Sala Stampa

www.vatican.va

Sala Stampa Back Top Print Pdf
Sala Stampa


Viaggio del Santo Padre Francesco in Colombia (6-11 settembre 2017) – Visita alla Cattedrale di Bogotá e Benedizione ai fedeli presso il Palazzo Cardinalizio, 07.09.2017


Visita alla Cattedrale di Bogotá

Benedizione ai fedeli presso il Palazzo Cardinalizio di Bogotá

Visita alla Cattedrale di Bogotá

Alle ore 10 di questa mattina, il Santo Padre si è trasferito in auto alla Cattedrale di Bogotá.

Dopo un giro della Piazza Bolívar e la consegna delle Chiavi della Città da parte del Sindaco, il Papa si è recato in Cattedrale dove è stato accolto dal Cardinale Primate di Colombia Rubén Salazar Gómez e dal Capitolo Metropolitano che gli presentano le Reliquie di Santa Elisabetta d’Ungheria.

Il Santo Padre ha attraversato la navata centrale e ha raggiunto l’Altare dove è stato collocato il quadro di “Nuestra Señora de Chiquinquirá”. Erano presenti circa tremila fedeli.

Dopo aver sostato in preghiera silenziosa, Papa Francesco ha deposto un Rosario davanti all’effige della Vergine e, dopo aver apposto la sua firma sul Libro d’Onore, si è recato a piedi al Palazzo Cardinalizio, attraverso la “Capilla del Sagrario”, dove ha saluta individualmente i membri del Comitato Organizzatore e i loro familiari.

Riportiamo di seguito il testo della Firma del Papa sul Libro d’Onore:

Firma sul Libro d’Onore

"Desde esta Catedral Primada le pido a la Inmaculada Virgen María que no deje de guiar y cuidar a sus hijos colombianos y que siempre los mire con sus ojos misericordiosos".

[01260-IT.02]

Benedizione ai fedeli presso il Palazzo Cardinalizio di Bogotá

Parole del Santo Padre

Traduzione in lingua italiana

Traduzione in lingua francese

Traduzione in lingua inglese

Traduzione in lingua tedesca

Traduzione in lingua portoghese

Traduzione in lingua polacca

Conclusa la visita in Cattedrale, il Santo Padre ha benedetto dal balcone del Palazzo Cardinalizio i fedeli riuniti nella Piazza Bolívar e ha rivolto loro alcune parole di saluto.

Subito dopo gli sono stati presentati i due Vescovi Ausiliari e i dieci Vicari Episcopali di Bogotá.

Pubblichiamo di seguito le parole di Papa Francesco:

Parole del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas, buenos días.
Los saludo con gran alegría y les agradezco esta calurosa bienvenida. «Al entrar en una casa, digan primero: “¡Que descienda la paz sobre esta casa!”. Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes» (Lc 10,5-6).

Hoy entro a esta casa que es Colombia diciéndoles, ¡La paz con ustedes! Así era la expresión de saludo de todo judío y también de Jesús. Porque quise venir hasta aquí como peregrino de paz y de esperanza, y deseo vivir estos momentos de encuentro con alegría, dando gracias a Dios por todo el bien que ha hecho en esta Nación y en cada una de sus vidas.

Y vengo también para aprender; sí, aprender de ustedes, de su fe, de su fortaleza ante la adversidad. Porque ustedes saben que el obispo y el cura tienen que aprender de su pueblo, y por eso vengo a aprender, a aprender de ustedes, soy obispo y vengo a aprender. Han vivido momentos difíciles y oscuros, pero el Señor está cerca de ustedes, en el corazón de cada hijo e hija de este País. El Señor no es selectivo, no excluye a nadie, el Señor abraza a todos; y todos ―escuchen esto― y todos somos importantes y necesarios para Él. Durante estos días quisiera compartir con ustedes la verdad más importante: que Dios nos ama con amor de Padre y nos anima a seguir buscando y deseando la paz, aquella paz que es auténtica y duradera. Dios nos ama con amor de Padre. ¿Lo repetimos juntos? [Repiten: «Dios nos ama con amor de Padre»] Gracias.

Bueno, yo tenía escrito aquí: «Veo aquí a muchos jóvenes», pero aunque tuviera los ojos vendados, sé que este lio solamente lo pueden hacer los jóvenes. Ustedes jóvenes ―y le voy a hablar a ustedes― han venido de todos los rincones del País: cachacos, costeños, paisas, vallunos, llaneros…, de todos lados. Para mí siempre es motivo de alegría, de gozo encontrarme con los jóvenes. En este día les digo: por favor mantengan viva la alegría, es signo del corazón joven, del corazón que ha encontrado al Señor. Y si ustedes mantienen viva esa alegría con Jesús, nadie se la puede quitar, ¡nadie! (cf. Jn 16,22). Pero por las dudas, les aconsejo: No se la dejen robar, cuiden la alegría que unifica todo ―¿En qué?― en el saberse amados por el Señor. Porque, como habíamos dicho al principio: Dios nos ama… ―¿Cómo era?– [Repiten: «Dios nos ama con amor de Padre»], Dios nos ama con corazón de Padre. Otra vez...  [Repiten: «Dios nos ama con corazón de Padre»]. Y este es el principio de la alegría. El fuego del amor de Jesús hace desbordante este gozo, y es suficiente para incendiar el mundo entero. ¡Cómo no van a poder cambiar esta sociedad y lo que ustedes se propongan! ¡No le tengan miedo al futuro! ¡Atrévanse a soñar a lo grande! A ese sueño grande yo hoy los invito. Por favor no se metan en el “chiquitaje”, no tengan vuelos rastreros, vuelen alto y sueñen grande.

Ustedes, los jóvenes, tienen una sensibilidad especial para reconocer el sufrimiento de los otros ―curioso, ustedes se dan cuenta en seguida―; los voluntariados del mundo entero se nutren de miles de ustedes que son capaces de resignar tiempos propios, comodidades, proyectos centrados en ustedes mismos, para dejarse conmover por las necesidades de los más frágiles y dedicarse a ellos. Pero también puede suceder que hayan nacido en ambientes donde la muerte, el dolor, la división han calado tan hondo que los hayan dejado medio mareados, como anestesiados por el dolor. Por eso yo quiero decirles: Dejen que el sufrimiento de sus hermanos colombianos los abofetee y los movilice. Ayúdennos a nosotros, los mayores, a no acostumbrarnos al dolor y al abandono. Los necesitamos, ayúdennos a esto, a no acostumbrarnos al dolor y al abandono.

También ustedes, chicos y chicas, que viven en ambientes complejos, con realidades distintas, con situaciones familiares de lo más diversas, se han habituado a ver que en el mundo no todo es blanco ni tampoco es negro todo; que la vida cotidiana se resuelve en una amplia gama de tonalidades grises, es verdad, y esto los puede exponer a un riesgo, cuidado, al riesgo de caer en una atmósfera de relativismo, dejando de lado esa potencialidad que tienen los jóvenes, la de entender el dolor de los que han sufrido. Ustedes tienen la capacidad no sólo de juzgar, señalar desaciertos ―porque se dan cuenta enseguida―, sino también esa otra capacidad hermosa y constructiva: la de comprender. Comprender que incluso detrás de un error ―porque hablemos claro, el error es error y no hay que maquillarlo―, y ustedes son capaces de comprender que detrás de un error hay un sinfín de razones, de atenuantes…. ¡Cuánto los necesita Colombia para ponerse en los zapatos de aquellos que muchas generaciones anteriores no han podido o no han sabido hacerlo, o no atinaron con el modo adecuado para lograr comprender!

A ustedes, jóvenes, les es tan fácil encontrarse, les es fácil encontrarse… Y les hago una pregunta: Acá se encontraron todos, ¿desde qué hora están acá? [Responden] ¡Ven que son valientes! A ustedes, les es muy fácil encontrarse. Les basta para encontrarse un acontecimiento como este, un rico café, un refajo, o lo que sea, como excusa, como una excusa, para suscitar un encuentro. Y acá voy, cualquier cosa de estas que dije es una excusa para el encuentro. Los jóvenes coinciden en la música, en el arte... ¡si hasta una final entre el Atlético Nacional y el América de Cali es ocasión para estar juntos! Ustedes ―porque tienen esa facilidad de encontrarse―, ustedes pueden enseñarnos a los grandes que la cultura del encuentro no es pensar, vivir, ni reaccionar todos del mismo modo ―no, no es eso―; la cultura del encuentro es saber que, más allá de nuestras diferencias, somos todos parte de algo grande que nos une y nos trasciende, somos parte de este maravilloso País. Ayúdennos a entrar, a los grandes, en esta cultura del encuentro que ustedes practican tan bien.

También vuestra juventud los hace capaces de algo muy difícil en la vida: perdonar. Perdonar a quienes nos han herido; es notable ver cómo ustedes no se dejan enredar por historias viejas, cómo miran con extrañeza cuando los adultos repetimos acontecimientos de división simplemente por estar nosotros atados a rencores. Ustedes nos ayudan en este intento de dejar atrás lo que nos ofendió, de mirar adelante sin el lastre del odio, porque ustedes nos hacen ver todo el mundo que hay por delante, toda la Colombia que quiere crecer y seguir desarrollándose; esa Colombia que nos necesita a todos y que los mayores se la debemos a ustedes.

Y precisamente por esta capacidad de perdonar enfrentan el enorme desafío de ayudarnos a sanar nuestro corazón. Escuchen esto que les pido: ayudarnos a sanar nuestro corazón. ¿Lo decimos todos juntos? [Repiten: «Ayudarnos a sanar nuestro corazón»] Es una ayuda que les pido. A contagiarnos la esperanza joven que tienen ustedes, esa esperanza que siempre está dispuesta a darle a los otros una segunda oportunidad. Los ambientes de desazón e incredulidad enferman el alma, ambientes que no encuentran salida a los problemas y boicotean a los que lo intentan, dañan la esperanza que necesita toda comunidad para avanzar. Que sus ilusiones y proyectos oxigenen Colombia y la llenen de utopías saludables.

