Incontro privato con alcuni alunni delle ex scuole residenziali presso la scuola elementare
Incontro con i Giovani e con gli Anziani nel piazzale della scuola elementare
Incontro privato con alcuni alunni delle ex scuole residenziali presso la scuola elementare
Al Suo arrivo all’Aeroporto Internazionale di Iqaluit, alle ore 15.38 (21.38 ora di Roma), il Santo Padre è stato accolto dal Vescovo di Churchill-Hudson Bay, S.E. Mons. Anthony Wiesław Krótki, O.M.I., e da alcune Autorità locali. Poi, dopo essersi recato per alcuni minuti nella sala VIP, si è trasferito in auto alla “Nakasuk Elementary School” dove, alle ore 16.15 (22.15 ora di Roma), ha incontrato in privato alcuni alunni delle ex scuole residenziali.
Dopo le parole di saluto al Santo Padre di alcuni alunni, la recita del Padre Nostro e la Benedizione, il Papa si è recato nel piazzale per l’incontro con i Giovani e con gli Anziani.
[01121-IT.01]
Incontro con i Giovani e con gli Anziani nel piazzale della scuola elementare
Discorso del Santo Padre
Traduzione in lingua italiana
Traduzione in lingua francese
Traduzione in lingua inglese
Traduzione in lingua tedesca
Traduzione in lingua portoghese
Traduzione in lingua polacca
Traduzione in lingua araba
Questo pomeriggio, alle ore 17.50 (23.50 ora di Roma) il Santo Padre Francesco ha incontrato i Giovani e gli Anziani nel piazzale della “Nakasuk Elementary School”.
Al Suo arrivo è stato accolto da un rappresentante della comunità. Quindi, dopo l’esecuzione di alcuni balli, canti e musiche tradizionali, il Papa ha pronunciato il Suo discorso.
Al termine, dopo la recita del Padre Nostro e la Benedizione finale, il Santo Padre si è trasferito in auto all’Aeroporto Internazionale di Iqaluit per la cerimonia di congedo dal Canada.
Pubblichiamo di seguito il discorso che il Papa ha rivolto ai Giovani e agli Anziani presenti:
Discorso del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, [saluda en lengua Inuit] ¡buenas tardes!
Saludo cordialmente a la Señora Gobernadora General y a todos ustedes, estoy feliz de visitarlos. Les agradezco sus palabras, así como los cantos, las danzas y la música, que aprecio mucho.
Hace poco escuché a varios de ustedes, ex alumnos de las escuelas residenciales: gracias por lo que tuvieron la valentía de decir, compartiendo grandes sufrimientos, que yo no hubiera imaginado. Eso ha reavivado en mí la indignación y la vergüenza que me acompañan desde hace meses. También hoy, también aquí, quisiera decirles que estoy muy apenado y quiero pedir perdón por el mal que cometieron no pocos católicos en esas escuelas que contribuyeron a políticas de asimilación cultural y desvinculación. Mamianak (lo siento). Me volvió a la mente el testimonio de un anciano, que describía la belleza del clima que reinaba en las familias indígenas antes de la llegada del sistema de las escuelas residenciales. Comparaba esa época en la que abuelos, padres e hijos estaban juntos en armonía, con la primavera, cuando los pajaritos cantan felices alrededor de la mamá. Pero de repente ¾decía¾ el canto se detuvo, las familias fueron disgregadas, se llevaron a los pequeños lejos de su ambiente; el invierno descendió sobre todo.
Dichas palabras, al mismo tiempo que provocan dolor, suscitan también escándalo; más aún si las confrontamos con la Palabra de Dios, que mandó: «Honra a tu padre y a tu madre, para que tengas una larga vida en la tierra que el Señor, tu Dios, te da» (Ex 20,12). Para muchas de vuestras familias esto no fue posible, dejó de cumplirse cuando los hijos fueron separados de sus padres y el propio país fue percibido como algo peligroso y extraño. Esas asimilaciones forzadas evocan otra página bíblica, el relato del justo Nabot (cf. 1 Re, 21), que no quería ceder la viña heredada de sus padres a quien, gobernando, estaba dispuesto a usar cualquier medio para quitársela. Y también vienen a la mente esas palabras fuertes de Jesús contra quien escandaliza a los pequeños y desprecia a alguno de ellos (cf. Mt 18,6.10). ¡Cuánto mal al romper los vínculos entre padres e hijos, al herir los afectos más queridos, al lastimar y escandalizar a los pequeños!
Queridos amigos, estamos aquí con la voluntad de recorrer juntos un camino de sanación y de reconciliación que, con el auxilio del Creador, nos ayude a dar luz sobre lo sucedido y a superar el pasado oscuro. A propósito de vencer la oscuridad, también ahora, como en nuestro encuentro de fines de marzo, ustedes han encendido el qulliq. Este, además de dar luz durante las largas noches invernales, permitía, difundiendo calor, resistir al rigor del clima. Por tanto, era esencial para vivir. También hoy permanece como un bellísimo símbolo de vida, de un vivir luminoso que no se rinde ante la oscuridad de la noche. Así son ustedes, un testimonio perenne de la vida que no se apaga, de una luz que resplandece y que ninguno logra sofocar.
Estoy muy agradecido por la oportunidad de estar aquí en el Nunavut, dentro del Inuit Nunangat. He intentado imaginar, después de nuestro encuentro en Roma, estos vastos lugares donde viven desde tiempos inmemoriales y que para otros serían hostiles. Ustedes han sabido amarlos, respetarlos, custodiarlos y apreciarlos, transmitiendo valores fundamentales de generación en generación, como el respeto por los ancianos, un genuino sentido de fraternidad y el cuidado del medio ambiente. Hay una hermosa y armónica correspondencia entre ustedes y la tierra que habitan, porque también ésta es fuerte y resiliente, y responde con mucha luz a la oscuridad que la envuelve durante gran parte del año. Pero también esta tierra, como cada persona y cada población, es delicada y necesita ser cuidada. Cuidarla, transmitir el cuidado, ¡a esto en particular están llamados los jóvenes, sostenidos por el ejemplo de los ancianos! Cuidar la tierra, cuidar las personas, cuidar la historia.
Quisiera entonces dirigirme a ti, joven Inuit, futuro de esta tierra y presente de su historia. Quisiera decirte, citando a un gran poeta: «Lo que has heredado de tus padres, gánatelo para poseerlo» (J.W. von Goethe, Fausto, I, Noche, 681-682). No basta vivir de rentas, es necesario volver a ganarse lo que se ha recibido como don. Por tanto, no temas escuchar una y otra vez los consejos de los más ancianos, abrazar tu historia para escribir páginas nuevas, apasionarte, tomar posición frente a los hechos y a las personas, arriesgarte. Y para ayudarte a hacer resplandecer la lámpara de tu existencia, también yo quisiera darte, como hermano anciano, tres consejos.
El primero: camina hacia lo alto. Vives en estas vastas regiones del norte. Que ellas te recuerden tu vocación a tender hacia lo alto, sin dejarte tirar abajo por quien quiere hacerte creer que es mejor pensar sólo en ti mismo y usar el tiempo que tienes únicamente para tu diversión y tus intereses. Amigo, no estás hecho para “ir tirando”, para pasar las jornadas equilibrando deberes y placeres, estás hecho para volar alto, hacia los deseos más verdaderos y hermosos que tienes en el corazón, hacia Dios para amarlo y hacia el prójimo para servirlo. No pienses que los grandes sueños de la vida sean cielos inalcanzables. Estás hecho para levantar el vuelo, para abrazar la valentía de la verdad y promover la belleza de la justicia, para “elevar tu temple moral, ser compasivo, servir a los demás y construir relaciones” (cf. Inunnguiniq Iq Principles 3-4), para sembrar paz y cuidado donde te encuentres; para encender el entusiasmo de los que te rodean; para ir más allá, no para igualarlo todo.
Pero ¾me podrían decir¾ vivir así es más arduo que volar. Cierto, no es fácil, porque siempre está acechando esa “fuerza de gravedad espiritual” que empuja para tirarnos abajo, para paralizar los deseos, para debilitar la alegría. Entonces, piensa en la golondrina del ártico que nosotros llamamos “charrán”; esta no deja que los vientos contrarios o los cambios de temperatura le impidan ir de un lado a otro de la tierra; a veces elige caminos que no son directos, acepta desviaciones, se adapta a ciertos vientos; pero siempre mantiene clara la meta, siempre va a su destino. Encontrarás gente que intentará borrar tus sueños, que te dirá que te conformes con poco, que luches sólo por lo que te conviene. Entonces te preguntarás: ¿Por qué tengo que esforzarme por algo en lo que los demás no creen? Y, además, ¿cómo puedo volar en un mundo que parece que cae cada vez más bajo en medio de escándalos, guerras, engaños, injusticias, destrucción del ambiente, indiferencia hacia los más débiles, decepciones por parte de los que tendrían que dar el ejemplo? Ante estas preguntas, ¿cuál es la respuesta?
Quisiera decirte a ti joven, a ti hermano y hermana joven: tú eres la respuesta. Tú, hermano, tú, hermana. No sólo porque si te rindes ya has perdido de antemano, sino porque el futuro está en tus manos. Está en tus manos la comunidad que te ha generado, el ambiente en el que vives, la esperanza de tus coetáneos, de los que, aún sin pedírtelo, esperan de ti el bien original e irrepetible que puedes introducir en la historia, porque “cada uno de nosotros es único” (cf. Principle 5). El mundo que habitas es la riqueza que has heredado, ámalo, como te ha amado quien te ha dado la vida y las alegrías más grandes, como te ama Dios, que por ti ha creado todo lo bello que existe y no deja de confiar en ti ni siquiera por un brevísimo instante. Él cree en tus talentos. Cada vez que lo busques comprenderás cómo el camino que te llama a recorrer tiende siempre hacia lo alto. Lo advertirás cuando rezando mires al cielo y sobre todo cuando alces la mirada al Crucificado. Entenderás que Jesús desde la cruz no te señala con el dedo, sino que te abraza y te anima, porque cree en ti aun cuando tú mismo has dejado de creer en ti. Entonces, no pierdas nunca la esperanza, lucha, dalo todo y no te arrepentirás. Sigue adelante el camino, “un paso tras otro hacia lo mejor” (cf. Principle 6). Instala el navegador de tu existencia hacia una meta grande, ¡hacia lo alto!
El segundo consejo: ir hacia la luz. En los momentos de tristeza y desconsuelo, piensa en el qulliq, que tiene un mensaje para ti. ¿Cuál? Que existes para ir hacia la luz cada día. No sólo el día de tu nacimiento, cuando no dependió de ti, sino cada día. Cotidianamente estás llamado a llevar una luz nueva al mundo, la de tus ojos, la de tu sonrisa, la del bien que tú y sólo tú puedes aportar. No lo puede aportar otro. Pero, para ir hacia la luz, hay que luchar cada día con la oscuridad. Sí, hay una lucha cotidiana entre la luz y las tinieblas, que no sucede afuera, en un lugar cualquiera, sino dentro de cada uno de nosotros. El camino de la luz requiere valientes decisiones del corazón contra la oscuridad de las falsedades, requiere “desarrollar buenas costumbres para vivir bien” (cf. Principle 1), que no se sigan estelas luminosas que desaparecen fugazmente, fuegos artificiales que sólo dejan humo. Son «espejismos, parodias de la felicidad», como dijo aquí en Canadá san Juan Pablo II: «Quizá no haya tiniebla más densa que la que se introduce en el alma de los jóvenes cuando falsos profetas apagan en ellos la luz de la fe, de la esperanza y del amor» (Homilía en la XVII Jornada Mundial de la Juventud, Toronto, 28 julio 2002). Hermano, hermana, Jesús te acompaña y desea iluminar tu corazón para guiarte hacia la luz. Él dijo: «Yo soy la luz del mundo» (Jn 8,12), pero también dijo a sus discípulos: «Ustedes son la luz del mundo» (Mt 5,14). Por tanto, también tú eres luz del mundo y lo serás cada vez más si luchas por alejar del corazón la triste oscuridad del mal.
Para aprender a hacerlo, hay que adquirir un arte continuo, que requiere “superar las dificultades y las contradicciones por medio de una búsqueda continua de soluciones” (cf. Principle 2). Es el arte de separar cada día la luz de las tinieblas. Para crear un mundo bueno, dice la Biblia, Dios comenzó justamente así, separando la luz de las tinieblas (cf. Gn 1,4). También nosotros, si queremos ser mejores, tenemos que aprender a distinguir la luz de las tinieblas. ¿Por dónde se empieza? Puedes empezar preguntándote: ¿qué es lo que me parece luminoso y seductor, pero después me deja dentro un gran vacío? ¡Estas son las tinieblas! En cambio, ¿qué es lo que me hace bien y me deja paz en el corazón, aunque antes me haya pedido que saliera de ciertas comodidades y que dominara ciertos instintos? ¡Esta es la luz! Y ¾me sigo preguntando¾, ¿cuál es la fuerza que nos permite separar dentro de nosotros la luz de las tinieblas, que nos hace decir “no” a las tentaciones del mal y “sí” a las ocasiones de bien? Es la libertad. Libertad que no es hacer todo lo que me parece y me gusta; no es aquello que puedo hacer a pesar de los otros, sino por los otros; no es un total arbitrio, sino responsabilidad. La libertad es el don más grande que nuestro Padre celestial nos ha dado junto con la vida.
Por último, el tercer consejo: hacer equipo. Los jóvenes hacen grandes cosas juntos, no solos. Porque ustedes jóvenes son como las estrellas del cielo, que aquí brillan de manera espléndida, su belleza nace del conjunto, de las constelaciones que forman y que iluminan y orientan las noches del mundo. También ustedes, llamados a las alturas del cielo y a resplandecer en la tierra, están hechos para brillar juntos. Es necesario permitir a los jóvenes que formen grupos, que estén en movimiento. No pueden pasar las jornadas aislados, rehenes de un teléfono. Los grandes glaciares de estas tierras me hacen pensar en el deporte nacional de Canadá, el hockey sobre hielo. ¿Cómo es posible que Canadá conquiste todas las medallas olímpicas? ¿Cómo hicieron Sarah Nurse o Marie-Philip Poulin para marcar todos esos goles? El hockey conjuga bien disciplina y creatividad, táctica y físico; pero lo que hace la diferencia siempre es el espíritu de equipo, presupuesto indispensable para afrontar las imprevisibles circunstancias del juego. Hacer equipo significa creer que para alcanzar grandes objetivos no se puede avanzar solos; es necesario moverse juntos, tener la paciencia de combinar pases y movimientos para tejer estrategias de juego. También significa dejar espacio a los demás, salir rápidamente cuando es el propio turno y alentar a los compañeros. ¡Este es el espíritu de equipo!
