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MESSAGGIO DEL SANTO PADRE AL SIGNOR JACQUES DIOUF, DIRETTORE GENERALE DELLA F.A.O., IN OCCASIONE DELLA GIORNATA MONDIALE DELL’ALIMENTAZIONE 2011, 17.10.2011


In occasione della trentesima Giornata mondiale dell’Alimentazione, che quest’anno ha per tema "Prezzi degli alimenti: dalla crisi alla stabilità", il Santo Padre Benedetto XVI ha inviato al Direttore Generale dell’Organizzazione delle Nazioni Unite per l’alimentazione e l’agricoltura, il Signor Jacques Diouf, un Messaggio, il cui testo sarà letto dall’Osservatore Permanente della Santa Sede presso la F.A.O., S.E. Mons. Luigi Travaglino, nel corso della solenne cerimonia che si tiene questa mattina presso la sede dell’Organizzazione a Roma.
Pubblichiamo di seguito il testo del Messaggio:

MESSAGGIO DEL SANTO PADRE

Al Señor Jacques Diouf,
Director General de la F.A.O.

1. La celebración anual de la Jornada Mundial de la Alimentación, a la vez que pretende recordar la fundación de la F.A.O. y su compromiso en favor del desarrollo agrícola para combatir el hambre y la malnutrición, es también una ocasión para subrayar la situación de tantos hermanos y hermanas nuestros que carecen del pan cotidiano.

Las imágenes dolorosas de las numerosas víctimas del hambre en el Cuerno de África han quedado grabadas en nuestros ojos, y cada día se añade un capítulo más de la que es una de las catástrofes humanitarias más graves de los últimos decenios. Ciertamente, ante la muerte de comunidades enteras a causa del hambre y al abandono forzado de sus tierras de origen, es esencial la ayuda inmediata, pero se necesita también intervenir a medio y largo plazo para que la actividad internacional no se limite a responder solamente a las emergencias.

La situación se ha complicado cada vez más por la difícil crisis que afecta en el ámbito mundial a diversos sectores de la economía y que golpea duramente sobre todo a los más necesitados, condicionando a su vez la producción agrícola y la consiguiente posibilidad de acceso a los alimentos. No obstante, el esfuerzo de los Gobiernos y de otros componentes de la Comunidad internacional debe estar orientado hacia opciones eficaces, conscientes de que la liberación del yugo del hambre es la primera manifestación concreta del derecho a la vida que, a pesar de haber sido proclamado solemnemente, está con frecuencia muy lejos de cumplirse efectivamente.

2. El tema elegido para esta Jornada: «Precios de los alimentos: de la crisis a la estabilidad», invita a reflexionar sobre la importancia de los distintos factores que pueden proporcionar a las personas y comunidades los recursos esenciales, comenzando por el trabajo agrícola, que no se ha de considerar como una actividad secundaria, sino como objetivo de toda estrategia de crecimiento y desarrollo integral. Esto es todavía más importante si tenemos en cuenta que la disponibilidad de alimentos está cada vez más condicionada por la volatilidad de los precios y los repentinos cambios climáticos. Se percibe al mismo tiempo un continuo abandono de las áreas rurales con una disminución global de la producción agrícola y, por tanto, de las reservas alimentarias. Además, parece que se difunde lamentablemente por doquier la idea de que los alimentos son una mercancía más y, por tanto, sometidos también a movimientos especulativos.

No se puede pasar por alto que, no obstante los progresos alcanzados hasta ahora y las esperanzas fundadas en una economía que respete cada vez más la dignidad de cada persona, el futuro de la familia humana tiene necesidad de un nuevo impulso para superar las fragilidades e incertezas actuales. Aunque vivimos en una dimensión global, hay signos evidentes de la profunda división entre los que carecen del sustento cotidiano y los que disponen de ingentes recursos, usándolos a menudo con fines ajenos a la alimentación, e, incluso, destruyéndolos. Se confirma así que la globalización hace que nos sintamos más cercanos pero no hermanos (cf. Caritas in veritate, 19). Por eso, hay que redescubrir aquellos valores inscritos en el corazón de cada persona y que desde siempre han inspirado su acción: el sentimiento de compasión y de humanidad hacia los demás, el deber de la solidaridad y el compromiso por la justicia, han de volver a ser la base de toda actividad, incluidas las que lleva a cabo la Comunidad internacional.

3. Ante la magnitud del drama del hambre, no basta invitar a la reflexión, analizar los problemas y ni siquiera la disponibilidad a intervenir. Con demasiada frecuencia, estos factores quedan baldíos porque se reducen a la esfera de las emociones, sin ser capaces de conmover la conciencia y su búsqueda de la verdad y el bien. Son frecuentes los intentos de justificar los comportamientos y omisiones dictados por el egoísmo y por objetivos e intereses particulares. Por el contrario, el propósito de esta Jornada debería ser el compromiso por modificar conductas y decisiones que aseguren, hoy mejor que mañana, que toda persona tenga acceso a los recursos alimentarios necesarios, y que el sector agrícola disponga de un nivel de inversiones y recursos capaz de dar estabilidad a la producción y, por tanto, al mercado. Es fácil reducir cualquier consideración a la exigencia de alimentos por parte de una población en aumento, sabiendo bien que las causas del hambre tienen otras raíces y que han provocado muchas víctimas entre tantos Lázaros a los que no se les permite sentarse a la mesa del rico Epulón (cf. Pablo VI, Populorum progressio, 47).