¡Jóvenes, sueñen, muévanse, arriesguen, miren la vida con una sonrisa nueva, vayan adelante, no tengan miedo! Sólo así se animarán a descubrir el País que se esconde detrás de las montañas; el que trasciende titulares de diarios y no aparece en la preocupación cotidiana por estar tan lejos. Ese País que no se ve y que es parte de este cuerpo social que nos necesita: Ustedes jóvenes son capaces de descubrir la Colombia profunda. Los corazones jóvenes se estimulan ante los desafíos grandes: ¡Cuánta belleza natural para ser contemplada sin necesidad de explotarla! ¡Cuántos jóvenes como ustedes precisan de su mano tendida, de su hombro para vislumbrar un futuro mejor!

Hoy he querido estar estos momentos con ustedes; estoy seguro de que ustedes tienen el potencial necesario para construir, ¡construir!, la nación que siempre hemos soñado. Los jóvenes son la esperanza de Colombia y de la Iglesia; en su caminar y en sus pasos adivinamos los de Jesús, Mensajero de la Paz, Aquél que siempre nos trae noticias buenas.

Me dirijo ahora a todos, queridos hermanos y hermanas de este amado País: niños, jóvenes, adultos, ancianos, que quieren ser portadores de esperanza: que las dificultades no los opriman, que la violencia no los derrumbe, que el mal no los venza. Creemos que Jesús, con su amor y misericordia que permanecen para siempre, ha vencido el mal, ha vencido el pecado y la muerte. Jesús ha vencido el mal, el pecado y la muerte. ¿Lo repetimos? [Repiten: «Jesús ha vencido, el mal, el pecado y la muerte»] Sólo basta salir a su encuentro. Salgan al encuentro de Jesús, los invito al compromiso, no al cumplimiento, ―cumplo y miento, no― al compromiso. ¿A qué los invito? [Repiten: «Al compromiso»] ¿ Y qué es lo que no tienen que hacer? [Repiten: «El cumplimiento»] ¡Bien, felicitaciones! Salgan a ese compromiso en la renovación de la sociedad, para que sea justa, estable, fecunda. Desde este lugar, los animo a afianzarse en el Señor, es el único que nos sostiene, el único que nos alienta para poder contribuir a la reconciliación y a la paz.

Los abrazo a todos y a cada uno, a los que están aquí, a los enfermos, a los más pobres, a los marginados, a los necesitados, a los ancianos, a los que están en sus casas… a todos; todos están en mi corazón. Y ruego a Dios que los bendiga. Y, por favor, les pido a ustedes que no se olviden de rezar por mí. Muchas gracias.

Antes de irme, si ustedes quieren, les doy la Bendición.

Rezamos todos juntos a la Virgen:

«Dios te salve María…»

[Bendición]

Adiós.

 [01227-ES.03] [Texto original: Español]

Traduzione in lingua italiana

Cari fratelli e sorelle, buongiorno!

Vi saluto con grande gioia e vi ringrazio per questo caloroso benvenuto. «In qualunque casa entriate, prima dite: “Pace a questa casa!”. Se vi sarà un figlio della pace, la vostra pace scenderà su di lui, altrimenti ritornerà su di voi» (Lc 10,5-6).

Oggi entro in questa casa che è la Colombia dicendovi: “La pace sia con voi!”. [Rispondono: “E con il tuo spirito!”] Questa era l’espressione di saluto di ogni ebreo e anche di Gesù. Ho desiderato venire fin qui come pellegrino di pace e di speranza, e desidero vivere questi momenti di incontro con gioia, ringraziando Dio per tutto il bene che ha compiuto in questa Nazione, nella vita di ogni persona.

E vengo anche per imparare; sì, imparare da voi, dalla vostra fede, dalla vostra fortezza di fronte alle avversità. Perché voi sapete che il vescovo e il sacerdote devono imparare dal loro popolo, e per questo vengo a imparare, a imparare da voi: sono vescovo e vengo a imparare. Avete vissuto momenti difficili e bui, però il Signore è vicino a voi, nel cuore di ogni figlio e figlia di questo Paese. Il Signore non è selettivo, non esclude nessuno, il Signore abbraccia tutti; e tutti – sentite questo – tutti siamo importanti e necessari per Lui. Durante questi giorni vorrei condividere con voi la verità più importante: che Dio ci ama con amore di Padre e ci incoraggia a continuare a cercare e a desiderare la pace, quella pace che è autentica e duratura. Dio ci ama con amore di Padre. Lo ripetiamo insieme? [Tutti: “Dio ci ama con amore di Padre”]. Grazie!

Bene, io avevo scritto qui: “Vedo qui molti giovani…”. Ma anche se avessi gli occhi bendati so che questa confusione la possono fare solo i giovani! Voi giovani – mi rivolgo a voi – siete venuti da ogni parte del Paese: cachacos (originari di Bogotá), costeños (abitanti della costa), paisas (della regione di Antioquia, Caldas, Risaralda e Quindío), vallunos (dalla Valle del Cauca) e llaneros (dalle pianure) …da tutte le parti! Per me è sempre motivo di gioia incontrarmi con i giovani. In questo giorno vi dico: per favore, tenete viva la gioia, perché è segno del cuore giovane, del cuore che ha incontrato il Signore. E se voi mantenete viva questa gioia con Gesù, nessuno ve la può togliere, nessuno (cfr Gv 16,22)! Ma, nel dubbio, vi consiglio: non lasciatevela rubare, abbiate cura di tale gioia che tutto unifica nel sapersi amati dal Signore. Perché, come abbiamo detto all’inizio, Dio ci ama… com’era? [rispondono: “Dio ci ama con cuore di Padre”]. Di nuovo! [“Dio ci ama con cuore di Padre”]. E questo è il principio della gioia. Il fuoco dell’amore di Gesù rende traboccante questa gioia ed è sufficiente per incendiare il mondo intero. Che cosa dunque potrebbe impedirvi di cambiare questa società e quello che voi vi proponete? Non temete il futuro! Osate sognare grandi cose! A questo grande sogno io oggi vi invito. Per favore, non perdetevi in bazzecole, non volate rasoterra, no, volate in alto e sognate grandi cose!

Voi giovani avete una speciale sensibilità per riconoscere la sofferenza degli altri – è interessante, voi ve ne accorgete subito. Il volontariato del mondo intero si nutre di migliaia di voi che siete capaci di mettere a disposizione il vostro tempo, di rinunciare alle vostre comodità, a progetti centrati su voi stessi, per lasciarvi commuovere dalle necessità dei più fragili e dedicarvi a loro. Ma può anche succedere che siete nati in ambienti dove la morte, il dolore, la divisione sono penetrate tanto a fondo da lasciarvi quasi nauseati e come anestetizzati dal dolore. Per questo vi voglio dire: lasciate che le sofferenze dei vostri fratelli colombiani vi smuovano! E aiutate noi anziani a non abituarci al dolore e all’abbandono. Abbiamo bisogno di voi, aiutateci in questo, a non abituarci al dolore e all’abbandono.

Anche voi, ragazzi e ragazze, che vivete in ambienti complessi, con realtà diverse e situazioni familiari le più varie, vi siete abituati a vedere che nel mondo non tutto è bianco e neppure tutto nero; che la vita quotidiana si risolve in un’ampia gamma di differenti tonalità di grigio – è vero –, e questo vi può esporre al rischio di cadere in un’atmosfera di relativismo, mettendo in disparte quella potenzialità che hanno i giovani di comprendere il dolore di coloro che hanno sofferto. Voi avete la capacità non solo di giudicare, di segnalare sbagli – perché ve ne accorgete subito –, ma anche quell’altra capacità bella e costruttiva: quella di comprendere. Comprendere che anche dietro un errore – perché, parliamoci chiaro, l’errore è errore e non bisogna mascherarlo –, e voi siete capaci di comprendere che anche dietro un errore c’è un’infinità di ragioni, di attenuanti. Quanto ha bisogno di voi la Colombia per mettersi nei panni di quelli che molte generazioni fa non hanno potuto o saputo farlo, o non azzeccarono il modo giusto per riuscire a comprendere!

A voi, giovani, risulta molto facile incontrarsi, vi è facile incontrarvi... E adesso vi faccio una domanda: qui vi siete incontrati tutti, da che ora siete qui?... [rispondono] Vedete, che siete coraggiosi? Per voi è molto facile incontrarvi: vi basta, per incontrarvi, un avvenimento come questo, un buon caffè, una bibita o qualunque cosa come pretesto per far nascere un incontro... Qualunque cosa è una buona scusa per l’incontro. I giovani si ritrovano nella musica, nell’arte... Persino una finale tra l’Atlético Nacional e l’América di Cali è un’occasione per stare insieme! Voi, poiché avete questa facilità di incontrarvi, potete insegnare a noi grandi che la cultura dell’incontro non significa pensare, vivere o reagire tutti nello stesso modo, no, non è questo; la cultura dell’incontro significa sapere che al di là delle nostre differenze siamo tutti parte di qualcosa di grande che ci unisce e ci trascende, siamo parte di questo meraviglioso Paese. Aiutateci a entrare, noi grandi, in questa cultura dell’incontro che voi praticate così bene!

Inoltre, la vostra giovinezza vi rende anche capaci di qualcosa di molto difficile nella vita: perdonare. Perdonare coloro che ci hanno ferito; è notevole vedere come voi non vi lasciate invischiare da vecchie storie, come guardate in modo strano quando noi adulti ripetiamo fatti di divisione semplicemente perché siamo attaccati a dei rancori. Voi ci aiutate in questo intento di lasciarci alle spalle quello che ci ha offeso, nel guardare avanti senza l’ostacolo dell’odio, perché voi ci fate vedere tutta la realtà che abbiamo davanti, tutta la Colombia che desidera crescere e continuare a svilupparsi; quella Colombia che ha bisogno di tutti e che noi anziani dobbiamo consegnare a voi.