Amigos, caminen hacia lo alto, vayan cada día hacia la luz, hagan equipo. Y hagan todo esto en vuestra cultura, en el hermosísimo lenguaje Inuktitut. Les deseo que, escuchando a los ancianos y recurriendo a la riqueza de vuestras tradiciones y de vuestra libertad, abracen el Evangelio custodiado y transmitido por sus antepasados, y que encuentren el rostro Inuk de Jesucristo. Los bendigo de corazón y les digo: qujannamiik! [¡gracias!]
[01132-ES.02] [Texto original: Español]
Traduzione in lingua italiana
Cari fratelli e sorelle, buonasera!
Saluto cordialmente la Signora Governatore Generale e tutti voi, felice di incontrarvi. Vi ringrazio per le vostre parole, così come per i canti, le danze e le musiche, che ho tanto apprezzato!
Poco fa ho ascoltato diversi di voi, ex-alunni delle scuole residenziali: grazie per quanto avete avuto il coraggio di dire, condividendo grandi sofferenze, che non avrei immaginato. Ciò ha ridestato in me l’indignazione e la vergogna che mi accompagnano da mesi. Anche oggi, anche qui, vorrei dirvi che sono molto addolorato e desidero chiedere perdono per il male commesso da non pochi cattolici nelle scuole che hanno contribuito alle politiche di assimilazione culturale e di affrancamento. Mamianak (Mi dispiace). Mi è tornata alla mente la testimonianza di un anziano, il quale descriveva la bellezza del clima che regnava nelle famiglie indigene prima dell’avvento del sistema delle scuole residenziali. Paragonava quella stagione, in cui nonni, genitori e figli stavano armoniosamente insieme, alla primavera, quando gli uccellini cantano felici attorno alla mamma. Ma all’improvviso – diceva – il canto si è fermato: le famiglie sono state disgregate, i piccoli portati via, lontani dal loro ambiente; su tutto è calato l’inverno.
Tali parole, mentre provocano dolore, suscitano anche scandalo; ancora di più se le confrontiamo con la Parola di Dio, il quale comandò: «Onora tuo padre e tua madre, perché si prolunghino i tuoi giorni nel paese che il Signore, tuo Dio, ti dà» (Es 20,12). Questa possibilità non c’è stata per tante vostre famiglie, è venuta meno quando i figli sono stati separati dai genitori e il proprio Paese è stato avvertito come pericoloso ed estraneo. Quelle assimilazioni forzate rievocano un’altra pagina biblica, il racconto del giusto Nabot (cfr 1 Re, 21), che non voleva cedere la vigna ereditata dai suoi padri a chi, governando, era disposto a usare ogni mezzo pur di strappargliela. E vengono pure alla mente quelle parole forti di Gesù contro chi scandalizza i piccoli e disprezza uno solo di loro (cfr Mt 18,6.10). Quanto male nello spezzare i legami tra genitori e figli, nel ferire gli affetti più cari, nel danneggiare e scandalizzare i piccoli!
Cari amici, siamo qui con la volontà di percorrere insieme un tragitto di guarigione e di riconciliazione che, con l’aiuto del Creatore, ci aiuti a fare luce sull’accaduto e a superare il passato oscuro. A proposito di sconfiggere l’oscurità, anche ora, come nel nostro incontro di fine marzo, avete acceso il qulliq. Esso, oltre a dare luce durante le lunghe notti invernali, permetteva, diffondendo calore, di resistere al rigore del clima: era dunque essenziale per vivere. Anche oggi permane un bellissimo simbolo di vita, di un vivere luminoso che non si arrende alle oscurità della notte. Così siete voi, testimonianza perenne della vita che non si spegne, di una luce che risplende e che nessuno è riuscito a soffocare.
Sono colmo di gratitudine per l’opportunità di essere qui nel Nunavut, all’interno dell’Inuit Nunangat. Ho provato a immaginare, dopo il nostro incontro a Roma, questi luoghi vasti che abitate da tempi immemorabili e che per altri sarebbero ostili. Voi avete saputo amarli, rispettarli, custodirli e valorizzarli, tramandando di generazione in generazione valori fondamentali, quali il rispetto per gli anziani, un genuino senso di fraternità e la cura per l’ambiente. C’è una bella e armoniosa corrispondenza tra voi e la terra che abitate, perché anch’essa è forte e resiliente, e risponde con tanta luce al buio che per gran parte dell’anno la avvolge. Ma pure questa terra, come ogni persona e popolazione, è delicata e occorre prendersene cura. Prendersi cura, tramandare la cura: a questo in particolare sono chiamati i giovani, sostenuti dall’esempio degli anziani! Cura per la terra, cura per le persone, cura per la storia.
Vorrei allora rivolgermi a te, giovane Inuit, futuro di questa terra e presente della sua storia. Vorrei dirti, citando un grande poeta: «Ciò che hai ereditato dai padri, riconquistalo se vuoi possederlo davvero» (J.W. von Goethe, Faust, I, Nacht). Non basta vivere di rendita, occorre riconquistare quanto si è ricevuto in dono. Non temere, dunque, di ascoltare e riascoltare i consigli dei più anziani, di abbracciare la tua storia per scriverne pagine nuove, di appassionarti, di prendere posizione davanti ai fatti e alle persone, di metterti in gioco! E per aiutarti a far risplendere la lampada della tua esistenza, vorrei darti anch’io, come fratello anziano, tre consigli.
Il primo: cammina verso l’alto. Abiti queste vaste regioni del nord. Che esse ti ricordino la tua vocazione a tendere verso l’alto, senza lasciarti trascinare in basso da chi vuol farti credere che sia meglio pensare solo a te stesso e usare il tempo che hai unicamente per il tuo svago e i tuoi interessi. Amico, non sei fatto per vivacchiare, per passare le giornate bilanciando doveri e piaceri, sei fatto per librarti verso l’alto, verso i desideri più veri e belli che porti nel cuore, verso Dio da amare e il prossimo da servire. Non pensare che i grandi sogni della vita siano cieli irraggiungibili. Sei fatto per spiccare il volo, per abbracciare il coraggio della verità e promuovere la bellezza della giustizia, per “elevare la tua tempra morale, essere compassionevole, servire gli altri e costruire relazioni” (cfr Inunnguiniq Iq Principles 3-4), per seminare pace e cura dove ti trovi; per accendere l’entusiasmo di chi ti vive accanto; per andare oltre, non per livellare tutto quanto.
Ma – potresti dirmi – vivere così è più arduo che volare. Certo, non è facile, perché è sempre in agguato quella “forza di gravità spirituale” che spinge per trascinarci in basso, paralizzare i desideri, affievolire la gioia. Allora, pensa alla rondine dell’artico che noi chiamiamo “charrán”: essa non lascia che i venti contrari o gli sbalzi di temperatura le impediscano di andare da un’estremità all’altra della terra; a volte sceglie vie che non sono dirette, accetta deviazioni, si adatta a certi venti… ma sempre mantiene chiara la meta, sempre va verso la destinazione. Incontrerai gente che proverà ad azzerare i tuoi sogni, che ti dirà di accontentarti di poco, di lottare solo per quel che ti conviene. Allora ti chiederai: perché devo darmi da fare per quello in cui gli altri non credono? E ancora: come posso decollare all’interno di un mondo che sembra scendere sempre più in basso tra scandali, guerre, imbrogli, mancanza di giustizia, distruzione dell’ambiente, indifferenza nei riguardi dei più deboli, delusioni da parte di chi dovrebbe dare l’esempio? Di fronte a queste domande, qual è la risposta?
Vorrei dire a te, giovane, a te, fratello, sorella giovane: tu sei la risposta. Tu, fratello, tu, sorella. Non solo perché se ti arrendi hai già perso in partenza, ma perché il futuro è nelle tue mani. Sono nelle tue mani la comunità che ti ha generato, l’ambiente in cui vivi, la speranza dei tuoi coetanei, di chi, anche senza chiedertelo, attende da te il bene originale e irripetibile che puoi immettere nella storia, perché “ciascuno di noi è unico” (cfr Principle 5). Il mondo che abiti è la ricchezza che hai ereditato: amalo, come ti ha amato chi ti ha dato la vita e le gioie più grandi, come ti ama Dio, che per te ha creato ciò che di bello esiste e non smette di fidarsi di te nemmeno per un brevissimo istante. Egli crede nei talenti che ti ha dato. Ogni volta che lo cerchi comprenderai come la via che ti chiama a percorrere tende sempre verso l’alto. Lo avvertirai quando guarderai il cielo pregando e soprattutto quando alzerai lo sguardo al Crocifisso. Capirai che Gesù dalla croce non ti punta mai il dito contro, ma ti abbraccia e ti incoraggia, perché crede in te anche quando tu hai smesso di credere in te stesso. Allora non perdere mai la speranza, lotta, metticela tutta e non te ne pentirai. Vai avanti nel cammino, “passo dopo passo verso il meglio” (cfr Principle 6). Imposta il navigatore della tua esistenza verso una meta grande, verso l’alto!
Il secondo consiglio: vieni alla luce. Nei momenti di tristezza e sconforto, pensa al qulliq: contiene un messaggio per te. Quale? Che esisti per venire alla luce ogni giorno. Non solo il giorno della tua nascita, quando non dipese da te, ma ogni giorno. Quotidianamente sei chiamato a portare nel mondo una luce nuova, quella dei tuoi occhi, del tuo sorriso, del bene che tu e solo tu puoi aggiungervi. Nessun altro può farlo. Ma, per venire alla luce, c’è da lottare ogni giorno con l’oscurità. Sì, c’è uno scontro quotidiano tra luce e tenebre, che non avviene là fuori da qualche parte, ma dentro ciascuno di noi. La via della luce domanda scelte di cuore coraggiose contro il buio delle falsità, chiede di “sviluppare buone abitudini per vivere bene” (cfr Principle 1), di non inseguire scie luminose che spariscono in fretta, fuochi d’artificio che lasciano solo fumo. Sono «illusioni, parodie della felicità», come disse qui in Canada San Giovanni Paolo II: «Non vi è forse tenebra più fitta di quella che si insinua nell’animo dei giovani quando falsi profeti estinguono in essi la luce della fede, della speranza, dell’amore» (Omelia nella XVII Giornata Mondiale della Gioventù, Toronto, 28 luglio 2002). Fratello, sorella, Gesù ti è vicino e desidera illuminare il tuo cuore per farti venire alla luce. Lui ha detto: «Io sono la luce del mondo» (Gv 8,12), ma ha anche detto ai suoi discepoli: «Voi siete la luce del mondo» (Mt 5,14). Anche tu, dunque, sei luce del mondo e lo diventerai sempre di più, se lotti per allontanare dal cuore il triste buio del male.
Per imparare a farlo, c’è da apprendere un’arte continua, che richiede di “superare le difficoltà e le contraddizioni attraverso una continua ricerca di soluzioni” (cfr Principle 2). È l’arte di separare ogni giorno la luce dalle tenebre. Per creare un mondo buono, dice la Bibbia, Dio cominciò proprio così, separando la luce dalle tenebre (cfr Gen 1,4). Anche noi, se vogliamo diventare migliori, dobbiamo imparare a distinguere la luce dalle tenebre. Da dove si comincia? Puoi iniziare chiedendoti: che cosa mi appare luccicante e seducente, ma poi mi lascia dentro un grande vuoto? Questo è tenebra! Che cosa, invece, mi fa bene e mi lascia pace nel cuore, anche se prima mi chiede di uscire da certe comodità e dominare certi istinti? Questo è luce! E – mi domando ancora – qual è la forza che ci permette di separare dentro di noi la luce dalle tenebre, che ci fa dire “no” alle tentazioni del male e “sì” alle occasioni di bene? È la libertà. Libertà che non è fare tutto quello che mi pare e mi piace; non è quello che posso fare nonostante gli altri, ma per gli altri; non è totale arbitrio, ma responsabilità. La libertà è il dono più grande che il nostro Padre nei cieli ci ha dato insieme alla vita.
Infine, il terzo consiglio: fai squadra. I giovani fanno grandi cose insieme, non da soli. Perché voi giovani siete come le stelle del cielo, che qui brillano in modo stupendo: la loro bellezza nasce dall’insieme, dalle costellazioni che compongono, e che danno luce e orientamento alle notti del mondo. Anche voi, chiamati alle altezze del cielo e a splendere in terra, siete fatti per brillare insieme. Bisogna permettere ai giovani di fare gruppo, di stare in movimento: non possono passare le giornate isolati, tenuti in ostaggio da un telefono! I grandi ghiacci di queste terre mi fanno venire in mente lo sport nazionale del Canada, l’hockey su ghiaccio. Come riesce il Canada a conquistare tutte quelle medaglie olimpiche? Come hanno fatto Sarah Nurse o Marie-Philip Poulin a segnare tutti quei gol? L’hockey coniuga bene disciplina e creatività, tattica e fisicità; ma a fare la differenza è sempre lo spirito di squadra, presupposto indispensabile per affrontare le imprevedibili circostanze di gioco. Fare squadra significa credere che per raggiungere grandi obiettivi non si può andare avanti da soli; occorre muoversi insieme, avere la pazienza di intessere fitte reti di passaggi. Significa pure lasciare spazio agli altri, uscire velocemente quand’è il proprio turno e fare il tifo per i compagni. Ecco lo spirito di squadra!
Amici, camminate verso l’alto, venite alla luce ogni giorno, fate squadra! E fate tutto questo nella vostra cultura, nel bellissimo linguaggio Inuktitut. Vi auguro, ascoltando gli anziani e attingendo alla ricchezza delle vostre tradizioni e della vostra libertà, di abbracciare il Vangelo custodito e tramandato dai vostri antenati e di incontrare il volto Inuk di Gesù Cristo. Io vi benedico di cuore e vi dico: qujannamiik! [grazie!]
[01132-IT.02] [Testo originale: Spagnolo]
Traduzione in lingua francese
Chers frères et sœurs, bonsoir!
Je salue cordialement Madame la Gouverneure générale et vous tous, je suis heureux de vous rencontrer. Je vous remercie pour vos paroles, ainsi que pour les chants, les danses et les musiques, que j’ai beaucoup appréciés!
