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Videomessaggio del Santo Padre Francesco in occasione della beatificazione di José Gregorio Hernández Cisneros, 29.04.2021


Videomessaggio del Santo Padre

Traduzione in lingua italiana

Traduzione in lingua inglese

Pubblichiamo di seguito il testo del Videomessaggio che il Santo Padre Francesco ha inviato in occasione della beatificazione del Venerabile Servo di Dio, José Gregorio Hernández Cisneros, che avrà luogo domani presso l’Universidad Central de Venezuela a Caracas:

Videomessaggio del Santo Padre

Queridos hermanos en el episcopado,

queridos venezolanos y venezolanas,

hermanos todos en el Señor:

Los saludo con afecto, con ocasión de la beatificación del venerable doctor José Gregorio Hernández Cisneros. Yo sé con cuánta ilusión esperaban, desde hace muchos años, el momento en que la Iglesia confirmase algo que ustedes creían firmemente: que el médico del pueblo está junto a Dios, y que junto a Nuestra Señora de Coromoto intercede por sus connacionales y por todos nosotros. Les confieso que no encontré un venezolano aquí en el Vaticano, sea en la plaza o en audiencia privada, que en la mitad de la conversación al fin, dijera: ¿y cuándo es la beatificación de Gregorio? Lo llevaban en el alma. Bueno, ahora se logra este deseo.

El doctor José Gregorio se nos ofrece a los cristianos y a todas las personas de buena voluntad, como ejemplo de creyente discípulo de Cristo, que hizo del Evangelio el criterio de su vida, buscó su vocación, observó los mandamientos, participó cotidianamente en la Eucaristía, dedicó tiempo a la oración y creyó en la vida eterna, como dechado de bonhomía personal y de virtudes cívicas y religiosas, de apertura, de sensibilidad ante el dolor, de modestia y humildad en su vida y ejercicio profesional, y también como un hombre amante de la sabiduría, de la investigación, de la ciencia, al servicio de la salud y de la docencia. Es un modelo de santidad comprometida con la defensa de la vida, con los desafíos de la historia y, particularmente, como paradigma de servicio al prójimo, como un buen samaritano, sin excluir a nadie. Es un hombre de servicio universal.

Una de las facetas más relevantes y atrayentes de su personalidad fue la de ser testimonio de superación personal y de servicio ciudadano. Un servicio entendido desde el ejemplo que Cristo nos dejó durante la Última Cena, cuando se puso a lavar los pies a sus discípulos y a todos, porque a todos amaba, también a Judas, aún sabiendo que lo iba a traicionar. Jesús no se vengó de nadie, no se vengó de nadie, amó a todos.

Y en este momento Jesús deja un mandato a sus discípulos: lávense los pies los unos a los otros. Me parece importante reseñar “los unos a los otros”, porque el Señor nos exhorta no sólo a ser sujetos activos del servicio, sino también a tener la humildad de dejarnos lavar los pies por los demás. ¿Y qué es hoy día ese lavarse los pies unos a otros —me pregunto— para todos nosotros y en concreto para ustedes, que hoy están festejando la beatificación de este gran lavador de pies?

Por ejemplo, significa acogerse, recibirse los unos a los otros, ver al otro como un igual, como alguien como yo, sin menospreciar. No menospreciar a nadie. También es servirse los unos a los otros, estar dispuestos a servir, pero también dejar que los otros nos ayuden, nos sirvan. Ayudar y dejarnos ayudar. Otro ejemplo es perdonarnos los unos a los otros, pues debemos perdonar y permitir que nos perdonen. Sentirnos perdonados. En definitiva, lavarse los pies unos a otros, es amarse los unos a los otros.

A veces pensamos que ninguno tiene necesidad de ayuda, que nosotros somos autónomos, que no necesitamos de nada, incluso de perdón, ¿no? Todos necesitamos de ayuda,todos. Todos necesitamos de perdón. Jesús dijo una cosa muy linda: “el que esté sin pecado que tire la primera piedra” (Jn 8,7); el que no tenga alguna cosa dentro de la cual arrepentirse, que acuse a los demás. A veces nos convertimos en una familia —pienso por ejemplo en un núcleo familiar— de acusadores unos a otros, o en un pueblo de acusadores unos a otros. Ese no es el camino que nos enseñó el beato que hoy celebramos, sino más bien, el deservicio, de escucharnos, y de perdonarnos y de dejarnos perdonar.

