya incongruencias en esto. Que no se desmienta con los hechos aquello que se dice con los labios; que no nos limitemos a hablar de paz, sino que se tomemos una posición clara frente a quienes declarándose creyentes alimentan el odio y no se oponen a la violencia. Recuerdo las palabras de Francisco de Asís: «Que la paz que anuncian de palabra, la tengan, y en mayor medida, en sus corazones» (Leyenda de los tres compañeros, XIV, 58: FF 1469). Hermanos, hermanas, que el Altísimo bendiga nuestros corazones para que podamos ser, juntos, constructores de paz y custodios de la creación. Gracias.
[01844-ES.01] [Texto original: Español]
Traduzione in lingua italiana
Altezza,
Signor Segretario Generale,
cari fratelli e sorelle!
Vorrei ringraziare il Dottor Ahmad Al-Tayyeb, Grande Imam di Al-Azhar, che mi ha mostrato la sua vicinanza; il Muslim Council of Elders, che ho incontrato un anno fa, il Programma delle Nazioni Unite per l’Ambiente (UNEP) e tutti i partner che hanno organizzato e promosso questo padiglione religioso. È il primo di questo genere nel cuore di una COP e mostra che ogni autentico credo religioso è sorgente di incontro e di azione.
Anzitutto di incontro. È importante trovarci, al di là delle nostre differenze, come fratelli e sorelle nell’umanità, e soprattutto come credenti, per ricordare a noi stessi e al mondo che, come pellegrini attendati in questa terra, siamo tenuti a custodire la casa comune. Le religioni, in quanto coscienze dell’umanità, rammentano che siamo creature finite, abitate dal bisogno di infinito. Sì, siamo mortali, siamo limitati, e custodire la vita significa anche opporci al delirio di onnipotenza vorace che sta devastando il pianeta. Esso sorge quando l’uomo si ritiene signore del mondo; quando, vivendo come se Dio non esistesse, si lascia rapire dalle cose che passano. Allora l’essere umano, anziché disporre della tecnica, si lascia dominare da essa, “si mercifica” e diventa indifferente: incapace di piangere e di compatire, resta solo con sé stesso ed, ergendosi al di sopra della morale e della prudenza, arriva a distruggere persino ciò che gli consente di vivere. Ecco perché il dramma climatico è anche un dramma religioso: perché la sua radice sta nella presunzione di autosufficienza della creatura. Ma «la creatura […] senza il Creatore svanisce» (Gaudium et spes, 36). Questo padiglione sia invece luogo di incontro e le religioni siano sempre “luoghi ospitali” che, testimoniando profeticamente il bisogno di trascendenza, parlino al mondo di fraternità, di rispetto e di cura gli uni degli altri, senza giustificare in alcun modo il maltrattamento del creato (cfr Documento sulla Fratellanza umana per la pace mondiale e la convivenza comune, Abu Dhabi, 4 febbraio 2019).
Questo ci porta all’altro tema-cardine di questo padiglione e del credo religioso: l’azione. È urgente agire per l’ambiente, ma non basta solo impiegare più risorse economiche: bisogna mutare il modo di vivere e occorre perciò educare a stili di vita sobri e fraterni. È un’azione irrinunciabile per le religioni, le quali sono pure chiamate a educare alla contemplazione, perché il creato non è solo un sistema da preservare, ma un dono da accogliere. E un mondo povero di contemplazione sarà un mondo inquinato nell’anima, che continuerà a scartare persone e a produrre rifiuti; un mondo senza preghiera dirà tante parole ma, privo di compassione e di lacrime, vivrà solo di un materialismo fatto di soldi e di armi.
A tale proposito, sappiamo quanto la pace e la custodia del creato siano interdipendenti: è sotto gli occhi di tutti come guerre e conflitti danneggiano l’ambiente e dividono le nazioni, ostacolando un impegno condiviso su temi comuni, come la salvaguardia del pianeta. Una casa, infatti, è vivibile per tutti solo se si instaura un clima di pace all’interno. Così è per la nostra Terra, il cui suolo sembra unirsi al grido dei bambini e dei poveri per far giungere fino al cielo una sola implorazione: pace! Custodire la pace è anche compito delle religioni. Per favore, non ci siano incoerenze su questo. Non si smentisca con i fatti ciò che si dice con le labbra: non ci si limiti a parlare di pace, ma si prenda posizione netta contro chi, dichiarandosi credente, alimenta l’odio e non si oppone alla violenza. Ricordo le parole di Francesco di Assisi: «La pace che annunziate con la bocca, abbiatela ancor più copiosa nei vostri cuori» (Leggenda dei tre compagni, XIV,5:FF1469). Fratelli, sorelle, l’Altissimo benedica i nostri cuori perché possiamo essere, insieme, costruttori di pace e custodi del creato. Grazie.
