Pubblichiamo di seguito il discorso che il Santo Padre Francesco ha rivolto a braccio ieri mattina, nell’Aula Paolo VI, ai membri della Comunità Cattolica Shalom ricevuti in Udienza:
Discorso del Santo Padre
Muchas gracias por los testimonios. Pregunté si podía hablar en español… [Aula: «¡Sí!»] y no en italiano, así me puedo expresar mejor. Pero hablando en español, se habla un poco de «portuñol» y un poco de «cocoliche», que es un poco de italiano y español juntos… Así que con el español nos arreglamos.
Juan, encontraste el sentido de tu vida en la oración, en la vida fraterna en comunidad y en la evangelización, ¿no es cierto? Rezando, compartiendo y evangelizando te diste cuenta que tu vida tenía un sentido. Fíjate que los tres verbos que usaste para explicar esto son verbos de movimiento, de salir de vos mismo. Saliste de vos mismo en la oración para encontrarte con Dios, saliste de vos mismo en compartir la fraternidad para encontrarte con los hermanos, y saliste de vos mismo para ir a evangelizar, para dar una buena noticia. Y la buena noticia —vos usaste la palabra— es la misericordia, en un mundo marcado por la desesperanza y por la indiferencia. Es curioso, la misericordia es algo absoluto. Vos no podés hablar sobre la misericordia solamente, la tenés que testimoniar, la tenés que compartir, la tenés que enseñar saliendo de vos mismo. Para hablar de misericordia hay que poner la carne sobre el asador; si no, no se entiende ese testimonio de no estar encerrado en sí mismo o en los propios intereses, si no en salir. Salir buscando a Dios. No es fácil buscar a Dios, es todo un camino. Salir compartiendo con los demás —no jugando al «nene» privilegiado a quien le regalan todos los juguetes y todo para él—, y salir para contarle a los demás que Dios es bueno, que Dios te está esperando aun en los peores momentos de la vida. Y eso es quizás el mensaje de la misericordia que uno puede dar, ¿no? Acordate del pasaje del hijo que vuelve a la casa. En Lucas capítulo 15 hay una frase que dice que el padre lo vio venir de lejos. Se había ido algunos años antes, los que le llevó a gastar toda la plata que tenía. Lo vio venir de lejos. Eso a mí me hace pensar que ese padre, todos los días y quizás a cada rato, subía a la terraza a ver si el hijo volvía. Así es Dios con nosotros, aun en los peores momentos de pecado, aun en los momentos difíciles. Y sigue el Evangelio: «Y el padre al verlo de lejos se conmovió —con ese verbo que en hebreo significa “se le revolvieron las entrañas”, esas entrañas paternas y maternas de Dios— y salió corriendo y se le tiró al cuello». Ese hijo estaba en el peor de los pecados, en la peor de las situaciones y cuando dijo «voy a mi padre», el padre ya lo estaba esperando. Esa es la misericordia, no desesperar nunca. Además, parece que nuestro Dios tiene una especial predilección por los pecadores, incluso los de purasangre: los espera. Así que yo te sugeriría eso, seguí saliendo de vos mismo y hacele entender a todos que siempre hay un Padre que nos espera con cariño y con ternura al primer paso que nosotros queramos dar. Eso es lo que se me ocurre decirte. Gracias.
Justine, que recibiste el bautismo en el jubileo de la misericordia, ¡lindo! Vos te diste cuenta que el haber encontrado a Dios te llevó a despojarte, a salir de estar centrado en sí mismo hacia afuera, hacia la alegría de vivir por Dios y para Dios. Una de las cosas —acá son todos jóvenes, incluso ustedes que son jóvenes en la segunda vuelta, todos jóvenes, jóvenes de la segunda etapa—, una de las cosas que caracteriza la juventud y la eterna juventud de Dios, porque Dios es eternamente joven, es la alegría, «la gioia», la alegría. A la alegría se opone la tristeza, una tristeza que es precisamente de lo que vos saliste. Vos saliste de algo que produce tristeza que es estar centrado en sí mismo, la autorreferencialidad. Un joven que se mete en sí mismo, que vive solamente para sí mismo, termina —y espero que entiendan el verbo, porque es un verbo argentino— termina «empachado» de autorreferencialidad, es decir, lleno de autorreferencialidad. Hay una imagen que me viene ahora: esta cultura que nos toca vivir, como es muy egoísta, muy así [gesto] de mirarse a sí mismo, tiene una dosis muy grande de narcisismo, de ese estar contemplándose a sí mismo, y por lo tanto, ignorar a los demás. El narcisismo te produce tristeza porque vivís preocupado de maquillarte el alma todos los días, de aparecer mejor de lo que sos, de contemplar si tenés una belleza mejor que la de los demás, es la enfermedad del espejo. ¡Jóvenes, rompan el espejo! No se miren al espejo porque el espejo engaña, miren hacia afuera, miren hacia los demás, escapen de este mundo, de esta cultura que estamos viviendo —a la que vos hiciste referencia—, que es consumista y narcisista. Y si algún día quieren mirarse en el espejo, les doy un consejo: mírense al espejo para reírse de sí mismos. Hagan la prueba un día: miren y empiecen a reírse de eso que ven ahí, se les va a refrescar el alma. Saber reírse de sí mismos, eso da alegría y nos salva de la tentación del narcisismo. Gracias, Justine.