La beatificación del doctor José Gregorio tiene lugar en un momento particular, difícil para ustedes. Al igual que mis hermanos obispos, conozco bien la situación que sufren, y soy consciente que sus prolongadas penalidades y angustias se han visto agravadas por la terrible pandemia del Covid-19 que nos afecta a todos. Tengo muy presente en el día de hoy a tantos muertos, a tantos contagiados por el coronavirus quehan pagado con su vida, por mantenerse en sus tareas en condiciones precarias. Esta misma pandemia, que hoy día incide en esta gran fiesta de la fe de la beatificación, y que la reduce, para evitar contagios por razones de seguridad, de salud, nos mete en casa a todos, no nos permite salir a la calle a celebrar, a gritar, no, porque la pandemia es peligrosa. Y los acompaño en esta celebración —permítanme la palabra— “pandémica”, es decir, una celebración sin nada, por el dolor de la pandemia. Tengo presentes también a todos aquellos que han dejado el país en busca de mejores condiciones de vida, y también a los que están privados de libertad y a los que carecen de lo más necesario.Todos son compatriotas del beato, todos ustedes. Y todos tienen los mismos derechos. Los acompaño con amor, a todos. Y así como conozco bien los sufrimientos, también conozco la fe y las grandes esperanzas del pueblo venezolano.

La beatificación del doctor Hernández es una bendición especial de Dios para Venezuela, y nos invita a la conversión hacia una mayor solidaridad de unos con otros, para producir entre todos la respuesta del bien común tan necesitada para que el país reviva, renazca después de la pandemia, con espíritu de reconciliación. Es una gracia que hay que pedir: el espíritu de reconciliación; porque siempre hay problemas en las familias, en las ciudades, en la sociedad, hay gente que se mira un poco de costado, que se mira mal, y hace falta la reconciliación siempre, ¡la mano tendida! Y es una buena inversión social la mano tendida.

Por ello, en medio de todas las dificultades, les pido a todos ustedes que tanto aman al doctor José Gregorio, que sigan el admirable ejemplo de servicio desinteresado a los demás. Creo sinceramente que este momento de unidad nacional, en torno a la figura del médico del pueblo, supone una hora singular para Venezuela, y exige que ustedes vayan mas allá, que den pasos concretos en favor de la unidad, sin dejarse vencer por el desaliento.

A ejemplo del doctor José Gregorio, que sean capaces de reconocerse mutuamente como iguales, como hermanos, como hijos de una misma patria. Que se muestren disponibles para servir, y tengan la suficiente humildad para dejarse servir, para ayudar y dejarse ayudar, para perdonar y dejarse perdonar. No lo olviden: los unos a los otros, o, como decía aquella viejita, “y los otros a los unos”. Mutuo, siempre.Pido a Dios por la reconciliación y la paz entre los venezolanos, yo quisiera ir a visitarlos a ustedes.Que las instituciones públicas sepan brindar siempre seguridad y confianza a todos, y que el pueblo de esa bella tierra, encuentre siempre oportunidades para el desarrollo humano y la convivencia.

Ruego, queridos hermanos y hermanas, que el nuevo beato inspire, en particular, a todos los dirigentes, a todos: sindicales, académicos, políticos, empresariales, religiosos, a todos, universitarios, y a otros, a desempeñarse seriamente en el logro de una unidad operativa.Un viejo refrán dice: “o nos salvamos todos o no se salva nadie”. El camino es común, de todos. Busquemos el camino de la unidad nacional, y eso por el bien de Venezuela. Unaunidad operativa en la que todos, con seriedad y sinceridad, desde el respeto y el reconocimiento recíproco, anteponiendo el bien común a cualquier otro interés, trabajen por la unidad, la paz y la prosperidad, para que, de este modo los ciudadanos y ciudadanas vivan con normalidad, productividad, estabilidad democrática, seguridad, justicia y esperanza.