E precisamente per questa capacità di perdonare [voi giovani] affrontate l’enorme sfida di aiutarci a risanare il nostro cuore. Ascoltate questa cosa che vi chiedo: aiutarci a guarire il nostro cuore. Lo diciamo tutti insieme? [Tuti: “Aiutarci a guarire il nostro cuore”] E’ un aiuto che vi chiedo: di contagiarci con la speranza giovane che avete voi, quella speranza che è sempre disposta a concedere agli altri una seconda opportunità. Gli ambienti di disperazione e incredulità fanno ammalare l’anima, ambienti in cui non si trovano vie d’uscita ai problemi, anzi, dove si e boicottano quelli che cercano di trovarle, e danneggiano la speranza di cui ogni comunità ha bisogno per andare avanti. Che le vostre aspirazioni e progetti diano ossigeno alla Colombia e la riempiano di salutari utopie.

Giovani, sognate, muovetevi, rischiate, guardate la vita con un sorriso nuovo, andate avanti, non abbiate paura! Solo così troverete il coraggio di scoprire il Paese che si nasconde dietro le montagne: quello che va oltre i titoli dei giornali e non rientra nelle preoccupazioni quotidiane perché è tanto lontano. Quel Paese che non si vede e che fa parte di questo corpo sociale che ha bisogno di noi. Voi giovani siete capaci di scoprire la Colombia profonda. I cuori dei giovani sono stimolati davanti alle grandi sfide. Quanta bellezza naturale da contemplare senza necessità di sfruttarla! Quanti giovani come voi hanno bisogno della vostra mano tesa, della vostra spalla per intravedere un futuro migliore!

Oggi ho voluto vivere questo momento con voi; sono sicuro che in voi c’è il potenziale necessario per costruire – costruire! – la nazione che abbiamo sempre sognato. I giovani sono la speranza della Colombia e della Chiesa; nel loro camminare e nei loro passi scorgiamo quelli di Gesù, Messaggero della Pace, di Colui che sempre ci porta buone notizie.

Mi rivolgo ora a tutti voi, cari fratelli e sorelle di questo amato Paese: bambini, giovani, adulti e anziani, voi che volete essere portatori di speranza; che le difficoltà non vi opprimano, che la violenza non vi abbatta, che il male non vi vinca. Crediamo che Gesù, con il suo amore e la sua misericordia che rimangono per sempre, ha vinto il male, ha vinto il peccato e la morte. Lo ripetiamo? [ripetono: “Gesù ha vinto il male, il peccato e la morte”] Basta solo andargli incontro. Andate incontro a Gesù! Vi invito all’impegno – non al risultato compiuto – all’impegno. A cosa vi invito? [rispondono: “All’impegno”] E cos’è che non dovete aspettarvi? [rispondono: “Il risultato compiuto”] Bene, congratulazioni! Allora, prendetevi questo impegno per il rinnovamento della società, perché sia giusta, stabile, feconda. Da questo luogo, vi incoraggio a confidare nel Signore, che è l’unico che ci sostiene, l’unico che e ci incoraggia per poter contribuire alla riconciliazione e alla pace.

Vi abbraccio tutti e ciascuno: tutti quelli che siete qui, i malati, i più poveri, gli emarginati, i bisognosi, gli anziani, quelli che sono a casa... tutti; tutti siete nel mio cuore. E prego Dio che vi benedica. E, per favore, non dimenticatevi di pregare per me. Grazie!

Prima di andarmene, se voi volete, vi do la benedizione. Preghiamo tutti insieme la Vergine: “Ave Maria…”.

[Benedizione]

Arrivederci!

[01227-IT.02] [Testo originale: Spagnolo]

Traduzione in lingua francese

Chers frères et sœurs,

Je vous salue avec grande joie et je vous remercie de cette bienvenue chaleureuse.«Dans toute maison où vous entrerez, dites d’abord: “Paix à cette maison”. S’il y a là un ami de la paix, votre paix ira reposer sur lui; sinon, elle reviendra sur vous» (Lc 10, 5-6).

J’entre aujourd’hui dans cette maison qu’est la Colombie en vous disant: la paix soit avec vous! C’était l’expression qu’utilisait tout juif, et aussi Jésus, pour saluer. J’ai voulu venir jusqu’ici comme pèlerin de paix et d’espérance, et je désire vivre ces moments de rencontre avec joie, rendant grâce à Dieu pour tout le bien qu’il a fait dans cette nation, en chacune de vos vies.

Et je viens aussi pour apprendre; oui, pour apprendre de vous, de votre foi, de votre force devant l’adversité. Car vous savez que l’évêque et le prêtre doivent apprendre de leur peuple, et c’est pourquoi je viens apprendre, apprendre de vous, je suis évêque et je viens apprendre. Vous avez vécu des moments difficiles et sombres, mais le Seigneur est près de vous, il est dans le cœur de chaque fils et fille de ce pays. Le Seigneur n’est pas sélectif, il n’exclut personne; le Seigneur embrasse chacun; et tous – écoutez bien – et nous sommes tous importants et nécessaires pour lui. Durant ces jours, je voudrais partager avec vous la vérité la plus importante: Dieu nous aime avec un amour de Père et il nous encourage à continuer à chercher et à désirer la paix, cette paix qui est authentique et durable. Dieu nous aime d’un amour de Père. Le répétons-nous ensemble? [Répétez: ‘‘Dieu nous aime d’un amour de Père]. Merci!

Bon, j’avais écrit ici: ‘‘Je vois ici beaucoup de jeunes’’, mais même si j’avais les yeux bandés, je sais que seuls les jeunes peuvent créer cette agitation. Vous les jeunes – et je vais m’adresser à vous - vous êtes venus des quatre coins du pays: de l’intérieur, de la côte, des régions forestières, des vallées, des plaines… de partout! C’est toujours pour moi un motif de joie, de gaîté de me retrouver avec les jeunes. Aujourd’hui je vous dis: s’il vous plaît, gardez vive votre joie, elle est le signe d’un cœur jeune, d’un cœur qui a rencontré le Seigneur. Et si vous gardez vive cette joie [d’être] avec Jésus, personne ne pourra vous l’enlever, personne (cf. Jn 16, 22). Mais pour ce qui est des doutes, je vous conseille: Ne vous la laissez pas voler; gardez cette joie qui unifie tout, conscients d’être aimés par le Seigneur. Car, comme nous l’avions dit au début: Dieu nous aime… comment c’était? [Répétez: ‘‘Dieu nous aime d’un amour de Père’’], Dieu nous aime d’un cœur de Père. Encore… [Répétez: Dieu nous aime d’un cœur de Père’’]. Et voilà le début de la joie. Le feu de l’amour de Jésus fait déborder cette joie, et il est suffisant pour enflammer le monde entier. Comment n’allez-vous pas pouvoir changer cette société et ce qu’on vous propose! N’ayez pas peur de l’avenir! Osez rêver grand! C’est à ces grands rêves que je vous invite aujourd’hui. S’il vous plaît, ne vous cantonnez pas dans la ‘‘petitesse’’, ne volez pas à ras le sol, mais volez haut et rêvez grand.

Vous, les jeunes, vous avez une sensibilité spéciale pour reconnaître la souffrance des autres– c’est curieux, vous vous en rendez compte immédiatement ; les volontaires du monde entier proviennent de milliers d’entre vous qui sont capables de renoncer à leur temps, à leur confort, à leurs projets centrés sur eux-mêmes pour se laisser émouvoir par les besoins des plus fragiles et se dévouer pour eux. Mais il peut arriver aussi que vous soyez nés dans des environnements où la mort, la souffrance, la division vous ont imprégnés si profondément qu’elles vous ont laissés à moitié étourdis, comme anesthésiés par la souffrance. C’est pourquoi je voudrais vous dire: Laissez la souffrance de vos frères colombiens vous gifler et vous faire bouger! Et nous, les plus âgés, aidez-nous à ne pas nous habituer à la souffrance et à l’abandon. Nous avons besoin de vous, aidez-nous à cela, à ne pas nous habituer à la souffrance et à l’abandon.

Vous également, jeunes gens et jeunes filles, qui vivez dans des milieux complexes, avec des réalités différentes, et des situations familiales les plus diverses, vous vous êtes habitués à voir que dans le monde tout n’est pas tout blanc ni tout noirnon plus ; que la vie quotidienne consiste en une large gamme de tonalités grises, c’est vrai; et cela peut vous exposer à un risque, attention, au risque de tomber dans une atmosphère de relativisme, laissant de côté cette capacité qu’ont les jeunes d’entendre la douleur de ceux qui ont souffert. Vous avez la capacité non seulement de juger, de souligner des erreurs – car vous vous en rendez compte immédiatement -, mais également cette autre capacité magnifique et constructive: celle de comprendre. Comprendre que même derrière une erreur – parce que, soyons clairs, une erreur est une erreur et il ne faut pas la maquiller – et vous êtes capables de comprendre que derrière une erreur il y a une infinité de raisons, de circonstances atténuantes. Combien la Colombie a besoin de vous pour se mettre dans la peau de tous ceux pour lesquels de nombreuses générations n’ont pas pu ou n’ont pas su le faire, ou n’ont pas trouvé les modalités d’une compréhension adéquate!

