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VIAGGIO APOSTOLICO DI SUA SANTITÀ BENEDETTO XVI A SANTIAGO DE COMPOSTELA E BARCELONA (6 - 7 NOVEMBRE 2010) (V), 07.11.2010


INCONTRO CON LE LORO MAESTÀ I REALI DI SPAGNA NELLA SALA MUSEALE DELLA CHIESA DELLA SAGRADA FAMÍLIA A BARCELONA

Alle ore 9.00 di questa mattina, il Santo Padre Benedetto XVI lascia l’Arcivescovado di Barcelona e si trasferisce in auto alla Chiesa della Sagrada Família, il capolavoro incompiuto del grande architetto catalano Antoni Gaudí. Al Suo arrivo, il Papa è accolto dal Presidente della Fondazione Sagrada Família e dall’architetto Jordi Bonet i Armengol, capo del progetto di costruzione della Chiesa.

Il Papa si reca quindi nella Sala Museale della Chiesa della Sagrada Família, dove incontra le loro Maestà Re Juan Carlos I di Spagna e Sofia di Grecia.

[01547-01.01]

SANTA MESSA E DEDICAZIONE DELLA CHIESA E DELL’ALTARE DELLA SAGRADA FAMILÍA A BARCELONA

 OMELIA DEL SANTO PADRE

  TRADUZIONE IN LINGUA ITALIANA

  TRADUZIONE IN LINGUA INGLESE

  TRADUZIONE IN LINGUA FRANCESE

  TRADUZIONE IN LINGUA TEDESCA

Alle ore 10.00, il Santo Padre Benedetto XVI presiede la Santa Messa durante la quale ha luogo la Dedicazione della chiesa e dell’altare della Sagrada Família di Barcelona. Nel tempio della Sagrada Família, che al termine della celebrazione odierna viene dichiarato Basilica minore, sono presenti anche le Loro Maestà i Reali di Spagna.

La Celebrazione Eucaristica è introdotta dall’indirizzo di saluto dell’Arcivescovo di Barcelona, Em.mo Card. Lluís Martínez Sistach, e da una breve presentazione del progetto e dei lavori da parte dell’architetto Jordi Bonet i Armengol. Il Papa consegna poi le chiavi della porta al sacerdote responsabile della chiesa.

Dopo il rito di aspersione dell’altare ha inizio la Liturgia della Parola. Al termine della proclamazione del Santo Vangelo, il Papa pronuncia l’omelia che riportiamo di seguito:

 OMELIA DEL SANTO PADRE

En catalán:

Estimats germans i germanes en el Senyor:

«La diada d’avui és santa, dedicada a Déu, nostre Senyor; no us entristiu ni ploreu… El goig del Senyor sarà la vostra força» (Ne 8, 9-11). Amb aquestes paraules de la primera lectura que hem proclamat vull saludar-vos a tots els qui us trobeu aquí presents participant en aquesta celebració. Adreço una salutació afectuosa a Ses Majestats els Reis d’Espanya, que han volgut acompanyar-nos cordialment. La meva salutació agraïda al Senyor Cardenal Lluís Martínez Sistach, Arquebisbe de Barcelona, per les seves paraules de benvinguda i la seva invitació a dedicar aquesta Església de la Sagrada Família, suma admirable de tècnica, d’art i de fe. Saludo també al Cardenal Ricard Maria Carles Gordó, Arquebisbe emèrit de Barcelona, als altres Senyors Cardenals i Germans en l’Episcopat, especialment, al Bisbe auxiliar d’aquesta Església particular, com també als nombrosos sacerdots, diaques, seminaristes, religiosos i fidels que participen en aquesta solemne cerimònia. També adreço la meva deferent salutació a totes les Autoritats Nacionals, Autonòmiques i Locals, com també als membres d’altres comunitats cristianes, que s’han unit al nostre goig i a la nostra lloança agraïda a Déu.

[Amadísimos Hermanos y Hermanas en el Señor:

«Hoy es un día consagrado a nuestro Dios; no hagáis duelo ni lloréis… El gozo en el Señor es vuestra fortaleza» (Neh 8,9-11). Con estas palabras de la primera lectura que hemos proclamado quiero saludaros a todos los que estáis aquí presentes participando en esta celebración. Dirijo un afectuoso saludo a Sus Majestades los Reyes de España, que han querido cordialmente acompañarnos. Vaya mi saludo agradecido al Señor Cardenal Lluís Martínez Sistach, Arzobispo de Barcelona, por sus palabras de bienvenida y su invitación para la dedicación de esta Iglesia de la Sagrada Familia, admirable suma de técnica, de arte y de fe. Saludo igualmente al Cardenal Ricardo María Carles Gordó, Arzobispo emérito de Barcelona, a los demás Señores Cardenales y Hermanos en el Episcopado, en especial, al Obispo auxiliar de esta Iglesia particular, así como a los numerosos sacerdotes, diáconos, seminaristas, religiosos y fieles que participan en esta solemne ceremonia. Asimismo, dirijo mi deferente saludo a las Autoridades Nacionales, Autonómicas y Locales, así como a los miembros de otras comunidades cristianas, que se unen a nuestra alegría y alabanza agradecida a Dios.]

Este día es un punto significativo en una larga historia de ilusión, de trabajo y de generosidad, que dura más de un siglo. En estos momentos, quisiera recordar a todos y a cada uno de los que han hecho posible el gozo que a todos nos embarga hoy, desde los promotores hasta los ejecutores de la obra; desde los arquitectos y albañiles de la misma, a todos aquellos que han ofrecido, de una u otra forma, su inestimable aportación para hacer posible la progresión de este edificio. Y recordamos, sobre todo, al que fue alma y artífice de este proyecto: a Antoni Gaudí, arquitecto genial y cristiano consecuente, con la antorcha de su fe ardiendo hasta el término de su vida, vivida en dignidad y austeridad absoluta. Este acto es también, de algún modo, el punto cumbre y la desembocadura de una historia de esta tierra catalana que, sobre todo desde finales del siglo XIX, dio una pléyade de santos y de fundadores, de mártires y de poetas cristianos. Historia de santidad, de creación artística y poética, nacidas de la fe, que hoy recogemos y presentamos como ofrenda a Dios en esta Eucaristía.

La alegría que siento de poder presidir esta ceremonia se ha visto incrementada cuando he sabido que este templo, desde sus orígenes, ha estado muy vinculado a la figura de san José. Me ha conmovido especialmente la seguridad con la que Gaudí, ante las innumerables dificultades que tuvo que afrontar, exclamaba lleno de confianza en la divina Providencia: «San José acabará el templo». Por eso ahora, no deja de ser significativo que sea dedicado por un Papa cuyo nombre de pila es José.

¿Qué hacemos al dedicar este templo? En el corazón del mundo, ante la mirada de Dios y de los hombres, en un humilde y gozoso acto de fe, levantamos una inmensa mole de materia, fruto de la naturaleza y de un inconmensurable esfuerzo de la inteligencia humana, constructora de esta obra de arte. Ella es un signo visible del Dios invisible, a cuya gloria se alzan estas torres, saetas que apuntan al absoluto de la luz y de Aquel que es la Luz, la Altura y la Belleza misma.

