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Intervento del Santo Padre al Seminario “Il diritto umano all’acqua” (Vaticano, 23-24 febbraio 2017), 24.02.2017


Discorso del Santo Padre

Traduzione in lingua italiana

Si è concluso oggi in Vaticano, nella Casina Pio IV, il Seminario sul tema Il diritto umano all’acqua, che la Pontificia Accademia delle Scienze ha promosso come studio interdisciplinare sul ruolo centrale delle politiche pubbliche nella gestione dell’acqua e dei servizi ambientali.

Nel pomeriggio di oggi, alle ore 15.30, il Santo Padre Francesco è intervenuto alla sessione conclusiva e ha pronunciato il discorso che pubblichiamo di seguito:

Discorso del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas, buenas tardes.

Saludo a todos los presentes y les agradezco su participación en este Encuentro que aborda la problemática del derecho humano al agua y la exigencia de políticas públicas que puedan afrontar esta realidad. Es significativo que ustedes se unan para aportar su saber y sus medios con el fin de dar una respuesta a esta necesidad y a esta problemática que vive el hombre de hoy.

Como leemos en el libro del Génesis, el agua está en el comienzo de todas las cosas (cf. Gn 1,2); es «criatura útil, casta y humilde», fuente de la vida y de la fecundidad (cf. San Francisco de Asís, Cántico de las Criaturas). Por eso, la cuestión que ustedes tratan no es marginal, sino fundamental y muy urgente. Fundamental, porque donde hay agua hay vida, y entonces puede surgir y avanzar la sociedad. Y es urgente porque nuestra casa común necesita protección y, además, asumir que no toda agua es vida: sólo el agua segura y de calidad – siguiendo con la figura de san Francisco: el agua “que sirve con humildad”, el agua “casta”, no contaminada.

Toda persona tiene derecho al acceso al agua potable y segura; este es un derecho humano básico, y una de las cuestiones nodales en el mundo actual (cf. Enc. Laudato si’, 30; Enc. Caritas in veritate, 27). Es doloroso cuando en la legislación de un país o de un grupo de países no se considera al agua como un derecho humano. Más doloroso aún cuando se quita lo que estaba escrito y se niega este derecho humano. Es un problema que afecta a todos y hace que nuestra casa común sufra tanta miseria y clame por soluciones efectivas, realmente capaces de superar los egoísmos que impiden la realización de este derecho vital para todos les seres humanos. Es necesario otorgar al agua la centralidad que merece en el marco de las políticas públicas. Nuestro derecho al agua es también un deber con el agua. Del derecho que tenemos a ella se desprende una obligación que va unida y no puede separarse. Es ineludible anunciar este derecho humano esencial y defenderlo —como se hace—, pero también actuar de forma concreta, asegurando un compromiso político y jurídico con el agua. En este sentido, cada Estado está llamado a concretar, también con instrumentos jurídicos, cuanto indicado por las Resoluciones aprobadas por la Asamblea General de las Naciones Unidas desde 2010 sobre el derecho humano al agua potable y el saneamiento. Por otra parte, cada actor no estatal tiene que cumplir sus responsabilidades hacia este derecho.

El derecho al agua es determinante para la sobrevivencia de las personas (cf. ibíd, 30) y decide el futuro de la humanidad. Es prioritario también educar a las próximas generaciones sobre la gravedad de esta realidad. La formación de la conciencia es una tarea ardua; precisa convicción y entrega. Y yo me pregunto si en medio de esta “tercera guerra mundial a pedacitos” que estamos viviendo, no estamos en camino hacia la gran guerra mundial por el agua.

Las cifras que las Naciones Unidas revelan son desgarradoras y no nos pueden dejar indiferentes: cada día mil niños mueren a causa de enfermedades relacionadas con el agua; millones de personas consumen agua contaminada. Estos datos son muy graves; se debe frenar e invertir esta situación. No es tarde, pero es urgente tomar conciencia de la necesidad del agua y de su valor esencial para el bien de la humanidad.

El respeto del agua es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos (cf. ibíd., 30). Si acatamos este derecho como fundamental, estaremos poniendo las bases para proteger los demás derechos. Pero si nos saltamos este derecho básico, cómo vamos a ser capaces de velar y luchar por los demás. En este compromiso de dar al agua el puesto que le corresponde, hace falta una cultura del cuidado (cfr ibid., 231) – parece una cosa poética y, bueno, la Creación es una “poiesis”, esta cultura del cuidado que es creativa – y además fomentar una cultura del encuentro, en la que se unan en una causa común todas las fuerzas necesarias de científicos y empresarios, gobernantes y políticos. Es preciso unir todas nuestras voces en una misma causa; ya no serán voces individuales o aisladas, sino el grito del hermano que clama a través nuestro, es el grito de la tierra que pide el respecto y el compartir responsablemente de un bien, que es de todos. En esta cultura del encuentro, es imprescindible la acción de cada Estado como garante del acceso universal al agua segura y de calidad.

Dios Creador no nos abandona en este trabajo para dar a todos y a cada uno acceso al agua potable y segura. Pero el trabajo es nuestro, la responsabilidad es nuestra. Deseo que este Seminario sea una ocasión propicia para que sus convicciones se vean fortalecidas, y salgan de aquí con la certeza de que su trabajo es necesario y prioritario para que otras personas puedan vivir. Es un ideal por el que merece la pena luchar y trabajar. Con nuestro «poco» estaremos contribuyendo a que nuestra casa común sea más habitable y más solidaria, más cuidada, donde nadie sea descartado ni excluido, sino que todos gocemos de los bienes necesarios para vivir y crecer en dignidad. Y no olvidemos los datos, las cifras, de las Naciones Unidas. No olvidemos que cada día mil niños, cada día, mueren por enfermedades en relación con el agua.