[01844-IT.01] [Testo originale: Spagnolo]
Traduzione in lingua francese
Altesse,
Monsieur le Secrétaire Général,
chers frères et sœurs!
Je voudrais remercier Monsieur Ahmad Al-Tayyeb, Grand Imam d’Al-Azhar qui m’a exprimé sa proximité; le Muslim Council of Elders que j'ai rencontré il y a un an, le Programme des Nations unies pour l'Environnement (PNUE), et tous les partenaires qui ont organisé et promu ce pavillon religieux. Il est le premier du genre au cœur d'une COP et montre que toute croyance religieuse authentique est source de rencontre et d'action.
Avant tout, de rencontre. Il est important de se retrouver, au-delà de nos différences, en tant que frères et sœurs en humanité, et surtout en tant que croyants pour nous rappeler à nous-mêmes et au monde que, en qualité de pèlerins plantés sur cette terre, nous sommes tenus de prendre soin de la maison commune. Les religions, consciences de l’humanité, rappellent que nous sommes des créatures finies, habitées par le besoin d’infini. Oui, nous sommes mortels, nous sommes limités, et protéger la vie c'est aussi s’opposer au délire de toute-puissance avide qui ravage la planète. Celui-ci naît lorsque l’homme se considère comme le maître du monde ; lorsque, vivant comme si Dieu n’existait pas, il se laisse ravir par les choses qui passent. Alors l’être humain, au lieu de se servir de la technologie, se laisse dominer par elle, il se “marchandise” et devient indifférent : incapable de pleurer et de compatir, il reste seul avec lui-même et, s’élevant au-dessus de la morale et de la prudence, il va jusqu'à détruire même ce qui lui permet de vivre. C’est pourquoi le drame climatique est aussi un drame religieux : parce qu’il trouve sa source dans la présomption d'autosuffisance de la créature. Mais «la créature [...] sans le Créateur disparaît» (Gaudium et spes, n. 36). Que ce pavillon soit au contraire un lieu de rencontre et que les religions soient toujours des “lieux hospitaliers” qui, témoignant prophétiquement de l’exigence de transcendance, parlent au monde de fraternité, de respect et d’attention les uns pour les autres, sans justifier en aucune manière la maltraitance de la création (cf. Document sur la fraternité humaine pour la paix mondiale et la coexistence commune, Abu Dhabi, 4 février 2019).
Cela nous amène à l’autre thème central de ce pavillon et de la croyance religieuse : l’action. Il est urgent d'agir pour l'environnement, mais il ne suffit pas de mettre en œuvre davantage de ressources économiques. Nous devons changer notre mode de vie et il convient donc d’éduquer à des styles de vie sobres et fraternels. C’est une action incontournable pour les religions qui sont également appelées à éduquer à la contemplation, car la création n’est pas seulement un système à préserver, mais un don à accueillir. Et un monde pauvre en contemplation sera un monde pollué dans l’âme, qui continuera à rejeter les personnes et à produire des déchets ; un monde sans prière dira beaucoup de paroles mais, manquant de compassion et de larmes, il ne vivra que d’un matérialisme fait d’argent et d’armes.
À cet égard, nous savons à quel point la paix et la sauvegarde de la création sont interdépendantes : nous voyons tous comment les guerres et les conflits endommagent l’environnement et divisent les nations, empêchant un engagement partagé sur des questions communes, telles que la sauvegarde de la planète. Une maison n'est habitable pour tous que si un climat de paix s’y installe. Il en est ainsi pour notre Terre, dont le sol semble se joindre aux cris des enfants et des pauvres pour faire monter jusqu’au ciel une seule supplique : la paix ! Maintenir la paix, c'est aussi la tâche des religions. S’il vous plaît, qu’il n’y ait pas d'incohérence à ce sujet. Que ce que l’on dit du bout des lèvres ne soit pas démenti par les faits : que l’on ne se contente pas de parler de paix, mais que l’on prenne clairement position contre ceux qui, se prétendant croyants, nourrissent la haine et ne s’opposent pas à la violence. Je me souviens des paroles de François d’Assise : «La paix que vous annoncez par votre bouche, ayez-la encore plus abondamment dans vos cœurs» (Légende des trois compagnons, XIV,5: FF 1469). Frères, sœurs, que le Très-Haut bénisse nos cœurs afin que nous soyons, ensemble, des bâtisseurs de paix et des gardiens de la création. Je vous remercie.