En este recinto, Gaudí quiso unir la inspiración que le llegaba de los tres grandes libros en los que se alimentaba como hombre, como creyente y como arquitecto: el libro de la naturaleza, el libro de la Sagrada Escritura y el libro de la Liturgia. Así unió la realidad del mundo y la historia de la salvación, tal como nos es narrada en la Biblia y actualizada en la Liturgia. Introdujo piedras, árboles y vida humana dentro del templo, para que toda la creación convergiera en la alabanza divina, pero al mismo tiempo sacó los retablos afuera, para poner ante los hombres el misterio de Dios revelado en el nacimiento, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. De este modo, colaboró genialmente a la edificación de la conciencia humana anclada en el mundo, abierta a Dios, iluminada y santificada por Cristo. E hizo algo que es una de las tareas más importantes hoy: superar la escisión entre conciencia humana y conciencia cristiana, entre existencia en este mundo temporal y apertura a una vida eterna, entre belleza de las cosas y Dios como Belleza. Esto lo realizó Antoni Gaudí no con palabras sino con piedras, trazos, planos y cumbres. Y es que la belleza es la gran necesidad del hombre; es la raíz de la que brota el tronco de nuestra paz y los frutos de nuestra esperanza. La belleza es también reveladora de Dios porque, como Él, la obra bella es pura gratuidad, invita a la libertad y arranca del egoísmo.

Hemos dedicado este espacio sagrado a Dios, que se nos ha revelado y entregado en Cristo para ser definitivamente Dios con los hombres. La Palabra revelada, la humanidad de Cristo y su Iglesia son las tres expresiones máximas de su manifestación y entrega a los hombres. «Mire cada cual cómo construye. Pues nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto, que es Jesucristo» (1 Co 3,10-11), dice San Pablo en la segunda lectura. El Señor Jesús es la piedra que soporta el peso del mundo, que mantiene la cohesión de la Iglesia y que recoge en unidad final todas las conquistas de la humanidad. En Él tenemos la Palabra y la presencia de Dios, y de Él recibe la Iglesia su vida, su doctrina y su misión. La Iglesia no tiene consistencia por sí misma; está llamada a ser signo e instrumento de Cristo, en pura docilidad a su autoridad y en total servicio a su mandato. El único Cristo funda la única Iglesia; Él es la roca sobre la que se cimienta nuestra fe. Apoyados en esa fe, busquemos juntos mostrar al mundo el rostro de Dios, que es amor y el único que puede responder al anhelo de plenitud del hombre. Ésa es la gran tarea, mostrar a todos que Dios es Dios de paz y no de violencia, de libertad y no de coacción, de concordia y no de discordia. En este sentido, pienso que la dedicación de este templo de la Sagrada Familia, en una época en la que el hombre pretende edificar su vida de espaldas a Dios, como si ya no tuviera nada que decirle, resulta un hecho de gran significado. Gaudí, con su obra, nos muestra que Dios es la verdadera medida del hombre. Que el secreto de la auténtica originalidad está, como decía él, en volver al origen que es Dios. Él mismo, abriendo así su espíritu a Dios ha sido capaz de crear en esta ciudad un espacio de belleza, de fe y de esperanza, que lleva al hombre al encuentro con quien es la Verdad y la Belleza misma. Así expresaba el arquitecto sus sentimientos: «Un templo [es] la única cosa digna de representar el sentir de un pueblo, ya que la religión es la cosa más elevada en el hombre».

Esa afirmación de Dios lleva consigo la suprema afirmación y tutela de la dignidad de cada hombre y de todos los hombres: «¿No sabéis que sois templo de Dios?... El templo de Dios es santo: ese templo sois vosotros» (1 Co 3,16-17). He aquí unidas la verdad y dignidad de Dios con la verdad y la dignidad del hombre. Al consagrar el altar de este templo, considerando a Cristo como su fundamento, estamos presentando ante el mundo a Dios que es amigo de los hombres e invitando a los hombres a ser amigos de Dios. Como enseña el caso de Zaqueo, del que se habla en el Evangelio de hoy (cf. Lc 19,1-10), si el hombre deja entrar a Dios en su vida y en su mundo, si deja que Cristo viva en su corazón, no se arrepentirá, sino que experimentará la alegría de compartir su misma vida siendo objeto de su amor infinito.

La iniciativa de este templo se debe a la Asociación de amigos de San José, quienes quisieron dedicarlo a la Sagrada Familia de Nazaret. Desde siempre, el hogar formado por Jesús, María y José ha sido considerado como escuela de amor, oración y trabajo. Los patrocinadores de este templo querían mostrar al mundo el amor, el trabajo y el servicio vividos ante Dios, tal como los vivió la Sagrada Familia de Nazaret. Las condiciones de la vida han cambiado mucho y con ellas se ha avanzado enormemente en ámbitos técnicos, sociales y culturales. No podemos contentarnos con estos progresos. Junto a ellos deben estar siempre los progresos morales, como la atención, protección y ayuda a la familia, ya que el amor generoso e indisoluble de un hombre y una mujer es el marco eficaz y el fundamento de la vida humana en su gestación, en su alumbramiento, en su crecimiento y en su término natural. Sólo donde existen el amor y la fidelidad, nace y perdura la verdadera libertad. Por eso, la Iglesia aboga por adecuadas medidas económicas y sociales para que la mujer encuentre en el hogar y en el trabajo su plena realización; para que el hombre y la mujer que contraen matrimonio y forman una familia sean decididamente apoyados por el Estado; para que se defienda la vida de los hijos como sagrada e inviolable desde el momento de su concepción; para que la natalidad sea dignificada, valorada y apoyada jurídica, social y legislativamente. Por eso, la Iglesia se opone a todas las formas de negación de la vida humana y apoya cuanto promueva el orden natural en el ámbito de la institución familiar.

Al contemplar admirado este recinto santo de asombrosa belleza, con tanta historia de fe, pido a Dios que en esta tierra catalana se multipliquen y consoliden nuevos testimonios de santidad, que presten al mundo el gran servicio que la Iglesia puede y debe prestar a la humanidad: ser icono de la belleza divina, llama ardiente de caridad, cauce para que el mundo crea en Aquel que Dios ha enviado (cf. Jn 6,29).

Queridos hermanos, al dedicar este espléndido templo, suplico igualmente al Señor de nuestras vidas que de este altar, que ahora va a ser ungido con óleo santo y sobre el que se consumará el sacrificio de amor de Cristo, brote un río constante de gracia y caridad sobre esta ciudad de Barcelona y sus gentes, y sobre el mundo entero. Que estas aguas fecundas llenen de fe y vitalidad apostólica a esta Iglesia archidiocesana, a sus pastores y fieles.

En catalán:

Desitjo, finalment, confiar a l’amorosa protecció de la Mare de Déu, Maria Santissima, Rosa d’abril, Mare de la Mercè, tots els aquí presents, i tots aquells que amb paraules i obres, silenci o pregària, han fet possible aquest miracle arquitectònic. Que Ella presenti al seu diví Fill les joies i les penes de tots els qui vinguin en aquest lloc sagrat en el futur, perquè, com prega l’Església en la dedicació dels temples, els pobres trobin misericòrdia, els oprimits assoleixin la llibertat veritable i tots els homes es revesteixin de la dignitat dels fills de Déu. Amén.

[Deseo, finalmente, confiar a la amorosa protección de la Madre de Dios, María Santísima, Rosa de abril, Madre de la Merced, a todos los que estáis aquí, y a todos los que con palabras y obras, silencio u oración, han hecho posible este milagro arquitectónico. Que Ella presente también a su divino Hijo las alegrías y las penas de todos los que lleguen a este lugar sagrado en el futuro, para que, como reza la Iglesia al dedicar los templos, los pobres puedan encontrar misericordia, los oprimidos alcanzar la libertad verdadera y todos los hombres se revistan de la dignidad de hijos de Dios. Amén.]

[01542-XX.01] [Testo originale: Plurilingue]

 TRADUZIONE IN LINGUA ITALIANA

In catalano:

Amatissimi fratelli e sorelle nel Signore.