Tout à l’heure, j’ai écouté plusieurs d’entre vous, d’anciens élèves des écoles résidentielles: merci pour ce que vous avez eu le courage de dire, en partageant de grandes souffrances, que je n'aurais pu imaginer. Cela a réveillé en moi l’indignation et la honte que j’éprouve depuis des mois. Aujourd’hui encore, ici même, je voudrais vous dire que je suis très attristé et que je désire demander pardon pour le mal commis par un certain nombre de catholiques qui, dans ces écoles, ont contribué aux politiques d’assimilation culturelle et d’affranchissement. Mamianak (je suis désolé). Je me suis souvenu du témoignage d’une personne âgée qui décrivait la beauté du climat qui régnait dans les familles autochtones avant l’avènement du système des écoles résidentielles. Il comparait cette saison où, les grands-parents, les parents et les enfants étaient harmonieusement ensemble, au printemps, lorsque les oiseaux chantent heureux autour de leur mère.
Mais tout à coup – disait-il – le chant s’est arrêté: les familles ont été désagrégées, les enfants emportés, loin de leur milieu ; l’hiver est descendu sur tout.
De telles paroles, tout en provoquant la douleur, suscitent aussi le scandale ; encore plus si nous les comparons à la Parole de Dieu, qui commanda: « Honore ton père et ta mère, afin d’avoir longue vie sur la terre que te donne le Seigneur ton Dieu » (Ex 20, 12). Cette possibilité n’a pas existé pour beaucoup de vos familles, elle a disparu lorsque les enfants ont été séparés de leurs parents, et que leur propre pays a été perçu comme dangereux et étranger. Ces assimilations forcées évoquent une autre page biblique, le récit du juste Nabot (cf. 1 Rois, 21), qui ne voulait pas céder la vigne héritée de ses pères à celui qui, en gouvernant, était disposé à utiliser tous les moyens pour la lui arracher. Et ces paroles fortes de Jésus viennent aussi à l’esprit contre celui qui scandalise les petits et méprise un seul d’entre eux (cf. Mt 18, 6.10). Comme il est mauvais de briser les liens entre parents et enfants, de blesser les êtres les plus chers, de nuire et de scandaliser les petits!
Chers amis, nous sommes ici animés de la volonté de parcourir ensemble un itinéraire de guérison et de réconciliation qui, avec l’aide du Créateur, nous aide à faire la lumière sur ce qui s’est passé et à surmonter le sombre passé. En parlant de vaincre les ténèbres, encore maintenant, tout comme lors de notre réunion de fin mars, vous avez allumé le qulliq. En plus de donner de la lumière pendant les longues nuits d’hiver, il permettait, en répandant la chaleur, de résister à la rigueur du climat: il était donc essentiel pour vivre. Aujourd’hui encore, il reste un beau symbole de vie, d’une vie lumineuse qui ne se laisse pas vaincre par les ténèbres de la nuit. Ainsi, vous êtes un témoignage constant de la vie qui ne s’éteint pas, d’une lumière qui resplendit et que personne n’a réussi à étouffer.
Je suis plein de gratitude pour l’opportunité qui m’est offerte d’être ici au Nunavut, au sein de l’Inuit Nunangat. J’ai essayé d’imaginer, après notre rencontre à Rome, ces vastes lieux que vous habitez depuis des temps immémoriaux et qui pour d’autres seraient hostiles. Vous avez su les aimer, les respecter, les conserver et les valoriser, en transmettant de génération en génération des valeurs fondamentales, telles que le respect pour les personnes âgées, un sens authentique de fraternité et le soin de l’environnement. Il y a une belle et harmonieuse correspondance entre vous et la terre que vous habitez, parce qu’elle aussi est forte et résiliente, et elle répond avec tant de lumière à l’obscurité qui, pendant une grande partie de l’année, l’enveloppe. Mais cette terre est aussi délicate comme chaque personne et peuple, et il faut en prendre soin. Prendre soin, transmettre le soin: les jeunes sont appelés à cela en particulier, soutenus par l’exemple des personnes âgées! Prendre soin de la terre, prendre soin des gens, prendre soin de l’histoire.
Je voudrais m’adresser à toi, jeune Inuit, avenir de cette terre et présent de son histoire. Je voudrais te dire, en citant un grand poète: « Ce que tu as hérité de tes pères, reconquiers-le si tu veux vraiment le posséder » (J.W. Von Goethe, Faust, I, Nacht). Il ne suffit pas de vivre de rente, il faut reconquérir ce qu’on a reçu en don. N’aie pas peur d’écouter et de réécouter les conseils des plus âgés, d’embrasser ton histoire pour en écrire de nouvelles pages, de te passionner, de prendre position face aux évènements et aux personnes, de t’impliquer! Et pour t’aider à faire briller la lampe de ton existence, j’aimerais moi aussi te donner, en tant que frère aîné, trois conseils.
Le premier: marche vers le haut. Tu habites ces vastes régions du Nord. Qu’elles te rappellent ta vocation à tendre vers le haut, sans te laisser entraîner vers le bas par ceux qui veulent te faire croire qu’il vaut mieux ne penser qu’à toi seul et à utiliser le temps que tu as uniquement pour tes loisirs et tes intérêts. Mon ami, tu n’es pas fait pour vivoter, pour passer tes journées à équilibrer les devoirs et les plaisirs, tu es fait pour t’élever vers le haut, vers les désirs les plus vrais et les plus beaux que tu portes dans ton cœur, vers Dieu à aimer et le prochain à servir. Ne pense pas que les grands rêves de la vie sont des cieux inaccessibles. Tu es fait pour prendre ton envol, pour embrasser le courage de la vérité et promouvoir la beauté de la justice, pour "élever ton tempérament moral, être compatissant, servir les autres et construire des relations" (cf. Inunnguiniq Iq Principles, nn. 3-4), pour semer la paix et le soin là où tu te trouves ; pour raviver l’enthousiasme de ceux qui vivent autour de toi; pour aller de l’avant, non pas pour tout aplanir.
Mais – tu pourrais me dire – vivre ainsi est plus difficile que de voler. Certes, ce n’est pas facile, parce que cette "force de gravité spirituelle" qui pousse pour nous entraîner vers le bas, pour paralyser nos désirs, pour affaiblir la joie, est toujours à l’affût. Alors, pense à l’hirondelle de l’arctique que nous appelons "charrán": elle ne laisse pas les vents contraires ou les changements de température l’empêcher d’aller d’un bout à l’autre de la terre ; elle choisit parfois des voies qui ne sont pas directes, elle accepte des détours, s’adapte à certains vents... Mais elle garde toujours clairement le cap, elle va toujours vers sa destination. Tu rencontreras des gens qui essaieront d’effacer tes rêves, qui te diront de te contenter de peu, de te battre seulement pour ce qui te convient. Alors tu te demanderas: pourquoi dois-je me battre pour ce en quoi les autres ne croient pas? Et encore: comment puis-je décoller dans un monde qui semble tomber toujours plus bas entre scandales, guerres, tricheries, injustice, destruction de l’environnement, indifférence envers les plus faibles, déceptions de la part de ceux qui devraient donner l’exemple ? Face à ces questions, quelle est la réponse ?
Je voudrais te dire à toi, jeune, à toi frère, sœur jeune: tu es la réponse. Toi, mon frère, toi, ma sœur. Non seulement parce que si tu abandonnes, tu auras déjà perdu d’avance, mais parce que l’avenir est entre tes mains. Dans tes mains se trouve la communauté qui t’a engendré, l’environnement dans lequel tu vis, l’espérance de tes pairs, de ceux qui, même sans te le demander, attendent de toi le bien original et irremplaçable que tu peux introduire dans l’histoire, car "chacun de nous est unique" (cf. Principle, n. 5). Le monde que tu habites est la richesse dont tu as hérité: aime-le, comme celui qui t’a aimé t’a donné la vie et les joies les plus grandes, comme Dieu t’aime, Dieu qui pour toi a créé tout ce qui existe de beau et ne cesse jamais de te faire confiance, pas même un instant. Il croit à tes talents. Chaque fois que tu le cherches, tu comprendras que le chemin qu’il t’appelle à parcourir tend toujours vers le haut. Tu le sentiras quand tu regarderas le ciel en priant et surtout quand tu lèveras les yeux vers le Crucifié. Tu comprendras que de la croix, Jésus ne te pointe jamais du doigt, mais t’embrasse et t’encourage, car il croit en toi même lorsque tu as cessé de croire en toi-même. Alors tu ne perdras jamais espoir, bats-toi, implique-toi à fond et tu ne le regretteras pas. Avance sur le chemin, "pas à pas vers le meilleur" (cf. Principle n. 6). Fixe le navigateur de ton existence vers un but plus grand, vers le haut!
Le deuxième conseil: viens à la lumière. Dans les moments de tristesse et de découragement, pense au qulliq: il contient un message pour toi. Lequel? Que tu vis pour renaître chaque jour. Pas seulement le jour de ta naissance, quand ça ne dépendait pas de toi, mais chaque jour. Tu es appelé à apporter au quotidien une lumière nouvelle au monde, celle de tes yeux, de ton sourire, du bien que toi seul peux offrir. Personne d’autre ne peux le faire. Mais, pour voir le jour, il faut lutter chaque jour contre l’obscurité. Oui, il y a un combat quotidien entre la lumière et les ténèbres, qui ne se produit pas quelque part là-bas, mais à l’intérieur de chacun de nous. La voie de la lumière demande des choix courageux du cœur contre l’obscurité des mensonges, elle demande de "développer de bonnes habitudes pour bien vivre" (cf. Principle, n. 1), de ne pas poursuivre des traînées lumineuses qui disparaissent aussitôt, des feux d’artifice qui ne laissent que de la fumée. Ce sont des « illusions, parodies du bonheur », comme le disait ici au Canada saint Jean-Paul II: «Il n'est sans doute pas de ténèbres plus épaisses que celles qui s'insinuent dans l'âme des jeunes lorsque de faux prophètes éteignent en eux la lumière de la foi, de l'espérance et de l'amour» (Homélie de la XVIIe Journée Mondiale de la Jeunesse, Toronto, 28juillet2002). Mon frère, ma sœur, Jésus est proche de toi et désire illuminer ton coeur pour te faire venir à la lumière. Il a dit: « Je suis la lumière du monde » (Jn 8, 12), mais il a aussi dit à ses disciples: « Vous êtes la lumière du monde » (Mt 5, 14). Toi aussi, donc, tu es la lumière du monde et tu le deviendras de plus en plus, si tu luttes pour éloigner de ton cœur la triste obscurité du mal.
Pour apprendre à le faire, il faut acquérir un art continu, qui exige de "surmonter les difficultés et les contradictions à travers une recherche continue de solutions" (cf. Principle, n. 2). C’est l’art de séparer chaque jour la lumière des ténèbres. Pour créer un monde bon, dit la Bible, Dieu a commencé précisément ainsi, en séparant la lumière des ténèbres (cf. Gn 1, 4). Nous aussi, si nous voulons devenir meilleurs, nous devons apprendre à distinguer la lumière des ténèbres. Par où commence-t-on? Tu peux commencer en te demandant: qu’est-ce qui me semble brillant et séduisant, mais qui me laisse ensuite un grand vide à l’intérieur? C’est l’obscurité! Qu’est-ce qui, au contraire, me fait du bien et me laisse la paix dans le cœur, même si cela exige de moi de sortir d’abord de certains conforts et de dominer certains instincts? C’est la lumière! Et - je me demande encore - quelle est la force qui nous permet de séparer en nous la lumière des ténèbres, qui nous fait dire "non" aux tentations du mal et "oui" aux occasions de bien? C’est la liberté. Liberté qui n’est pas faire tout ce que je veux et qui me plaît; ce n’est pas ce que je peux faire malgré les autres, mais pour les autres; ce n’est pas un arbitraire total, mais une responsabilité. La liberté est le plus grand don que notre Père céleste nous a donné en même temps que la vie.
Enfin, le troisième conseil: fais équipe. Les jeunes font de grandes choses ensemble, pas seuls. Parce que vous les jeunes, vous êtes comme les étoiles du ciel, qui ici brillent d’une manière merveilleuse: leur beauté naît de l’ensemble, des constellations qu’elles forment, et qui donnent lumière et orientation aux nuits du monde. Vous aussi, appelés aux hauteurs du ciel et à briller sur la terre, vous êtes faits pour briller ensemble. Il faut permettre aux jeunes de faire équipe, d’être en mouvement: ils ne peuvent pas passer leurs journées isolés, tenus en otage par un téléphone! Les grands glaciers de ces terres me font penser au sport national du Canada, le hockey sur glace. Comment le Canada parvient-il à remporter toutes ces médailles olympiques? Comment Sarah Nurse ou Marie-Philip Poulin ont-elles fait pour marquer autant de buts? Le hockey conjugue aussi bien la discipline et la créativité, que la tactique et le physique; mais l’esprit d’équipe fait toujours la différence, une condition indispensable pour faire face aux circonstances imprévisibles du jeu. Faire équipe signifie croire que pour atteindre de grands objectifs, on ne peut pas aller de l’avant tout seul; il faut se déplacer ensemble, avoir la patience de tisser des réseaux de passages denses. Cela signifie aussi laisser de la place aux autres, sortir rapidement quand c’est votre tour et encourager vos coéquipiers. Voilà l’esprit d’équipe !
Mes amis, marchez vers le haut, venez à la lumière chaque jour, faites équipe ! Et faites tout cela dans votre propre culture, dans le beau langage Inuktitut. Je vous souhaite, en écoutant les personnes âgées et en puisant à la richesse de vos traditions et de votre liberté, d’embrasser l’Évangile gardé et transmis par vos ancêtres et de rencontrer le visage Inuk de Jésus-Christ. Je vous bénis de tout cœur et je vous dis: qujannamiik! [merci!]
[01132-FR.02] [Texte original: Espagnol]
Traduzione in lingua inglese
Dear Brothers and Sisters, good evening!
I greet the Governor General, and all of you, most heartily. I am happy to be here with you. I thank you for your words of welcome, and for your songs, dances and music, which I enjoyed greatly!
A short while ago, I listened to several of you, who were students of residential schools. I thank you for having had the courage to tell your stories and to share your great suffering, which I could not have imagined. This only renewed in me the indignation and shame that I have felt for months. Today too, in this place, I want to tell you how very sorry I am and to ask for forgiveness for the evil perpetrated by not a few Catholics who, in these schools, contributed to the policies of cultural assimilation and enfranchisement. Mamianak (I am sorry). I was reminded of the testimony of an elder, who spoke of the beautiful spirit that reigned in indigenous families before the advent of the residential school system. He compared those days, when grandparents, parents and children were harmoniously together, to springtime, when young birds chirp happily around their mother. But suddenly – he said – the singing stopped: families were broken up, and the little ones were taken away far from home. Winter fell over everything.