[01844-FR.01] [Texte original: Espagnol]
Traduzione in lingua tedesca
Hoheit,
Herr Generalsekretär,
liebe Brüder und Schwestern!
Ich möchte Doktor Ahmad Al-Tayyeb, Großimam von Al-Azhar, danken, der mir seine Nähe bekundet hat; ich danke dem Muslim Council of Elders, dem ich vor einem Jahr begegnet bin, dem Umweltprogramm der Vereinten Nationen (UNEP) und allen Partnern, die diesen religiösen Pavillon organisiert und gefördert haben. Er ist der erste seiner Art im Herzen einer COP und zeigt, dass jeder echte religiöse Glaube eine Quelle der Begegnung und des Handelns ist.
Zunächst einmal der Begegnung. Es ist wichtig, dass wir uns jenseits unserer Unterschiede zusammenfinden als Brüder und Schwestern im Menschsein und vor allem als Gläubige, um uns selbst und die Welt daran zu erinnern, dass wir als Pilger, die auf dieser Erde ihr Zelt aufgeschlagen haben, verpflichtet sind, das gemeinsame Haus zu bewahren. Die Religionen erinnern uns als Gewissen der Menschheit daran, dass wir endliche Geschöpfe sind, denen das Bedürfnis nach dem Unendlichen innewohnt. Ja, wir sind sterblich, wir sind endlich, und das Leben zu schützen bedeutet auch, sich dem unersättlichen Allmachtswahn zu widersetzen, der den Planeten zerstört. Er entsteht, wenn der Mensch sich für den Herrn der Welt hält; wenn er so lebt, als ob es Gott nicht gäbe, und er sich von den Dingen gefangen nehmen lässt, die vergänglich sind. Dann lässt sich der Mensch, statt über die Technik zu verfügen, von ihr beherrschen, er macht sich zur „Ware“ und wird gleichgültig: Unfähig zu weinen und Mitleid zu empfinden, bleibt er mit sich selbst allein und indem er sich über Moral und Besonnenheit erhebt, zerstört er schließlich sogar das, was ihm das Leben ermöglicht. Deshalb ist das Drama des Klimawandels auch ein religiöses Drama: seine Wurzel liegt nämlich darin, dass das Geschöpf hochmütig meint, sich selbst zu genügen. Doch »das Geschöpf sinkt ohne den Schöpfer ins Nichts« (Gaudium et spes, 36). Möge dieser Pavillon stattdessen ein Ort der Begegnung sein und mögen die Religionen immer „gastfreundliche Orte“ sein, die prophetisch Zeugnis geben von dem Bedürfnis nach Transzendenz und die zur Welt über Geschwisterlichkeit, Respekt und gegenseitige Fürsorge sprechen, ohne in irgendeiner Weise die Misshandlung der Schöpfung zu rechtfertigen (vgl. Dokument über die Brüderlichkeit aller Menschen für ein friedliches Zusammenleben in der Welt, Abu Dhabi, 4. Februar 2019).
Dies bringt uns zu dem anderen zentralen Thema dieses Pavillons und des religiösen Glaubens: dem Handeln. Es muss dringend etwas für die Umwelt getan werden, aber es genügt nicht, einfach mehr wirtschaftliche Ressourcen einzusetzen: Wir müssen unsere Lebensführung ändern und deshalb zu einer einfachen und geschwisterlichen Lebensweise erziehen. Das ist für die Religionen, die auch zur Kontemplation hinführen sollen, ein unverzichtbares Handeln, denn die Schöpfung ist nicht nur ein System, das es zu schützen, sondern ein Geschenk, das es anzunehmen gilt. Und eine Welt, die arm an Kontemplation ist, wird eine Welt sein, die in der Seele verschmutzt ist, die weiterhin Menschen aussondert und Abfall produziert; eine Welt ohne Gebet wird viele Worte machen, aber ohne Mitgefühl und ohne Tränen nur von einem Materialismus des Geldes und der Waffen leben.