Pido que, entre todos, recuperemos esa Venezuela en la que todos sepan que caben, en la que todos pueden encontrar un futuro. Y pido al Señor que ninguna intervención de afuera les impida caminar este camino de unidad nacional. Cuánto desearía poder visitarlos, para al menos significar mi acompañamiento en este camino. Pido a la Virgen de Coromoto, Patrona de esa amada y hermosa nación, y le pido al beato José Gregorio Hernández por todos ustedes. Y a ustedes les pido que no se olviden de rezar por mí. ¡Adelante! Siempre juntos, siguiendo el ejemplo de José Gregorio. No se desanimen.Que Dios los bendiga y la Virgen los cuide.

[00560-ES.01] [Texto original: Español]

 

Traduzione in lingua italiana

Cari fratelli nell’episcopato,

Cari venezuelani e venezuelane,

Fratelli tutti nel Signore,

Vi saluto con affetto, in occasione della beatificazione del venerabile dottore José Gregorio Hernández Cisneros. Io so con quanto entusiasmo aspettavate da tanti anni il momento in cui la Chiesa confermasse qualcosa a cui voi credevate fermamente: che il medico del popolo sta accanto a Dio e che insieme a Nuestra Señora del Coromoto intercede per i suoi connazionali e per tutti noi. Vi confesso che non ho ma incontrato un venezuelano, qui in Vaticano, sia in piazza sia in udienza privata, che, a metà della conversazione, alla fine mi dicesse: quando è la beatificazione di Gregorio? Lo portavano nell’anima. Ebbene, ora si realizza questo desiderio.

Il dottor José Gregorio si offre a noi cristiani e a tutte le persone di buona volontà come esempio di credente discepolo di Cristo, che ha fatto del Vangelo il criterio della sua vita, ha cercato la sua vocazione, ha osservato i comandamenti, ha partecipato ogni giorno all’Eucaristia, ha dedicato tempo alla preghiera e ha creduto nella vita eterna, come modello di bonarietà personale e di virtù civiche e religiose, di apertura, di sensibilità di fronte al dolore, di modestia e di umiltà nella sua vita ed esercizio professionale, e anche come un uomo amante del sapere, della ricerca, della scienza, al servizio della salute e della docenza. È un modello di santità impegnata nella difesa della vita, con le sfide della storia e, in particolare, come paradigma di servizio al prossimo, come un buon samaritano, senza escludere nessuno. È un uomo di servizio universale.

Uno degli aspetti più rilevanti e affascianti della sua personalità è stato quello di essere testimone di superamento personale e di servizio ai cittadini. Un servizio inteso a partire dall’esempio che Cristo ci ha lasciato durante l’Ultima Cena, quando si è messo a lavare i piedi ai suoi discepoli e a tutti perché amava tutti, anche Giuda, pur sapendo che lo avrebbe tradito. Gesù non si è vendicato con nessuno, non si è vendicato con nessuno, ha amato tutti.

E in questo momento Gesù lascia un mandato ai suoi discepoli: lavatevi i piedi gli uni agli altri. Mi sembra importante commentare “gli uni agli altri”, perché il Signore ci esorta non solo a essere soggetti attivi del servizio, ma anche ad avere l’umiltà di lasciarci lavare i piedi dagli altri. E che cos’è oggi questo lavarsi i piedi gli uni agli altri, mi domando, per tutti noi, e in concreto per voi, che oggi festeggiate la beatificazione di questo grande lavatore di piedi?

Per esempio, significa accogliersi, riceversi gli uni gli altri, vedere l’altro come un uguale, qualcuno come me, senza disprezzare. Non disprezzare nessuno. È anche servirsi gli uni gli altri, essere disposti a servire, ma anche lasciare che gli altri ci aiutino, ci servano. Aiutare e lasciarci aiutare. Un altro esempio è perdonarci gli uni gli altri, perché dobbiamo perdonare e permettere che ci perdonino. Sentirci perdonati. In definitiva, lavarsi i piedi gli uni gli altri è amarsi gli uni gli altri.