Stories like these not only cause us pain; they also create scandal. All the more so, if we compare them with the word of God and its commandment: “Honor your father and your mother, that your days may be long in the land which the Lord your God gives you” (Ex 20:12). That possibility did not exist for many of your families; it vanished when children were separated from their parents and their own nation was perceived as dangerous and foreign. Those forced assimilations evoke another biblical story, that of the just man Naboth (cf. 1 Kings 21), who refused to give the vineyard he had inherited from his ancestors to those in power, who were willing to use every means to snatch it from him. And we think too of the forceful words of Jesus about those who scandalize or despise even one of the little ones (cf. Mt 18:6, 10). How evil it is to break the bonds uniting parents and children, to damage our closest relationships, to harm and scandalize the little ones!
Dear friends, we are here with the desire to pursue together a journey of healing and reconciliation that, with the help of the Creator, can help us shed light on what happened and move beyond the dark past. As a way of dispelling that darkness, now too, as in our meeting at the end of March, you have lit the qulliq. Not only did the qulliq give light amid the long winter nights, it also relieved the harshness of the weather by spreading heat. In this way, it was essential for living. Even today, this lamp remains a beautiful symbol of life, of a luminous way of living that does not yield to the darkness of the night. That is what you are, a perennial testimony to the life that never ends, a light that shines and that no one has been able to extinguish.
I am grateful for this opportunity to be here in Nunavut, within Inuit Nunangat. I tried to imagine, after our meeting in Rome, these vast places that you have inhabited from time immemorial and that others would consider inhospitable. You have come to love these places, to respect, cherish and enhance them, passing on, from generation to generation, such basic values as respect for the elderly, genuine fraternity and care for the environment. There is a beautiful and harmonious relationship between you and this land you inhabit, because it too is strong and resilient, and responds with brilliant light to the darkness that enshrouds it for most of the year. Yet this land, like every individual and every people, is also fragile, and needs to be cared for. Caring, teaching and learning how to care: to this task young people in particular, supported by the example of their elders, have been called! Care for the earth, care for your people, care for your history.
I would like now to address you, Inuit youth, the future of this land and the present of its history. I would like to say to you, in the words of a great poet: “That which you inherited from your fathers, must first be earned before it can become yours” (GOETHE, Faust, I, Nacht). It is not enough to live off the past, it is necessary to earn what was given to you as a gift. Do not be afraid, then, to continue listening to the counsels of the elderly, to embrace your past in order to write new pages of history, to be passionate, to take a stand before facts and people, to get involved! To help you make the lamp of your lives shine brightly, I too, as an elder brother, would also like to offer you three pieces of advice.
The first is: Keep walking upwards. You live in these vast regions of the north. May they remind you of your vocation to strive ever higher, without letting yourself get dragged down by those who would have you believe that it is better to think only of yourself and to use your time solely for your leisure and your interests. Friends, you were not made “to get by”, to spend your days balancing duties and pleasures, you were made to soar upwards, towards the most genuine, true and beautiful desires that you cherish in your hearts, to love God and to serve your neighbour. Don’t think that life’s great dreams are as unattainable as the sky above. You were made to fly, to embrace the courage of truth and the beauty of justice, to “elevate your moral temper, to be compassionate, to serve others and to build relationships” (cf. Inunnguiniq Iq Principles 3-4). To sow seeds of peace and loving care wherever you are; to ignite the enthusiasm of those all around you; to keep pressing forward and not to flatten everything out.
But – you might say – to live like that is harder than flying! Certainly, it is not easy, because there is a kind of hidden “force of spiritual gravity” that tries to drag us down, paralyze our desires, and lessen our joy. Keep thinking of the arctic swallow that in Spanish we call a “charrán”. It does not let head winds or sudden changes in temperature stop it from flying from one end of the earth to the other. At times, it chooses alternate routes, accepts detours, adapts to certain winds…, but it always has a clear goal and it always arrives at its destination. You will meet people who will try to discount your dreams, who will tell you to settle for less, to fight only for what is in your interest. Then you will have to ask yourself: Why do I need to go out of my way for what other people do not believe in? Or again: How can I “soar” in a world that seems constantly to be dragged down by scandals, wars, fraud, injustice, environmental destruction, indifference towards those in need, disillusionment from those who should be giving an example? Faced with these questions, what is the answer?
Here is what I would tell you: young people, you my brother, and you, my sister, you are the answer! Not just because once you give up, you have already lost, but because the future is even now in your hands. The community that gave you birth, the environment in which you live, the hopes of your peers, of those who, without even asking, expect from you the irreplaceable treasure that you can bring to history: all these things are in your hands, because “each one of us is unique” (cf. Principle 5). The world you are living in is the treasure you have inherited: love it, even as God, who gave you life and its great joys, loved you and created all this great beauty for you. God never ceases to have confidence in you, not for a second. He believes in your talents. When you seek him, you will come to realize how the path he calls you to follow always goes upwards. You will realize this when you look up at the sky as you pray, and especially when you contemplate him on the cross. You will come to realize that Jesus, from the cross, never points his finger at you; he embraces you and encourages you, because he believes in you even at those times when you stop believing in yourself. So never lose hope, fight, give it your all, and you will not be sorry. Go forward on your journey, “step by step towards the best” (cf. Principle 6). Set the navigator of your lives on a great destination: upwards!
The second piece of advice is: Come to the light. When you feel sad or downcast, think of the qulliq: it has a message for you. What message? That you are meant to come into the light each day. Not just on the day of your birth, when it did not depend on you, but every day. Each day you are called to bring new light into the world, the light of your eyes, the light of your smile, the light of the goodness that you and you alone can bring. It cannot be brought by another. Yet, to come into the light, to be reborn, you need to fight each day against the darkness. For there is a daily clash between light and darkness, which does not take place somewhere out there, but within each of us. To follow the way of light requires courageous and heartfelt decisions to resist the darkness of lies. It means “developing good habits to live well” (cf. Principle 1), not to chase bursts of light that disappear quickly, fireworks that leave only smoke in their wake. These are “illusions, parodies of happiness”, as Saint John Paul II said here in Canada: “There is perhaps no darkness deeper than the darkness that enters young people’s souls when false prophets extinguish in them the light of faith and hope and love” (Homily for World Youth Day, Toronto, 28 July 2002). Dear brother, dear sister, Jesus is close to you and he wants to light up your heart, to make you come to the light. He said of himself: “I am the light of the world” (Jn 8:12), but he also told his disciples: “You are the light of the world” (Mt 5:14). You too, then, are light for the world and you will shine all the brighter if you struggle to cast out the dark shadows of evil from your heart.
To do this, there is a skill that we have to acquire, one that calls for “overcoming difficulties and contradictions through a continuous search for solutions” (see Principle 2). It is the art of daily separating light from darkness. To create a good world, the Bible tells us, God began just like that, by separating the light from the darkness (cf. Gen 1:4). We too, if we want to become better, must learn to distinguish light from darkness. Where do we start? You can start by asking yourself: what are the things that first strike me as glittery and seductive, but then leave me with a feeling of deep emptiness? That is the darkness! What, on the other hand, is good for me and leaves a feeling of peace in my heart, even if it first calls me to give up certain conveniences and to master certain instincts? That is the light! And – I ask again – what is the power that enables us to separate the light from the darkness within us, that enables us to say “no” to the temptations of evil and “yes” to all that is good? It is freedom. Freedom does not mean doing everything I want and acting as I please. Freedom is not about what I can do in spite of others, but what I can do for others. Freedom is not total caprice, but responsibility. Freedom, along with life, is the greatest gift that our heavenly Father has given us.
Finally, the third piece of advice: Be part of a team. Young people do great things together, not alone. You young people are like the stars in the sky, which shine so marvellously in this land. Their beauty comes from the whole, from the constellations they make up, which give light and provide bearings in the nights of this world. You too, called to the heights of heaven and to shine here on earth, are made to shine together, in unison. Young people have to be allowed to congregate, to be on the move: they can’t spend their days in isolation, hostage to a cell phone! The great glaciers in these lands make me think of Canada’s national sport, ice hockey. How does Canada manage to win all those Olympic medals? How did Sarah Nurse or Marie-Philip Poulin get to score all those goals? Hockey combines discipline and creativity, tactics and physical strength; but team spirit always makes the difference; it is essential for responding to the unpredictability of every game. Teamwork means believing that, in order to achieve great goals, you cannot go it alone; you have to move together, to have the patience to practise and carry out complicated plays. Teamwork also involves making room for others, dashing out quickly when it is your turn and cheering on your teammates. That is team spirit!
Friends, keep walking upwards, come to the light each day, and be part of a team! Do all this within your own culture and in the beautiful Inuktitut language. It is my hope and prayer that, by listening to your elders and drawing from the richness of your traditions and your personal freedom, you will embrace the Gospel preserved and handed down by your ancestors, and thus come to see the Inuk face of Jesus Christ. I bless you from my heart, and to all of you I say: qujannamiik! [Thank you!]
[01132-EN.02] [Original text: Spanish]
Traduzione in lingua tedesca
Liebe Brüder und Schwestern, guten Abend!
Herzlich grüße ich die Frau Generalgouverneurin und euch alle und freue mich, euch zu treffen. Ich danke euch für eure Worte, aber auch für die Gesänge, die Tänze und die Musik, die ich sehr geschätzt habe!
Gerade habe ich einigen von euch ehemaligen Schülern der Internatsschulen zugehört: ich danke euch für den Mut für das, was ihr gesagt habt, und das Mitteilen des großen Leides, das ich mir nicht vorgestellt hätte. Das hat in mir die Empörung und die Beschämung wiedererweckt, die mich schon seit Monaten begleiten. Auch heute, auch hier, möchte ich euch sagen, dass ich sehr traurig bin und um Vergebung bitten möchte für das Böse, das von nicht wenigen Katholiken begangen wurde, die in diesen Schulen zu der Politik der kulturellen Assimilation und der Entrechtung beigetragen haben. Mamianak (es tut mir leid). Ich wurde an die Aussage eines älteren Menschen erinnert, der die Schönheit der Stimmung beschrieb, die in den Familien der Indigenen herrschte, bevor das System der Residential Schools eingeführt wurde. Er verglich diese Zeit, in der Großeltern, Eltern und Kinder harmonisch zusammenlebten, mit dem Frühling, wenn die kleinen Vögel fröhlich um ihre Mutter herum zwitschern. Aber plötzlich, so sagte er, hat das Singen aufgehört: Die Familien sind auseinandergerissen worden, die Kleinen wurden weggebracht, weit weg von ihrem Umfeld; über alles ist der Winter hereingebrochen.
Solche Worte sind schmerzhaft und rufen zugleich Entrüstung hervor, und dies umso mehr, wenn man sie dem Wort Gottes gegenüberstellt, das gebietet: »Ehre deinen Vater und deine Mutter, damit du lange lebst in dem Land, das der Herr, dein Gott, dir gibt!« (Ex 20,12). Diese Möglichkeit hat es für viele eurer Familien nicht gegeben, sie ist verschwunden, als Kinder von ihren Eltern getrennt wurden und das eigene Land als gefährlich und fremd empfunden wurde. Diese erzwungenen Assimilierungen erinnern an eine andere biblische Erzählung, nämlich an die Geschichte des gerechten Nabot (vgl. 1 Kön 21), der den von seinen Vätern geerbten Weinberg nicht an die Herrscher abtreten wollte, die ihrerseits zu jedem Mittel bereit waren, um ihn ihm zu entreißen. Und es kommen einem auch die eindringlichen Worte Jesu gegen diejenigen in den Sinn, die den Kleinen Ärgernis geben und auch nur einen von ihnen verachten (vgl. Mt 18,6.10). Wie viel Bosheit liegt darin, die Bande zwischen Eltern und Kindern zu zerreißen, die liebsten emotionalen Bindungen zu verwunden, die Kleinen zu schädigen und ihnen Ärgernis zu geben!
Liebe Freunde, wir sind hier mit dem Wunsch, gemeinsam einen Weg der Heilung und Versöhnung zu beschreiten, der uns mit der Hilfe des Schöpfers helfen möge, Licht in die Geschehnisse zu bringen und die dunkle Vergangenheit zu überwinden. Im Zusammenhang mit der Überwindung der Dunkelheit: Auch jetzt habt ihr wie bei unserem Treffen Ende März das Qulliq angezündet. Es sorgte nicht nur für Licht in den langen Winternächten, sondern es ermöglichte auch, den Unbilden des Klimas zu trotzen, indem es Wärme spendete: Es war also lebensnotwendig. Auch heute noch ist es ein wunderschönes Symbol für das Leben, für ein leuchtendes Leben, das sich nicht der Dunkelheit der Nacht unterwirft. So seid ihr ein immerwährendes Zeugnis für das Leben, das nicht verlöscht, für ein Licht, das strahlt und das niemand zu ersticken vermocht hat.
Ich bin von Dankbarkeit erfüllt, dass ich die Gelegenheit habe, hier in Nunavut, innerhalb des Inuit Nunangat zu sein. Seit unserer Begegnung in Rom habe ich versucht, mir diese weit ausgedehnten Gegenden vorzustellen, die ihr seit unausdenklichen Zeiten bewohnt und die für andere unwirtlich wären. Ihr habt es verstanden, sie zu lieben, zu achten, zu behüten und wertzuschätzen, indem ihr von Generation zu Generation grundlegende Werte wie den Respekt vor den älteren Menschen, einen echten Sinn für Geschwisterlichkeit und die Sorge um die Umwelt weitergegeben habt. Es gibt eine schöne und harmonische Übereinstimmung zwischen euch und dem Land, das ihr bewohnt, denn auch dieses ist stark und widerstandsfähig und antwortet mit viel Licht auf die Dunkelheit, die es die meiste Zeit des Jahres einhüllt. Aber auch diese Erde ist, so wie jeder Mensch und jede Bevölkerung, empfindlich und muss gepflegt werden. Fürsorge übernehmen, Fürsorge weitergeben: dazu sind vor allem die jungen Menschen aufgerufen, unterstützt durch das Beispiel der älteren Menschen! Sorge für die Erde, Sorge für die Menschen, Sorge für die Geschichte.
