Esta mañana, en el Palacio Apostólico Vaticano, el Santo Padre Francisco ha recibido en audiencia a los representantes de la Confederación Nacional del Artesanado y de la Pequeña y Mediana Empresa (CNA), con ocasión de su Asamblea Anual.
Publicamos a continuación el discurso que el Santo Padre dirigió a los presentes durante la audiencia:
Discurso del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Me es muy grato acogerlos en la Asamblea Anual de la Confederación Nacional del Artesanado y de la Pequeña y Mediana Empresa. Saludo al presidente y a todos los miembros de su asociación profesional, tan extendida por toda Italia.
La artesanía me es muy querida porque expresa bien el valor del trabajo humano. Cuando creamos con las manos, al mismo tiempo activamos la cabeza y los pies: hacer es siempre el resultado de pensar y avanzar hacia los demás. La artesanía es un elogio de la creatividad; en efecto, el artesano debe ser capaz de discernir en la materia inerte una forma particular que los demás no pueden reconocer. Y esto los convierte en colaboradores de la obra creadora de Dios. Necesitamos su talento para devolver el sentido a la actividad humana y ponerla al servicio de proyectos que promuevan el bien común.
Me gustaría retomar junto a ustedes una célebre página del Evangelio: la parábola de los talentos (cf. Mt 25,14-30). Un señor da a tres siervos talentos para que los hagan fructificar. El que recibió cinco se muestra ingenioso y gana otros cinco. El que recibió dos hace lo mismo y se procura otros dos. Ambos son elogiados por el amo de la misma manera. No es la cantidad lo que cuenta, sino el esfuerzo por hacer fructificar los dones recibidos. Precisamente lo que le falta al tercer siervo, que por miedo y pereza esconde su talento bajo tierra. Ha renunciado al ingenio porque no ha cultivado una relación de confianza con su amo, con la vida y con los demás.
Esta parábola es un himno a la confianza en Dios, y una invitación a una «complicidad» sana y positiva -permítanme decir esta palabra-, una «complicidad» con Dios, que nos hace partícipes de sus bienes y cuenta con nosotros, cuenta con nuestra responsabilidad. Si se quiere crecer en la vida, se necesita abandonar el miedo y confiar. A veces, sobre todo cuando aumentan las dificultades, tenemos la tentación de pensar que el Señor es un árbitro o un controlador implacable, en lugar de Aquel que nos anima a tomar la vida en nuestras manos. Pero el Evangelio nos llama siempre a tener una mirada de fe; a no pensar que lo que conseguimos es fruto sólo de nuestras capacidades o de nuestros méritos. Es también fruto de la historia de cada uno de nosotros, es fruto de muchas personas que nos han enseñado a avanzar en la vida, empezando por nuestros padres. El trabajo que hago es fruto de una historia, que nos hizo capaces de hacerlo. Ustedes también, si se apasionan por su trabajo, y si a veces se quejan con razón porque no se les reconoce adecuadamente, es porque son conscientes del valor de lo que Dios ha puesto en sus manos, no sólo para ustedes, sino para todos.
Todos debemos dejar a un lado el miedo que paraliza y destruye la creatividad. También podemos hacerlo en la forma en que vivimos nuestro trabajo diario, sintiéndonos parte de un gran proyecto de Dios, capaz de sorprendernos con sus dones. Detrás de nuestras riquezas no sólo hay habilidad, sino también una Providencia que nos lleva de la mano y nos guía. El trabajo artesanal puede expresar bien todo esto, si va acompañado día a día del conocimiento de que Dios nunca nos abandona, de que somos obras maestras de Sus manos, y por eso somo capaces de producir obras originales.
También quisiera elogiar su trabajo porque embellece el mundo. Vivimos tiempos de guerra, de violencia; por doquier las noticias son así y parecen hacernos perder la fe en las capacidades de los seres humanos, contemplar sus actividades nos consuela y nos da esperanza. Embellecer el mundo es construir la paz.
Embellecer el mundo es construir la paz. Un economista me dijo que las inversiones que más ingresos generan hoy en Italia son las fábricas de armas. Esto no embellece el mundo, es feo. Si se quiere ganar más hay que invertir en matar. Reflexionemos sobre esto. No lo olviden -repito-: embellecer el mundo es construir la paz. La Encíclica Fratelli Tutti definió a los constructores de la paz como artesanos capaces de generar procesos de recuperación y encuentro con ingenio y audacia (cf.nº 225). El mismo ingenio y audacia que ustedes utilizan para realizar las numerosas obras destinadas a enriquecer el mundo.
Y Dios llama a todos los hombres y mujeres a trabajar de forma artesanal, como Él, para trabajar en ese proyecto de paz que Él tiene. Por eso distribuye sus talentos en abundancia, para que se pongan al servicio de la vida y no se entierren en la esterilidad de la muerte y la destrucción, como hacen las guerras, fomentadas por el enemigo de Dios.
Queridos amigos, gracias por lo que son capaces de conseguir con su trabajo; y gracias también por su compromiso social: ¡también éste es un trabajo que requiere paciencia y planificación! Que San José artesano los inspire siempre a vivir su trabajo con creatividad y pasión. De corazón los bendigo a todos, bendigo a sus familias. Y, por favor, no olviden rezar por mí. Gracias.