A volte pensiamo che nessuno abbia bisogno di aiuto, che noi siamo autonomi, che non abbiamo bisogno di nulla, neppure di perdono. Non è così? Tutti abbiamo bisogno di aiuto, tutti. Tutti abbiamo bisogno di perdono. Gesù ha detto una cosa molto bella: “chi di voi è senza peccato, scagli per primo la pietra” (Gv 8, 7); chi non ha qualcosa dentro di cui pentirsi che accusi gli altri. A volte diventiamo una famiglia – penso per esempio a un nucleo familiare – di accusatori gli uni degli altri o in un popolo di accusatori gli uni degli altri. Questo non è il cammino che ci ha insegnato il Beato che oggi celebriamo, che è piuttosto quello del servizio, di ascoltarci, e di perdonarci e di lasciarci perdonare.

La beatificazione del dottor José Gregorio ha luogo in un momento particolare, difficile per voi. Come i miei fratelli vescovi, conosco bene la situazione che subite, e sono consapevole che le vostre prolungate sofferenze e angosce sono state aggravate dalla terribile pandemia del Covid-19 che ci sta colpendo tutti. Ho particolarmente presenti oggi i tanti morti, i tanti contagiati dal coronavirus che hanno pagato con la loro vita, per svolgere i propri compiti in condizioni precarie. Questa stessa pandemia, che oggigiorno incide su questa grande festa della fede della beatificazione, e che la riduce, al fine di evitare contagi per motivi di sicurezza, di salute, ci mette tutti in casa, non ci permette di uscire in strada a celebrare, a gridare, no, perché la pandemia è pericolosa. E vi accompagno in questa celebrazione – consentitemi il termine- “pandemica”, ossia una celebrazione senza nulla, per il dolore della pandemia. Ho anche presenti tutti quelli che hanno lasciato il paese alla ricerca di migliori condizioni di vita, e anche quelli che sono privati della libertà e quanti mancano del necessario. Siete tutti concittadini del Beato, tutti voi. E tutti avete gli stessi diritti. Vi accompagno con amore, tutti. E così come conosco bene le sofferenze, conosco anche la fede e le grandi speranze del popolo venezuelano.

La beatificazione del dottor Hernández è una benedizione speciale di Dio per il Venezuela, e ci invita alla conversione verso una maggiore solidarietà degli uni con gli altri, per produrre tutti insieme la risposta del bene comune tanto necessaria affinché il paese riviva, rinasca dopo la pandemia con spirito di riconciliazione. È una grazia che bisogna chiedere: lo spirito di riconciliazione; perché sempre ci sono problemi nelle famiglie, nelle città, nella società, c’è gente che si guarda un po’ di traverso, che si guarda male, e c’è bisogno della riconciliazione sempre, la mano tesa! Ed è un buon investimento sociale la mano tesa.

Perciò, in mezzo a tutte le difficoltà, chiedo a tutti voi che tanto amate il dottor José Gregorio, di seguire l’ammirevole esempio di servizio disinteressato agli altri. Credo sinceramente che questo momento di unità nazionale, attorno alla figura del medico del popolo, costituisca un momento particolare per il Venezuela ed esige da voi che andiate oltre, che compiate passi concreti a favore dell’unità, senza lasciarvi vincere dallo sconforto.

Sull’esempio del dottor José Gregorio, che siate capaci di riconoscervi reciprocamente come uguali, come fratelli, come figli di una stessa Patria. Che vi mostriate disponibili a servire, e abbiate la sufficiente umiltà per lasciarvi servire, per aiutare a lasciarvi aiutare, per perdonare e lasciarvi perdonare. Non dimenticatelo: gli uni agli altri o, come diceva quella vecchietta, “e gli altri agli uni”. Reciproco, sempre. Prego Dio per la riconciliazione e la pace tra i venezuelani, vorrei venirvi a visitare. Che le istituzioni pubbliche sappiano offrire sempre sicurezza e fiducia a tutti, e che il popolo di questa bella terra trovi sempre opportunità per lo sviluppo umano e la convivenza.