A vous, les jeunes, il vous est très facile de vous rencontrer, il vous est si facile de vous rencontrer… Et je vous pose une question: Ici, vous vous êtes tous rencontrés; depuis quelle heure êtes-vous ici? [Répondez]. Voyez-vous que vous êtes courageux! Il vous est très facile de vous rencontrer. Il vous suffit, pour vous rencontrer, d’un événement comme celui-ci, d’un bon café, d’un bon verre ou quoi que ce soit comme prétexte, comme un prétexte, pour susciter une rencontre. Et c’est là où je veux en venir, tout est un prétexte pour la rencontre. Les jeunes se retrouvent sur la musique, l’art…oui, même une finale entre l’Atlético Nacional et l’América de Cali est une occasion pour se réunir! Vous – parce que vous avez cette facilité de vous rencontrer - vous pouvez nous enseigner, à nous les aînés, que la culture de la rencontre ne consiste pas à penser, à vivre ni à réagir tous de la même manière- non, ce n’est pas cela - ; la culture de la rencontre, c’est de savoir qu’au-delà de nos différences nous faisons tous partie de quelque chose de grand qui nous unit et nous transcende, nous faisons partie de ce merveilleux pays. Aidez-nous à entrer, nous les aînés, dans cette culture que vous pratiquez si bien!

Votre jeunesse vous rend capables aussi de quelque chose de très difficile dans la vie: pardonner. Pardonner à ceux qui nous ont blessés; il est remarquable de voir comment vous ne vous laissez pas embobiner par de vieilles histoires, comment vous nous regardez avec étonnement, nous les adultes, répéter des histoires de divisions seulement pour rester, nous, prisonniers des rancœurs. Vous nous aidez dans cette tentative de laisser derrière ce qui nous a blessés et vous nous aidez à regarder en avant sans le fardeau de la haine, parce que vous nous faites voir le monde entier qu’il y a devant, toute la Colombie qui veut grandir et continuer à se développer; cette Colombie qui a besoin de chacun de nous et que, nous les plus âgés, nous vous la devons.

Et précisément grâce à cette capacité de pardonner vous affrontez l’énorme défi de nous aider à guérir notre cœur. Écoutez ceci que je vous demande: aidez-nous à guérir notre cœur. Le disons-nous tous? [Répétez: ‘‘Aidez-nous à guérir notre cœur’’]. C’est une aide que je vous demande. De nous transmettre l’espérance que vous avez, cette espérance qui est toujours prête à donner aux autres une seconde chance. Les environnements d’inquiétude et d’incrédulité enferment l’âme, environnements qui ne trouvent pas d’issue aux problèmes et qui boycottent ceux qui essayent, abiment l’espérance dont toute communauté a besoin pour avancer. Que vos illusions et vos projets donnent de l’oxygène à la Colombie et la remplissent de saines utopies.

Jeunes, rêvez, bougez, prenez des risques, regardez la vie avec un sourire nouveau, allez de l’avant, n’ayez pas peur! C’est seulement ainsi que vous vous résoudrez à découvrir le pays qui se cache derrière les montagnes; celui qui ne fait pas les titres des journaux et n’apparaît pas parmi les préoccupations quotidiennes parce qu’il est très loin. Ce pays que l’on ne voit pas et qui fait partie de ce corps social qui a besoin de nous: vous les jeunes, vous êtes capables de découvrir la Colombie profonde. Les cœurs jeunes sont stimulés devant les grands défis: combien de beautés naturelles y-a-t-il à contempler sans avoir besoin de les exploiter! Que de jeunes comme vous ont besoin de votre main tendue, de votre épaule pour entrevoir un avenir meilleur.

Aujourd’hui j’ai voulu passer ces moments avec vous, je suis sûr que vous avez la capacité nécessaire pour construire, construire la nation que nous avons toujours rêvée. Les jeunes sont l’espérance de la Colombie et de l’Eglise; sur leur chemin et sur leurs pas nous devinons ceux de Jésus, Messager de paix, celui qui nous porte de bonnes nouvelles.

Je m’adresse à présent à tous, chers frères et sœurs de ce pays bien-aimé: enfants, jeunes, adultes, personnes âgées, qui voulez être porteurs d’espérance; que les difficultés ne vous oppriment pas, que la violence ne vous abatte pas, que le mal ne vous vainque pas. Nous croyons que Jésus, par son amour et sa miséricorde qui demeurent pour toujours, a vaincu le mal, a vaincu le péché et la mort. Jésus a vaincu le mal, le péché et la mort. Le répétons-nous? [Répétons: ‘‘Jésus a vaincu le mal, le péché et la mort]. Il suffit d’aller à sa rencontre. Allez à la rencontre de Jésus, je vous invite à l’engagement - non à l’aboutissement –, à l’engagement. Je vous invite à quoi? [Répétez: ‘‘À l’engagement] Et que ne devez-vous pas rechercher? [L’aboutissement]. Bien, félicitations! Mobilisez-vous pour cet engagement en vue de la rénovation de la société afin qu’elle soit juste, stable, féconde. De ce lieu, je vous encourage à vous appuyer sur le Seigneur, il est le seul qui nous soutient, le seul qui nous encourage à contribuer à la réconciliation et à la paix.

Je vous embrasse tous et chacun, vous qui êtes ici, les malades, les plus pauvres, les marginalisés, ceux qui sont dans le besoin, les personnes âgées, ceux qui sont dans leurs maisons… chacun de vous; vous êtes tous dans mon cœur. Et je demande à Dieu de vous bénir. Et s’il vous plaît, je vous demande de ne pas oublier de prier pour moi. Merci beaucoup!

‘‘Je vous salue Marie…’’

[Bénédiction]

[01227-FR.02] [Texte original: Espagnol]

Traduzione in lingua inglese

Dear Brothers and Sisters:

I greet you with great joy and I thank you for this warm welcome. “Whatever house you enter, first say, ‘Peace be to this house!’ And if a son of peace is there, your peace shall rest upon him; but if not, it shall return to you” (Lk 10:5-6).

Today I enter this house of Colombia, saying to you: Peace be with you! This was the way of greeting of every Jew, and of Jesus too. I offer this greeting because I wanted to come here as a pilgrim of peace and hope, and I desire to experience these moments of encounter with joy, giving thanks to God for all the good he has done in this nation, in every one of your lives.

And I have also come here to learn; yes, to learn from you, to learn from your faith, your strength in the face of adversity. For you know that the bishop and the priest have to learn from their people, and so I have come to learn, to learn from you; I am a bishop and I have come to learn. You have endured difficult and dark moments, but the Lord is near you, in the heart of every son and daughter of this country. The Lord is not selective, he does not exclude anyone, the Lord embraces all; and all – listen to this – all of us are important and essential to him. During these days I would like to share with you the most important truth: that God loves us with the love of a Father who encourages us to continue looking for and desiring peace, that peace which is authentic and abiding. God loves us with the love of a Father. Shall we repeat this together? [The phrase is repeated by all] Thank you!

Well, on my text here are written the words: “I see many young people”, but even if my eyes were blindfolded, I know that this commotion can only be made by young people. You young people, and I want to speak to you, have come from all over the country: from cachacos, costeños, paisas, vallunos, llaneros, from all sides! For me it is always a pleasure, a joy, to meet young people. Today I say to you: please keep joy alive; it is a sign of a young heart, of a heart that has encountered the Lord. And if you keep alive that joy with Jesus, no one can snatch this away from you (cf. Jn 16:22). But should there be any doubt, let me offer you some advice: Do not let anyone rob you of joy; look after that joy which unites everyone in the knowledge of being loved by the Lord. For, as we said repeated earlier, God loves us… how did it go? [They repeat: “God loves us with the love of a Father”]. God loves us with the heart of a Father”. Let us repeat… [They repeat: “God loves us with the heart of a Father”]. This is the foundation of joy. The flame of Jesus’ love makes this joy burst forth, and is sufficient to set the whole world ablaze. How could you not be capable of changing this society and accomplishing all you decide to do! Do not be afraid of the future! Dare to dream big! I want to invite you to that great dream today. Please do not get into that “chiquitaje” [small-minded talk], don’t aim low, but aim high and dream big.

You, dear young people, have a particular ability of recognizing the suffering of others – it is interesting how you pick up on this immediately – volunteer workers around the world depend on thousands of you who give up your own time, your own comforts and plans, and allow yourselves to be moved by the needs of the most vulnerable, to whom you dedicate yourselves. But this can also emerge in contexts where death, pain and division have impacted you so deeply that they have left you half-dazed, as if numbed by pain. I therefore want to tell you: allow the suffering of your Colombian brothers and sisters to strike you and mobilize you! Help us, your elders, not to grow accustomed to pain and neglect. We need you. Help us in this: to not grow accustomed to pain and neglect.

You, also, young men and women who live in complex environments, with varying realities, and who come from a wide range of family situations, have grown used to seeing that not everything in the world is black and white; you have seen that daily life is in fact made up of a broad scale of grey tones, and that this can expose you to a risk, be careful: the risk of falling into a climate of relativism, thus discarding that potentiality which young people have, of perceiving the pain of those who suffered. You have the capacity not only to judge, to point out mistakes – for you pick up things quickly – but also that other beautiful, constructive ability: that of understanding. An understanding that even behind a wrong – and let us speak clearly, wrong is [always] wrong and cannot be just smoothed over – you are able to see behind it an endless number of causes, of mitigating factors. Colombia needs you so much to put yourselves in the shoes of those who, many generations earlier, could not or did not know how to do so, or did not come up with the right way to reach understanding!

For you, young people, it is so easy to meet one another. It is so easy to meet… I ask you: You all met up here, what time did you get here? [They reply] You are brave! You find it easy to meet up. All you need is a gathering such as this, a good coffee, a good drink or any other excuse to meet. And there I go, any excuse to meet up. The young agree on music, on art… Even a final between Atlético Nacional and América de Cali is an opportunity to get together! For you find it easy to meet together. You teach us, who are older, that the culture of meeting is not in thinking, living or reacting to everyone in the same way. No, it is not that. The culture of encounter, of meeting, is knowing that beyond our differences we are all part of something greater that unites and transcends us; we are part of this wonderful country. Help us to enter, help us who are older, to enter this culture of encounter, of meeting which you put into practice so well.