Deshalb möchte ich mich an dich wenden, junger Inuit, der du die Zukunft dieses Bodens und die Gegenwart seiner Geschichte bist. Ich möchte dir sagen, indem ich einen großen Dichter zitiere: »Was du ererbt von deinen Vätern hast, erwirb es, um es zu besitzen.« (J.W. von Goethe, Faust, I, Nacht). Es reicht nicht aus, von einer Rendite zu leben, man muss auch das für sich selbst erobern, was man als Geschenk empfangen hat. Scheue dich also nicht, auf den Rat der älteren Menschen zu immer wieder hören, deine Geschichte zu umfassen, um neue Seiten darin zu schreiben, dich dafür zu begeistern, vor den Tatsachen und den Menschen Stellung zu beziehen, dich selbst einzubringen! Und um dir zu helfen, die Lampe deiner Existenz zum Leuchten zu bringen, möchte auch ich dir als älterer Bruder drei Ratschläge geben.
Der erste: Gehe nach oben. Bewohne diese weiten nördlichen Regionen. Mögen sie dich an deine Berufung erinnern, nach oben zu streben und dich nicht von denen herunterziehen zu lassen, die dich glauben machen wollen, dass es besser ist, nur an dich selbst zu denken und deine Zeit nur für deine Freizeit und deine Interessen zu nutzen. Mein Freund, du bist nicht dazu geschaffen, vor dich hin zu leben, deine Tage mit dem Abwägen von Pflichten und Vergnügungen zu verbringen; du bist geschaffen, dich in die Höhe aufzuschwingen, hin zu den wahrhaftigsten und schönsten Sehnsüchten, die du in deinem Herzen trägst, hin zu Gott, um ihn zu lieben und deinem Nächsten zu dienen. Denke nicht, dass die großen Träume des Lebens unerreichbare Himmelshöhen sind. Du bist dazu geschaffen, emporzufliegen, Mut zur Wahrheit zu fassen und die Schönheit der Gerechtigkeit zu fördern, „deinen sittlichen Charakter zu stärken, mitfühlend zu sein, anderen zu dienen und Beziehungen aufzubauen“ (vgl. Inunnguiniq Iq Principles 3-4), um Frieden und Fürsorge dort, wo du bist, auszusäen; die Begeisterung der Menschen um dich herum zu entfachen; um nach oben zu gehen und nicht alles einzuebnen.
Du könntest mir antworten, dass so zu leben schwieriger ist als zu fliegen. Natürlich ist das nicht einfach, denn die „geistige Schwerkraft“ lauert immer im Hintergrund und versucht uns herunterzuziehen, unsere Wünsche zu lähmen und unsere Freude zu dämpfen. Dann denke an die arktische Schwalbe, die wir „Charrán“ nennen: Sie lässt sich weder von Gegenwinden noch von Temperaturschwankungen davon abhalten, von einem Ende der Erde zum anderen zu ziehen; manchmal wählt sie Wege, die nicht direkt sind, nimmt Umwege in Kauf, passt sich bestimmten Winden an... aber sie behält immer ihr Ziel im Auge, sie fliegt immer auf ihren Bestimmungsort zu. Du wirst Menschen treffen, die versuchen werden, deine Träume zu zerstören, die dir sagen werden, dass du dich mit wenig zufriedengeben und nur für das kämpfen sollst, was vorteilhaft für dich ist. Dann wirst du dich fragen: Warum sollte ich mich für etwas einsetzen, woran andere nicht glauben? Und weiter: Wie kann ich in einer Welt zum Flug abheben, die inmitten von Skandalen, Kriegen, Betrug, mangelnder Gerechtigkeit, Umweltzerstörung, Gleichgültigkeit gegenüber den Schwächsten und Enttäuschungen von denen, die ein Vorbild sein sollten, immer tiefer zu fallen scheint? Was ist die Antwort auf diese Fragen?
Ich möchte dir sagen, junger Freund, junger Bruder, junge Schwester: Du bist die Antwort. Du, mein Bruder, du, meine Schwester: nicht nur, weil man, wenn man aufgibt, schon am Start verloren hat, sondern weil die Zukunft in deinen Händen liegt. In deinen Händen liegt die Gemeinschaft, die dich hervorgebracht hat, das Umfeld, in dem du lebst, die Hoffnung deiner Altersgenossen, derer, die von dir, auch ohne dich zu bitten, das originelle und unwiederholbare Gute erwarten, das du in die Geschichte einbringen kannst, denn »jeder von uns ist einzigartig« (vgl. Principle 5). Die Welt, die du bewohnst, ist der Reichtum, den du geerbt hast: Liebe sie, wie du von dem geliebt wurdest, der dir das Leben und die größten Freuden geschenkt hat, wie Gott dich liebt, der für dich alles Schöne geschaffen hat und nicht einmal für einen kurzen Augenblick aufhört, dir zu vertrauen. Er glaubt an deine Talente. Jedes Mal, wenn du ihn suchst, wirst du verstehen, dass der Weg, den er dich zu gehen aufruft, immer nach oben führt. Du wirst es spüren, wenn du im Gebet zum Himmel aufblickst, und vor allem, wenn du deine Augen auf den Gekreuzigten richtest. Du wirst begreifen, dass Jesus vom Kreuz aus nie mit dem Finger auf dich zeigt, sondern dich umarmt und ermutigt, weil er an dich glaubt, auch wenn du aufgehört hast, an dich selbst zu glauben. Verliere also nie die Hoffnung, kämpfe, sei mit ganzem Herzen dabei und du wirst es nicht bereuen. Geh den Weg weiter, »Schritt für Schritt zum Besseren hin« (vgl. Principle 6). Richte den Navigator deines Daseins auf ein großes Ziel aus, nach oben!
Der zweite Ratschlag: Komm ans Licht. In Momenten der Traurigkeit und Niedergeschlagenheit denke an das Qulliq: Es enthält eine Botschaft für dich. Welche? Dass du existierst, um jeden Tag an das Licht zu kommen. Nicht nur am Tag deiner Geburt, als es nicht an dir lag, sondern jeden Tag. Jeden Tag bist du aufgerufen, ein neues Licht in die Welt zu bringen, das Licht deiner Augen, deines Lächelns, des Guten, das du und nur du der Welt anbieten kannst. Kein anderer kann es tun. Aber um ins Licht zu kommen, muss man täglich mit der Dunkelheit kämpfen. Ja, es gibt ein tägliches Aufeinandertreffen von Licht und Finsternis, das nicht irgendwo da draußen stattfindet, sondern in jedem von uns. Der Weg des Lichts verlangt mutige Herzensentscheidungen gegen die Dunkelheit der Falschheit, verlangt, »gute Gewohnheiten zu entwickeln, um gut zu leben« (vgl. Principle 1), nicht Lichtschweifen nachzujagen, die rasch verschwinden, Feuerwerken, die nur Rauch hinterlassen. Dies sind »Illusionen und […] Formen vermeintlichen Glücks«, wie der heilige Johannes Paul II. hier in Kanada sagte: »Bedeutet es etwa nicht die tiefste Verfinsterung, wenn falsche Propheten im Herzen der jungen Menschen das Licht des Glaubens, der Hoffnung und der Liebe auslöschen?« (Predigt zum 7. Weltjugendtag, Toronto, 28. Juli 2002). Lieber Bruder, liebe Schwester, Jesus ist dir nahe und möchte dein Herz erleuchten, damit du zum Licht kommst. Er hat gesagt: »Ich bin das Licht der Welt« (Joh 8,12), aber er hat zu seinen Jüngern auch gesagt: »Ihr seid das Licht der Welt« (Mt 5,14). Auch du bist also Licht der Welt und du wirst es immer mehr werden, wenn du darum kämpfst, die traurige Finsternis des Bösen aus deinem Herzen zu verbannen.
Um dies tun zu können, muss man eine kontinuierliche Kunst erlernen, welche »die Überwindung von Schwierigkeiten und Widersprüchen durch eine ständige Suche nach Lösungen« erfordert (vgl. Principle 2). Es ist die Kunst, jeden Tag das Licht von der Dunkelheit zu trennen. Um eine gute Welt zu schaffen, so sagt die Bibel, begann Gott genau damit, dass er das Licht von der Finsternis schied (vgl. Gen 1,4). Auch wir müssen, wenn wir besser werden wollen, lernen, das Licht von der Dunkelheit zu unterscheiden. Wo soll man anfangen? Du kannst damit beginnen, dich zu fragen: Was erscheint mir glänzend und verführerisch, hinterlässt aber dann eine große innere Leere? Das ist Finsternis! Was hingegen ist gut für mich und lässt mich mit Frieden im Herzen zurück, auch wenn ich dafür erst einmal auf bestimmte Annehmlichkeiten verzichten und bestimmte Instinkte beherrschen muss? Das ist Licht! Und ich frage mich erneut: Was ist die Kraft, die uns befähigt, das Licht von der Dunkelheit in uns zu trennen, die uns dazu bringt, „Nein“ zu den Versuchungen des Bösen und „Ja“ zu den Gelegenheiten für das Gute zu sagen? Es ist die Freiheit. Freiheit, die nicht bedeutet, dass ich tun kann, was ich will und was mir gefällt; sie bedeutet nicht, was ich trotz der anderen, sondern für andere tun kann; sie bedeutet nicht völlige Willkür, sondern Verantwortung. Die Freiheit ist das größte Geschenk, das unser Vater im Himmel uns zusammen mit dem Leben gemacht hat.
Schließlich der dritte Ratschlag: Bilde ein Team. Junge Menschen leisten gemeinsam Großes, nicht allein. Denn ihr jungen Leute seid wie die Sterne am Himmel, die hier so wunderbar leuchten: Ihre Schönheit kommt aus dem Ganzen, aus den Konstellationen, die sie bilden und die den Nächten der Welt Licht und Richtung geben. Auch ihr, die ihr zu den Höhen des Himmels und zum Leuchten auf Erden berufen seid, seid dazu bestimmt, gemeinsam zu leuchten. Man muss den jungen Menschen ermöglichen, sich in Gruppen zusammenzufinden und in Bewegung zu bleiben: Sie können nicht den ganzen Tag isoliert und unter dem Bann eines Telefons verbringen! Die großen Gletscher dieses Landes erinnern mich an Kanadas Nationalsport, Eishockey. Wie schafft es Kanada, all diese olympischen Medaillen zu gewinnen? Wie konnten Sarah Nurse oder Marie-Philip Poulin all diese Tore erzielen? Eishockey vereint Disziplin und Kreativität, Taktik und Körpereinsatz; was jedoch immer das Entscheidende ist, ist der Teamgeist: Er stellt die unabdingbare Voraussetzung dar, um mit dem unvorhersehbaren Verlauf des Spiels zurechtzukommen. Teambildung bedeutet zu glauben, dass man große Ziele nicht allein erreichen kann; man muss sich gemeinsam bewegen und die Geduld haben, ein dichtes Netz von Pässen zu spinnen. Es bedeutet ebenso, anderen Platz zu machen, schnell herauszugehen, wenn man an der Reihe ist, und seine Mannschaftskameraden anzufeuern. Das ist Teamgeist!
Liebe Freunde, geht nach oben, kommt jeden Tag ans Licht, bildet ein Team! Und tut das alles in eurer Kultur, in der wunderschönen Sprache Inuktitut. Ich wünsche euch, dass ihr auf eure älteren Menschen hört und aus dem Reichtum eurer Traditionen und eurer Freiheit schöpft, um das von euren Vorfahren gehütete und überlieferte Evangelium anzunehmen und dem Inuk-Antlitz von Jesus Christus zu begegnen. Ich segne euch von Herzen und sage euch: qujannamiik! [Danke!]
[01132-DE.02] [Originalsprache: Spanisch]
Traduzione in lingua portoghese
Queridos irmãos e irmãs, boa tarde!
Saúdo cordialmente a Senhora Governadora Geral e todos vós, feliz por vos encontrar. Agradeço as vossas palavras e também as canções, danças e músicas de que muito gostei!
Há pouco, escutei vários de vós, ex-alunos das escolas residenciais: obrigado pelo que tiveram a coragem de dizer, contando grandes sofrimentos, que eu não teria imaginado. Isso despertou em mim a indignação e a vergonha que, há meses, me acompanham. Também hoje e aqui quero dizer-vos o grande pesar que sinto; e desejo pedir perdão pelo mal cometido nas escolas por não poucos católicos que contribuíram para as políticas de assimilação cultural e de alforria. Mamianak (lamento). Veio-me ao pensamento o testemunho dum idoso em que descrevia a beleza do clima que reinava nas famílias indígenas antes da chegada do sistema das escolas residenciais. Aquela estação em que avós, pais e filhos se encontravam juntos em harmonia, comparava-a à primavera, quando os passarinhos cantam felizes ao redor da mãe. Mas de repente – dizia ele – o canto parou: as famílias foram desagregadas, os pequeninos levados para longe do seu ambiente; sobre tudo, caiu o inverno.
Tais palavras, ao mesmo tempo que geram tristeza, provocam também escândalo; e mais ainda quando as confrontamos com a Palavra de Deus, que manda: «Honra o teu pai e a tua mãe, para que se prolonguem os teus dias sobre a terra que o Senhor, teu Deus, te dá» (Ex 20, 12). Esta possibilidade não foi dada a muitas das vossas famílias, falhou quando os filhos foram separados dos pais e sentiram o seu país como um país perigoso e alheio. Estas assimilações forçadas evocam outra página bíblica: a história do justo Nabot (cf. 1 Re 21, 1-16); este recusara-se a ceder a vinha herdada dos seus pais a quem, governando, estava disposto a usar todos os meios para lha arrebatar. E vêm à mente também aquelas palavras fortes de Jesus contra quem escandaliza os pequeninos e despreza nem que seja um só deles (cf. Mt 18, 6.10). Quanto mal faz o romper os laços entre pais e filhos, ferir os afetos mais queridos, prejudicar e escandalizar os pequeninos!
Queridos amigos, estamos aqui com a vontade de percorrer, juntos, um itinerário de cura e reconciliação, que, com a ajuda do Criador, nos ajude a projetar luz sobre o que aconteceu e superar o passado obscuro. A propósito de derrotar a escuridão, também agora, como tínheis feito no nosso encontro do final de março, acendestes o qulliq. Este, além de dar luz durante as longas noites de inverno, permitia, com o calor que difundia, resistir ao rigor do clima, tornando-se essencial para viver. Também hoje continua a ser um símbolo muito belo de vida, dum viver luminoso que não se rende à escuridão da noite. Assim sois vós, testemunho perene da vida que não se apaga, duma luz que brilha e que ninguém conseguiu sufocar.