Prego, cari fratelli e sorelle, affinché il nuovo beato ispiri, in particolare, tutti i dirigenti, tutti: sindacali, accademici, politici, imprenditoriali, religiosi, tutti, universitari, e altri, a impegnarsi seriamente per ottenere un’unità operativa. Un vecchio proverbio dice “o ci salviamo tutti o non si salva nessuno”. Il cammino è comune, di tutti. Cerchiamo il cammino dell’unità nazionale, e questo per il bene del Venezuela. Un’unità operativa in cui tutti, con serietà e sincerità, a partire dal rispetto e dal riconoscimento reciproco, anteponendo il bene comune a qualsiasi altro interesse, lavorino per l’unità, la pace e la prosperità, di modo che i cittadini e le cittadine vivano così con normalità, produttività, stabilità democratica, sicurezza, giustizia e speranza.

Prego affinché, tutti insieme, recuperiamo quel Venezuela in cui tutti sappiano di avere un posto, in cui tutti possano trovare un futuro. E Chiedo al Signore che nessun intervento esterno vi impedisca di percorrere questo cammino di unità nazionale. Quanto vorrei potervi visitare, per lo meno manifestare il mio accompagnamento in questo cammino. Prego la Virgen di Caromoto, Patrona di questa amata e bella Nazione, e prego il Beato José Gregorio Hernández per tutti voi. E a voi chiedo di non dimenticarvi di pregare per me. Avanti! Sempre insieme, seguendo l’esempio di José Gregorio. Non vi scoraggiate. Che Dio vi benedica e la Vergine vi custodisca.

[00560-IT.01] [Testo originale: Spagnolo - Traduzione di lavoro]

Traduzione in lingua inglese

Dear Brothers in the Episcopate,

Dear Venezuelans,

Brothers all in the Lord,

I greet you with affection on the occasion of the beatification of the Venerable Doctor José Gregorio Hernández Cisneros. I know how eagerly you have been awaiting for so many years the moment when the Church would confirm something in which you firmly believed: that the people's doctor stands close to God, and that together with Nuestra Señora del Coromoto, he intercedes for his compatriots and for all of us. I confess to you that I have never met a Venezuelan, here in the Vatican, either in the square or in a private audience, who, halfway through the conversation, did not finally say to me: when will Gregorio be beatified? They carried it in their souls. Well, now this wish is being fulfilled.

Dr José Gregorio offers himself to us Christians and to all people of good will as an example of a believing disciple of Christ, who made the Gospel the criterion of his life, sought his vocation, kept the commandments, participated daily in the Eucharist, devoted time to prayer and believed in eternal life, as a model of personal goodness and civic and religious virtues, of openness, of sensitivity in the face of pain, of modesty and humility in his professional life and practice, and also as a man who loved knowledge, research, science, at the service of health and teaching. He is a model of holiness committed to the defence of life, with the challenges of history and, in particular, as a paradigm of service to his neighbour, like a Good Samaritan, without excluding anyone. He is a man of universal service.

One of the most relevant and fascinating aspects of his personality was that of being a witness to going beyond himself to serve citizens. A service understood from the example that Christ left us during the Last Supper, when he began to wash the feet of his disciples and everyone because he loved everyone, even Judas, even though he knew that he would betray him. Jesus did not take revenge on anyone, he loved everyone.

And at this moment Jesus leaves a mandate to his disciples: wash one another's feet. It seems important to me to comment on "one another", because the Lord exhorts us not only to be active subjects of service, but also to have the humility to let others wash our feet. And what does this washing of each other's feet mean today, I wonder, for all of us, and specifically for you, who today are celebrating the beatification of this great washer of feet?

For example, it means welcoming each other, receiving each other, seeing the other as an equal, someone like me, without disdain. Not disregarding anyone. It is serving one another, being willing to serve, but also letting others help us, serve us. Helping and letting ourselves be helped. Another example is to forgive one another, because we must forgive and allow ourselves to be forgiven. To feel forgiven. Ultimately, to wash one another's feet is to love one another.