"Questo giorno è consacrato al Signore, vostro Dio; non fate lutto e non piangete… La gioia del Signore è la vostra forza" (Ne 8,9-11). Con queste parole della prima lettura che abbiamo proclamato desidero salutare tutti voi che siete qui presenti per partecipare a questa celebrazione. Rivolgo un affettuoso saluto alle Loro Maestà i Reali di Spagna, che hanno voluto cordialmente unirsi a noi. Il mio grato saluto va al Signor Cardinale Lluís Martínez Sistach, Arcivescovo di Barcellona, per le parole di benvenuto e il suo invito per la dedicazione di questa chiesa della Sacra Famiglia, meravigliosa sintesi di tecnica, di arte e di fede. Saluto anche il Cardinale Ricardo María Carles Gordó, Arcivescovo emerito di Barcellona, gli altri Signori Cardinali e Fratelli nell’Episcopato, specialmente il Vescovo ausiliare di questa Chiesa particolare, così come i numerosi sacerdoti, diaconi, seminaristi, religiosi e fedeli che partecipano a questa solenne celebrazione. Nello stesso tempo, rivolgo il mio deferente saluto alle Autorità Nazionali, Regionali e Locali, così come ai membri di altre comunità cristiane, che si uniscono alla nostra gioia e lode grata a Dio.

In spagnolo:

Questo giorno è un punto significativo in una lunga storia di aspirazioni, di lavoro e di generosità, che dura da più di un secolo. In questi momenti, vorrei ricordare ciascuna delle persone che hanno reso possibile la gioia che oggi pervade tutti noi: dai promotori fino agli esecutori di quest’opera; dagli architetti e muratori della stessa, a tutti quelli che hanno offerto, in un modo o nell’altro, il loro insostituibile contributo per rendere possibile la progressiva costruzione di questo edificio. E ricordiamo, soprattutto, colui che fu anima e artefice di questo progetto: Antoni Gaudí, architetto geniale e cristiano coerente, la cui fiaccola della fede arse fino al termine della sua vita, vissuta con dignità e austerità assoluta. Quest’evento è anche, in qualche modo, il punto culminante e lo sbocco di una storia di questa terra catalana che, soprattutto a partire dalla fine del XIX secolo, diede una moltitudine di santi e di fondatori, di martiri e di poeti cristiani. Storia di santità, di creazioni artistiche e poetiche, nate dalla fede, che oggi raccogliamo e presentiamo come offerta a Dio in questa Eucaristia.

La gioia che provo nel poter presiedere questa celebrazione si è accresciuta quando ho saputo che questo edificio sacro, fin dalle sue origini, è strettamente legato alla figura di san Giuseppe. Mi ha commosso specialmente la sicurezza con la quale Gaudí, di fronte alle innumerevoli difficoltà che dovette affrontare, esclamava pieno di fiducia nella divina Provvidenza: "San Giuseppe completerà il tempio". Per questo ora non è privo di significato il fatto che sia un Papa il cui nome di battesimo è Giuseppe a dedicarlo.

Cosa significa dedicare questa chiesa? Nel cuore del mondo, di fronte allo sguardo di Dio e degli uomini, in un umile e gioioso atto di fede, abbiamo innalzato un’immensa mole di materia, frutto della natura e di un incalcolabile sforzo dell’intelligenza umana, costruttrice di quest’opera d’arte. Essa è un segno visibile del Dio invisibile, alla cui gloria svettano queste torri, frecce che indicano l’assoluto della luce e di colui che è la Luce, l’Altezza e la Bellezza medesime.

In questo ambiente, Gaudí volle unire l’ispirazione che gli veniva dai tre grandi libri dei quali si nutriva come uomo, come credente e come architetto: il libro della natura, il libro della Sacra Scrittura e il libro della Liturgia. Così unì la realtà del mondo e la storia della salvezza, come ci è narrata nella Bibbia e resa presente nella Liturgia. Introdusse dentro l’edificio sacro pietre, alberi e vita umana, affinché tutta la creazione convergesse nella lode divina, ma, allo stesso tempo, portò fuori i "retabli", per porre davanti agli uomini il mistero di Dio rivelato nella nascita, passione, morte e resurrezione di Gesù Cristo. In questo modo, collaborò in maniera geniale all’edificazione di una coscienza umana ancorata nel mondo, aperta a Dio, illuminata e santificata da Cristo. E realizzò ciò che oggi è uno dei compiti più importanti: superare la scissione tra coscienza umana e coscienza cristiana, tra esistenza in questo mondo temporale e apertura alla vita eterna, tra la bellezza delle cose e Dio come Bellezza. Antoni Gaudí non realizzò tutto questo con parole, ma con pietre, linee, superfici e vertici. In realtà, la bellezza è la grande necessità dell’uomo; è la radice dalla quale sorgono il tronco della nostra pace e i frutti della nostra speranza. La bellezza è anche rivelatrice di Dio perché, come Lui, l’opera bella è pura gratuità, invita alla libertà e strappa dall’egoismo.

Abbiamo dedicato questo spazio sacro a Dio, che si è rivelato e donato a noi in Cristo per essere definitivamente Dio con gli uomini. La Parola rivelata, l’umanità di Cristo e la sua Chiesa sono le tre espressioni massime della sua manifestazione e del suo dono agli uomini. "Ciascuno stia attento a come costruisce. Infatti nessuno può porre un fondamento diverso da quello che già vi si trova, che è Gesù Cristo" (1Cor 3, 10-11), dice san Paolo nella seconda lettura. Il Signore Gesù è la pietra che sostiene il peso del mondo, che mantiene la coesione della Chiesa e che raccoglie in ultima unità tutte le conquiste dell’umanità. In Lui abbiamo la Parola e la Presenza di Dio, e da Lui la Chiesa riceve la propria vita, la propria dottrina e la propria missione. La Chiesa non ha consistenza da se stessa; è chiamata ad essere segno e strumento di Cristo, in pura docilità alla sua autorità e in totale servizio al suo mandato. L’unico Cristo fonda l’unica Chiesa; Egli è la roccia sulla quale si fonda la nostra fede. Basati su questa fede, cerchiamo insieme di mostrare al mondo il volto di Dio, che è amore ed è l’unico che può rispondere all’anelito di pienezza dell’uomo. Questo è il grande compito, mostrare a tutti che Dio è Dio di pace e non di violenza, di libertà e non di costrizione, di concordia e non di discordia. In questo senso, credo che la dedicazione di questa chiesa della Sacra Famiglia, in un’epoca nella quale l’uomo pretende di edificare la sua vita alle spalle di Dio, come se non avesse più niente da dirgli, è un avvenimento di grande significato. Gaudí, con la sua opera, ci mostra che Dio è la vera misura dell’uomo, che il segreto della vera originalità consiste, come egli diceva, nel tornare all’origine che è Dio. Lui stesso, aprendo in questo modo il suo spirito a Dio, è stato capace di creare in questa città uno spazio di bellezza, di fede e di speranza, che conduce l’uomo all’incontro con colui che è la verità e la bellezza stessa. Così l’architetto esprimeva i suoi sentimenti: "Una chiesa [è] l’unica cosa degna di rappresentare il sentire di un popolo, poiché la religione è la cosa più elevata nell’uomo".

Quest’affermare Dio porta con sé la suprema affermazione e tutela della dignità di ogni uomo e di tutti gli uomini: "Non sapete che siete tempio di Dio?... Santo è il tempio di Dio, che siete voi" (1Cor 3, 16-17). Ecco qui unite la verità e la dignità di Dio con la verità e la dignità dell’uomo. Nel consacrare l’altare di questa chiesa, tenendo presente che Cristo è il suo fondamento, noi presentiamo al mondo Dio che è amico degli uomini, e invitiamo gli uomini ad essere amici di Dio. Come insegna l’episodio di Zaccheo, di cui parla il Vangelo odierno (cfr Lc 19,1-10), se l’uomo lascia entrare Dio nella sua vita e nel suo mondo, se lascia che Cristo viva nel suo cuore, non si pentirà, ma anzi sperimenterà la gioia di condividere la sua stessa vita, essendo destinatario del suo amore infinito.