Se trata, en definitiva, de asumir una actitud interior de responsabilidad, capaz de inspirar un estilo de vida distinto, con la sobriedad necesaria en el comportamiento y el consumo, para favorecer así el bien de la sociedad. Y que valga también para las generaciones futuras, por su sostenibilidad, tutela de los bienes de la creación, distribución de los recursos y, sobre todo, el compromiso concreto por el desarrollo de pueblos y naciones enteras. Por su parte, los beneficiarios de la cooperación internacional están llamados a utilizar responsablemente cualquier aportación solidaria «en infraestructuras rurales, sistemas de riego, transportes, organización de los mercados, formación y difusión de técnicas agrícolas apropiadas, capaces de utilizar del mejor modo los recursos humanos, naturales y socio-económicos, que se puedan obtener prefe-riblemente en el propio lugar» (Caritas in veritate, 27).

4. Todo esto se podrá realizar si las Instituciones internacionales garantizan también su servicio con imparcialidad y eficacia, pero respetando plenamente las convicciones más profundas del alma humana y las aspiraciones de toda persona. En esta perspectiva, la F.A.O. puede contribuir a garantizar una alimentación adecuada para todos, a reforzar los métodos de cultivo y comercialización y a proteger los derechos fundamentales de los que trabajan la tierra, sin olvidar nunca los valores más auténticos que se custodian en el mundo rural y en los que viven en él.

La Iglesia católica se siente cercana a las Instituciones que se comprometen a garantizar la alimentación. Ella, a través de sus estructuras y agencias de desarrollo, seguirá acompañándolas activamente en este esfuerzo para que cada pueblo y comunidad disponga de la seguridad alimentaria necesaria, que ningún compromiso o negociación, por muy acreditado que sea, podrá asegurar sin una solidaridad real y una fraternidad auténtica.

«Lograr esta meta es tan importante que exige tomarla en consideración para comprenderla a fondo y movilizarse concretamente con el "corazón", con el fin de hacer cambiar los procesos económicos y sociales actuales hacia metas plenamente humanas» (Caritas in veritate, 20).

Con estos sentimientos, le deseo, Señor Director General, continuar en el compromiso en favor de los más menesterosos que ha caracterizado estos años de responsabilidad y dedicación, a la vez que invoco sobre la F.A.O., sobre cada uno de los Estados miembros y sobre todo su personal, abundantes bendiciones del Omnipotente.

BENEDICTUS PP. XVI

[01435-04.01] [Texto original: Español]

TRADUZIONE IN LINGUA ITALIANA

Al Signor Jacques Diouf
Direttore Generale della F.A.O.

1. L’annuale celebrazione della Giornata Mondiale dell’Alimentazione, mentre intende ricordare la fondazione della FAO e il suo impegno a favore dello sviluppo agricolo per combattere la fame e la malnutrizione, è anche occasione per sottolineare la situazione di tanti nostri fratelli e sorelle che mancano del pane quotidiano.

Nei nostri occhi restano impresse le dolenti immagini delle numerose vittime della fame nel Corno d’Africa, e ogni giorno un nuovo capitolo si aggiunge a quella che è una delle più gravi catastrofi umanitarie degli ultimi decenni. Di fronte alla morte per fame di intere comunità e al loro abbandono forzato dei territori di origine, certo, è essenziale l’aiuto immediato, ma occorre anche approntare interventi a medio e lungo termine perché l’attività internazionale non sia ridotta a dare risposte solo alle emergenze.

La situazione è certamente resa ancora più complessa dalla difficile crisi che, a livello mondiale, sta investendo i diversi settori dell’economia e che colpisce duramente soprattutto i più indigenti, condizionando peraltro la produzione agricola e la conseguente possibilità di accesso agli alimenti. Nondimeno, lo sforzo dei Governi e delle diverse componenti della Comunità internazionale deve essere orientato a scelte efficaci, coscienti che la libertà dal giogo della fame è la prima e concreta manifestazione di quel diritto alla vita che, pur solennemente proclamato, resta spesso lontano da una effettiva attuazione.

2. Il tema scelto per questa Giornata: "Prezzi degli alimenti: dalla crisi alla stabilità" invita giustamente a riflettere sull’importanza dei diversi fattori che possono fornire a persone e comunità le risorse essenziali, a partire dal lavoro agricolo che deve essere considerato non come attività secondaria, ma quale obiettivo di ogni strategia di crescita e di sviluppo integrale. Questo è ancor più importante nel momento in cui la disponibilità di cibo è sempre più condizionata dalla volatilità dei prezzi e da repentini cambiamenti climatici, mentre si registra un continuo abbandono delle aree rurali con una diminuzione complessiva della produzione agricola e quindi delle scorte alimentari. Di fronte a questa realtà, purtroppo, qua e là sembra prevalere l’idea di considerare gli alimenti come una qualsiasi merce e quindi sottoposti anche a manovre speculative.

