Esta mañana, en el Palacio Apostólico Vaticano, el Santo Padre Francisco recibió en audiencia a los participantes en el XIX Capítulo General de la Congregación del Verbo Divino (Verbitas) con el tema “Hagan, pues, que brille su luz ante los hombres; que vean estas buenas obras, y por ello den gloria al Padre de ustedes que está en los Cielos.” (Mt 5, 16).
Publicamos a continuación el discurso que el Papa dirigió a los presentes durante el encuentro:
Discurso del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos!
En primer lugar, saludo al Superior General, que ha sido nombrado arzobispo de Ende, Indonesia.
Han elegido un tema sugestivo para el Capítulo General: “Hagan, pues, que brille su luz ante los hombres: discípulos fieles y creativos en un mundo herido”. El Capítulo es un tiempo de reflexión sobre el carisma y la misión de una congregación, y puesto que son la Congregación del Verbo Divino, durante estos días vuelvan a la fuente de su identidad que es el Señor, Palabra de salvación.
La Palabra genera, da vida, inspira, motiva: es el punto focal de su misión. La Palabra, que en Jesús se hizo carne, mostró el rostro del Padre, su amor misericordioso. Así, el Verbo encarnado se convirtió en la luz del mundo; y a sus discípulos les dijo: «Hagan, pues, que brille su luz ante los hombres» (Mt 5, 16). ¿Cómo es esto posible? Permaneciendo con Él y yendo, quedando en su amor y dando testimonio. Este es el camino que lo hace posible. “La evangelización requiere familiaridad con la Palabra de Dios» (Evangelii gaudium, 175). Y esta, hermanos, es la fuente de la que siempre nacen y renacen como discípulos fieles y misioneros creativos. Detengámonos un momento en estos dos aspectos.
Discípulos fieles. Todos los bautizados están llamados a ser discípulos misioneros, y la fidelidad a esta llamada es nuestro compromiso, siempre con la gracia de Dios. Al discípulo fiel se le ve por la alegría del Evangelio que resplandece en su rostro, en su estilo de vida, con el que transmite a los demás el Amor que primero recibió y recibe cada día. Experimentar al Amor trinitario y avivar la llama del Espíritu es el valor central para crecer como discípulos y religiosos misioneros. Es esta llama la que nos renueva diariamente, purificándonos y transformándonos, mientras caminamos con nuestros pecados y en medio de las seducciones del mundo, pero valientes y confiados en la misericordia de Dios, que siempre perdona: y nosotros debemos perdonar siempre. Nunca negar la absolución: perdonar siempre.
Misioneros creativos. ¿De dónde viene su creatividad? La buena y sana, no la aparente, que siempre es autorreferencial y mundana. En cambio, la actividad misionera sana procede de la Palabra y del Espíritu, es decir, de Cristo vivo en ustedes, que les hace partícipes de su misión. Es Él quien atrae los corazones, ¡no nosotros! Es el Espíritu el protagonista, y nuestro “arte” es trabajar con todas nuestras fuerzas, gastando todos nuestros talentos, con la certeza de que siempre es Él quien crea, y nuestra acción es docilidad, es un instrumento, es un “canal”, un reflejo, una transparencia…Ustedes actúan en 79 países: están allí para anunciar el Evangelio y «hacer presente en el mundo el Reino de Dios» (Evangelii gaudium 176). Esto - saben bien – se hace compartiendo la alegría y no imponiendo obligaciones. Las actividades misioneras creativas nace del amor a la Palabra de Dios; la creatividad nace de la contemplación y el discernimiento. Y aunque la acción creativa personal es buena, la acción creativa comunitaria es mejor para la unidad y la fuerza de la Iglesia.
Queridos hermanos, les doy las gracias porque sus “líneas” capitulares me permiten también destacar algunas urgencias actuales.
La primera: ser constructores de paz. El mundo está herido por los conflictos, las guerras, la destrucción, incluso del medio ambiente, la violencia contra la vida y la dignidad humana, las ideologías fundamentalistas y otras plagas, muchas. La paz es el grito del pueblo: ¡escuchemos este grito y convirtámonos en constructores de paz! Jesús resucitado repitió varias veces a los apóstoles: «la paz esté con ustedes». (Jn 20, 19.21.26). Los quiere sembradores de paz. «la paz esté con ustedes». Y luego dijo: «Como el Padre me envió a í, así los envío yo también.» (v. 21)- Llevemos la paz de Cristo a todos, especialmente a los pobres, a los emigrantes - ¡ellos sufren mucho! - a las mujeres discriminadas, a los niños, a los excluidos. Dios escuchó el grito de los esclavos de hoy, y seamos creativos en la construcción de la paz.