Diesbezüglich wissen wir, wie sehr der Frieden und die Bewahrung der Schöpfung voneinander abhängig sind: Es ist offensichtlich, wie Kriege und Konflikte die Umwelt schädigen und die Nationen spalten, und so ein gemeinschaftliches Engagement für gemeinsame Anliegen wie den Schutz des Planeten behindern. Ein Haus ist nämlich nur dann für alle bewohnbar, wenn man in seinem Inneren ein Klima des Friedens schafft. So ist es auch mit unserer Welt, deren Erdboden sich dem Schrei der Kinder und der Armen anzuschließen scheint, um eine einzige flehentliche Bitte gen Himmel zu senden: Frieden! Den Frieden zu bewahren ist auch Aufgabe der Religionen. Lassen wir in dieser Hinsicht bitte keine Widersprüche aufkommen. Möge es nicht geschehen, dass die Taten dem widersprechen, was die Lippen sagen: Man sollte nicht bloß vom Frieden reden, sondern klar Stellung beziehen gegen diejenigen, die unter dem Vorwand, gläubig zu sein, den Hass schüren und sich der Gewalt nicht entgegenstellen. Ich erinnere an die Worte von Franz von Assisi: »Habt den Frieden, den ihr mit eurem Mund verkündet, noch mehr in euren Herzen« (Die Dreigefährtenlegende, XIV,5: FF 1469). Brüder und Schwestern, der Allerhöchste segne unsere Herzen, damit wir gemeinsam Friedensstifter und Hüter der Schöpfung sein können. Danke!
[01844-DE.01] [Originalsprache: Spanisch]
Traduzione in lingua portoghese
Alteza,
Senhor Secretário-Geral
Queridos irmãos e irmãs!
Quero agradecer ao Doutor Ahmad Al-Tayyeb, Grande Imã de Al-Azhar, que me manifestou a sua solidariedade; ao Muslim Council of Elders, que encontrei há um ano, ao Programa das Nações Unidas para o Ambiente (UNEP) e a todos os parceiros que organizaram e promoveram este pavilhão religioso. É o primeiro do género no coração duma COP e mostra que todo o credo religioso autêntico é fonte de encontro e de ação.
Primeiramente, fonte de encontro. É importante encontrarmo-nos, mais além das nossas diferenças, como irmãos e irmãs em humanidade e sobretudo como crentes, para nos recordarmos a nós e ao mundo que, como peregrinos com a própria tenda nesta terra, somos obrigados a salvaguardar a nossa Casa Comum. As religiões, como consciência da humanidade, lembram-nos que somos criaturas finitas, habitadas pela necessidade de infinito. Sim, somos mortais, somos limitados, e salvaguardar a vida significa também opor-nos ao delírio de omnipotência voraz que está a devastar o planeta. Aquele surge quando o homem se considera senhor do mundo; quando, vivendo como se Deus não existisse, se deixa cativar pelas coisas que passam. Então o ser humano, em vez de dispor da tecnologia, deixa-se dominar por ela, comporta-se como mercadoria e torna-se indiferente: incapaz de chorar e compadecer-se, fica sozinho consigo mesmo e, sobrepondo-se à moral e à prudência, chega até mesmo a destruir o que lhe permite viver. É por isso que a tragédia climática é também uma tragédia religiosa: pois a sua raiz está na presunção de autossuficiência da criatura. Mas, «sem o Criador, a criatura não subsiste» (Const. past. Gaudium et spes, 36). Possa este pavilhão ser um lugar de encontro, e as religiões revelarem-se sempre «lugares hospitaleiros» que deem profeticamente testemunho da necessidade da transcendência, falem ao mundo de fraternidade, de respeito e de cuidado uns dos outros, sem de modo algum justificar os maus-tratos da criação (cf. Papa Francisco e Imã Ahmad Al-Tayyeb, Documento sobre a Fraternidade humana em prol da paz mundial e da convivência comum, Abu Dhabi, 04/II/2019).