L’iniziativa della costruzione di questa chiesa si deve all’Associazione degli Amici di san Giuseppe, che vollero dedicarla alla Sacra Famiglia di Nazaret. Da sempre, il focolare formato da Gesù, Maria e Giuseppe è stato considerato una scuola di amore, preghiera e lavoro. I patrocinatori di questa chiesa volevano mostrare al mondo l’amore, il lavoro e il servizio vissuti davanti a Dio, così come li visse la Sacra Famiglia di Nazaret. Le condizioni di vita sono profondamente cambiate e con esse si è progredito enormemente in ambiti tecnici, sociali e culturali. Non possiamo accontentarci di questi progressi. Con essi devono essere sempre presenti i progressi morali, come l’attenzione, la protezione e l’aiuto alla famiglia, poiché l’amore generoso e indissolubile di un uomo e una donna è il quadro efficace e il fondamento della vita umana nella sua gestazione, nella sua nascita, nella sua crescita e nel suo termine naturale. Solo laddove esistono l’amore e la fedeltà, nasce e perdura la vera libertà. Perciò, la Chiesa invoca adeguate misure economiche e sociali affinché la donna possa trovare la sua piena realizzazione in casa e nel lavoro, affinché l’uomo e la donna che si uniscono in matrimonio e formano una famiglia siano decisamente sostenuti dallo Stato, affinché si difenda come sacra e inviolabile la vita dei figli dal momento del loro concepimento, affinché la natalità sia stimata, valorizzata e sostenuta sul piano giuridico, sociale e legislativo. Per questo, la Chiesa si oppone a qualsiasi forma di negazione della vita umana e sostiene ciò che promuove l’ordine naturale nell’ambito dell’istituzione familiare.

Contemplando ammirato questo ambiente santo di incantevole bellezza, con tanta storia di fede, chiedo a Dio che in questa terra catalana si moltiplichino e consolidino nuovi testimoni di santità, che offrano al mondo il grande servizio che la Chiesa può e deve prestare all’umanità: essere icona della bellezza divina, fiamma ardente di carità, canale perché il mondo creda in Colui che Dio ha mandato (cfr Gv 6,29).

Cari fratelli, nel dedicare questa splendida chiesa, supplico, al tempo stesso, il Signore delle nostre vite che da questo altare, che ora verrà unto con olio santo e sopra il quale si consumerà il sacrificio d’amore di Cristo, sgorghi un fiume continuo di grazia e di carità su questa città di Barcellona e sui suoi abitanti, e sul mondo intero. Che queste acque feconde riempiano di fede e di vitalità apostolica questa Chiesa arcidiocesana, i suoi Pastori e fedeli.

In catalano:

Desidero, infine, affidare all’amorosa protezione della Madre di Dio, Maria Santissima, "Rosa di aprile", "Madre della Mercede", tutti voi qui presenti e tutti coloro che con parole e opere, con il silenzio o la preghiera, hanno reso possibile questo miracolo architettonico. Che Ella presenti al suo divin Figlio anche le gioie e le sofferenze di coloro che giungeranno in futuro in questo luogo sacro, perché, come prega la Liturgia della dedicazione delle chiese, i poveri possano trovare misericordia, gli oppressi conseguire la vera libertà e tutti gli uomini rivestirsi della dignità di figli di Dio. Amen.

[01542-01.01] [Testo originale: Plurilingue]

 TRADUZIONE IN LINGUA INGLESE

In Catalan:

Dear Brothers and Sisters in the Lord,

"This day is holy to the Lord your God; do not mourn or weep. … The joy of the Lord is your strength" (Neh 8:9-11). With these words from the first reading that we have proclaimed, I wish to greet all of you taking part in this celebration. I extend an affectionate greeting to their Majesties the King and Queen of Spain who have graciously wished to be with us. I extend a thankful greeting to Cardinal Lluís Martínez Sistach, Archbishop of Barcelona, for his words of welcome and for his invitation to me to dedicate this Church of the Sagrada Familia, a magnificent achievement of engineering, art and faith. I also greet Cardinal Ricardo María Carles Gordó, Archbishop Emeritus of Barcelona, the other Cardinals present and my brother bishops, especially the auxiliary bishop of this local church, and the many priests, deacons, seminarians, religious men and women, and lay faithful taking part in this solemn ceremony. I also extend a respectful greeting to the national, regional and local authorities present, as well as to the members of other Christian communities, who share in our joy and our grateful praise of God.

In Spanish:

Today marks an important step in a long history of hope, work and generosity that has gone on for more than a century. At this time I would like to mention each and every one of those who have made possible the joy that fills us today, from the promoters to the executors of this work, the architects and the workers, all who in one way or another have given their priceless contribution to the building of this edifice. We remember of course the man who was the soul and the artisan of this project, Antoni Gaudí, a creative architect and a practising Christian who kept the torch of his faith alight to the end of his life, a life lived in dignity and absolute austerity. This event is also in a certain sense the high point of the history of this land of Catalonia which, especially since the end of the nineteenth century, has given an abundance of saints and founders, martyrs and Christian poets. It is a history of holiness, artistic and poetic creation, born from the faith, which we gather and present to God today as an offering in this Eucharist.

The joy which I feel at presiding at this ceremony became all the greater when I learned that this shrine, since its beginnings, has had a special relationship with Saint Joseph. I have been moved above all by Gaudí’s confidence when, in the face of many difficulties, filled with trust in divine Providence, he would exclaim, "Saint Joseph will finish this church". So it is significant that it is also being dedicated by a Pope whose baptismal name is Joseph.

What do we do when we dedicate this church? In the heart of the world, placed before God and mankind, with a humble and joyful act of faith, we raise up this massive material structure, fruit of nature and an immense achievement of human intelligence which gave birth to this work of art. It stands as a visible sign of the invisible God, to whose glory these spires rise like arrows pointing towards absolute light and to the One who is Light, Height and Beauty itself.

In this place, Gaudí desired to unify that inspiration which came to him from the three books which nourished him as a man, as a believer and as an architect: the book of nature, the book of sacred Scripture and the book of the liturgy. In this way he brought together the reality of the world and the history of salvation, as recounted in the Bible and made present in the liturgy. He made stones, trees and human life part of the church so that all creation might come together in praise of God, but at the same time he brought the sacred images outside so as to place before people the mystery of God revealed in the birth, passion, death and resurrection of Jesus Christ. In this way, he brilliantly helped to build our human consciousness, anchored in the world yet open to God, enlightened and sanctified by Christ. In this he accomplished one of the most important tasks of our times: overcoming the division between human consciousness and Christian consciousness, between living in this temporal world and being open to eternal life, between the beauty of things and God as beauty. Antoni Gaudí did this not with words but with stones, lines, planes, and points. Indeed, beauty is one of mankind’s greatest needs; it is the root from which the branches of our peace and the fruits of our hope come forth. Beauty also reveals God because, like him, a work of beauty is pure gratuity; it calls us to freedom and draws us away from selfishness.