La segunda urgencia: ser la esperanza de toda cultura. Ustedes deben ser la esperanza de toda cultura. En la vigilia del año jubilar, en un mundo herido, nuestras comunidades deben convertirse en signos de esperanza. Y esto es profecía. Esto significa, incluso antes de dar esperanza, ser esperanza, ejercitando el carácter que nos viene del Bautismo, ser esperanza. Para ustedes, la consagración según el carisma original viene a confirmar y reforzar el don bautismal y se convierte en un compromiso de testimonio, en los diferentes contextos sociales y culturales en los que se encuentran. “Ser esperanza profética para cada cultura”. Este es un gran desafío. Sólo la Iglesia puede responderle, porque desde el principio está animada por el Espíritu de Pentecostés. Me gusta leer en el libro de los Hechos de los Apóstoles: ¿qué hace el Espíritu Santo? Hay confusión, todos hablan, ¡pero todos se entienden! Muchas veces, en las confusiones el Espíritu hace avanzar a la Iglesia. ¡No tengan miedo a los conflictos! Ustedes no generen conflictos, pero no tengan miedo a los conflictos, no tengan miedo de la confusión de la cultura actual. El Espíritu puede entrar ahí. “Sean esperanza para todas las culturas.”. Ustedes son expertos de interculturalidad, es una de las consecuencias de su carisma, hacerse expertos en interculturalidad. A lo largo de los años han aprendido a vivir la misión respetando cada cultura y cada pueblo. Pero hace falta discernimiento. Hoy en día, a través de internet y de las redes sociales, se corre el riesgo de aceptar todo indiscriminadamente, influyendo en el estilo de la vida y los valores de las personas. En cambio, San Juan Pablo II, dijo: «suscitar una nueva cultura del amor y de la esperanza inspirada en la verdad que nos hace libres en Jesucristo. Este es el objetivo de la inculturación».[1] Se necesita discernimiento: pidan al Espíritu Santo esta gracia del discernimiento.
Tercer aspecto de actualidad: ser misioneros de la sinodalidad. La Iglesia que sale es extrovertida, mientras que una Iglesia sectaria es introvertida. Siempre abierta, ¡con el corazón en la mano! Hoy esta Iglesia debe crecer con un enfoque sinodal, escuchando a todos, dialogando con todos y discerniendo en el Espíritu Santo cuál es la misión. La sinodalidad no es una moda, «es de por sí misionera y, viceversa, la misión es siempre sinodal» (Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones, 20 de octubre de 2024). Por lo tanto, los animo a promover la sinodalidad en todos los aspectos de su vida: dejen que cada comunidad crezca y disfrute de un estilo sinodal en el que todos se sientan escuchados y acogidos. Por último, hagan lo que dice el Espíritu, pero es importante el proceso en el que el Espíritu se mueve de forma suave, entre la gente sencilla y en los lugares más distantes.
Queridos hermanos, en el 2025 celebrarán el 150º aniversario de la fundación de la Congregación del Verbo Divino. En sus corazones vibra la gratitud a Dios por su inmenso amor, que lo ha impulsado a ir a todas partes del mundo a predicar la Palabra y difundir el amor de Dios, a formar comunidades, as servir a los pobres, a buscar la justicia para las personas, la educación y la emancipación, a cuidar el medio ambiente. Con este ánimo agradecido reflexionemos sobre cómo compartir hoy de forma creativa la alegría de la resurrección de Jesús. San Arnoldo Janssen discernió la voluntad de Dios e hizo que la Congregación caminara según el Espíritu: ¡este es el carisma de un fundador! A ustedes les corresponde hoy, siguiendo este carisma, con su ejemplo y su intercesión, hacer el discernimiento comunitario y dar pasos valientes en la humildad y la entrega confiada a Dios. Gracias por lo que son y por lo que hacen. Los bendigo de corazón. Y, por favor, no se olviden rezar por mí. Gracias.
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1Discurso a los participantes en la Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio para la Cultura (10 de enero de 1992), 10.