Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Les doy mi cordial bienvenida a todos los que participaron en la reunión plenaria de la Pontificia Comisión de Arqueología Sagrada, así como a todo el personal y colaboradores. Saludo fraternalmente y con gratitud al cardenal Ravasi, que dirigió sabiamente la Pontificia Comisión desde 2007 hasta 2022. Y saludo al actual presidente, monseñor Pasquale Iacobone, antes experto secretario. Aprecio el compromiso de implicar a las nuevas generaciones de estudiantes y estudiosos de la arqueología cristiana para mantener una alta calidad en la protección, investigación, restauración y valorización de las catacumbas cristianas de Italia.
En este sentido, la creación de las Jornadas de las Catacumbas, con la implicación de familias y jóvenes en talleres educativos; la presentación de las diferentes catacumbas tanto en programas de televisión como en los social medias; la concesión de becas; y los sitios anuales de investigación arqueológica en colaboración con diversas universidades; todas estas iniciativas contribuyen a fomentar el conocimiento de las catacumbas y su asistencia cualificada.
La Reunión Plenaria llamó su atención, en primer lugar, sobre los diversos proyectos en curso en varias regiones italianas, que dan lugar a continuos e interesantes descubrimientos, documentados tanto por publicaciones como por intervenciones en numerosos congresos científicos.
Pero fue sobre todo el tema del próximo Jubileo el que ocupó su reflexión. En este gran acontecimiento, las catacumbas cristianas serán naturalmente uno de los destinos más significativos.
El tema del Jubileo, «Peregrinos de esperanza», encuentra, de hecho, una declinación singular y evocadora precisamente en las rutas de las catacumbas. Allí encontramos los numerosos signos de la peregrinación cristiana de los orígenes: pienso, por ejemplo, en los importantísimos graffiti de los llamados triclia de las catacumbas de San Sebastián, la Memoria Apostolorum, donde se veneraban juntas las reliquias de los apóstoles Pedro y Pablo. A continuación, descubriremos, en estos caminos, los símbolos y representaciones cristianas más antiguas, que dan testimonio de la esperanza cristiana. En las catacumbas, todo habla de esperanza, todo: habla de la vida más allá de la muerte, de la liberación de los peligros y de la propia muerte por obra de Dios, que en Cristo el buen Pastor, nos llama a participar en la bienaventuranza del Paraíso, evocada con figuras de plantas exuberantes, flores, prados verdes, pavos reales y palomas, ovejas apacentando... ¡Todo habla de esperanza y de vida!
En sí mismas, las catacumbas, al ser «cementerios», es decir, «dormitorios», dan testimonio de la espera, de la esperanza del cristiano, que cree en la resurrección de Cristo y en la resurrección de la carne.
La peregrinación a las catacumbas se configura así, como un itinerario en el que experimentar el sentido de la espera y la esperanza cristianas; nos recuerda que todos somos peregrinos, en camino hacia la meta del encuentro con Dios, que en Cristo resucitado nos llama a compartir su bienaventuranza y su paz. Las primeras generaciones cristianas comunican y expresan esta fe a través de las palabras augurales y las oraciones que retornan continuamente en los epitafios esculpidos en las tumbas de sus seres queridos: "¡Vivas in pace - Vivas in Deo, Vivas in Christo!"
La esperanza cristiana es testimoniada sobre todo por los mártires, cuyos recuerdos salpican los caminos de las catacumbas. Por esta razón, le felicito calurosamente por la propuesta de poner de relieve, con vistas al Jubileo, las tumbas de los Mártires, proponiéndolas a los peregrinos como paradas significativas a lo largo de sus itinerarios. Detenerse ante ellas nos enfrenta al ejemplo valiente de estos cristianos, siempre actual, y nos invita a rezar por tantos hermanos y hermanas que hoy sufren persecución por su fe en Cristo.
Por ello, parece oportuna la decisión de ampliar el número de lugares de catacumbas accesibles a los peregrinos, para permitir que un mayor número pueda visitarlos y fortalecerse así en la fe y la esperanza.
Queridos hermanos y hermanas, ustedes son, en nombre de la Santa Sede y de toda la Iglesia, custodios del patrimonio de fe y de arte de las catacumbas cristianas de Italia, como reafirma la Constitución Apostólica Praedicate Evangelium (cf. art. 245). Les agradezco su servicio y les exhorto a continuarlo siempre con competencia y pasión. Es un servicio a la memoria y al futuro; un servicio a las raíces y a la evangelización. Porque el mensaje de las catacumbas habla a todos, a los peregrinos y también a los visitantes lejanos de una experiencia de fe.
Invoco sobre todos ustedes la protección y el apoyo de María Madre de Dios y Reina de los Mártires. Los bendigo de corazón y bendigo su trabajo y a sus seres queridos. Y les pido por favor que recen por mí. Gracias.