Your youthfulness also makes you capable of something very difficult in life: forgiving. Forgiving those who have hurt us; it is remarkable to see how you do not get entangled in old stories, how you watch with surprise when we adults repeat events that divide us simply by being tied to resentments. You help us in the desire to leave behind what has hurt us, to look to the future without the burden of hatred; because you make us see the wider world which stands before us, the whole of Colombia that wishes to grow and continue its development; that Colombia which needs all of us, and which we older people owe to you.

And precisely because of this ability to forgive you are facing the enormous challenge of helping us to heal our hearts. Please listen to what I ask of you: help us to heal our hearts. Can we repeat this? [They repeat: “Help us to heal our hearts”]. It is a help I ask of you. To pass on to us the youthful hope that you have, that hope which is always ready to give others a second chance. An atmosphere of anxiety sickens the soul; it sees no way out of problems, and ostracizes those who try; it is an atmosphere that harms the hope every community needs in order to move forwards. May your dreams and plans give fresh life to Colombia, and fill the country with wholesome goals.

Young people, dream, rise up, take risks, look at life with a new smile, go forwards, do not be fearful! Only in this way will people be motivated to discover the country hidden behind the mountains, the one that goes beyond newspaper headlines and which does not seem to be a daily concern since it is so far away. That country which people do not see, that part of the social context which needs us: you young people are able to discover of the depths of Colombia. Young people’s hearts are spurred into action when faced with great challenges: how much natural beauty there is to contemplate, without needing to exploit it! How many young people, like yourselves, need your outstretched hand, need your shoulder so as to discern a better future!

Today I wanted to spend this moment with you; I am certain that you have the potential needed to build, to build the nation we have always dreamed of. Young people are the hope of Colombia and of the Church; in your walking and in your steps we can glimpse the steps of Jesus, the Messenger of Peace, the One who brings us Good News.

I now direct some words to all of you, dear brothers and sisters of this beloved country: children, young people, adults, the elderly, who want to be bearers of hope. Do not let difficulties weigh you down; may violence not break you; may evil not overwhelm you. We believe that Jesus, with his love and mercy that remain forever, has conquered evil, he has conquered sin and death. Jesus has conquered evil, sin and death. Shall we repeat it? [They repeat: “Jesus has conquered evil, sin and death”]. All we need to do is go out to meet him. Go out to meet Jesus. I invite you to be committed, not to be compliant, but committed. What do I invite you to do? [They repeat: “To be committed”]. And what is it you must not do? [They repeat: “Be compliant”]. That’s good. Congratulations! Go out with that commitment to renew society, so that it will be just, stable and fruitful. From this place, I encourage you to entrust yourselves to the Lord, who is the only one who sustains us, the only one who inspires us to contribute to reconciliation and peace.

I embrace every one of you who are here, the sick, the poorest, the marginalized, those in need, the elderly, those who are housebound… all of you; you are all in my heart. And I ask God to bless you. And, please, I ask you do not forget to pray for me. Thank you!

“Hail Mary…”

[The Blessing]

[01227-EN.02] [Original text: Spanish]

Traduzione in lingua tedesca

Liebe Brüder und Schwestern, guten Tag!

Mit großer Freude grüße ich euch und danke euch für den sehr herzlichen Empfang. »Wenn ihr in ein Haus kommt, so sagt als Erstes: Friede diesem Haus! Und wenn dort ein Sohn des Friedens wohnt, wird euer Friede auf ihm ruhen; andernfalls wird er zu euch zurückkehren« (Lk 10,5-6).

Heute trete ich in dieses Haus Kolumbien ein und rufe euch zu: Der Friede sei mit euch! [Die Zuhörer antworten: Und mit deinem Geiste!] So lautete die Grußformel eines jeden Juden und auch von Jesus. Denn ich komme als Pilger des Friedens und der Hoffnung hierher und möchte mit Freude diese Augenblicke der Begegnung erleben. Ich danke Gott für all das Gute, das er in diesem Land und im Leben jedes einzelnen gewirkt hat.

Ich komme auch, um zu lernen; ja, um von euch zu lernen, von eurem Glauben und eurer Stärke angesichts der Widrigkeiten. – Ihr wisst, dass der Bischof und der Priester von ihrem Volk lernen müssen: Deshalb komme ich, um zu lernen, um von euch zu lernen. Ich bin Bischof, aber ich komme um zu lernen. – Ihr habt schwierige und dunkle Momente erlebt, aber der Herr ist euch nahe; er ist im Herzen jedes Sohnes und jeder Tochter dieses Landes. Er ist nicht wählerisch, er schließt keinen aus; der Herr umarmt alle. Wir alle – hört zu! – alle sind wir ihm wichtig, wir alle sind für ihn notwendig. In diesen Tagen möchte ich mit euch die wichtigste Wahrheit teilen: Gott liebt uns mit der Liebe eines Vaters, und er ermutigt euch, weiter den Frieden zu suchen und zu ersehnen, jenen echten und dauerhaften Frieden. Gott liebt uns mit der Liebe eines Vaters. Wiederholen wir es gemeinsam: „Gott liebt uns mit der Liebe eines Vaters“. Danke.

Gut. Ich habe hier im Manuskript geschrieben: „Ich sehe hier viele junge Leute“. Auch wenn ich die Augen verbunden hätte, würde ich wissen, dass dieses herrliche Durcheinander nur Jugendliche fertigbringen können! Gut … Ihr jungen Leute – jetzt wende ich mich an euch – seid von allen Ecken und Enden des Landes gekommen: aus Bogotá (cachacos), Bewohner der Küstenregion (costeños), aus dem Nordwesten (paisas), dem Cauca-Tal (vallunos) und von der östlichen Ebene (llaneros). Von allen Himmelsrichtungen! Jungen Leuten zu begegnen ist für mich immer Grund zur Freude. An diesem Tag sage ich euch: Bitte bewahrt euch eure lebendige Fröhlichkeit, denn sie ist das Kennzeichen eines jungen Herzens, des Herzens, das dem Herrn begegnet ist. Und wenn ihr diese Freude mit Jesus lebendig haltet, wird sie euch niemand wegnehmen, – niemand (vgl. Joh 16,22)! Aber sicherheitshalber rate ich euch: Lasst sie euch nicht rauben, hütet diese Fröhlichkeit, die alle im Bewusstsein eint, vom Herrn geliebt zu sein. Denn, wie wir zu Beginn gesagt haben: „Gott liebt uns …“ Wie war das noch? [Sie antworten: Gott liebt uns mit dem Herz eines Vaters“]. Nochmal! [Sie antworten: Gott liebt uns mit dem Herz eines Vaters“]. Und das ist das Prinzip der Freude. Das Feuer der Liebe Jesu macht diese Freude überschäumend. Und das reicht, um die ganze Welt zu entzünden. Was also könnte euch daran hindern, diese Gesellschaft zu verändern, wie ihr es machen wollt? Habt keine Angst vor der Zukunft! Traut euch, von großen Dingen zu träumen! Zu diesem großen Traum lade ich euch heute ein. Und bitte macht keine Kindereien; nein, fliegt in die Höhe und träumt von großen Dingen!

Ihr jungen Menschen habt ein besonderes Gespür dafür, das Leiden anderer zu erkennen. Das ist interessant: Ihr merkt das sofort. Das Volontariat auf der ganzen Welt rekrutiert sich aus Tausenden von euch, die bereit sind, ihre Zeit zur Verfügung zu stellen, auf Annehmlichkeiten und auf eigene Pläne zu verzichten, um sich von den Bedürfnissen der Schwächsten anrühren zu lassen und sich ihnen zu widmen. Aber es kann auch passieren, dass ihr in einer Umgebung geboren seid, wo der Tod, der Schmerz und die Spaltung so tief eingedrungen sind, dass euch vom Schmerz fast ganz übel wird und ihr wie benommen seid. Deshalb will ich euch sagen: Lasst es zu, dass die Leiden eurer kolumbianischen Brüder und Schwestern euch mobilisieren! Und helft uns Älteren, uns nicht an den Schmerz und an die Verlassenheit zu gewöhnen. Wir brauchen euch; helft uns, dass wir uns nicht an den Schmerz und an die Verlassenheit gewöhnen.

Auch ihr, Jungen und Mädchen, die ihr in einem vielschichtigen Umfeld mit unterschiedlichen Gegebenheiten und den verschiedensten familiären Situationen lebt, seid gewohnt zu sehen, dass in der Welt nicht alles schwarz oder weiß ist. Der Alltag verläuft in einem breiten Spektrum von verschiedenen Grautönen, das ist wahr. Aber das kann euch einem Risiko aussetzen: dem Risiko, in ein Klima des Relativismus zu geraten, wenn die Fähigkeit der Jugendlichen beiseitegeschoben wird, den Schmerz derer, die gelitten haben, zu verstehen. Ihr habt nicht nur die Fähigkeit, euch ein Urteil zu bilden und Fehler auszumachen – ihr merkt das sofort –, sondern ihr habt auch jenes andere schöne und konstruktive Vermögen: die Fähigkeit zu verstehen. Zu verstehen, dass es auch hinter einem Fehler – hier müssen wir Klartext reden: Ein Fehler bleibt ein Fehler, den man nicht verschleiern soll – ihr seid fähig zu verstehen, dass es auch hinter einem Fehler eine Vielzahl von Gründen und mildernde Umstände gibt. Wie sehr braucht Kolumbien euch, um sich in die Lage derer zu versetzen, die vor vielen Generationen es nicht gekonnt oder zu tun vermocht haben oder nicht die richtige Art und Weise gefunden haben, um zu verstehen.