Sometimes we think that no one needs help, that we are autonomous, that we do not need anything, not even forgiveness. Don't we? We all need help, everyone. We all need forgiveness. Jesus said something very beautiful: “Let him who is without sin among you be the first to throw a stone” (Jn 8:7); whoever does not have something within him to repent for, let him accuse others. Sometimes we become a family - I am thinking for example of a household - of accusers of one another or a people of accusers of one another. This is not the path taught to us by the Blessed we are celebrating today, which is rather that of service, of listening to each other, and of forgiving each other and allowing ourselves to be forgiven.

The beatification of Dr José Gregorio takes place at a particular, difficult time for you. Like my brother bishops, I am well aware of the situation you are experiencing, and I am aware that your prolonged suffering and anguish have been aggravated by the terrible Covid-19 pandemic that is affecting us all. I am particularly mindful today of the many deaths, the many infected by the coronavirus who have paid with their lives for carrying out their duties in precarious conditions. This same pandemic, which today affects this great feast of faith of the beatification, and which reduces it, in order to avoid contagion for reasons of safety, of health, keeps us all at home, and it does not allow us to go out in the street to celebrate, to shout, no, because the pandemic is dangerous. And I accompany you in this - allow me to use the term - “pandemic" celebration, that is, a celebration with nothing, because of the pain of the pandemic. I also have in mind all those who have left the country in search of better living conditions, as well as those who are deprived of their freedom and those who lack the necessities of life. You are all fellow citizens of the Blessed, all of you. And you all have the same rights. I accompany you with love, all of you. And just as I know well the sufferings, I also know the faith and the great hopes of the Venezuelan people.

The beatification of Dr Hernández is a special blessing from God for Venezuela, and it invites us to convert to greater solidarity with one another, so that together we can give the response of common good so necessary for the country to be revived and reborn after the pandemic in a spirit of reconciliation. It is a grace that we must ask for: the spirit of reconciliation, because there are always problems in families, in cities, in society; there are people who look at each other sideways, who look at each other wrongly, and there is always a need for reconciliation, for the outstretched hand! And an outstretched hand is a good social investment.

Therefore, in the midst of all these difficulties, I ask all of you who love Dr José Gregorio so much, to follow his admirable example of selfless service to others. I sincerely believe that this moment of national unity, gathered around the figure of the people's doctor, is a special moment for Venezuela and it requires you to go further, to take real steps towards unity, without letting yourselves be overcome by despair.

Following the example of Dr José Gregorio, may you be able to recognise each other as equals, as brothers, as children of the same country. May you show your willingness to serve, and have sufficient humility to let yourselves be served, to help and let yourselves be helped, to forgive and let yourselves be forgiven. Don't forget: for each other, or as that old lady used to say, “all for one". Reciprocal, always. I pray to God for reconciliation and peace among Venezuelans. I would like to visit you. May public institutions always offer security and trust to all, and may the people of this beautiful land always find opportunities for human development and coexistence.

I pray, dear brothers and sisters, that the new Blessed will inspire, in particular, all leaders, all of them: trade unions, academics, politicians, businessmen, religious, and others, to make a serious effort to achieve unity. An old proverb says “either we save everyone, or nobody is saved”. The path is a joint one, it is for everyone. We seek the path of national unity, and this for the good of Venezuela. An operational unity in which everyone, with seriousness and sincerity, starting with mutual respect and recognition, putting the common good before any other interest, works for unity, peace and prosperity, so that the people can live with normality, productivity, democratic stability, security, justice and hope.

I pray that, all together, we recover that Venezuela in which all people know they have a place, in which everyone can find a future. And I ask the Lord that no external intervention may prevent you from travelling along this path of national unity. How I wish I could visit you, at least to show my accompaniment on this path. I pray to the Virgen de Caromoto, patroness of this beloved and beautiful Nation, and I pray to Blessed José Gregorio Hernández for all of you. And I ask you not to forget to pray for me. Onwards! All together, always, following the example of José Gregorio. Do not be discouraged. May God bless you and may the Virgin protect you.

[00560-EN.01] [Original text: Spanish - working translation]

[B0258-XX.02]