Non è possibile tacere il fatto che, nonostante i progressi sin qui realizzati e le fondate speranze per un’economia sempre più rispettosa della dignità di ogni persona, il futuro della famiglia umana ha bisogno di un nuovo slancio per superare le attuali fragilità e incertezze. Nonostante la dimensione globale che stiamo vivendo, sono evidenti i segni della profonda divisione tra quanti mancano del quotidiano sostentamento e coloro che dispongono di ingenti risorse, usandole spesso per fini non alimentari o addirittura distruggendole, a conferma che la globalizzazione ci fa sentire vicini, ma non fratelli (cfr Caritas in Veritate, 19). Vanno perciò riscoperti quei valori inscritti nel cuore di ogni persona e che da sempre ne hanno ispirato l’azione: il sentimento di compassione e di umanità verso gli altri, accompagnati al dovere di solidarietà e alla realizzazione della giustizia, debbono tornare ad essere la base di ogni attività, anche di quelle realizzate dalla Comunità internazionale.

3. Di fronte all’ampiezza del dramma della fame, l’invito alla riflessione, l’analisi dei problemi e la stessa disponibilità a intervenire non bastano. Troppo spesso questi elementi rimangono senza risposta perché rinchiusi nella sfera delle emozioni e non riescono a scuotere la coscienza e la sua ricerca della verità e del bene. Sono ricorrenti i tentativi di giustificare comportamenti e omissioni dettate dall’egoismo e da obiettivi o interessi particolari. Diversamente, l’intento di questa Giornata dovrebbe essere l’impegno a modificare comportamenti e decisioni per rendere sicuro che ogni persona, oggi e non domani, abbia accesso alle risorse alimentari necessarie, e che il settore agricolo disponga di un sufficiente livello di investimenti e di risorse tali da dare stabilità alla produzione e quindi al mercato. È facile ridurre ogni considerazione alla domanda di alimenti da parte di una popolazione crescente, ben sapendo che le cause della fame sono altrove e moltissime sono le sue vittime tra i tanti Lazzaro ai quali non è consentito di sedersi alla mensa del ricco Epulone (cfr Paolo VI, Populorum Progressio, 47).

Si tratta, dunque, di assumere un atteggiamento interiore responsabile, capace di ispirare un diverso stile di vita, una necessaria sobrietà di comportamenti e di consumi così da favorire il bene anche delle generazioni future in termini di sostenibilità, di tutela dei beni della creazione, di distribuzione delle risorse e, soprattutto, di impegni concreti per lo sviluppo di interi popoli e Nazioni. Da parte loro i beneficiari della cooperazione internazionale sono chiamati a utilizzare responsabilmente ogni solidale contributo "in infrastrutture rurali, in sistemi di irrigazione, in trasporti, in organizzazione dei mercati, in formazione e diffusione di tecniche agricole appropriate, capaci cioè di utilizzare al meglio le risorse umane, naturali e socio-economiche maggiormente accessibili a livello locale" (Caritas in Veritate, 27).

4. Tutto questo potrà realizzarsi se anche le Istituzioni internazionali garantiranno con imparzialità ed efficienza il loro servizio, ma nel pieno rispetto delle convinzioni più profonde dell’animo umano e delle aspirazioni di ogni persona. In questa prospettiva la FAO potrà concorrere a garantire un’alimentazione adeguata per tutti, a rafforzare i metodi di coltivazione e di commercializzazione e a proteggere i fondamentali diritti di quanti lavorano la terra, senza mai dimenticare i valori più autentici di cui il mondo rurale e quanti in esso vivono, sono custodi.

La Chiesa cattolica è vicina alle Organizzazioni che operano per garantire la nutrizione. Essa, attraverso le sue strutture e agenzie di sviluppo, continuerà ad accompagnarle fattivamente in questo sforzo affinché ogni popolo e comunità disponga della necessaria sicurezza alimentare, che nessun compromesso o negoziato, per quanto autorevole sia, potrà garantire senza una reale solidarietà e un’autentica fraternità. "La rilevanza di questo obiettivo è tale da esigere la nostra apertura a capirlo fino in fondo e a mobilitarci in concreto con il ‘cuore’, per far evolvere gli attuali processi economici e sociali verso esiti pienamente umani" (Caritas in Veritate, 20).

Con questi sentimenti auguro a Lei, Signor Direttore Generale, di proseguire nell’impegno verso gli i più bisognosi che ha caratterizzato questi anni di responsabilità e dedizione, mentre invoco sulla FAO, su ognuno degli Stati membri e sul personale tutto abbondanti benedizioni dell’Onnipotente.

BENEDICTUS PP. XVI

[01435-01.01] [Testo originale: Spagnolo]

[B0610-XX.01]