Ihr jungen Leute findet leicht Kontakt. Ihr kommt leicht zusammen. Ich stelle euch jetzt eine Frage: Ihr seid hier alle zusammengekommen; wie lange seid ihr schon hier? … [Einige antworten.] Seht, wie tüchtig ihr seid? Für euch ist es sehr leicht zusammenzukommen. Euch genügt, um zusammenzukommen, ein Ereignis wie dieses hier, ein guter Kaffee, ein Getränk oder was auch immer als Vorwand, als ein Grund, um einen Kontakt zu knüpfen. Ihr hier, jede x-beliebige Sache ist ein Grund für eine Begegnung. Die Jugendlichen treffen sich bei der Musik, bei der Kunst … Sogar das Endspiel zwischen Atlético Nacional und América di Cali wird zu einer Gelegenheit, zusammen zu sein. Weil ihr diese Fähigkeit habt, Kontakt zu knüpfen, könnt ihr uns Älteren beibringen, dass die Kultur der Begegnung nicht bedeutet, dass alle in der gleichen Weise denken, leben und sich verhalten. Nein, so ist es nicht! Die Kultur der Begegnung bedeutet zu wissen, dass wir alle jenseits unserer Unterschiedlichkeit Teil von etwas Großem sind, das uns vereint und übersteigt, wir sind Teil dieses wunderbaren Landes. Helft uns Älteren, in diese Kultur der Begegnung einzutreten, die ihr so gut praktiziert!

Eure Jugend macht euch auch fähig, etwas im Leben sehr Schwieriges zu tun, nämlich zu verzeihen. Denen zu verzeihen, die uns verletzt haben. Es ist bemerkenswert, wie ihr euch nicht von alten Geschichten einwickeln lasst, wie ihr verwundert schaut, wenn wir Erwachsenen Vorfälle der Spaltung wiederholen, einfach weil wir in unserem Groll verharren. Ihr helft uns bei dem Versuch, all das hinter uns zu lassen, was uns gekränkt hat, und ohne das Hindernis des Hasses nach vorne zu schauen. Denn ihr lasst uns die ganze Wirklichkeit sehen, die wir vor uns haben, ganz Kolumbien, das wachsen und sich weiter entwickeln möchte; jenes Kolumbien, das alle braucht und das wir Älteren euch übergeben müssen.

Genau wegen dieser Fähigkeit zur Vergebung steht ihr vor der enormen Herausforderung, uns zu helfen, unser Herz zu heilen. Hört das, was ich euch bitte: Helft uns, dass unser Herz gesund wird. Sagen wir es alle zusammen? [Sie wiederholen: Helft uns, dass unser Herz gesund wird.] Das ist eine Hilfe, die ich von euch erbitte. Uns anzustecken mit der jugendlichen Hoffnung, die ihr habt; jene Hoffnung, die immer bereit ist, den anderen eine zweite Chance zu geben. Das Umfeld von Verzweiflung und Unglaube macht die Seele krank. Aus solchen Umgebungen findet man keine Auswege. Sie boykottieren jene, die sich auf die Suche machen, welche zu finden. Sie beschädigen die Hoffnung, die jede Gemeinschaft nötig hat, um voranzuschreiten. Mögen eure Träume und Pläne Kolumbien Sauerstoff geben und es mit heilbringenden Utopien erfüllen!

Junge Freunde, habt Träume, bewegt euch, riskiert etwas, schaut das Leben mit einem neuen Lächeln an, geht voran! Habt keine Angst! Nur so werdet ihr den Mut finden, das Land zu entdecken, das sich hinter den Bergen verbirgt: jenes Land, das über die Schlagzeilen der Zeitungen hinausgeht und nicht in den täglichen Sorgen auftritt, weil es weit weg ist. Dieses Land, das man nicht sieht und doch Teil dieses sozialen Körpers ist, der uns braucht: Ihr jungen Menschen seid fähig, das tiefgründige Kolumbien entdecken. Die Herzen der jungen Menschen werden durch die großen Herausforderungen angeregt. Wieviel natürliche Schönheit gibt es zu betrachten, ohne dass man sie ausbeuten muss! Wie viele junge Menschen wie ihr brauchen eure ausgestreckte Hand und eure Schulter, um eine bessere Zukunft zu erahnen!

Heute wollte ich diesen Moment mit euch verbringen. Ich bin sicher, dass in euch das notwendige Potential steckt, um das Land aufzubauen, – aufbauen! – von dem wir immer geträumt haben. Die Jugend ist die Hoffnung Kolumbiens und der Kirche. In ihrem Vorangehen und in ihren Schritten nehmen wir jene von Jesus, dem Freudenboten, wahr, der Frieden ankündigt, der immer eine frohe Botschaft bringt (vgl. Jes 52,7).

Nun wende ich mich an euch alle, liebe Brüder und Schwestern dieses geliebten Landes: Kinder, Jugendliche, Erwachsene und ältere Menschen – euch, die ihr Hoffnungsträger sein möchtet. Mögen euch die Schwierigkeiten nicht niederdrücken, die Gewalt nicht entmutigen, das Böse nicht besiegen! Glauben wir daran, dass Jesus mit seiner Liebe und mit seiner Barmherzigkeit, die für immer bleiben, das Böse, die Sünde und den Tod besiegt hat. Wollen wir es wiederholen? [Sie wiederholen: „Jesus hat das Böse, die Sünde und den Tod besiegt“]. Es genügt einfach, ihm entgegenzugehen. Geht Jesus entgegen! Ich fordere euch auf, euch dafür einzusetzen – nicht gleich das fertige Ergebnis zu erwarten –; also ich fordere euch auf, Einsatz zu zeigen. Zu was fordere ich euch auf? [Sie antworten: Einsatz zu zeigen]. Was könnt ihr nicht erwarten? [Sie antworten: Das fertige Ergebnis]. Gut, alle Achtung! Also, nehmt diesen Einsatz an, damit die Gesellschaft erneuert wird, damit sie gerecht, stabil und fruchtbar sei. Von diesem Ort aus lade ich euch ein, auf den Herrn zu vertrauen, den Einzigen, der uns erhält, den Einzigen, der uns ermutigt, um zur Versöhnung und zum Frieden beitragen zu können.

Ich umarme euch alle und jeden einzelnen, alle, die ihr hier seid, die Kranken, die Ärmsten, die Ausgestoßenen, die Bedürftigen, die Alten, jene, die zuhause sind … alle. Ihr alle seid in meinem Herzen. Ich bitte Gott, euch zu segnen. Und bitte vergesst nicht für mich zu beten! Tausend Dank!

Bevor ich gehe, gebe ich euch, wenn ihr wollt, den Segen. Beten wir alle zur Mutter Gottes: Gegrüßet seist Du, Maria …

[Segen]

Auf Wiedersehen!

[01227-DE.02] [Originalsprache: Spanisch]

Traduzione in lingua portoghese

Queridos irmãos e irmãs, bom dia!

Com grande alegria, vos saúdo e agradeço a calorosa receção. «Em qualquer casa em que entrardes, dizei primeiro: “A paz esteja nesta casa!” E, se lá houver um homem de paz, sobre ele repousará a vossa paz; se não, voltará para vós» (Lc 10, 5-6).

Hoje entro nesta casa que é a Colômbia, dizendo-vos: «A paz esteja convosco!» [respondem: «E contigo também»] Tal era a forma de saudação de todo o judeu e também de Jesus. Com efeito, quis vir aqui como peregrino de paz e de esperança e desejo viver estes momentos de encontro com alegria, dando graças a Deus por todo o bem que realizou nesta nação, na vida de cada pessoa.

Venho também para aprender; sim, aprender convosco, com a vossa fé, com a vossa fortaleza perante a adversidade. Sabeis que o bispo, o sacerdote devem aprender com o seu povo: por isso eu venho aprender, aprender convosco. Sou bispo, mas venho aprender. Vivestes momentos difíceis e obscuros, mas o Senhor está perto de vós, no coração de cada filho e filha deste país. Ele não tem preferências, não exclui ninguém, o Senhor abraça a todos; e todos – ouvi bem! – todos somos importantes e necessários para Ele. Durante estes dias, queria partilhar convosco a verdade mais importante: Deus ama-nos com amor de Pai e encoraja-vos a continuar a procurar e desejar a paz, aquela paz que é autêntica e duradoura. Deus ama-nos com amor de Pai. Repitamos juntos: «Deus ama-nos com amor de Pai». Obrigado!

Neste ponto, eu tinha escrito: «Vejo aqui muitos jovens». Mas, mesmo com os olhos vendados, saberia que esta bela confusão, só a podem fazer os jovens! Pois bem! Vós, jovens – agora dirijo-me a vós –, viestes de toda a parte do país: originários de Bogotá (cachacos), habitantes da costa (costeños), da região de Antioquia, Caldas, Risaralda e Quindío (paisas), do Vale do Cauca (vallunos) e das planícies (llaneros). Para mim é sempre motivo de alegria encontrar-me com os jovens. Eis o que vos digo neste dia: por favor, mantende viva a alegria, porque é sinal do coração jovem, do coração que encontrou o Senhor. E, se mantendes viva esta alegria com Jesus, ninguém vo-la pode tirar, ninguém (cf. Jo 16, 22). Mas, na dúvida, aconselho-vos: não vo-la deixeis roubar, cuidai dessa alegria que tudo unifica no facto de saber-se amado pelo Senhor. Porque, como dissemos atrás, Deus ama-nos… Como era? [respondem: «Deus ama-nos com amor de Pai»] Outra vez! [respondem: Deus ama-nos com amor de Pai»] E isto é o início da alegria. O fogo do amor de Cristo faz transbordar esta alegria e é suficiente para incendiar o mundo inteiro. Então que poderia impedir-vos de mudar esta sociedade, como tendes vontade de fazer? Não temais o futuro! Ousai sonhar grandes coisas! É a este sonhar em grande que hoje vos quero convidar. Por favor, não vos contenteis com fazer coisas «terra a terra». Não; voai alto e sonhai coisas grandes!