We have dedicated this sacred space to God, who revealed and gave himself to us in Christ so as to be definitively God among men. The revealed Word, the humanity of Christ and his Church are the three supreme expressions of his self-manifestation and self-giving to mankind. As says Saint Paul in the second reading: "Let each man take care how he builds. For no other foundation can anyone lay than that which is laid, which is Jesus Christ" (1 Cor 3:10-11). The Lord Jesus is the stone which supports the weight of the world, which maintains the cohesion of the Church and brings together in ultimate unity all the achievements of mankind. In him, we have God’s word and presence and from him the Church receives her life, her teaching and her mission. The Church of herself is nothing; she is called to be the sign and instrument of Christ, in pure docility to his authority and in total service to his mandate. The one Christ is the foundation of the one Church. He is the rock on which our faith is built. Building on this faith, let us strive together to show the world the face of God who is love and the only one who can respond to our yearning for fulfilment. This is the great task before us: to show everyone that God is a God of peace not of violence, of freedom not of coercion, of harmony not of discord. In this sense, I consider that the dedication of this church of the Sagrada Familia is an event of great importance, at a time in which man claims to be able to build his life without God, as if God had nothing to say to him. In this masterpiece, Gaudí shows us that God is the true measure of man; that the secret of authentic originality consists, as he himself said, in returning to one’s origin which is God. Gaudí, by opening his spirit to God, was capable of creating in this city a space of beauty, faith and hope which leads man to an encounter with him who is truth and beauty itself. The architect expressed his sentiments in the following words: "A church [is] the only thing worthy of representing the soul of a people, for religion is the most elevated reality in man".

This affirmation of God brings with it the supreme affirmation and protection of the dignity of each and every man and woman: "Do you not know that you are God’s temple? … God’s temple is holy, and you are that temple" (1 Cor 3:16-17). Here we find joined together the truth and dignity of God and the truth and dignity of man. As we consecrate the altar of this church, which has Christ as its foundation, we are presenting to the world a God who is the friend of man and we invite men and women to become friends of God. This is what we are taught in the case of Zacchaeus, of whom today’s gospel speaks (Lk 19:1-10), if we allow God into our hearts and into our world, if we allow Christ to live in our hearts, we will not regret it: we will experience the joy of sharing his very life, as the object of his infinite love.

This church began as an initiative of the Association of the Friends of Saint Joseph, who wanted to dedicate it to the Holy Family of Nazareth. The home formed by Jesus, Mary and Joseph has always been regarded as a school of love, prayer and work. The promoters of this church wanted to set before the world love, work and service lived in the presence of God, as the Holy Family lived them. Life has changed greatly and with it enormous progress has been made in the technical, social and cultural spheres. We cannot simply remain content with these advances. Alongside them, there also need to be moral advances, such as in care, protection and assistance to families, inasmuch as the generous and indissoluble love of a man and a woman is the effective context and foundation of human life in its gestation, birth, growth and natural end. Only where love and faithfulness are present can true freedom come to birth and endure. For this reason the Church advocates adequate economic and social means so that women may find in the home and at work their full development, that men and women who contract marriage and form a family receive decisive support from the state, that life of children may be defended as sacred and inviolable from the moment of their conception, that the reality of birth be given due respect and receive juridical, social and legislative support. For this reason the Church resists every form of denial of human life and gives its support to everything that would promote the natural order in the sphere of the institution of the family.

As I contemplate with admiration this sacred space of marvellous beauty, of so much faith-filled history, I ask God that in the land of Catalonia new witnesses of holiness may rise up and flourish, and present to the world the great service that the Church can and must offer to humanity: to be an icon of divine beauty, a burning flame of charity, a path so that the world may believe in the One whom God has sent (cf. Jn 6:29).

Dear brothers and sisters, as I dedicate this splendid church, I implore the Lord of our lives that, from this altar, which will now be anointed with holy oil and upon which the sacrifice of the love of Christ will be consumed, there may be a flood of grace and charity upon the city of Barcelona and its people, and upon the whole world. May these fruitful waters fill with faith and apostolic vitality this archdiocesan Church, its pastors and its faithful.

In Catalan:

Finally, I wish to commend to the loving protection of the Mother of God, Mary Most Holy, April Rose, Mother of Mercy, all who enter here and all who in word or deed, in silence and prayer, have made this possible this marvel of architecture. May Our Lady present to her divine Son the joys and tribulations of all who come in the future to this sacred place so that here, as the Church prays when dedicating religious buildings, the poor may find mercy, the oppressed true freedom and all men may take on the dignity of the children of God. Amen.

[01542-02.01] [Original text: Plurilingual]

  TRADUZIONE IN LINGUA FRANCESE

En catalan :

Frères et Sœurs bien-aimés dans le Seigneur,

« Ce jour est consacré au Seigneur, votre Dieu ! Ne soyez pas tristes, ne pleurez pas !... La joie du Seigneur est votre rempart ! » (Ne 8, 9-11). Par ces paroles de la première lecture que nous avons proclamée, je désire vous saluer, vous tous qui êtes ici présents pour participer à cette célébration. J’adresse mes salutations affectueuses à Leurs Majestés le Roi et la Reine d’Espagne, qui ont voulu s’unir cordialement à nous. Mon salut reconnaissant va à Monsieur le Cardinal Lluís Martínez Sistach, Archevêque de Barcelone, pour ses paroles de bienvenue et pour son invitation à procéder à la Dédicace de cette église de la Sagrada Familia, merveilleuse synthèse de technique, d’art et de foi. Je salue aussi le Cardinal Ricardo María Carles Gordó, Archevêque émérite de Barcelone, les autres Cardinaux et mes frères dans l’Épiscopat, en particulier l’Évêque auxiliaire de cette Église particulière, ainsi que les nombreux prêtres, diacres, séminaristes, religieux et fidèles qui participent à cette célébration solennelle. En même temps, j’adresse mon salut déférent aux Autorités nationales, régionales et locales, ainsi qu’aux membres des autres communautés chrétiennes, qui s’unissent à notre joie et à notre action de grâce envers Dieu.

En espagnol :

Ce jour est un moment significatif dans une longue histoire d’aspirations, de travail et de générosité, qui dure depuis plus d’un siècle. Je voudrais maintenant faire mémoire de chacune des personnes qui ont permis la joie qui domine aujourd’hui en nous tous : des promoteurs jusqu’aux exécutants de cette œuvre ; de ses architectes et de ses maçons, jusqu’à tous ceux qui ont offert, d’une manière ou d’une autre, leur contribution irremplaçable pour rendre possible la construction progressive de cet édifice. Et nous nous souvenons surtout de celui qui fut l’âme et l’artisan de ce projet : Antoni Gaudí, architecte génial et chrétien cohérent, dont le flambeau de la foi brûla jusqu’à la fin de son existence, vécue avec une dignité et une austérité absolue. Cet événement est aussi, en quelque façon, le point culminant et l’aboutissement d’une histoire de cette terre catalane qui, surtout à partir de la fin du XIXème siècle, donna une multitude de saints et de fondateurs, de martyrs et de poètes chrétiens. Histoire de sainteté, de créations artistiques et poétiques, nées de la foi, qu’aujourd’hui nous recueillons et présentons en offrande à Dieu dans cette Eucharistie.

La joie que j’éprouve de pouvoir présider cette célébration a encore grandi quand j’ai su que cet édifice sacré, depuis ses origines, est étroitement lié à la figure de saint Joseph. Ce qui m’a particulièrement ému, c’est l’assurance avec laquelle Gaudí, face aux innombrables difficultés qu’il devait affronter, s’exclama plein de confiance en la divine Providence : « Saint Joseph complétera l’église ». Par conséquent, il n’est pas sans signification maintenant que ce soit un Pape dont le nom de baptême est Joseph qui en fasse la dédicace.