Isto leva-nos ao outro tema-chave deste pavilhão e do credo religiosa: a ação. É urgente agir em prol do ambiente, mas utilizar mais recursos económicos não basta: torna-se necessário mudar o modo de viver e, por conseguinte, educar para estilos de vida sóbrios e fraternos. Trata-se duma ação irrenunciável para as religiões, chamadas também a educar para a contemplação, porque a criação é um dom a acolher, e não apenas um sistema a preservar. Um mundo pobre em contemplação será um mundo poluído na alma, que continuará a descartar pessoas e a produzir resíduos; um mundo sem oração dirá muitas palavras, mas, desprovido de compaixão e de lágrimas, viverá apenas dum materialismo feito de dinheiro e de armas.
A propósito, sabemos como estão interdependentes a paz e a salvaguarda da criação: salta aos olhos de todos como guerras e conflitos danificam o ambiente e dividem as nações, dificultando um empenho compartilhado em temas comuns como a salvaguarda do planeta. De facto, uma casa só é habitável por todos, se reinar no seu interior um clima de paz. O mesmo acontece com a nossa Terra, cujo solo parece unir-se ao grito das crianças e dos pobres para fazer chegar ao céu a mesma e única súplica: paz! Salvaguardar a paz é tarefa também das religiões. Nisto, por favor, não haja incoerências. Não se negue com os factos aquilo que se diz com os lábios: não se limite a falar de paz, mas tome-se claramente posição contra quem, declarando-se crente, alimenta o ódio e não se opõe à violência. Recordo as palavras de Francisco de Assis: «A paz que proclamais com os vossos lábios, tende-a ainda mais abundante nos vossos corações» (Leggenda dei tre compagni, XIV,5: FF 1469). Irmãos, irmãs, que o Altíssimo abençoe os nossos corações para podermos, juntos, ser construtores de paz e guardiões da criação. Obrigado!
[01844-PO.01] [Texto original: Espanhol]
Traduzione in lingua polacca
Wasza Wysokość,
Panie Sekretarzu Generalny,
Drodzy bracia i siostry!
Chciałbym podziękować Doktorowi Ahmedowi al-Tajebowi, Wielkiemu Imamowi Al-Azharu, który okazał mi swoją bliskość; Muzułmańskiej Radzie Starszych, z którą spotkałem się rok temu, Programowi Organizacji Narodów Zjednoczonych ds. Środowiska (UNEP) i wszystkim Partnerom, którzy zorganizowali i promowali ten pawilon religijny. Jest to pierwszy tego rodzaju pawilon w sercu COP, a ukazuje on, że każda autentyczna wiara religijna jest źródłem spotkania i działania.
Przede wszystkim spotkania. Ważne jest, abyśmy spotkali się, niezależnie od istniejących między nami różnic, jako bracia i siostry w człowieczeństwie, a przede wszystkim jako ludzie wierzący, aby przypomnieć sobie samym i światu, że jako pielgrzymi przebywający na tej ziemi, jesteśmy zobowiązani do ochrony wspólnego domu. Religie, będąc sumieniem ludzkości, przypominają nam, że jesteśmy istotami śmiertelnymi, w których tkwi potrzeba nieskończoności. To prawda, jesteśmy śmiertelni, jesteśmy ograniczeni, a ochrona życia oznacza również przeciwstawianie się manii żarłocznej wszechmocy, która pustoszy planetę. Pojawia się ona, gdy człowiek uważa siebie za pana świata; gdy żyjąc tak, jakby Boga nie było, daje się porwać rzeczom przemijającym. Wówczas człowiek, zamiast dysponować techniką, pozwala się jej zdominować, „czyni siebie towarem” i staje się obojętny: niezdolny do płaczu i współczucia, pozostaje jedynie z sobą samym i wynosząc się ponad moralność i roztropność, posuwa się tak daleko, że niszczy nawet to, co pozwala mu żyć. Dlatego właśnie dramat klimatyczny jest również dramatem religijnym: bowiem jego korzenie tkwią w pysze samowystarczalności stworzenia. Ale „stworzenie [...] bez Stwórcy ginie” (Gaudium et spes, 36). Niech ten pawilon będzie natomiast miejscem spotkania, a religie niech zawsze będą „gościnnymi miejscami”, które proroczo świadcząc o potrzebie transcendencji, mówią światu o braterstwie, szacunku i trosce o siebie nawzajem, nie usprawiedliwiając w żaden sposób gnębienia stworzenia (por. Dokument o ludzkim braterstwie dla pokoju światowego i współistnienia, Abu Zabi, 4 lutego 2019 r.).
