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Las palabras del Papa en la oración del Ángelus , 17.11.2024

A las 12.00 horas de hoy, XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario, el Santo Padre Francisco se asomó a la ventana del estudio del Palacio Apostólico Vaticano para recitar el Ángelus con los aproximadamente 25.000 fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.

Al término del Ángelus, el Santo Padre participó en la comida festiva ofrecida con motivo de la VIII Jornada Mundial de los Pobres en el Aula Pablo VI. Al sentarse a la mesa, el Papa dirigió unas palabras de bendición y saludo a los presentes.

Estas fueron las palabras del Papa al introducir la oración mariana:

Antes del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz domingo!

En el Evangelio de la liturgia de hoy, Jesús describe una gran tribulación: «el sol se oscurecerá, la luna ya no dará su resplandor» (Mc 13,24). Ante este sufrimiento, muchos podrían pensar en el fin del mundo, pero el Señor aprovecha la ocasión para ofrecernos una interpretación diferente, diciendo: «el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán» (Mc 13,31).

Podemos detenernos en esta expresión: lo que pasa y lo que permanece.

En primer lugar, lo que pasa. En algunas circunstancias de nuestra vida, cuando atravesamos una crisis o experimentamos algún fracaso, así como cuando vemos a nuestro alrededor el dolor causado por las guerras, las violencias, las catástrofes naturales, tenemos la sensación de que todo llega a su fin, y sentimos que incluso las cosas más bellas pasan. Sin embargo, las crisis y los fracasos, aunque dolorosos, son importantes, porque nos enseñan a dar a cada cosa su justo peso, a no atar nuestro corazón a las realidades de este mundo, porque pasarán: están destinadas a pasar.

Al mismo tiempo, Jesús habla de lo que permanece. Todo pasa, pero sus palabras no pasarán: las palabras de Jesús permanecen por siempre. Así nos invita a confiar en el Evangelio, que contiene una promesa de salvación y eternidad, y a dejar de vivir bajo la angustia de la muerte. Porque mientras todo pasa, Cristo permanece. En Él, en Cristo, volveremos a encontrar un día las cosas y las personas que han pasado y que nos han acompañado en nuestra existencia terrenal. A la luz de esta promesa de resurrección, toda realidad adquiere un significado nuevo: todo muere y también nosotros moriremos un día, pero no perderemos nada de lo que hemos construido y amado, porque la muerte será el comienzo de una nueva vida.

Hermanos y hermanas, incluso en las tribulaciones, en las crisis, en los fracasos, el Evangelio nos invita a mirar la vida y la historia sin tener miedo de perder lo que acaba, sino con alegría por lo que queda. No olvidemos que Dios nos prepara un futuro de vida y alegría.

Así pues, preguntémonos: ¿estamos apegados a las cosas de la tierra, que pasan, que pasan rápidamente, o a las palabras del Señor, que permanecen y nos guían hacia la eternidad? Por favor, hagámonos esta pregunta. Nos va a ayudar.

Y oremos a la Santísima Virgen, que se ha confiado totalmente a la Palabra de Dios, para que ella interceda por nosotros.
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Después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas,

ayer en Escútari fueron beatificados dos mártires: Louis Palić, sacerdote de la Orden de los Hermanos Menores, y Gjon Gazulli, sacerdote diocesano, víctimas de la persecución religiosa en el siglo XX. Y hoy ha sido beatificado en Friburgo de Brisgovia otro mártir, el sacerdote Max Josef Metzger, fundador del Instituto Secular de Cristo Rey, a quien se opuso el nazismo por su compromiso religioso en favor de la paz. Que el ejemplo de estos mártires reconforte a tantos cristianos discriminados por su fe en nuestro tiempo. ¡Un aplauso para los nuevos beatos!

Hoy celebramos la Jornada Mundial de los Pobres, cuyo tema es «La oración de los pobres sube hasta Dios» (Sir 21,5). Doy las gracias a todos aquellos que en las diócesis y parroquias han promovido iniciativas de solidaridad con los más desfavorecidos. Y en este día recordemos también a todas las víctimas de la carretera: recemos por ellas, por sus familias, y comprometámonos a prevenir los accidentes.

Hago una pregunta, cada uno puede hacerse a sí mismo esta pregunta: ¿me privo de algo para dárselo a los pobres? Cuando doy la limosna, ¿toco la mano del pobre y le miro a los ojos? Hermanos y hermanas, ¡no olvidemos que los pobres no pueden esperar!

Me uno a la Iglesia en Italia que celebra mañana una Jornada de Oración por las víctimas y los sobrevivientes de abusos. Cada abuso es una traición a la confianza, ¡es una traición a la vida! La oración es indispensable para «reconstruir la confianza».

También deseo recordar a todos los pescadores, con ocasión del Día Mundial de la Pesca, que se celebrará el próximo jueves: ¡Que María Estrella del Mar proteja a los pescadores y a sus familias!

Y saludo con afecto a todos ustedes, romanos y peregrinos. En particular, a los fieles de Ponta Delgada y Zagreb; a la Escolanía del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial y a la comunidad ecuatoriana de Roma, que celebra la Virgen del Quinche. Saludo a los grupos de Chioggia y Caorle; a los bomberos de Romeno (Trento) y al coro parroquial de Nesso (Como).

Hermanos y hermanas, recemos por la paz: en la atormentada Ucrania, en Palestina, Israel, Líbano, en Myanmar, en Sudán. La guerra hace inhumanos e induce a los pueblos a tolerar crímenes inaceptables. Que los gobernantes escuchen el clamor de los pueblos que piden la paz.

Un saludo a los chicos de la Inmaculada. Les deseo a todos un buen domingo. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta la vista!