Muchas gracias.

[00285-ES.02] [Texto original: Español]

Traduzione in lingua italiana

Cari fratelli e sorelle, buon pomeriggio.

Saluto tutti voi qui presenti e vi ringrazio per la vostra partecipazione a questo Incontro che affronta la problematica del diritto umano all’acqua e l’esigenza di politiche pubbliche che possano fronteggiare questa realtà. È significativo che vi uniate per apportare le vostre conoscenze e i vostri mezzi al fine di dare una risposta a questo bisogno e a questa problematica che vive l’uomo di oggi.

Come leggiamo nel libro della Genesi, l’acqua è al principio di tutte le cose (cfr 1,2); è “creatura utile, pura e umile”, fonte della vita e della fecondità (cfr Francesco d’Assisi, Cantico delle Creature). Perciò la questione che trattate non è marginale, bensì fondamentale e molto urgente. Fondamentale perché dove c’è acqua c’è vita, e allora la società può sorgere e progredire. Ed è urgente perché la nostra casa comune ha bisogno di protezione e, inoltre, che si comprenda che non tutta l’acqua è vita: solo l’acqua sicura e di qualità – rimanendo con la figura di san Francesco: l’acqua che “serve con umiltà”, l’acqua “casta”, non inquinata.

Ogni persona ha diritto all’accesso all’acqua potabile e sicura; è un diritto umano essenziale e una delle questioni cruciali nel mondo attuale (cfr Enc. Laudato si’, 30; Enc. Caritas in veritate, 27). È doloroso quando nella legislazione di un Paese o di un gruppo di Paesi non si considera l’acqua come un diritto umano. E più doloroso ancora quando si trascura quello che stava scritto e si nega questo diritto umano. È un problema che riguarda tutti e fa sì che la nostra casa comune sopporti tanta miseria e reclami soluzioni effettive, davvero capaci di superare gli egoismi che impediscono l’attuazione di questo diritto vitale per tutti gli esseri umani. È necessario attribuire all’acqua la centralità che merita nell’ambito delle politiche pubbliche. Il nostro diritto all’acqua è anche un dovere con l’acqua. Dal diritto che abbiamo ad essa deriva un obbligo che gli è collegato e non si può separare. È imprescindibile annunciare questo diritto umano essenziale e difenderlo – come si sta facendo -, ma anche agire in modo concreto, assicurando un impegno politico e giuridico con l’acqua. In tal senso, ogni Stato è chiamato a concretizzare, anche con strumenti giuridici, quanto indicato dalle Risoluzioni approvate dall’Assemblea Generale delle Nazioni Unite nel 2010 sul diritto umano all’acqua potabile e all’igiene. D’altro canto, ogni attore non statale deve assumersi le proprie responsabilità verso questo diritto.

Il diritto all’acqua è determinante per la sopravvivenza delle persone (cfr Enc. Laudato si’, 30) e decide il futuro dell’umanità. È prioritario anche educare le prossime generazioni circa la gravità di questa realtà. La formazione della coscienza è un compito difficile; richiede convinzione e dedizione. Io mi domando se, in mezzo a questa “terza guerra mondiale a pezzetti” che stiamo vivendo, non stiamo andando verso la grande guerra mondiale per l’acqua.

Le cifre che le Nazioni Unite rivelano sono sconvolgenti e non ci possono lasciare indifferenti: mille bambini muoiono ogni giorno a causa di malattie collegate all’acqua; milioni di persone consumano acqua inquinata. Si tratta di dati molto gravi; si deve frenare e invertire questa situazione. Non è tardi, ma è urgente prendere coscienza del bisogno di acqua e del suo valore essenziale per il bene dell’umanità.

Il rispetto dell’acqua è condizione per l’esercizio degli altri diritti umani (cfr ibid., 30). Se rispetteremo questo diritto come fondamentale, staremo ponendo le basi per proteggere gli altri diritti. Ma se violeremo questo diritto essenziale, come potremo vegliare sugli altri e lottare per loro! In questo impegno di dare all’acqua il posto che le corrisponde è necessaria una cultura della cura (cfr ibid., 231) – sembra una cosa poetica, e in effetti la Creazione è una “poiesis”, questa cultura della cura che è creativa – e inoltre promuovere una cultura dell’incontro, in cui si uniscano in una causa comune tutte le forze necessarie di scienziati e imprenditori, governanti e politici. Occorre unire tutte le nostre voci in una stessa causa; non saranno più voci individuali o isolate, ma il grido del fratello che reclama per mezzo di noi, è il grido della terra che chiede il rispetto e la condivisione responsabile di un bene, che è di tutti. In questa cultura dell’incontro, è imprescindibile l’azione di ogni Stato come garante dell’accesso universale all’acqua sicura e di qualità.

Dio Creatore non ci abbandona in questo lavoro per dare a tutti e a ognuno accesso all’acqua potabile e sicura. Ma il lavoro è nostro, la responsabilità è nostra. Auspico che questo seminario sia un’occasione propizia affinché le vostre convinzioni si vedano rafforzate e usciate da qui con la certezza che il vostro lavoro è necessario e prioritario perché altre persone possano vivere. È un ideale per il quale vale la pena lottare e lavorare. Con il nostro “poco” contribuiremo a far sì che la nostra casa comune sia più abitabile e più solidale, più curata, una casa dove nessuno venga scartato né escluso, ma dove tutti godiamo dei beni necessari per vivere e crescere in dignità. E non dimentichiamo i dati, le cifre delle Nazioni Unite. Non dimentichiamo che ogni giorno mille bambini - ogni giorno! – muoiono per malattie connesse con l’acqua.

Grazie.

[00285-IT.02] [Testo originale: Spagnolo]

[B0118-XX.03]