To prowadzi nas do innego kluczowego tematu tego pawilonu i wiary religijnej: działania. Istnieje pilna potrzeba działania na rzecz środowiska, ale nie wystarczy tylko przeznaczyć więcej środków ekonomicznych: musimy zmienić sposób, w jaki żyjemy, a więc musimy wychowywać do wstrzemięźliwego i braterskiego stylu życia. Jest to niezbędne działanie dla religii, które są również powołane, by wychować do kontemplacji, ponieważ stworzenie jest nie tylko systemem, który trzeba chronić, ale także darem, który trzeba przyjąć. A świat ubogi w kontemplację będzie światem zanieczyszczonym na duszy, który będzie stale odrzucał osoby i wytwarzał odpady. Świat bez modlitwy wypowie wiele słów, ale będąc pozbawionym współczucia i łez, będzie żył jedynie materializmem uczynionym z pieniędzy i broni.
W tym kontekście wiemy, jak współzależne są pokój i ochrona stworzenia: wszyscy widzimy jak wojny i konflikty niszczą środowisko i dzielą narody, utrudniając zgodne zaangażowanie we wspólne sprawy, takie jak ochrona planety. W domu można bowiem mieszkać tylko wówczas, gdy panuje w nim klimat pokoju. Tak samo jest z naszą Ziemią, której gleba zdaje się łączyć z wołaniem dzieci i ubogich, aby jedno błaganie dotarło aż do nieba: pokój! Strzeżenie pokoju jest także zadaniem religii. Proszę, niech nie będzie w tym żadnej niekonsekwencji. Niech nie neguje się czynami tego, co wypowiada się ustami: niech nie ogranicza się tylko do mówienia o pokoju, lecz niech zostanie przyjęte jasne stanowisko wobec tych, którzy podając się za wierzących, podsycają nienawiść i nie sprzeciwiają się przemocy. Przypominam słowa Franciszka z Asyżu: „Jak ustami głosicie pokój, tak a nawet jeszcze bardziej miejcie go w sercach waszych” (Relacja trzech towarzyszy, 58, 4: Źródła franciszkańskie, red. R. Prejs i Z. Kijas, Kraków 2005, s. 1496). Bracia, siostry, niech Najwyższy błogosławi nasze serca, abyśmy razem mogli być budowniczymi pokoju i obrońcami stworzenia. Dziękuję.
[01844-PL.01] [Testo originale: Spagnolo]
Traduzione in lingua araba
كلمة شكر لقداسة البابا فرنسيس
في مناسبة افتتاح جناح الأديان
مدينة الإكسبو، دبي، الأحد 3 كانون الأوّل/ديسمبر 2023
صاحب السّمو الشّيخ محمد بن زايد آل نهيان،
السّيّد الأمين العام للأمم المتّحدة،
أيّها الإخوة والأخوات الأعزّاء!
أودّ أن أشكر فضيلة الإمام الأكبر، الدّكتور أحمد الطّيّب، شيخ الأزهر الشّريف، الذي عبّر لي عن مودته وقربه، ومجلس حكماء المسلمين، الذي التقيته قبل سنة، وبرنامج الأمم المتّحدة للبيئة (UNEP)، وجميع الشّركاء الذين نظّموا جناح الأديان هذا ودعموه. إنّه الجناح الأوّل من نوعه في قلب مؤتمر الدّول الأطراف، ويبيّن أنّ كلّ معتقد دينيّ حقيقيّ هو ينبوع للقاء والعمل.