Que signifie faire la dédicace de cette église ? Au cœur du monde, sous le regard de Dieu et devant les hommes, dans un acte de foi humble et joyeux, nous avons élevé une imposante masse de matière, fruit de la nature et d’un incalculable effort de l’intelligence humaine qui a construit cette œuvre d’art. Elle est un signe visible du Dieu invisible, à la gloire duquel s’élancent ces tours, flèches qui indiquent l’absolu de la lumière et de celui qui est la Lumière, la Grandeur et la Beauté mêmes.

Dans ce cadre, Gaudí a voulu unir l’inspiration qui lui venait des trois grands livres dont il se nourrissait comme homme, comme croyant et comme architecte : le livre de la nature, le livre de la Sainte Écriture et le livre de la Liturgie. Ainsi il a uni la réalité du monde et l’histoire du salut, comme elle nous est racontée dans la Bible et rendue présente dans la Liturgie. Il a introduit dans l’édifice sacré des pierres, des arbres et la vie humaine, afin que toute la création converge dans la louange divine, mais, en même temps, il a placé à l’extérieur les retablos, pour mettre devant les hommes le mystère de Dieu révélé dans la naissance, la passion, la mort et la résurrection de Jésus Christ. Il collabora ainsi de manière géniale à l’édification d’une conscience humaine ancrée dans le monde, ouverte à Dieu, illuminée et sanctifiée par le Christ. Et il réalisa ce qui est aujourd’hui une des tâches les plus importantes : dépasser la scission entre conscience humaine et conscience chrétienne, entre existence dans ce monde temporel et ouverture à la vie éternelle, entre la beauté des choses et Dieu qui est la Beauté. Antoni Gaudí n’a pas réalisé tout cela uniquement avec des paroles, mais avec des pierres, des lignes, des superficies et des sommets. En réalité, la beauté est la grande nécessité de l’homme ; elle est la racine de laquelle surgissent le tronc de notre paix et les fruits de notre espérance. La beauté est aussi révélatrice de Dieu, parce que, comme Lui, l’œuvre belle est pure gratuité, elle invite à la liberté et arrache à l’égoïsme.

Nous avons dédié cet espace sacré à Dieu, qui s’est révélé et donné à nous dans le Christ pour être définitivement Dieu parmi les hommes. La Parole révélée, l’humanité du Christ et son Église sont les trois expressions les plus grandes de sa manifestation et de son don aux hommes. « Que chacun prenne garde à la façon dont il construit. Les fondations, personne ne peut en poser d’autres que celles qui existent déjà : ces fondations, c’est Jésus Christ » (1 Co 3, 10-11), dit saint Paul dans la deuxième lecture. Le Seigneur Jésus est la pierre qui soutient le poids du monde, qui maintient la cohésion de l’Église et qui recueille dans une ultime unité toutes les conquêtes de l’humanité. En lui nous avons la Parole et la Présence de Dieu, et de Lui l’Église reçoit sa vie, sa doctrine et sa mission. L’Église ne tire pas sa consistance d’elle-même ; elle est appelée à être signe et instrument du Christ, dans une pure docilité à son autorité et entièrement au service de son mandat. L’unique Christ fonde l’unique Église ; il est le rocher sur lequel se base notre foi. Fondés sur cette foi, nous cherchons ensemble à montrer au monde le visage de Dieu, qui est amour et qui est l’unique qui peut répondre à l’ardent désir de plénitude de l’homme. Telle est la grande tâche, montrer à tous que Dieu est un Dieu de paix et non de violence, de liberté et non de contrainte, de concorde et non de discorde. En ce sens, je crois que la consécration de cette église de la Sagrada Familia, à une époque où l’homme prétend édifier sa vie en tournant le dos à Dieu, comme s’il n’avait plus rien à lui dire, est un événement de grande signification. Par son œuvre, Gaudí nous montre que Dieu est la vraie mesure de l’homme, que le secret de la véritable originalité consiste, comme il le disait, à revenir à l’origine qui est Dieu. Lui-même, ouvrant ainsi son esprit à Dieu, a été capable de créer dans cette ville un espace de beauté, de foi et d’espérance, qui conduit l’homme à la rencontre de Celui qui est la vérité et la beauté même. L’architecte exprimait ainsi ses sentiments : « Une église [est] l’unique chose digne de représenter ce que ressent un peuple, puisque la religion est ce qu’il y a de plus élevé dans l’homme ».

Cette affirmation de Dieu porte en soi la suprême affirmation et sauvegarde de la dignité de tout homme et de tous les hommes : « N’oubliez pas que vous êtes le temple de Dieu… Le temple de Dieu est sacré, et ce temple, c’est vous » (1 Co 3, 16-17). Ici sont unies la vérité et la dignité de Dieu à la vérité et la dignité de l’homme. Par la consécration de l’autel de cette église, gardant présent à l’esprit que le Christ est son fondement, nous présentons au monde Dieu qui est l’ami des hommes, et nous invitons les hommes à être amis de Dieu. Comme l’enseigne l’épisode de Zachée, dont parle l’évangile d’aujourd’hui (cf. Lc 19, 1-10), si l’homme laisse entrer Dieu dans sa vie et dans son monde, s’il laisse le Christ vivre dans son cœur, il ne le regrettera pas, mais au contraire il fera l’expérience de la joie de partager sa vie même, étant destinataire de son amour infini.

L’initiative de la construction de cette église est due à l’Association des Amis de saint Joseph, qui voulut la dédier à la Sainte Famille de Nazareth. Depuis toujours, le foyer formé par Jésus, Marie et Joseph a été considéré comme une école d’amour, de prière et de travail. Les promoteurs de cette église voulaient montrer au monde l’amour, le travail et le service réalisés devant Dieu, comme les vécut la Sainte Famille de Nazareth. Les conditions de vie ont profondément changés et avec elles on a progressé énormément dans les domaines techniques, sociaux et culturels. Nous ne pouvons pas nous contenter de ces progrès. Ils doivent toujours être accompagnés des progrès moraux, comme l’attention, la protection et l’aide à la famille, puisque l’amour généreux et indissoluble d’un homme et d’une femme est le cadre efficace et le fondement de la vie humaine dans sa gestation, dans sa naissance et dans sa croissance jusqu’à son terme naturel. C’est seulement là où existent l’amour et la fidélité, que naît et perdure la vraie liberté. L’Église demande donc des mesures économiques et sociales appropriées afin que la femme puisse trouver sa pleine réalisation à la maison et au travail, afin que l’homme et la femme qui s’unissent dans le mariage et forment une famille soient résolument soutenus par l’État, afin que soit défendue comme sacrée et inviolable la vie des enfants depuis le moment de leur conception, afin que la natalité soit stimulée, valorisée et soutenue sur le plan juridique, social et législatif. Pour cela, l’Église s’oppose à toute forme de négation de la vie humaine et soutient ce qui promeut l’ordre naturel dans le cadre de l’institution familiale.

Contemplant avec admiration ce saint espace d’une beauté fascinante, avec tant d’histoire de foi, je demande à Dieu qu’en cette terre catalane se multiplient et se fortifient de nouveaux témoins de sainteté, qui offrent au monde le grand service que l’Église peut et doit rendre à l’humanité : être une image de la beauté divine, une flamme ardente de charité, un canal pour que le monde croie en Celui que Dieu a envoyé (cf. Jn 6, 29).

Chers frères, en consacrant cette splendide église, je supplie en même temps le Seigneur de nos vies qu’à partir de cet autel, qui va maintenant être oint avec l’huile sainte et sur lequel se consumera le sacrifice d’amour du Christ, jaillisse un fleuve incessant de grâce et de charité sur cette ville de Barcelone et sur ses habitants, ainsi que sur le monde entier. Que ces eaux fécondes remplissent de foi et de vitalité apostolique cette Église archidiocésaine, ses Pasteurs et ses fidèles.