Sinto-me transbordar de gratidão pela oportunidade de estar aqui no Nunavut, no interior do Inuit Nunangat. Depois do nosso encontro em Roma, tentei imaginar estas imensidades que habitais desde tempos imemoriais e que, para outros, seriam hostis. Soubestes amá-las, respeitá-las, guardá-las e valorizá-las, transmitindo de geração em geração valores fundamentais, como o respeito pelos idosos, um sentido genuíno de fraternidade e o cuidado pelo meio-ambiente. Há uma bela e harmoniosa correspondência entre vós e a terra que habitais, porque também esta é forte e resiliente, e responde com tanta luz à escuridão que a envolve durante grande parte do ano. Mas mesmo esta terra, como toda a pessoa e população, é delicada, e precisa dos nossos cuidados. Cuidar, transmitir os cuidados: é a isto, em particular, que são chamados os jovens, apoiados pelo exemplo dos idosos! Cuidar da terra, cuidar das pessoas, cuidar da história.
Quero então dirigir-me a ti, jovem Inuit, futuro desta terra e presente da sua história. Desejo dizer-te, citando um grande poeta: «Aquilo que herdaste dos pais, reconquista-o se queres possuí-lo de verdade» (J. W. von Goethe, Faust, I, Nacht). Não basta viver da renda, é preciso reconquistar o que se recebeu em dom. Por isso não tenhas medo de ouvir uma vez e outra os conselhos dos mais idosos, abraçar a tua história para escreveres novas páginas, apaixonar-te, tomar posição perante os factos e as pessoas, envolver-te! E para te ajudar a fazer brilhar a lâmpada da tua existência, quero dar-te, também eu como irmão idoso, três conselhos.
O primeiro: caminha para o alto. Habitas nestas vastas regiões do Norte; que elas te recordem a tua vocação de tenderes para o alto, sem te deixares arrastar terra a terra por quem pretende fazer-te crer que é melhor pensares só em ti próprio e usares o tempo de que dispões apenas para as tuas diversões e interesses. Amigo, não estás feito para ires vivendo, para passar os dias equilibrando deveres e prazeres, estás feito para voares para o alto, rumo aos desejos mais verdadeiros e belos que abrigas no coração, rumo a Deus que deves amar e ao próximo que deves servir. Não penses que os grandes sonhos da vida sejam céus inatingíveis. Estás feito para voar, abraçar a coragem da verdade e promover a beleza da justiça, para «elevar a tua têmpera moral, ser compassivo, servir aos outros e construir relações» (cf. Inunnguiniq Iq Principles 3-4), para semear paz e solicitude onde te encontras; para acender o entusiasmo de quem vive ao teu lado; para ir mais longe, e não para nivelar por baixo tudo o que és e fazes.
Entretanto, poder-me-ias dizer: viver assim é mais árduo do que voar. Claro, não é fácil! Porque está sempre à espreita aquela «força de gravidade espiritual» que nos puxa para baixo, paralisa os desejos, esmorece a alegria. Então, pensa na andorinha do Ártico a que chamamos «charrán»: ela não deixa que os ventos contrários ou as bruscas mudanças de temperatura a impeçam de ir duma extremidade à outra da terra; às vezes escolhe rotas que não são diretas, aceita fazer desvios, adapta-se a certos ventos... mas sempre mantém clara a meta, sempre se dirige para o destino. Encontrarás pessoas que tentarão anular os teus sonhos, dir-te-ão para te contentares com pouco, lutares só pelo que te convém. Então perguntar-te-ás: Porque é que me devo esforçar por aquilo em que os outros não acreditam? E ainda: Como posso levantar voo no âmbito dum mundo que parece precipitar sempre mais em baixo por entre escândalos, guerras, enrodilhadas, falta de justiça, destruição do meio-ambiente, indiferença pelos mais frágeis, deceções vindas da parte de quem deveria dar o exemplo? Perante estas perguntas, qual é a resposta?
Quero dizer-te a ti jovem, a ti irmão e irmã jovem: tu és a resposta. Tu, irmão; tu, irmã. Não só porque, se te rendes, já perdeste à partida, mas também porque o futuro está nas tuas mãos. Estão nas tuas mãos a comunidade que te gerou, o ambiente onde vives, a esperança dos teus coetâneos, de quem – mesmo sem to pedir – espera de ti o bem original e irrepetível que podes inserir na história, porque «cada um de nós é único» (cf. Principle 5). O mundo em que vives é a riqueza que herdaste: ama-o, como te amou quem te deu a vida e as alegrias maiores, como te ama Deus, que criou para ti o que existe de belo e não cessa, nem sequer por um brevíssimo instante, de confiar em ti. Ele crê nos teus talentos. Cada vez que O procurares, compreenderás como o caminho, que te chama a percorrer, sempre tende para o alto. Senti-lo-ás quando, a rezar, fixares o céu e sobretudo quando ergueres o olhar para o Crucificado. Compreenderás que Jesus, da cruz, nunca aponta o dedo contra ti, mas abraça-te e encoraja-te, porque crê em ti, mesmo quando tu deixaste de crer em ti próprio. Então, nunca percas a esperança, luta, dá tudo por tudo, e não te arrependerás. Avança no caminho «passo a passo, rumo ao melhor» (cf. Principle 6). Orienta o navegador da tua existência para uma meta grande, para o alto!
O segundo conselho: vem à luz. Nos momentos de tristeza e desalento, pensa no qulliq: contém uma mensagem para ti. Qual? Que existes para vir à luz cada dia. Não só no dia do teu nascimento, quando não dependia de ti, mas cada dia. Diariamente és chamado a levar uma luz nova ao mundo: a dos teus olhos, do teu sorriso, do bem que tu, e só tu, podes oferecer. Ninguém o pode fazer por ti. Mas, para vir à luz, tens de lutar todos os dias com a escuridão. Sim, há uma luta diária entre luz e trevas, que acontece, não lá fora num lugar qualquer, mas dentro de cada um de nós. O caminho da luz pede opções de coração corajosas contra a escuridão das falsidades, pede para «desenvolver bons costumes para se viver bem» (cf. Principle 1), não seguir rastos luminosos que desaparecem rapidamente, fogos de artifício que deixam apenas fumaça. São «ilusões, paródias da felicidade», como disse aqui no Canadá São João Paulo II: «Sem dúvida, não existem trevas mais densas do que aquelas que se insinuam na alma dos jovens, quando os falsos profetas extinguem neles a luz da fé, da esperança e da caridade» (Homilia na Missa de encerramento da XVII Jornada Mundial da Juventude, Toronto, 28 de julho de 2002). Irmão, irmã, Jesus está perto de ti e deseja iluminar o teu coração para te fazer vir à luz. Ele disse: «Eu sou a luz do mundo» (Jo 8, 12), mas disse também aos seus discípulos: «Vós sois a luz do mundo» (Mt 5, 14). Por isso também tu és a luz do mundo e chegarás a sê-lo cada vez mais, se lutares para afastar do coração a triste escuridão do mal.
Para aprender a fazê-lo, há que assimilar uma arte contínua, que exige «superar as dificuldades e as contradições através duma busca contínua de soluções» (cf. Principle 2). É a arte de separar cada dia a luz das trevas. Para criar um mundo bom – diz a Bíblia – Deus começou precisamente assim: separando a luz das trevas (cf. Gn 1, 4). Também nós, se nos quisermos tornar melhores, devemos aprender a distinguir a luz das trevas. E por onde se começa? Podes começar interrogando-te: O que é que se me apresenta reluzente e sedutor, mas depois deixa um grande vazio dentro de mim? Isto é treva! Ao contrário, o que é que me faz bem e deixa paz no coração, embora primeiro me peça para sair de certas comodidades e dominar certos instintos? Isto é luz! E vem-me uma nova pergunta: Qual é a força que nos permite separar dentro de nós a luz das trevas, que nos faz dizer «não» às tentações do mal e «sim» às ocasiões do bem? É a liberdade. Uma liberdade que não consiste em fazer tudo o que me apraz e vem à cabeça; não é aquilo que posso fazer não obstante os outros, mas pelos outros; não é total arbítrio, mas responsabilidade. A liberdade é o dom maior que o nosso Pai celestial nos deu juntamente com a vida.
Por fim, o terceiro conselho: faz equipa. Os jovens fazem grandes coisas juntos; não, sozinhos. Porque vós, jovens, sois como as estrelas do céu, que aqui brilham maravilhosamente: a sua beleza nasce do conjunto, das constelações que compõem e que dão luz e orientação nas noites do mundo. Também vós, chamados às alturas do céu e a resplandecer na terra, sois feitos para brilhar juntos. É preciso possibilitar aos jovens que façam grupo, estejam em movimento: não podem passar os dias isolados, mantidos como reféns por um telemóvel! Os grandes glaciares destas terras fazem-me vir à mente o desporto nacional do Canadá: o hóquei no gelo. Como consegue o Canadá conquistar todas aquelas medalhas olímpicas? Como conseguem Sarah Nurse ou Marie-Philip Poulin marcar aqueles golos todos? O hóquei combina bem disciplina e criatividade, tática e força física; mas o que faz a diferença é sempre o espírito de equipa, pressuposto indispensável para enfrentar as circunstâncias imprevisíveis de jogo. Fazer equipa significa acreditar que, para se alcançar grandes objetivos, não se pode ir para diante sozinhos; é preciso mover-se em conjunto, ter a paciência de tecer densas redes de passagens. E significa também deixar espaço para os outros, sair rapidamente quando é a própria vez e apoiar os companheiros. Eis o espírito de equipa!
Amigos, caminhai para o alto, vinde à luz cada dia, fazei equipa! E fazei tudo isso na vossa cultura, na bela língua inuktut. Faço votos de que, escutando os idosos e bebendo na riqueza das vossas tradições e da vossa liberdade, possais abraçar o Evangelho guardado e transmitido pelos vossos antepassados e encontrar o rosto Inuk de Jesus Cristo. De coração vos abençoo e digo: qujannamiik! [obrigado!].
[01132-PO.02] [Texto original: Espanhol]
Traduzione in lingua polacca
Drodzy bracia i siostry, dobry wieczór!
Serdecznie pozdrawiam Panią Gubernator Generalną i was wszystkich, ciesząc się, że mogę się z wami spotkać. Dziękuję za wasze słowa, a także za piosenki, tańce i muzykę, które bardzo mi się podobały!
Przed chwilą wysłuchałem kilkoro z was, byłych uczniów szkół rezydencjalnych: dziękuję wam za to, co mieliście odwagę powiedzieć, dzieląc się wielkim cierpieniem, których mógłbym sobie wyobrazić. Obudziło to we mnie oburzenie i wstyd, które towarzyszyły mi od miesięcy. Także dzisiaj, także tutaj, chciałbym powiedzieć, że jestem bardzo zasmucony i pragnę prosić o przebaczenie za zło popełnione przez licznych katolików, którzy w tych szkołach przyczynili się do polityki asymilacji kulturowej i emancypacji. Mamianak [przepraszam]. Przypomniało mi się świadectwo pewnego starca, który opisywał piękno klimatu, jaki panował w rodzinach rdzennych przed nadejściem systemu szkół rezydencyjnych. Porównywał tamten okres, kiedy dziadkowie, rodzice i dzieci byli ze sobą w harmonii, do wiosny, kiedy ptaki śpiewają radośnie wokół matki. Ale nagle – mówił – śpiew ustał: rodziny zostały rozbite, maluchy zabrane, daleko od swojego środowiska; na wszystko zstąpiła zima.
Te słowa, prowokując ból, wywołują też zgorszenie; tym bardziej, jeśli zestawimy je ze Słowem Bożym, które nakazuje: „Czcij ojca twego i matkę twoją, abyś długo żył na ziemi, którą Pan, Bóg twój, da tobie” (Wj 20, 12). Takiej możliwości nie miało wiele waszych rodzin, zabrakło jej, gdy dzieci zostały oddzielone od rodziców, a ich własny kraj był postrzegany jako niebezpieczny i obcy. Te przymusowe asymilacje przywołują inną kartę biblijną, opowieść o sprawiedliwym Nabocie (por. 1 Krl 21), który nie chciał oddać winnicy odziedziczonej po swoich ojcach temu, który rządząc, gotowy był użyć wszelkich środków, aby mu ją wyrwać. I przychodzą też na myśl te mocne słowa Jezusa przeciwko temu, który gorszy maluczkich i gardzi choćby jednym z nich (por. Mt 18, 6.10). Ileż zła zawarte jest w zerwaniu więzi między rodzicami a dziećmi, w zranieniu najdroższych, w skrzywdzeniu i zgorszeniu maluczkich!
Drodzy przyjaciele, jesteśmy tutaj, pragnąc wspólnie kroczyć drogą uzdrowienia i pojednania, która z pomocą Stwórcy, niech pomoże nam rzucić światło na to, co się wydarzyło i przezwyciężyć mroczną przeszłość. Mówiąc o pokonywaniu ciemności, także teraz, jak na naszym spotkaniu pod koniec marca, zapaliliście qulliq, który nie tylko zapewniał światło podczas długich zimowych nocy, ale także, rozprowadzając ciepło, pozwalał znieść surowość klimatu: był więc niezbędny do życia. Także dziś pozostaje pięknym symbolem życia, jasnego życia, które nie poddaje się mrokom nocy. Takimi jesteście, wiecznym świadectwem życia, które nie gaśnie, światła, które świeci i którego nikt nie zdołał przytłumić.
Jestem pełen wdzięczności za możliwość przebywania tutaj w Nunavut, w obrębie Inuit Nunangat. Po naszym spotkaniu w Rzymie, próbowałem sobie wyobrazić te rozległe miejsca, które zamieszkujecie od niepamiętnych czasów, a które dla innych byłyby wrogie. Potrafiliście je umiłować, szanować, chronić i doceniać, przekazując z pokolenia na pokolenie podstawowe wartości, takie jak szacunek dla starszych, autentyczne poczucie braterstwa i troska o środowisko naturalne. Istnieje piękna i harmonijna korespondencja między wami a ziemią, którą zamieszkujecie, ponieważ ona również jest silna i odporna, i odpowiada dużą ilością światła na ciemność, która ogarnia ją przez większą część roku. Ale i ta ziemia, jak każda osoba i populacja, jest delikatna i wymaga troski o nią. Zatroszczyć się, przekazywać troskę: do tego powołani są zwłaszcza ludzie młodzi, wspierani przykładem osób starszych! Troska o ziemię, troska o osobę, troska o historię.
