Esta mañana, el Santo Padre Francisco recibió en audiencia a la delegación de la Comisión «Manos Unidas».
Publicamos a continuación el saludo que el Papa dirigió a los presentes en la audiencia:
Discurso del Santo Padre
Señor Obispo,
hermanas y hermanos, buenos días.
Estoy contento de recibirlos esta mañana, a ustedes de la comisión permanente de “Manos Unidas – Comité Católico de la Campaña contra el Hambre en el Mundo”.
Esta asociación, que surgió en 1959 como respuesta de las mujeres de Acción Católica de España al llamamiento de la FAO, que denunciaba el “hambre de pan, el hambre de cultura y el hambre de Dios que padece gran parte de la humanidad”, y ustedes llevan adelante desde hace 65 años la tarea de ayudar y contribuir a la promoción y al progreso de los países en vía de desarrollo. Estuvo aquí, hace un par de meses la señora McCain, que lleva adelante la campaña del hambre y me dijo que ellos con toda la campaña apenas alcanzan a cubrir el 15% del hambre en el mundo. Es muy duro, muy duro. Pensando en la labor que, con la sensibilidad y la fortaleza propias del genio femenino, ustedes realizan en la erradicación de esos males que siguen golpeando a tantas naciones, quisiera hacer referencia a la figura de la Madre de Dios, a quien celebramos en su Inmaculada Concepción. Porque la Virgen María es la Mujer por excelencia.
Nosotros estamos acostumbrados con esta cultura machista, a tener a la mujer, no digo como el perrito o el gato de la casa, pero como un ser humano de segunda categoría y nos olvidamos de que las que llevan adelante el mundo son las mujeres y —dicen algunos— son las que mandan. Pero están bien. Pero la mujer que lleva adelante una familia, que lleva adelante los pueblos, que se acerca a la necesidad, esa sensibilidad tan rica de la mujer.
María, con el corazón radicado en Dios, continúa atenta a las necesidades de sus hijos, solícita para ir a su encuentro y llevarles la consolación del Señor. Ella es el modelo plenamente realizado de nuestra humanidad, a través del cual, por la gracia de Dios, todos podemos contribuir para mejorar nuestro mundo. Y eso es lo que ustedes tratan de actuar gracias a su característica y a su intuición y realidad como madres, hijas y esposas y suegras.
Yo les cuento una anécdota que pasó aquí. La señora Úrsula, la Presidenta de la Comisión Europea, es médico y madre de 7 hijos. Y un día le dije —había resuelto un problema muy difícil, con Bélgica, Holanda, mucha plata, lo había resuelto bien— y yo le dije: “señora —estábamos sentados allá— ¿cómo hizo usted para resolver esto?” Empezó a hacer un gesto con las manos… Y respondió: “como hacemos las mamás”. La mujer tiene esa genialidad, el genio femenino. Y así, con la compasión y la tenacidad que caracterizan el ánimo femenil, “Manos Unidas”, Asociación Pública de fieles de la Iglesia católica en España, lleva a cabo su misión específica: luchar contra el hambre, el subdesarrollo y la falta de instrucción; comprometiéndose, además, en trabajar para erradicar las causas estructurales que producen estas cosas. Este cometido se hace posible solamente con una visión cristiana del ser humano, que tenga como fundamento el Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia.
Hermanas y hermanos, los animo a seguir adelante con su hermosa misión de voluntariado, de asistencia, de caminar juntos. Y ya cercanos al Jubileo, los invito a ser peregrinos de esperanza y a reorientar la vida hacia Jesús, también a través de su contribución a la mejora material, al progreso moral y desarrollo espiritual de los más frágiles y necesitados, para ayudarlos a conseguir una vida que responda a la dignidad de hijos de Dios.
Deseo que este tiempo de Adviento, en la espera paciente, llena de esperanza en las promesas de Dios, nos ayude a todos a alcanzar una renovación espiritual para contribuir en la tan deseada construcción de la civilización del amor, de tal manera que nos permita unir nuestro amor filial hacia Dios con el amor al prójimo.
Que Jesús, en cada persona que ustedes encuentren, en cada persona que asistan, los bendiga; y la Virgen Santa los acompañe con su intercesión y amor maternal.
Y cuando yo confieso, suelo preguntar a las personas, cuando se da la ocasión: “¿Y usted da limosna?”. Generalmente me dicen que sí. “Y usted cuando da limosna, ¿mira a los ojos a la persona a la que da la limosna? No sé”. “¿Y usted le toca la mano o tira la moneda y después hace así?” Si vos no lo mirás a los ojos al mendigo, si vos no le tocás la mano, tu limosna no vale nada, porque no sale de tu corazón, sale sólo de tu bolsillo. Prediquen esto: mirar a los ojos y tocar la mano. Gracias.