En catalan :

Je désire enfin confier à la protection aimante de la Mère de Dieu, Marie la Très Sainte, Rosa d’abril, Mare de la Mercè, vous tous qui êtes ici présents et toutes les personnes qui en paroles et en actes, dans le silence ou la prière, ont rendu possible ce miracle architectural. Qu’elle présente aussi à son divin Fils les joies et les souffrances de ceux qui viendront à l’avenir dans ce lieu sacré, pour que, selon la Liturgie de la dédicace des églises, les pauvres puissent trouver miséricorde, les opprimés obtenir la vraie liberté et tous les hommes se revêtir de la dignité d’enfants de Dieu. Amen.

[01542-03.01] [Texte original: Plurilingue]

  TRADUZIONE IN LINGUA TEDESCA

Katalanisch:

Liebe Brüder und Schwestern im Herrn!

„Heute ist ein heiliger Tag zu Ehren des Herrn, eures Gottes. Seid nicht traurig und weint nicht! ... Die Freude am Herrn ist eure Stärke" (Neh 8,9-11). Mit diesen Worten aus der Ersten Lesung, die wir verkündigt haben, möchte ich euch alle begrüßen, die ihr hier anwesend seid, um an dieser Feier teilzunehmen. Ich richte einen herzlichen Gruß an Ihre Majestäten, den König und die Königin von Spanien, die von Herzen gewünscht haben, sich uns anzuschließen. Mein dankbarer Gruß gilt dem Erzbischof von Barcelona, Kardinal Lluís Martínez Sistach, für die Willkommensworte und seine Einladung zur Weihe dieser Kirche der „Sagrada Familia", einer wunderbaren Synthese aus Technik, Kunst und Glauben. Ich grüße auch den emeritierten Erzbischof von Barcelona, Kardinal Ricardo María Carles Gordó, die anderen Herren Kardinäle und Mitbrüder im Bischofsamt, insbesondere den Weihbischof dieser Teilkirche, sowie die zahlreichen Priester, Diakone, Seminaristen, Ordensleute und Gläubigen, die an dieser Feier teilnehmen. Gleichzeitig richte ich meinen ehrerbietigen Gruß an die Vertreter der nationalen, regionalen und lokalen Behörden sowie an die Mitglieder anderer christlicher Gemeinschaften, die sich unserer Freude und unserem Gott wohlgefälligen Lob anschließen.

Spanisch:

Dieser Tag ist ein bedeutender Punkt in einer langen Geschichte von Bestrebungen, Arbeit und Großherzigkeit, die seit über einem Jahrhundert andauert. In diesem Augenblick möchte ich alle Menschen in Erinnerung rufen, die die Freude, die uns alle heute erfüllt, möglich gemacht haben: von den Initiatoren dieses Werkes bis hin zu jenen, die es zur Ausführung gebracht haben; von den Architekten und Bauleuten bis hin zu all jenen, die in irgendeiner Weise ihren unersetzlichen Beitrag dazu geleistet haben, das allmähliche Entstehen dieses Bauwerks zu ermöglichen. Und wir denken vor allem an jenen Mann, der die Seele und der Urheber dieses Projekts war: Antoni Gaudí, ein genialer Architekt und konsequenter Christ, dessen Fackel des Glaubens bis zum Ende seines Lebens brannte, das er in Würde und völliger Schlichtheit führte. Dieses Ereignis ist in gewisser Weise auch der Höhepunkt und das Ergebnis einer Geschichte der katalonischen Region, die vor allem seit Ende des 19. Jahrhunderts eine Vielzahl von Heiligen und Ordensgründern, Märtyrern und christlichen Schriftstellern hervorbrachte: Geschichte der Heiligkeit, des künstlerischen und dichterischen Schaffens, das aus dem Glauben heraus entstanden ist und das wir heute in dieser Eucharistie zusammenfassen und Gott zum Opfer darbringen.

Meine Freude darüber, dieser Feier vorstehen zu dürfen, wurde noch größer, als ich erfuhr, daß dieser Sakralbau von Anfang an eng mit der Gestalt des hl. Josef verbunden war. Besonders bewegt hat mich die Sicherheit, mit der Gaudí angesichts der zahllosen Schwierigkeiten, die er bewältigen mußte, voll Vertrauen auf die göttliche Vorsehung ausrief: „Der hl. Josef wird die Kirche vollenden." Die Tatsache, daß sie jetzt von einem Papst geweiht wird, dessen Taufname Joseph ist, ist daher nicht ohne Bedeutung.

Was bedeutet es, diese Kirche zu weihen? Mitten in der Welt, im Angesicht Gottes und der Menschen, haben wir in einem demütigen und freudigen Glaubensakt ein immenses Bauwerk errichtet, Frucht der Natur und unermeßlicher Anstrengungen der menschlichen Intelligenz, der Erbauerin dieses Kunstwerks. Es ist ein sichtbares Zeichen des unsichtbaren Gottes, zu dessen Ehre diese Türme emporragen: Wie Pfeile verweisen sie auf das Absolute des Lichts und dessen, der das Licht, die Erhabenheit und die Schönheit selbst ist.

In diesem Raum wollte Gaudí die Eingebung zusammenfassen, die er aus den drei großen Büchern erhielt, aus denen er als Mensch, als Gläubiger und als Architekt Nahrung zog: das Buch der Natur, das Buch der Heiligen Schrift und das Buch der Liturgie. So vereinte er die Wirklichkeit der Welt und die Heilsgeschichte, wie sie uns durch die Bibel berichtet und in der Liturgie vergegenwärtigt wird. Er nahm Steine, Bäume und menschliches Leben in den Sakralbau hinein, um die ganze Schöpfung auf das göttliche Lob auszurichten, aber gleichzeitig brachte er die Retabel hinaus, um den Menschen das Geheimnis Gottes vor Augen zu führen, das in der Geburt, im Leiden, im Tod und in der Auferstehung Jesu Christi offenbart wird. So wirkte er auf geniale Weise am Aufbau eines menschlichen Bewußtseins mit, das in der Welt verankert, offen für Gott und von Christus erleuchtet und geheiligt ist. Und er verwirklichte das, was heute zu den wichtigsten Aufgaben gehört: die Überwindung der Spaltung zwischen menschlichem und christlichem Bewußtsein, zwischen der Existenz in dieser zeitlichen Welt und der Öffnung zum ewigen Leben, zwischen der Schönheit der Dinge und Gott als der Schönheit selbst. Antoni Gaudí verwirklichte all dies nicht mit Worten, sondern mit Steinen, Linien, Oberflächen und Spitzen. In Wirklichkeit ist die Schönheit das große Bedürfnis des Menschen; sie ist die Wurzel, die den Stamm unseres Friedens und die Früchte unserer Hoffnung hervorbringt. Die Schönheit ist auch Offenbarerin Gottes, denn das schöne Werk ist wie er reine Unentgeltlichkeit, es lädt zur Freiheit ein und entreißt den Menschen dem Egoismus.