Chciałbym więc zwrócić się do ciebie, młody Inuito, przyszłości tej ziemi i teraźniejszości jej historii. Chciałbym ci powiedzieć, cytując wielkiego poetę: „To coś po ojcach odziedziczył w spadku, jeśli chcesz posiąść, zdobądź jeszcze raz!” (J.W. von Goethe, Faust, I, Noc, przeł. Feliks Konopka, PIW, Warszawa 1977, s. 57). Nie wystarczy żyć z procentów, trzeba odzyskać to, co się otrzymało w darze. Dlatego nie bój się słuchać i raz jeszcze słuchać rad starszych, przyswoić swoją historię, by napisać jej nowe karty, by się zafascynować, by zająć stanowisko wobec faktów i ludzi, by się zaangażować! I żeby pomóc tobie w rozjaśnieniu lampy twego życia, chciałbym także i ja, jako starszy brat, dać ci trzy rady.
Pierwsza: dąż do tego, co w górze. Mieszkasz w tych rozległych regionach północnych. Niech one ci przypominają o twoim powołaniu do wznoszenia się w górę, nie dając się ściągnąć w dół przez tych, którzy chcieliby, abyś uwierzył, że lepiej jest myśleć tylko o sobie i wykorzystywać czas, który masz, wyłącznie na własne rozrywki i zainteresowania. Przyjacielu, nie jesteś stworzony do wegetowania, do spędzania dni równoważąc obowiązki i przyjemności, jesteś stworzony do wznoszenia się w górę, ku najprawdziwszym i najpiękniejszym pragnieniom, które nosisz w sercu, ku Bogu, którego trzeba kochać i bliźniego, któremu należy służyć. Nie myśl, że wielkie życiowe marzenia to nieosiągalne niebiosa. Jesteś stworzony, by rozwinąć skrzydła, do objęcia odwagi prawdy i promowania piękna sprawiedliwości, do „podnoszenia twojego hartu moralnego, bycia współczującym, służenia innym i budowania relacji” (por. Inunnguiniq Iq Principles 3-4), aby siać pokój i troskę tam, gdzie jesteś; do rozpalania entuzjazmu w tym, kto mieszka obok ciebie; do pójścia dalej, a nie do postawienia tego wszystkiego na jednym poziomie.
Ale – mógłbyś mi powiedzieć – żyć tak, jest trudniej niż latać. Oczywiście, nie jest to łatwe, bo ta „duchowa siła ciężkości” zawsze się czai, naciska, by ciągnąć nas w dół, paraliżując pragnienia, osłabiając radość. Pomyśl zatem o arktycznej jaskółce, którą my nazywamy „charrán”: nie pozwala ona, aby przeciwne wiatry lub skoki temperatury uniemożliwiły jej przelecenie z jednego krańca ziemi na drugi; czasami wybiera drogi nie na wprost, godzi się na odchylenia, dostosowuje się do pewnych wiatrów... ale zawsze zachowuje jasność co do celu, zawsze zmierza do celu. Spotkasz ludzi, którzy będą próbowali zniwelować twoje marzenia, którzy powiedzą ci, żebyś zadowolił się małym, żebyś walczył tylko o to, co tobie odpowiada. Wtedy zadasz sobie pytanie: dlaczego muszę dążyć do tego, w co inni nie wierzą? I znowu: jak mogę wystartować w świecie, który wydaje się staczać coraz niżej pośród skandali, wojen, oszustw, braku sprawiedliwości, niszczenia środowiska, obojętności wobec najsłabszych, rozczarowania ze strony tych, którzy powinni dawać przykład? W obliczu tych pytań, jaka jest odpowiedź?
Chciałbym ci powiedzieć młodzieńcze, tobie bracie, tobie młoda siostro: ty jesteś odpowiedzią. Ty, bracie, ty, siostro. Nie tylko dlatego, że jeśli się poddasz, to przegrałeś już na starcie, ale dlatego, że przyszłość jest w twoich rękach. W twoich rękach jest wspólnota, która cię zrodziła, środowisko, w którym żyjesz, nadzieja twoich rówieśników, tych, którzy, nawet cię nie pytając, oczekują od ciebie oryginalnego i niepowtarzalnego dobra, które możesz wnieść do historię, ponieważ „każdy z nas jest niepowtarzalny” (por. Principle 5). Świat, w którym mieszkasz jest bogactwem, które odziedziczyłeś: kochaj go – tak jak zostałeś pokochany przez Tego, który dał ci życie i największe radości – tak jak kocha cię Bóg, który stworzył dla ciebie wszystko, co piękne, i nie przestaje ci ufać nawet przez najkrótszą chwilę. Wierzy twoje w talenty. Za każdym razem, gdy będziesz Go szukał, zrozumiesz, że droga, do kroczenia której cię powołuje zawsze prowadzi ku górze. Zauważysz to, gdy modląc się spojrzysz w niebo, a zwłaszcza, gdy wzniesiesz wzrok na Ukrzyżowanego. Zrozumiesz, że Jezus z krzyża nigdy nie wskazuje na ciebie palcem, ale obejmuje cię i zachęca, bo wierzy w ciebie nawet wtedy, gdy ty przestałeś wierzyć w siebie. Dlatego nigdy nie trać nadziei, walcz, wkładaj w to serce, a nie będziesz żałować. Idź dalej drogą, „krok po kroku ku temu, co lepsze” (por. Principle 6). Ustaw nawigator swojego życia ku wielkiemu celowi, w górę!
Druga rada: wyjdź ku światłu. W chwilach smutku i przygnębienia pomyśl o qulliqu: zawiera on przesłanie dla ciebie. Jakie? Że istniejesz po to, by każdego dnia wychodzić ku światłu. Nie tylko w dniu twoich narodzin, kiedy nie zależało to od ciebie, ale każdego dnia. Codziennie jesteś powołany, by nieść w świat nowe światło, światło twoich oczu, twojego uśmiechu, dobra, które ty i tylko ty możesz zaofiarować. Nikt inny nie może tego uczynić. Ale, aby wyjść ku światłu, trzeba codziennie zmagać się z ciemnością. Tak, codziennie dochodzi do starcia między światłem a ciemnością, które nie toczy się gdzieś tam na zewnątrz, gdzie indziej, ale w każdym z nas. Droga światła wymaga odważnych wyborów serca wobec ciemności fałszu, wymaga „wyrobienia dobrych nawyków, aby dobrze żyć” (por. Principle 1), a nie gonić za smugami światła, które szybko znikają, za fajerwerkami, które pozostawiają tylko dym. Są to „iluzje, parodie szczęścia”, jak powiedział tu, w Kanadzie św. Jan Paweł II: „nie istnieją gęstsze mroki niż te, które przenikają do dusz ludzi młodych, gdy fałszywi prorocy gaszą w nich światło wiary, nadziei i miłości” (Homilia podczas XVII Światowego Dnia Młodzieży, Toronto (28 lipca 2002): LꞌOsservatore Romano, wyd. polskie, n. 9 (246)/2002, s. 53). Bracie, siostro, Jezus jest blisko ciebie i pragnie oświecić twoje serce, abyś mógł wyjść ku światłu. On powiedział: „Ja jestem światłością świata” (J 8, 12), ale powiedział też swoim uczniom: „Wy jesteście światłem świata” (Mt 5, 14). Ty także jesteś więc światłem świata i będziesz się nim stawał coraz bardziej, jeśli będziesz walczył, by oddalić z serca smutne mroki zła.
Aby nauczyć się jak to robić, trzeba nieustannie uczyć się sztuki, która wymaga „pokonywania trudności i sprzeczności poprzez ciągłe poszukiwanie rozwiązań” (por. Principle 2). Jest to codzienna sztuka oddzielania światła od ciemności. Aby stworzyć dobry świat, mówi Biblia, Bóg zaczął właśnie w ten sposób: oddzielając światło od ciemności (por. Rdz 1, 4). Także my, jeśli chcemy stać się lepsi, musimy nauczyć się rozróżniać światło od ciemności. Od czego zacząć? Możesz zacząć od zadania sobie pytania: co wydaje mi się błyszczące i uwodzicielskie, ale potem pozostawia we mnie wielką pustkę? To jest ciemność! Co natomiast jest dla mnie dobre i pozostawia w moim sercu pokój, nawet jeśli najpierw wymaga ode mnie porzucenia pewnych wygód i opanowania pewnych instynktów? To jest światłem! I ponownie zadaję sobie pytanie – jaka jest siła, która pozwala nam oddzielić w nas światło od ciemności, która sprawia, że mówimy „nie” pokusom zła, a „tak” możliwościom dobra? Jest nią wolność. Wolność, która nie jest robieniem tego wszystkiego co chcę i co mi się podoba; nie jest tym, co mogę zrobić wbrew innym, lecz dla innych; nie jest całkowitą samowolą, lecz odpowiedzialnością. Wolność jest największym darem, który dał nam nasz Ojciec niebieski, wraz z życiem.
Wreszcie trzecia rada: twórz zespół. Ludzie młodzi robią razem wielkie rzeczy, nie w pojedynkę. Bo wy, młodzi, jesteście jak gwiazdy niebieskie, które tak wspaniale tu świecą: ich piękno pochodzi z całości, z konstelacji, które tworzą, a które dają światło i orientację nocom świata. Wy również, powołani na wyżyny nieba i do świecenia na ziemi, jesteście stworzeni, aby jaśnieć razem. Trzeba młodym pozwolić na tworzenie grup, bycie w ruchu: nie mogą spędzać dni w izolacji, będąc zakładnikami telefonu! Wielkie obszary lodowe tych ziem przypominają mi narodowy sport Kanady – hokej na lodzie. Jak Kanadzie udaje się zdobyć te wszystkie medale olimpijskie? Jak Sarah Nurse czy Marie-Philip Poulin zdobyli te wszystkie bramki? Hokej dobrze łączy dyscyplinę i kreatywność, taktykę i fizyczność, ale tym, co go zawsze wyróżnia, jest duch zespołu, będący koniecznym warunkiem, by radzić sobie z nieprzewidywalnymi sytuacjami gry. Tworzenie zespołu oznacza wiarę w to, że aby osiągnąć wielkie cele, nie można tego zrobić samemu; trzeba poruszać się razem, mieć cierpliwość do utkania gęstych sieci podań. Oznacza to również pozostawianie miejsca dla innych, szybkie wychodzenie, gdy nadejdzie nasza kolej i kibicowanie moim współzawodnikom. Oto duch zespołu!
Przyjaciele, dążcie do tego, co w górze, każdego dnia wychodźcie ku światłu, bądźcie zespołem! I róbcie to wszystko w waszej kulturze, w pięknym języku Inuktitut. Życzę wam, abyście słuchając starszych i czerpiąc z bogactwa waszych tradycji i waszej wolności, przyjęli Ewangelię, strzeżoną i przekazywaną przez waszych przodków i spotkali oblicze Inuk Jezusa Chrystusa. Z serca wam błogosławię i mówię wam: qujannamiik! [dziękuję!].
[01132-PL.02] [Testo originale: Spagnolo]
Traduzione in lingua araba
الزيارة الرسوليّة إلى كندا
كلمة قداسة البابا فرنسيس
في اللقاء مع الشّباب وكبار السّنّ
في ساحة المدرسة الابتدائيّة في إيكالويت (Iqaluit)
الجمعة 29 تموز/يوليو 2022
أيّها الإخوة والأخوات الأعزّاء، مساء الخير!
أحيّي بحرارة السّيّدة الحاكم العام وجميعكم، فأنا سعيدٌ أن ألتقي بكم. أشكُركم على كلماتكم، وعلى الأناشيد والرقص والموسيقى، التي قدَّرتها جدًّا.
أصغيت قبل قليل، إلى العديد منكم، خريجي المدارس الداخليّة الإجباريّة: شكراً لكم على شجاعتكم لقول ما قلتم، ولمشاركتكم معي المعاناة الكبيرة التي اختبرتموها التي لم أكن أتخيلها. لقد أعاد ذلك إليّ من جديد السّخط والخجل اللذَين رافقاني منذ شهور. اليوم أيضًا، وهنا أيضًا، أودّ أن أقول لكم إنّي حزين جدًا وأرغب في أن أطلب المغفرة عن الإساءة التي ارتكبها عدد غير قليل من الكاثوليك في المدارس الذين ساهموا في سياسات الاستيعاب الثقافيّ والتّحرير. تذكّرت شهادة أحد كبار السّنّ، الذي وصف جمال المناخ الذي ساد في عائلات السّكان الأصليّين قبل ظهور نظام المدارس الداخليّة الإجباريّة. قارن ذلك الفصل من الحياة، عندما كان الأجداد والآباء والأبناء متناغمين معًا، مع فصل الربيع، عندما تغرّد الطّيور الصّغيرة بسعادة حول أمّهم. لكن فجأة - كما قال - توقّف الغناء: العائلات تفكّكت، وأُخذ الصّغار بعيدًا عن بيئتهم وحلّ الشّتاء في كلّ مكان.
مثل هذه الكلمات، تسبّب الألم، وهي شكوك أيضًا، بل أكثر من شكوك، إن قارناها بكلمة الله التي أمرنا بها: "أَكرِمْ أَباكَ وأُمَّكَ، لِكَي تَطولَ أَيَّامُكَ في الأَرضِ الَّتي يُعطيكَ الرَّبُّ إِلٰهُكَ إِيَّاها" (خروج 20، 12). هذه الإمكانيّة، إمكانيّة إكرام الوالدين، زالت بالنسبة لعائلاتكم الكثيرة، فقد اختفت عندما فُصِل الأبناء عن والديهم، وقيل لهم إنّ بلدهم نفسه هو لهم خطر وغريب عليهم. يعيد إلى ذهني هذا الاندماج القسري صفحة أخرى من الكتاب المقدّس، قصة نابوت البارّ (راجع 1 ملوك، 21)، الذي لم يرغب في إعطاء كَرْمِه الذي ورثه من آبائه لمن كان في الحكم وكان على استعداد لاستخدام كلّ الوسائل لانتزاعه منه. وتتبادر إلى ذهني أيضًا كلمات يسوع الشّديدة ضدّ أولئك الذين هم حجَرَ عَثرَةٍ للصّغار ويحتقرون أحدًا منهم (راجع متّى 18، 6-10). إنّها لإساءة كبرى كسر الروابط بين الآباء والأبناء، وجُرح أعز المشاعر فينا، والإساءة إلى الصّغار وتشكيكهم!
أيّها الأصدقاء الأعزّاء، نحن هنا ولدينا الرّغبة في أن نسير معًا في مسيرة شفاء ومصالحة ستساعدنا، بعونه تعالى، في إلقاء الضّوء على ما حدث، وفي التغلّب على الماضي المظلم. بالحديث عن هزيمة الظلام، كذلك الآن، كما في لقائنا في نهاية شهر آذار/مارس، قمتم بإشعال مصباح الحجر الأملس (qulliq)، الذي يعطي النور في ليالي الشّتاء الطّويلة، وتفيض منه الحرارة، فيساعد على مقاومة قسوّة المناخ: لذلك كان ذلك المصباح ضروريًّا للعيش. كذلك اليوم، هذا المصباح يبقى رمز حياة جميل، حياة مشرقة لا تستسلم لظلام الليل. وهكذا أنتم شهادة دائمة للحياة التي لا تنطفئ أبدًا، وللنور الذي يضيء ولم يقدر أحدٌ أن يخنقه.