Mateus, hablaste portugués, brasilero. Yo tengo que hacerte una pregunta: «¿Quién es mejor, Pelé o Maradona?» [Risas y aplausos de los participantes]. Por mucho tiempo pasaste por el túnel de la droga y es uno de los instrumentos que tiene la cultura en la cual vivimos para dominarnos, y es, por otro lado, como una necesidad que nosotros tenemos para hacernos sutiles, invisibles a nosotros mismos, como si fuéramos de aire. La droga nos lleva a negar todo lo que tenemos de arraigo, de arraigo carnal, de arraigo histórico, de arraigo problemático, todo lo que sea arraigo. Te quita la raíz y te hace vivir en un mundo sin raíces, desarraigado de todo. Desarraigado de proyectos, desarraigado del presente, desarraigado de tu pasado, de tu historia, desarraigado de tu patria, de tu familia, de tu amor, de todo. Uno vive en un mundo sin ningún arraigo y ese es el drama de la droga. Jóvenes totalmente desarraigados sin compromisos reales, es decir, sin verdaderos compromisos de carne porque, en la droga, ni tu propio cuerpo sentís. Y después de haber pasado por esa experiencia de invisibilidad, y después de haber vuelto a tomar conciencia, te diste cuenta de todos los arraigos que hay en el corazón. Yo les pregunto a cada uno de ustedes: ¿Son conscientes de los verdaderos arraigos que hay en el corazón, son conscientes de sus raíces, son conscientes de sus amores, son conscientes de sus proyectos, son conscientes de la capacidad creativa que tienen, son conscientes de que son poetas en este universo para crear cosas nuevas y lindas? Salir de la droga es ir tomando consciencia de eso, testimonio de uno que viene, por esto nos pone estas preguntas que yo acabo de hacer. Y cada uno se responde: ¿Yo soy consciente de tener los pies sobre la tierra con todo lo que significa de arraigo histórico, social, de arraigo de sabiduría, de amor, de proyectos, de capacidad creativa? Y vos querés corresponder al plan de Dios y te das cuenta que para ti es consolar los dolores de la humanidad, y decís que en este camino sinodal querés discernir tu vocación. Y en este camino sinodal todos tenemos que discernir nuestra vocación —como vos decís— para ver qué nos quiere decir el Señor en vistas a una misión. Yo te lo voy a decir con una sola palabra, que no es mía, dar gratuitamente. Si vos estás acá, si nosotros estamos acá, es porque gratuitamente nos trajeron acá. Por favor, demos gratuitamente lo que hemos recibido. Dar gratuitamente lo que hemos recibido. Y dar gratuitamente te llena el alma, te descomercializa, te hace magnánimo, te enseña a abrazar y a besar, te hace sonreír, te desata de todo interés de tipo egoísta. Da gratuitamente lo que gratuitamente recibiste, esa es la enseñanza que Él nos está invitando a hacer. [Respuesta con un débil «sí»] ¡Ay, Dios mío, cómo están! Parece que yo en vez de darles ánimo les estoy dando un calmante nervioso para dormirlos. [Aplausos].
Y los más adultos, los más antiguos de la Comunidad Shalom, ¿qué tienen que hacer, qué servicio nos está pidiendo hoy este mundo, este carisma, esta comunidad, qué servicio? Aquí hay una cosa —está lindo—, los más antiguos y los más jóvenes: el servicio que se les pide es el diálogo, el diálogo entre ustedes, pasar la antorcha, pasar la herencia, pasar el carisma, pasar la vivencia interior de ustedes. Pero quiero ir más allá, y uno de los desafíos que hoy este mundo nos pide es el diálogo entre los jóvenes y los ancianos, y en esto me baso en el testimonio de ustedes: «Sí, padre, ya se lo oímos decir». Y me lo van a escuchar decir varias veces más: diálogo entre los jóvenes y los ancianos. Los jóvenes necesitamos escuchar a los ancianos y los ancianos necesitamos escuchar a los jóvenes. «Y yo, ¿qué voy a hacer?», puede preguntar un joven: «¿Qué voy a hacer, hablar con un anciano, aburrido va a ser eso?». Yo tengo la experiencia de haberlo visto muchas veces en la otra diócesis: ir con un grupo de jóvenes, por ejemplo, a una casa de reposo o un asilo a tocar la guitarra a los ancianos. Y bueno, se toca la guitarra y después empieza el diálogo, es espontáneo, se da, nace solo, y los jóvenes no se quieren ir de ahí porque de los ancianos sale sabiduría, pero una sabiduría que les llega al corazón y los empuja a ir adelante. Los ancianos —para ustedes, jóvenes— no son para guardarlos en el ropero, los ancianos no son para tenerlos escondidos, los ancianos están esperando que un joven vaya y los haga hablar, que los haga soñar. Y ustedes, jóvenes, necesitan recibir de esos hombres y de esas mujeres esos sueños, esas ilusiones que los hagan revivir. Esa sería mi respuesta a la experiencia que los más antiguos en diálogo con los más jóvenes del Movimiento Shalom tendrían que hacer. Enseñar y ayudar al diálogo entre jóvenes y ancianos. «Sí, yo hablo con mi mamá, con mi papá». No, tu papá y tu mamá no son ancianos. Hablá con tu abuelo y tu abuela, o sea, una generación más allá, ellos tienen la sabiduría, y ellos, más aún, tienen necesidad que les golpees el corazón para que te den la sabiduría. Y esa sería como la recomendación que yo les doy, anímense, anímense a ese diálogo, ese diálogo es promesa para el futuro, ese diálogo los va a ayudar a ir adelante. No sé si respondí tu pregunta.
[Moisés responde: «sí»] Muy bien, gracias.
No sé cómo sigue el programa ahora pero me quedó una duda al final de la última pregunta del diálogo entre jóvenes y ancianos: ¿Moisés es joven o anciano?
[Respuesta del presentador: Sono come te, Santo Padre, sono come Lei].
CANTO- BENEDIZIONE DEL SANTO PADRE
Y por favor, les pido que no se olviden de rezar por mí. Gracias.
[01223-IT.01] [Texto original: Español]
[B0555-XX.01]