Wir haben diesen Sakralraum Gott geweiht, der sich uns in Christus offenbart und hingegeben hat, um endgültig Gott unter den Menschen zu sein. Das offenbarte Wort, die Menschennatur Christi und seine Kirche sind die drei höchsten Ausdrücke seines Erscheinens und seiner Hingabe an die Menschen. „Jeder soll darauf achten, wie er weiterbaut. Denn einen anderen Grund kann niemand legen als den, der gelegt ist: Jesus Christus" (1 Kor 3,10-11), sagt der hl. Paulus in der Zweiten Lesung. Der Herr Jesus ist der Stein, der die Last der Welt trägt, den Zusammenhalt der Kirche gewährleistet und alle Errungenschaften der Menschheit letztendlich zu einer Einheit zusammenfügt. In ihm haben wir das Wort und die Gegenwart Gottes, und von ihm erhält die Kirche ihr Leben, ihre Lehre und ihre Sendung. Die Kirche hat keinen Bestand aus sich selbst heraus; sie ist berufen, Zeichen und Werkzeug Christi zu sein, in reiner Fügsamkeit gegenüber seiner Autorität und in völligem Dienst an seinem Gebot. Der eine Christus gründet die eine Kirche; er ist der Fels, auf dem unser Glaube gründet. Auf der Grundlage dieses Glaubens versuchen wir gemeinsam, der Welt das Antlitz Gottes zu zeigen, der die Liebe ist und der allein auf das Verlangen des Menschen nach Erfüllung antworten kann. Das ist die große Aufgabe: allen zu zeigen, daß Gott der Gott des Friedens ist und nicht der Gewalt, der Freiheit und nicht des Zwangs, der Eintracht und nicht der Zwietracht. In diesem Sinne glaube ich, daß die Weihe dieser Kirche der „Sagrada Familia" in einer Zeit, in der der Mensch sich anmaßt, sein Leben hinter Gottes Rücken aufzubauen, so als hätte er ihm nichts mehr zu sagen, ein sehr bedeutsames Ereignis ist. Gaudí zeigt uns durch sein Werk, daß Gott der wahre Maßstab des Menschen ist, daß das Geheimnis der wahren Originalität, wie er sagte, darin besteht, zum Ursprung zurückzukehren, der Gott ist. Indem er selbst in dieser Weise seinen Geist für Gott öffnete, konnte er in dieser Stadt einen Raum der Schönheit, des Glaubens und der Hoffnung schaffen, der den Menschen zur Begegnung mit jenem führt, der die Wahrheit und die Schönheit selbst ist. Der Architekt brachte seine Empfindungen so zum Ausdruck: „Nur eine Kirche kann die Gesinnung eines Volkes würdig repräsentieren, denn die Religion ist das Erhabenste im Menschen."

Eine solche Bestätigung Gottes bedeutet gleichzeitig die höchste Bestätigung und den Schutz der Würde jedes Menschen und aller Menschen: „Wißt ihr nicht, daß ihr Gottes Tempel seid? ... Gottes Tempel ist heilig, und der seid ihr" (1 Kor 3,16-17). Hier sind die Wahrheit und die Würde Gottes mit der Wahrheit und der Würde des Menschen vereint. Wenn wir den Altar dieser Kirche in dem Bewußtsein weihen, daß Christus ihr Fundament ist, dann zeigen wir der Welt Gott, den Freund der Menschen, und laden die Menschen ein, Freunde Gottes zu sein. Wie die Episode des Zachäus lehrt, von dem das heutige Evangelium spricht (vgl. Lk 19,1-10), wird der Mensch, wenn er Gott in sein Leben und in seine Welt aufnimmt, wenn er Christus in seinem Herzen leben läßt, dies nicht bereuen, sondern wird sogar die Freude erfahren, als Empfänger der unendlichen Liebe Gottes an dessen eigenem Leben teilzuhaben.

Die Initiative zum Bau dieser Kirche ist der Vereinigung der Freunde des hl. Josef zu verdanken, die sie der Heiligen Familie von Nazaret weihen wollte. Schon immer wurde die von Jesus, Maria und Josef gebildete Familie als Schule der Liebe, des Gebets und der Arbeit angesehen. Die Initiatoren dieser Kirche wollten der Welt die Liebe, die Arbeit und den Dienst zeigen, die im Angesicht Gottes gelebt werden, wie die Heilige Familie von Nazaret sie gelebt hat. Die Lebensumstände haben sich zutiefst gewandelt, und gleichzeitig gab es enorme Fortschritte im technischen, sozialen und kulturellen Bereich. Wir können uns mit diesen Fortschritten nicht begnügen. Mit ihnen müssen immer auch sittliche Fortschritte einhergehen, wie die Beachtung, der Schutz und die Unterstützung der Familie, denn die großherzige und unauflösbare Liebe zwischen einem Mann und einer Frau ist der fruchtbare Rahmen und die Grundlage des menschlichen Lebens bei seinem Entstehen, seiner Geburt, seinem Wachstum und seinem natürlichen Ende. Nur dort, wo Liebe und Treue vorhanden sind, entsteht die wahre Freiheit und dauert sie fort. Daher fordert die Kirche angemessene wirtschaftliche und soziale Maßnahmen, die darauf ausgerichtet sind, daß die Frau zu Hause und am Arbeitsplatz ihre volle Verwirklichung finden kann; daß der Mann und die Frau, die den Ehebund schließen und eine Familie gründen, vom Staat wirklich unterstützt werden; daß das Leben der Kinder vom Augenblick ihrer Empfängnis an als heilig und unantastbar verteidigt wird; daß die Geburten auf rechtlicher, sozialer und legislativer Ebene Anerkennung, Wertschätzung und Unterstützung erhalten. Daher widersetzt sich die Kirche jeglicher Form der Ablehnung des menschlichen Lebens und hält das aufrecht, was die natürliche Ordnung im Bereich der Familie als Institution fördert.

Während ich auf diesen heiligen Ort von bezaubernder Schönheit voll Staunen blicke, der so viel Geschichte des Glaubens aufzuweisen hat, bitte ich Gott, daß hier in Katalonien immer neue Zeugen der Heiligkeit hervorkommen und sich festigen mögen, die der Welt den großen Dienst anbieten, den die Kirche der Menschheit leisten kann und muß: Ikone der göttlichen Schönheit zu sein, brennende Flamme der Liebe, Weg, der dahin führt, daß die Welt an den glaubt, den Gott gesandt hat (vgl. Joh 6,29).

Liebe Brüder, bei der Weihe dieser wunderschönen Kirche bitte ich den Herrn unseres Lebens, daß von diesem Altar, der jetzt mit dem heiligen Öl gesalbt wird und auf dem das Liebesopfer Christi dargebracht werden wird, ein ständiger Strom der Gnade und der Liebe auf die Stadt Barcelona und ihre Einwohner sowie auf die gesamte Welt ausgehen mag. Diese fruchtbaren Wasser mögen die Kirche dieser Erzdiözese, ihre Hirten und Gläubigen mit Glauben und apostolischer Lebenskraft erfüllen.

Katalanisch:

Abschließend möchte ich alle hier Anwesenden sowie alle, die mit Worten und Werken, durch die Stille oder durch das Gebet dieses architektonische Wunder ermöglicht haben, dem liebevollen Schutz der Allerseligsten Gottesmutter Maria, der „Aprilrose" und „Mutter von der Erlösung der Gefangenen", anvertrauen. Möge sie ihrem göttlichen Sohn auch die Freuden und die Leiden derer darbringen, die in Zukunft an diesen heiligen Ort kommen werden, damit, wie es in der Liturgie der Kirchweihe heißt, die Armen Barmherzigkeit finden, die Unterdrückten die wahre Freiheit erlangen und alle Menschen die Würde der Kinder Gottes anlegen können. Amen.

[01542-05.01] [Originalsprache: Mehrsprachig]

Terminata l’omelia, dopo la recita del Credo, ha luogo il rito di Dedicazione, con il canto delle Litanie dei Santi, l’unzione dell’altare e della pareti della chiesa, l’incensazione e l’illuminazione dell’altare e della chiesa. Viene quindi inaugurata la cappella del Santissimo Sacramento e il Cardinale Lluís Martínez Sistach dà lettura della Bolla che dichiara "Basilica minore" il tempio della Sagrada Família.

[B0680-XX.01]