أنا شاكرٌ للفرصة التي أتيحت لي هنا في نونافوت (Nunavut)، داخل إنويت نونانجا (Inuit Nunanga). حاولت أن أتخيّل، بعد لقائنا في روما، هذه الأماكن الشاسعة التي سكنتموها منذ الأزمنة الغابرة والتي كانت لغيركم عدائية. لقد عرفتم كيف تحبّونها وتحترموها وتحافظون عليها وتقدّرونها، وتناقلتم القيَم الأساسيّة من جيل إلى جيل، مثل احترام كبار السّنّ، والشّعور الحقيقي بالأخوّة والعنايّة بالبيئة. هناك تشابه جميل ومتناغم بينكم وبين الأرض التي تسكنونها، لأنّها أيضًا شديدة ومرنة، وترُدُّ بقدر كبير من النور على الظلام الذي يغشاها معظم السّنة. ولكن حتى هذه الأرض، مثلها مثل أيّ شخص وشعب، حساسة وتحتاج إلى أن نعتني بها. أن نعتني بها، وأن ننقل العناية من جيل إلى آخر: الشّباب مدعوّون إلى هذا على وجه الخصّوص، مستندين على مثال الكبار! عناية بالأرض، وعناية بالإنسان، وعناية بالتاريخ.
لذا أودّ أن أتوجّه إليك، أيّها الشّاب من الإنويت (Inuit)، أنت مستقبل هذه الأرض وحاضر تاريخها. أودّ أن أقول لك، ما قاله شاعر كبير: "ما ورثته من آبائك، افتحه فتحًا إن أردت أن تمتلكه حقًّا" (J.W. von Goethe, Faust, I, Nacht). لا يكفي أن تعيش من المدخول، بل من الضّروريّ أن تستعيد بجهدك ما تسلَّمْته عطيّةً لك. لذلك لا تخف أن تصغي وأن تصغي دائمًا إلى نصائح الكبار، وأن تقبل تاريخك لتكتب فيه صفحات جديدة. تعلّق به تعلُّقًا شديدًا، واتَّخذ موقفًا من الوقائع والأشخاص، كن حاضرًا في الميدان! ولمساعدتك في إعادة الضّوء إلى مصباح حياتك، أودّ أيضًا أن أقدّم لك، كأخ كبير، ثلاث نصائح.
النصيحة الأولى: سِرْ نحو العُلى. أسكن هذه المناطق الشّماليّة الشّاسعة. لتذكّرك بدعوتك إلى السّعي إلى العُلى، دون أن تترك نفسك تنجرف إلى أسفل من قبل الذين يريدونك أن تؤمن بأنّه من الأفضل أن تفكّر في نفسك فقط، وأن تستخدم الوقت المتاح لك فقط من أجل تسليّتك ومصالحك. أيّها الصّديق، لم تُخلق لتعيش حياة مسكينة، ولقضاء الأيام في الموازنة بين الواجب والترفيه، بل خُلقت لتحلّق في العُلى، نحو أصدق وأجمل الرّغبات التي تحملها في قلبك، نحو الله لتحبّه وقريبك لتخدمه. لا تفكّر في أنّ أحلام الحياة الكبيرة هي سماء بعيدة المنال. لقد خُلقت لتحلّق، ولتعانق شجاعة الحقيقة ولتعزّز جمال العدل، ولترفع مستواك الأخلاقيّ، ولتكون رحيمًا وتخدم الآخرين، وتبني علاقات" (cfr Inunnguiniq Iq Principles 3-4)، ومن أجل أن تزرع السّلام والعناية حيثما وُجِدْت، ولإضرام الحماس في الذين يعيشون إلى جانبك، وللذهاب دائمًا إلى ما هو أبعد، وليس للتسوية بين كلّ شيء.
لكن، قد تقول لي إنّ العيش بهذه الطريقة أصعب من التحلّيق. أكيد، هذا ليس بالأمر السّهل، لأنّ ”الجاذبيّة الرّوحيّة“ التي تدفعنا إلى أن ننجر إلى أسفل، وتشلّ رغباتنا، وتضعف الفرح فينا، كامنة فينا وكأنّها واقفة بالمرصاد لنا. لذا، فكّر في سنونو القطب الشّماليّ الذي ندعوه ”charrán“: فهو لا يسمح للرياح العاتية أو للتغيّرات المفاجئة في درجة الحرارة بأن تمنعه من الانتقال من طرف الأرض إلى طرفها الآخر. في بعض الأحيان، يختار طرقًا غير مباشرة، ويقبل الالتفافات، ويتكيّف مع بعض الرياح... ولكنّه يحافظ دائمًا على الهدف واضحًا، ويذهب دائمًا نحو وجهته. سوف تقابل أناسًا يحاولون تحطيم أحلامك، والذين سيقولون لك أن تكتفي بالقليل، وأن تكافح فقط من أجل ما يناسبك. وقد تسأل نفسك عند ذلك: لماذا يجب أن أجتهد وأتعب من أجل أمورٍ لا يؤمن بها الآخرون؟ وستسأل نفسك أيضًا: كيف يمكنني أن أنطلق في عالم يبدو أنّه دائمًا في انحدار وسط الشكوك والعثرات، والحروب، والغش، وانعدام العدل، وتدمير البيئة، واللامبالاة تجاه الأضعفين، وخيبات الأمل من جانب الذين يجب أن يقدّموا المثال الصّالح؟ أمام هذه الأسئلة، ما هو الجواب؟
أودّ أن أقول لكَ، أيّها الشّاب، ولكِ، أيّتها الشّابة: أنت الجواب. أنتَ، أيّها الأخ، وأنتِ، أيّتها الأخت. ليس فقط لأنّك إن استسلمت فقد خسرت من قبل وأنت بعد في لحظة البداية، بل لأنّ المستقبل بين يديك. بين يديك الجماعة التي وُلِدْتَ فيها، والبيئة التي تعيش فيها، وأمل أقرانك، أولئك الذين يتوقعون منك، حتى دون أن يطلبوا ذلك، الخير المبتكر والذي لا يكرّره أحد غيرك، والذي يمكنك أنت إدخاله في التاريخ، لأنّ ”كلّ واحد منّا فريد من نوعه" (cfr Inunnguiniq Iq Principles 5). العالم الذي تعيش فيه هو الغنى الذي ورثته: أحبِبْه، كما يحبّك من أعطاك أعظم حياة وفرح، كما يحبّك الله، الذي خلق لك ما هو جميل والذي لا يتوقّف عن أن يثق بك لحظة واحدة. إنّه يثق بمواهبك. في كلّ مرة تبحث عنه، ستفهم كيف تميل الطريق دائمًا التي يدعوك إلى السّير فيها إلى العُلى. ستشعر بذلك عندما ستنظر إلى السماء وأنت تصلّي وخاصّة عندما ستنظر إلى الصّليب. ستفهم أنّ يسوع من على الصّليب لا يوجّه إليك أبدًا إصبع الاتّهام، بل يعانقك ويشجّعك، لأنّه يثِق بك حتّى عندما تتوقّف أنت عن الثّقة بنفسك. لذلك لا تفقد الأمل أبدًا، وكافح، أعطه كلّ ما لديك ولن تندم. امضِ قُدُمًا في مسيرتك، ”خطوة خطوة نحو الأفضل“ (cfr Inunnguiniq Iq Principles 6). حدّد وجهة حياتك نحو هدف كبير، نحو العُلى!
النصيحة الثانيّة: تعال إلى النور. في لحظات الحزن والإحباط، فكّر في مصباح الحجر الأملس (qulliq): فهو يحمل لك رسالة. ما هي الرّسالة؟ أنّك موجود لتسير نحو النور كلّ يوم. ليس فقط يوم ولادتك جئت إلى النور، عندما لم يكن الأمر يعتمد عليك، بل كلّ يوم. كلّ يوم أنت مدعوّ إلى أن تحمل نورًا جديدًا إلى العالم، نور عينيك، وابتسامتك، والخير الذي يمكنك أنت، وفقط أنت، أن تقدّمه. لا أحد يستطيع فعل ذلك. لكن لكي تأتي إلى النور، عليك أن تكافح الظلام كلّ يوم. نعم، هناك صراع يوميّ بين النور والظلام، وهذا لا يحدث في مكان ما هناك، بل يحدث داخل كلّ واحد منّا. طريق النور يتطلّب اختيارات قلب شجاعة ضد ظلام الأكاذيب، ويطلب منّا "أن نطوِّر عادات جيّدة لنعيش جيّدًا" (cfr Inunnguiniq Iq Principles 1)، ويطلب منّا ألّا نتبع أضواء تختفي بسرعة، ولا ضوء الألعاب الناريّة التي لا تترك سوى الدخان. إنّها "أوهام، ومحاكاة سعادة ساخرة"، كما قال هنا القدّيس يوحنا بولس الثاني في كندا: "ربما لا يوجد ظلمة أعمق من تلك التي تتسلّل إلى نفوس الشّباب عندما يُطفئ الأنبياء الكذبة فيهم نور الإيمان والرّجاء والمحبّة" (عظة في اليوم العالمي السابع عشر للشباب، تورنتو، 28 تموز/يوليو 2002). أيّها الأخ، وأيّتها الأخت، يسوع قريب منك ويرغب في أن ينير قلبك ليخرجك إلى النور. لقد قال: "أَنا نُورُ العالَم" (يوحنّا 8، 12)، لكنّه قال أيضًا لتلاميذه: "أَنتُم نورُ العالَم" (متّى 5، 14). أنت أيضًا، إذن، نور العالم وستصبح كذلك أكثر فأكثر إن جاهدت لإزالة ظلام الشّرّ الحزين من قلبك.
لمعرفة كيفيّة القيام بذلك، هناك فنّ يجب تعلّمه باستمرار، يتطلّب "أن نتغلّب على الصّعوبات والتناقضات من خلال البحث المستمّر عن حلول" (cfr Inunnguiniq Iq Principles 2). إنّه فنّ فصل النور عن الظلام كلّ يوم. يقول الكتاب المقدّس، من أجل خلق عالم صالح، إنّ الله بدأ بهذه الطريقة، وفصل النور عن الظلام (راجع تكوين 1، 4). نحن أيضًا، إذا أردنا أن نصير أفضل، يجب أن نتعلّم تمييز النور عن الظلام. من أين نبدأ؟ يمكنك أن تبدأ بسؤال نفسك: ما الذي يبدو لي مشّعًا وجذابًا، لكنّه يترك لي بعد ذلك فراغًا كبيرًا؟ هذا هو الظلام! من ناحية أخرى، ما هو مفيد لي ويترك لي سلامًا في قلبي، حتى لو طلب مني أوّلًا أن أَخرج من بعض وسائل الرّاحة وأن أسيطر على بعض الغرائز؟ هذا هو النور! وأسأل نفسي أيضًا - ما هي القوّة التي تسمح لنا بفصل النور عن الظلام في داخلنا، ويجعلنا نقول ”لا“ لتجارب الشّرّ و ”نعم“ لفرص الخير؟ إنّها الحرّيّة. الحرّيّة التي لا تفعل كلّ ما أريده وما أحبّه؛ إنّها ليست ما يمكنني فعله بالرّغم من الآخرين، بل ما يمكنني أن أفعله من أجل الآخرين؛ وإنّها ليست فقط حرّيّة اختيار، بل مسؤوليّة. الحرّيّة هي أكبر عطيّة منحنا إياها أبونا السّماوي مع الحياة.
أخيرًا، النصيحة الثالثة: أن نكون فريقًا واحدًا. الشّباب يقومون بأشياء كبيرة معًا، وليس بمفردهم. لأنّكم أيّها الشّباب مثل النجوم في السّماء، التي تتألّق هنا بطريقة رائعة: جمالها يأتي بكونها بعضها مع بعض، ومن الكواكب التي تشكلّها، والتي تعطي النور والاتجاه لليالي العالم. أنتم أيضًا، مدعوّون إلى أعالي السّماء وإلى أن تنيروا الأرض، لقد خُلقتم لتتألّقوا معًا. يجب أن نسمح للشّباب بأن يكوّنوا مجموعة، ويبقوا في حركة: لا يمكنهم أن يقضوا أيامهم معزولين، ومحتجزين رهائنَ بسبب هاتف! يذكّرني الجليد الكبير في هذه الأراضي بالرّياضة الوطنيّة الكنديّة، رياضة الهوكي على الجليد. كيف تمكّنت كندا أن تحصل على كلّ تلك الميداليّات الأولمبيّة؟ كيف سجلّت سارة نورسي أو ماري فيليب بولين كلّ هذه الأهداف؟ رياضة الهوكي على الجليد تجمع جيّدًا بين الانضباط والإبداع، والتكتيكات والجسد، لكن روح الفريق هو دائمًا الذي يصنع الفرق، وهو شرط أساسيّ لا غنى عنه لمواجهة ظروف اللعبة ومفاجآتها. أن نكون فريقًا يعني أن نؤمن بأنّه لتحقيق أهداف كبيرة لا يمكننا المضي قُدُمًا بمفردنا. من الضّروريّ أن نتحرّك معًا، وأن نتحلّى بالصّبر لنسج شبكات كثيفة من الطرق. وهذا يعني أيضًا أن نترك مكانًا للآخرين، وأن نخرج بسرعة عندما يحين دورنا وأن نشجّع زملاءنا في الفريق. هذه هي روح الفريق!
أيّها الأصدقاء، سيروا نحو العُلى، وسيروا إلى النور كلّ يوم، وكونوا فريقًا واحدًا! وافعلوا كلّ هذا في ثقافتكم، وفي لغتكم الإنكتيتوتيّة الجميلة. أتمنّى لكم، وأنتم تُصغون إلى الكبار وتعتمدون على غنى تقاليدكم وحريتكم، أن تعانقوا الإنجيل الذي حفظه أسلافكم وتناقلوه، وأن تقبلوه بوجه يسوع المسيح الإينوك (Inuk). أباركّكم من كلّ قلبي وأقول لكم: qujannamiik [شكرًا!]
[01132-AR.02] [Testo originale: Spagnolo]
[B0566-XX.02]