Pubblichiamo di seguito il discorso di S.E. Mons. Edgar Peña Parra, Sostituto per gli Affari Generali della Segreteria di Stato che ha pronunciato in occasione dell’inaugurazione della ristrutturata sede della Nunziatura Apostolica a Quito (Ecuador):
Discorso di S.E. Mons. Edgar Peña Parra
Excelentísimo Señor Presidente de la República, Don Guillermo Lasso Mendoza,
Excelentísimo Señor Ministro de Relaciones Exteriores, Don Juan Carlos Holguín Maldonad
Señores Embajadores y miembros del Cuerpo Diplomático,
Señor Nuncio Apostólico,
Queridos hermanos Obispos,
Señores y Señoras:
Agradezco la presencia de todos ustedes en este importante acto de bendición de la Nunciatura Apostólica, luego de haber finalizado los trabajos de renovación. Este momento nos da ocasión para pensar en las palabras iniciales del Salmo 127: «Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los constructores». En verdad es el Señor el que inspira nuestras acciones, las acompaña y las lleva a su término. No se refiere sólo a las acciones espirituales, sino también a nuestro pobre trabajo material, porque ninguna de nuestras realidades es extraña al Señor, ni queda tampoco fuera de su mirada providente. Como hijos e hijas del Padre celestial, todo nuestro ser, actuar y proceder tienen su inicio en Él y alcanzan su perfección sólo en Él.
Esta inauguración me ofrece la oportunidad de expresar, en nombre del Santo Padre, un saludo cordial y su gratitud a las Autoridades Civiles aquí presentes, a los miembros del Cuerpo Diplomático, al Nuncio Apostólico, a la Conferencia episcopal y, en particular, a los que han trabajado con empeño por esta obra, a los bienhechores y a todas las personas que han hecho posible su realización.
Reconstruir la Casa del Papa en Ecuador significa poner de relieve el privilegio y el deber de custodiar y conservar lo que hemos heredado de las anteriores generaciones para legarlo al futuro. Heredamos un edificio, esta Nunciatura, cuya misión es cultivar y hacer crecer las buenas relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y la República del Ecuador, y también hacer visible y cercana la persona del Santo Padre a la Iglesia local. Pero además heredamos la alta vocación de proteger, dentro del renovado espacio de esta Sede Diplomática, la cultura del diálogo y del encuentro, así como la búsqueda infatigable del bien común y de la paz. Por eso, antes de implorar la bendición de Dios sobre esta obra material y su delicada misión, deseo, mirando al futuro, reafirmar ante las Autoridades Civiles aquí presentes nuestro compromiso de seguir afianzando las relaciones diplomáticas, para que podamos responder juntos a los grandes desafíos que el actual escenario internacional nos presenta. El camino lo señaló proféticamente el Papa Francisco en su primer discurso al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, a pocos días de su elección, invitando al coro de las naciones a luchar contra la pobreza, tanto material como espiritual; a edificar la paz y a no cansarnos de construir puentes a través del diálogo (cf. Audiencia al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, 22 marzo 2013).
Nos sentimos felices con la bendición que estamos realizando ahora, y con la felicidad que este acontecimiento suscita en nuestros corazones, desearíamos, de igual forma, que otros edificios de la Iglesia católica en esta querida Nación, particularmente templos y conventos históricos, puedan ser objeto de este tipo de renovación y de conservación, y sirvan para que toda la sociedad vea en ellos un reflejo de la belleza resplandeciente de Cristo Resucitado.
[00636-ES.01] [Texto original: Español]
[B0298-XX.01]