أوّلًا هو ينبوع للقاء. من المهمّ أن نلتقيَ، بمعزل عن اختلافاتنا، إخوةً وأخواتٍ في الإنسانيّة، وقبل كلّ شيء مؤمنين، لنذكّر أنفسنا والعالم، أنّنا حجّاج ينتظرنا الله على هذه الأرض، وأنّه علينا أن نحافظ على بيتنا المشترك. الأديان، باعتبارها ضمير الإنسانيّة، تذكّرنا بأنّنا مخلوقات محدودة، لكنّنا نتوق إلى اللامحدود واللانهائي. نَعم، نحن إلى زوال ولنا حدود، والحفاظ على الحياة يعني أيضًا مقاومة هذيان القدرة المطلقة الجشعة التي تدمّر الكوكب. هذا الهذيان يظهر عندما يعتبر الإنسان نفسه سيّد العالم، وعندما يعيش كما لو كان الله غير موجود، ويترك نفسه تجرفه الأشياء الفانية. ومن ثَمَّ، فإنّ الإنسان بدلًا من أن يوجِّه التّكنولوجيا، يسمح لها بأن تسيطِر عليه، ويصير هو ”سلعة“، ولا يبالي: لا يقدر أن يبكي وأن يرحم، ويبقى وحيدًا مع نفسه، ويتعالى فوق الأخلاق والحكمة، فَيَصِل إلى تدمير حتّى ما يسمح له بأن يعيش. ولهذا فإنّ المأساة المناخيّة هي أيضًا مأساة دينيّة: لأنّ جذورها تكمن في غرور الخليقة التي تظن أنّها تكفي نفسها بنفسها. لكن "الخليقة دون خالقها لا توجد" (دستور رعائي في "الكنيسة في عالم اليوم"، فرح ورجاء، 36). فليكن إذًا هذا الجناح مكانًا للقاء، ولتكن الأديان دائمًا ”أماكن ضيافة“ تشهد شهادة نبويّة للحاجة إلى التّسامي فوق ما هو أرضيّ، وتكلِّم العالم عن الأخوّة والاحترام والعناية بعضنا بعضًا، دون أن تبرّر بأيّ شكل من الأشكال الإساءة إلى الخليقة (راجع وثيقة الأخوّة الإنسانيّة من أجل السّلام العالمي والعيش المشترك، أبو ظبي، 4 شباط/فبراير 2019).
هذا الأمر يقودنا إلى الموضوع المِفصَليّ الآخر لهذا الجناح والمعتقد الدّيني وهو: العمل. العمل من أجل البيئة أمرٌ مُلِحّ، ولا يكفي فقط أن نستزيد من الموارد الاقتصاديّة التي نستخدمها: بل علينا أن نغيّر طريقة عيشنا، ولذلك يجب أن نربّي الأجيال على أنماطِ حياةٍ قانعة وأخويّة. إنّه عمل لا غِنى عنه بالنّسبة للأديان، التي هي مدعوّة أيضًا إلى أن تربّي على التّأمّل، لأنّ الخليقة ليست مجرّد نظام علينا أن نحافظ عليه، بل هي عطيّة علينا أن نقبلها. والعالم الذي يَفتَقِر إلى التّأمّل سيكون عالمًا نَفْسُهُ مُلَوَّثَة، وسيستمرّ في إقصاء الأشخاص وإنتاج النّفايات. عالم من دون صلاة سيقول كلمات كثيرة، لكنّه عاجز عن الشّفقة وعن الدّموع، فيعيش فقط على مادّيّة قوامها المال والسّلاح.
في هذا الصّدد، نعلَم كَم هناك ارتباط بين السّلام والحفاظ على الخليقة: جميعنا نرى كيف أنّ الحروب والصّراعات تُلحق ضررًا بالبيئة وتقسّم الدّول، وتُعيق الالتزام المشترك بالقضايا العامّة، مثل الحفاظ على الكوكب. في الواقع، لكي يكون البيت صالحًا ليعيش فيه الجميع، يجب أن يكون فيه جَوٌّ من السّلام. هذه هي حال أرضنا، يبدو تُرابها متَّحِدًا مع صراخ الأطفال والفقراء ليوصِّل إلى السّماء تضرعًا واحدًا: السّلام! الحفاظ على السّلام هو أيضًا مهمّة الأديان. من فضلكم، لا يَكُن أيّ تناقض في هذا. لا نُنكر بأعمالنا ما نقوله بشفاهنا: لا نكتفي بالكلام على السّلام فقط، بل لنتّخذ مواقف صريحة ضِدَّ الذين يعلنون أنّهم مؤمنون، ويؤجّجون الكراهية ولا يعارضون العنف. وأذكر هنا كلمات فرنسيس الأسّيزي: "السّلام الذي تعلنونه بفَمِكم، ليكن أشدّ وأقوى في قلوبكم" (أسطورة الرّفاق الثّلاثة، المجلّد 14، 5، مصادر فرنسيسكانيّة 1469). أيّها الإخوة والأخوات، ليبارك الله العليّ قلوبنا حتّى نستطيع أن نكون معًا بُناة سلام وحُرّاسًا للخليقة. شكرًا.
[01844-AR.01] [Testo originale: Spagnolo]
[B0850-XX.02]