Vós, os jovens, tendes uma sensibilidade especial para reconhecer o sofrimento dos outros. É interessante! Imediatamente vos dais conta. O voluntariado do mundo inteiro nutre-se de milhares de jovens como vós que sois capazes de disponibilizar o vosso tempo, renunciar às vossas comodidades, a projetos centrados em vós mesmos, para vos deixardes comover pelas necessidades dos mais frágeis e dedicar-vos a eles. Mas também pode acontecer que tenhais nascido em ambientes onde a morte, o sofrimento, a divisão penetraram tão profundamente, que vos tenham deixado quase nauseados e como que anestesiados quanto ao sofrimento. Por isso quero dizer-vos: deixai que os sofrimentos dos vossos irmãos colombianos vos mobilizem! E a nós, os mais velhos, ajudai-nos a não nos habituarmos ao sofrimento e ao abandono. Precisamos de vós, ajudai-nos a não nos habituarmos ao sofrimento e ao abandono.

Também vós, moços e moças que viveis em ambientes complexos, com diferentes realidades e situações familiares tão variadas, vos habituastes a ver que no mundo nem tudo é branco ou preto, mas que a vida diária se apresenta numa ampla gama de diferentes tonalidades de cinzento. É verdade! Mas isto pode expor-vos ao risco: ao risco de cair numa atmosfera de relativismo, deixando de lado esta potencialidade que têm os jovens de compreender a dor daqueles que sofreram. Vós não tendes apenas a capacidade de julgar, assinalar erros, porque imediatamente vos dais conta deles, mas também a capacidade bela e construtiva de compreender. Compreender que, mesmo por detrás de um erro (porque – digamo-lo claramente – o erro é erro, e não se deve mascará-lo), vós sois capazes de compreender que, por detrás de um erro, há uma infinidade de razões, de atenuantes. Quanto precisa de vós a Colômbia, para se colocar na pele daqueles que, há muitas gerações, não puderam ou não souberam fazê-lo, ou não atinaram com o modo justo para chegar a compreender!

Para vós, jovens, é tão fácil encontrar-vos. É fácil encontrar-vos. E aqui tenho uma pergunta: Aqui encontrastes-vos todos, mas desde que hora estais aqui? [respondem…] Vedes como sois corajosos? Para vós, é tão fácil encontrar-vos: é suficiente, para vos encontrardes, um acontecimento simples como este: um bom café, uma bebida ou qualquer outra coisa serve de pretexto para suscitar o encontro. Sim; qualquer coisa é pretexto para um encontro. Os jovens encontram-se na música, na arte... Até uma final, uma partida entre o Atlético Nacional e o América de Cali se torna ocasião para estar juntos! Tendes esta facilidade de vos encontrar e, por conseguinte, podeis ensinar-nos, a nós adultos, que a cultura do encontro não significa pensar, viver ou reagir todos do mesmo modo. Não! Não é isto. A cultura do encontro significa saber que, independentemente das nossas diferenças, todos somos parte de algo de grande que nos une e transcende, somos parte deste país maravilhoso. Ajudai-nos, a nós adultos, a entrar plenamente nesta cultura do encontro que praticais tão bem!

Além disso, a vossa juventude também vos torna capazes duma coisa muito difícil na vida: perdoar. Perdoar a quem nos feriu; é digno de nota ver como vós não vos deixais enredar por velhas histórias, como olhais de modo estranho quando nós, adultos, repetimos histórias de divisão simplesmente porque estamos presos a rancores. Vós ajudais-nos neste intento de deixar para trás aquilo que nos ofendeu, ajudais-nos a olhar para a frente sem o obstáculo do ódio, porque vós nos fazeis ver toda a realidade que temos à nossa frente, toda a Colômbia que deseja crescer e continuar a desenvolver-se; esta Colômbia que precisa de todos e que nós, os mais velhos, devemos entregar a vós.

E, precisamente por esta capacidade de perdoar, vós, jovens, enfrentais o enorme desafio de nos ajudar a sanar o nosso coração. Ouvi o que vos peço: Ajudai-nos a curar o nosso coração. Podemos dizê-lo, todos juntos? [repetem-no] É uma ajuda que vos peço: a de nos contagiar com a esperança juvenil, a esperança que está sempre disposta a conceder aos outros uma segunda oportunidade. Os ambientes de desespero e incredulidade fazem adoecer a alma: são ambientes que não encontram saída para os problemas; pior ainda, são ambientes onde se boicotam aqueles que procuram encontrá-la, danificam a esperança de que toda a comunidade necessita para avançar. Que as vossas aspirações e projetos oxigenem a Colômbia e a encham de salutares utopias! Jovens, sonhai, mobilizai-vos, sabei arriscar, olhai a vida com um sorriso novo, avançai! Não tenhais medo!

Só assim encontrareis a coragem de descobrir o país que se esconde por detrás das montanhas: aquele país que transcende os títulos dos jornais e não aparece nas preocupações diárias por estar tão longe; aquele país que não se vê mas que faz parte deste corpo social que precisa de nós. Vós, jovens sois capazes de descobrir a Colômbia profunda! Os corações dos jovens sentem-se estimulados perante os grandes desafios. Quanta beleza natural para ser contemplada, sem necessidade de a espoliar! Quantos jovens como vós precisam da vossa mão estendida, do vosso ombro para vislumbrar um futuro melhor!

Hoje quis viver estes momentos convosco. Tenho a certeza de que, em vós, existe o potencial necessário para construir – sim, construir – a nação que sempre sonhamos. Os jovens são a esperança da Colômbia e da Igreja; no seu caminhar e nos seus passos, vislumbramos os de Jesus, Mensageiro da Paz, d’Aquele que sempre nos traz boas notícias.

Dirijo-me agora a todos vós, queridos irmãos e irmãs deste amado país: crianças, jovens, adultos e idosos, vós que desejais ser portadores de esperança. Que as dificuldades não vos oprimam, que a violência não vos abata, que o mal não vos vença! Acreditamos que Jesus, com o seu amor e a sua misericórdia que permanecem para sempre, venceu o mal, venceu o pecado e a morte. Repetimo-lo? [repetem]. Basta apenas ir ao encontro d’Ele. Ide ao encontro de Jesus! Convido-vos ao compromisso – não ao resultado alcançado –, ao compromisso. A que é que vos convido? [respondem: «ao compromisso») E de que é que não deveis estar à espera? [respondem: «do resultado alcançado»] Acertastes; congratulações! Então, assumi este compromisso em prol da renovação da sociedade, para que seja justa, estável, fecunda. Daqui vos encorajo a confiar no Senhor, que é o único que nos sustenta, o único que nos encoraja para podermos contribuir para a reconciliação e a paz.

Abraço-vos a todos e cada um, a quantos estais aqui, aos doentes, aos mais pobres, aos marginalizados, aos necessitados, aos idosos, aos que estão em casa... a todos; todos estais no meu coração. E peço a Deus que vos abençoe. E, por favor, não vos esqueçais de rezar por mim. Muito obrigado!

Antes de partir, se quiserdes, dou-vos a Bênção. Rezemos todos juntos à Virgem: «Ave Maria…».

[Bênção]

Até à próxima!

[01227-PO.02] [Texto original: Espanhol]

Traduzione in lingua polacca

Drodzy bracia i siostry, dzień dobry!

Pozdrawiam was z wielką radością i dziękuję za gorące powitanie. „Gdy wejdziecie do jakiegoś domu, najpierw mówcie: «Pokój temu domowi». Jeśli tam mieszka człowiek godny pokoju, wasz pokój spocznie na nim, jeśli nie, powróci do was” (Łk 10, 5-6).

Dzisiaj wchodzę do waszego domu, którym jest Kolumbia, mówiąc: „Pokój wam!” [Odpowiadają: i z duchem twoim”]. Tak wyrażał pozdrowienie każdy Żyd, a także Jezus. Pragnąłem przybyć tutaj jako pielgrzym pokoju i nadziei i chcę przeżyć te chwile spotkania w radości, dziękując Bogu za całe to dobro, które uczynił w tym Narodzie, w życiu każdej osoby.

Przybywam również, aby się uczyć; tak – uczyć się od was, waszej wiary, waszego hartu ducha w obliczu przeciwności. Wiecie, że biskup i kapłan muszą uczyć się od swojego ludu: dlatego przybywam, żeby się uczyć, uczyć się od was. Jestem biskupem, lecz przybywam, żeby się uczyć. Przeżyliście chwile trudne i mroczne, ale Pan jest przy was, w sercu każdego syna i córki tego kraju. On nie selekcjonuje, nie wyklucza nikogo, Pan obejmuje wszystkich; i wszyscy – słuchajcie uważnie! - wszyscy jesteśmy dla Niego ważni i niezbędni. W ciągu tych dni chciałbym dzielić z wami najważniejszą prawdę: że Bóg kocha was miłością Ojca i zachęca was do dalszego poszukiwania i pragnienia pokoju – tego pokoju, który jest prawdziwy i trwały. Bóg nas miłuje miłością Ojca. Powtórzmy razem: „Bóg nas miłuje miłością Ojca”. Dziękuję.

Dobrze. Napisałem w tym miejscu: „Widzę tu wielu młodych”. Ale nawet jeśli miałbym przewiązane oczy, to wiem, że to taki piękny chaos mogą czynić jedynie młodzi. Dobrze…wy młodzi – teraz zwracam się do was – przybyliście ze wszystkich zakątków kraju: pochodzących z Bogoty (cachacos), wybrzeża (costeños), z departamentów Antioquia, Caldas, Risaralda i Quindio (paisas), z departamentu Valle del Cauca (vallunos) i z nizin (llaneros). Wielką radość sprawia mi zawsze spotykanie się z młodymi. Dziś mówię wam: proszę was bardzo - zachowujcie żywą radość, bo jest ona znakiem młodego serca, serca, które spotkało Pana. A jeśli będziecie zachowywali żywą ową radość z Jezusem, to nikt nie będzie mógł wam jej odebrać (por. J 16, 22)!. Ale w przypadku wątpliwości, radzę wam: nie dajcie sobie jej ukraść, troszczcie się o tę radość, która wszystko to łączy w świadomości, że jesteście umiłowani przez Pana. Bo jak powiedzieliśmy na początku: Bóg nas miłuje … jak to było? [odpowiadają: „Bóg nas miłuje ojcowskim sercem”]. Raz jeszcze! [odpowiadają: „Bóg nas miłuje ojcowskim sercem”]. To jest istotą radości. Żar miłości Jezusa Chrystusa czyni tę radość przeobfitą i wystarcza, aby zapalić cały świat. Cóż zatem mogłoby wam przeszkodzić w zmienianiu tego społeczeństwa, jak chcecie czynić? Nie lękajcie się przyszłości! Ośmielcie się marzyć o rzeczach wielkich! Chcę was dzisiaj zachęcić do tego wielkiego marzenia. Proszę was, nie czyńcie rzeczy małostkowo, ale przeciwnie: szybujcie wysoko i marzcie o tym co wielkie!

Wy, młodzi macie szczególną wrażliwość na rozpoznawanie cierpień innych ludzi; to ciekawe, szybko zdajecie sobie z nich sprawę. Wolontariat na całym świecie czerpie swoje siły z was, zdolnych do oddania swego czasu do dyspozycji, rezygnacji ze swoich wygód, planów skupionych na samych sobie, aby dać się porwać przez potrzeby tych najsłabszych i poświęcać się im. Ale może się też zdarzyć, że urodziliście się w środowisku, w którym śmierć, ból, podziały przeniknęły tak głęboko, że pozostawiły was niemal oszołomionymi, jakby znieczulonymi przez cierpienie. Dlatego chcę wam powiedzieć: pozwólcie by wami wstrząsnęły i poruszył cierpienia waszych kolumbijskich braci! Pomagajcie też nam, starszym, abyśmy nie przyzwyczajali się do bólu i opuszczenia. Jesteście nam potrzebni. Pomóżcie nam, abyśmy nie nawykli do cierpienia i opuszczenia.

Również wy, chłopcy i dziewczęta, żyjący w środowiskach skomplikowanych, w zróżnicowanej rzeczywistości i w najróżniejszych sytuacjach rodzinnych, przyzwyczailiście się do dostrzegania, że w świecie nie wszystko jest czarno-białe, że życie codzienne rozgrywa się w szerokiej gamie tonacji szarych, to prawda. Ale to może narażać was na ryzyko popadnięcia w atmosferę relatywizmu, odkładając na bok tę potencjalność, jaką mają młodzi – zrozumienia bólu tych, którzy cierpieli. Macie nie tylko zdolność osądzania, sygnalizowania błędów, do natychmiast zdajecie sobie z nich sprawę,  ale także tę inną cudowną i budującą zdolność: rozumienia. Rozumienia, że nawet za błędem – bo musimy rozmawiać ze sobą jasno: błąd jest błędem i nie należy go ukrywać. Potraficie zrozumieć, że także za błędem jest nieskończona ilość przyczyn, okoliczności łagodzących. Jakże bardzo potrzebuje was Kolumbia, aby wejść w położeni tych, którzy całe pokolenia wcześniej nie mogli, albo nie umieli tego uczynić, albo nie potrafili w odpowiedni sposób dojść do zrozumienia!

Wam, młodym, znacznie łatwiej jest się spotykać. Łatwo wam się spotkać nawzajem. I tutaj nasuwa mi się pytanie: wszyscy się tutaj spotkaliście. Od której godziny jesteście tutaj? … [odpowiadają]. Czyż widzicie, że jesteście dzielni? Bardzo wam łatwo się spotykać: wystarcza wam, by się spotkać wydarzenie takie, jak to, dobra kawa, napój czy cokolwiek, jako pretekst, żeby doprowadzić do spotkania. Każda rzecz jest pretekstem do spotkania. Młodzi zbierają się przy muzyce, przy sztuce... tak, nawet rozgrywki, mecz finałowy między Atlético Nacional a América Cali staje się okazją, żeby być razem! Macie tę łatwość spotkania i dlatego możecie nas nauczyć, nas dorosłych, że kultura spotkania nie polega na tym, żeby wszyscy myśleli czy reagowali w ten sam sposób. Nie to nie to. Kultura spotkania oznacza świadomość, że pomimo naszych różnic wszyscy jesteśmy częścią czegoś wielkiego, co nas łączy i przekracza, jesteśmy częścią tego wspaniałego kraju. Pomóżcie nam, by wejść w pełni, nam dorosłym w tę kulturę spotkania, którą stosujecie tak dobrze!

Ponadto wasza młodość uzdalnia was również do czegoś bardzo trudnego w życiu: do przebaczania. Przebaczania tym, którzy nas zranili; na uznanie zasługuje widok tego, jak nie dajecie się wplątać w stare historie, jak spoglądacie ze zdziwieniem, gdy my, dorośli, powtarzamy wydarzenia dzielące nas po prostu dlatego, że jesteśmy przywiązani do urazów. Pomagacie nam w tym zamiarze pozostawienia za sobą tego, co nas obraziło, w spoglądaniu w przyszłość bez obciążenia nienawiścią, bo ukazujecie nam wszystko, co mamy przed sobą, całą Kolumbię, która chce się wzrastać i nadal się rozwijać. Tę Kolumbię, która potrzebuje nas wszystkich i którą my, starsi mamy wam przekazać.

Właśnie ze względu na tę zdolność przebaczania [wy młodzi] podejmujecie ogromne wyzwanie, by nam pomóc w uzdrowieniu naszych serc. Słuchajcie, co wam powiem: pomóżcie nam w uzdrowieniu naszego serca. Czy powiedzmy to razem? [powtarzają te słowa]. To pomoc, o którą was proszę: byście nas, zarazili młodzieńczą nadzieją, nadzieją która zawsze gotowa jest dawać innym drugą szansę. Atmosfera przygnębienia i niedowierzania zakaża duszę, atmosfera, w której nie ma wyjścia dla problemów, a gdzie wręcz bojkotuje się tych, którzy starają się je znaleźć, szkodzą nadziei, której potrzebuje każda wspólnota, aby iść naprzód. Niech wasze nadzieje i plany dotlenią Kolumbię i napełnią ją uzdrawiającymi marzeniami. Młodzi ludzie – marzcie, ruszcie z miejsca, bądźcie zdolni do podjęcia ryzyka, patrzcie na życie z nowym uśmiechem, idźcie naprzód! Nie lękajcie się!

Tylko w ten sposób znajdziecie odwagę do odkrywania kraju, który skrywa się za górami; który wykracza poza tytuły dzienników i nie pojawia się w codziennych troskach, bo jest tak daleko. Ten kraj, którego nie widać i który jest częścią tego ciała społecznego, które nas potrzebuje. Wy młodzi jesteście do tego zdolni do odkrycia głębokiej Kolumbii. Serca młodych pobudzają się w obliczu wielkich wyzwań. Ileż jest naturalnego piękna, które należy podziwiać, nie musząc go wyzyskiwać! Iluż młodych, takich jak wy, potrzebuje waszej wyciągniętej ręki, waszych ramion, aby wyobrazić sobie lepszą przyszłość!

Dziś chciałem przeżyć ten czas z wami. Jestem pewien, że tkwi w was potencjał konieczny do budowania – budowania! narodu, o którym zawsze marzyliśmy. Młodzi są nadzieją Kolumbii i Kościoła. W ich pielgrzymowaniu i w ich krokach dostrzegamy kroki Jezusa, Posłańca Pokoju, Tego, który zawsze przynosi nam dobre wiadomości.

Teraz zwracam się do was, drodzy bracia i siostry tego umiłowanego kraju: dzieci, młodzieży, dorosłych, starców, was, którzy chcecie być nosicielami nadziei. Niech nie przygniatają was trudności, niech nie zniszczy was przemoc, niech nie zwycięży was zło. Wierzymy, że Jezus swoją miłością i miłosierdziem, które trwają wiecznie, zwyciężył zło, zwyciężył grzech i śmierć. Czy to powtórzmy? [powtarzają] Wystarczy tylko wyjść Mu na spotkanie. Wychodźcie na  spotkanie z Jezusem! Zachęcam was do zaangażowania się - nie do osiągniętego wyniku – ale do zaangażowania. Do czego was zachęcam? [powtarzają: „do zaangażowania”]. A czego nie powinniście oczekiwać? [powtarzają: „osiągniętego wyniku”]. Dobrze, gratuluję wam! Zatem podejmijcie zaangażowanie w odnowę społeczeństwa, aby było sprawiedliwe, trwałe i płodne. Z tego miejsca zachęcam was do zawierzenia Panu, który jest jedynym, który nas wspiera, jedynym który nas zachęca, abyśmy mogli przyczyniać się do pojednania i pokoju.

Biorę was wszystkich i każdego z osobna w ramiona, wszystkich tu obecnych – chorych, najuboższych, zmarginalizowanych, potrzebujących, osoby starsze, przebywających w swych domach... wszystkich, wszyscy jesteście w moim sercu. I proszę Boga, aby wam błogosławił. I nie zapominajcie, proszę o mnie w modlitwie. Dziękuję wam bardzo!

Zanim stąd odejdę, jeśli chcecie, udzielę wam mego błogosławieństwa. Odmówmy wszyscy „Zdrowaś Maryjo”…

[Błogosławieństwo]

Do widzenia!

[01227-PL.01] [Testo originale: Spagnolo]

[B0563-XX.02]