Esta mañana el Santo Padre Francisco recibió en audiencia a la delegación del Real Club de Tenis Barcelona y les dirigió el saludo que publicamos a continuación:
Saludo del Santo Padre
Me es grato recibirles con ocasión del 125º aniversario de la fundación de ustedes como club deportivo. Me alegra poder señalar una vez más las oportunidades que ofrece el deporte para el crecimiento de cada persona y de la sociedad. Y hoy tenemos que felicitar a los italianos porque ayer ganaron en Australia, así que también los felicitamos a ellos.
El tenis en particular, no siendo un juego de equipo, sino individual o por parejas, plantea una faceta interesante para nuestra reflexión. Parecería que la confrontación de los jugadores tenga que ver sobre todo con el afán de quedar por encima del contrincante. Sin embargo, asomándonos a la historia de vuestro club se puede apreciar que, en realidad, desde su origen inglés, es expresión de la apertura de los fundadores a lo bueno que podía venir del exterior y a un diálogo con otras culturas, que les permitió dar vida a nuevas realidades.
Esta es una lección tan válida para nuestros días como lo fue hace 125 años. Ni en el tenis ni en la vida podemos ganar siempre, pero será un combate enriquecedor si, jugando de forma educada y según las reglas, aprendemos que no es un combate sino un diálogo que implica nuestro esfuerzo y nos permite superarnos. Concebir un poquito el deporte no sólo como combate sino también como diálogo. Se da un diálogo que, en el caso del tenis, tantas veces llega a ser artístico.
En el campo de juego como en la existencia, a veces nos sentimos solos, otras veces sostenidos por quien juega con nosotros este partido de la vida. Pero, incluso cuando jugamos en “individuales”, estamos siempre en la presencia del Señor que nos enseña lo que significa el respeto, la comprensión y la necesidad de una comunicación constante con el otro.
Para terminar, me permito decirles una última cosa, ustedes han formado figuras del tenis internacional, y es un gran reto, pero cuando trabajamos con estos niños, que sueñan con un porvenir deportivo de excelencia, las exigencias del entrenamiento no pueden estar por encima de su crecimiento integral; no hay nada más importante que ese desarrollo humano y espiritual. Y el deporte tiene que ayudar a este desarrollo, no ser el centro, sino que ayude a esto. Por eso les pido: cuiden a los niños, cuiden de aquellos que pueden beneficiarse de los valores del deporte en ámbitos sociales complejos y también de quienes podrían llegar a triunfar en la alta competición. ¡Que no dejen de ser niños! Gracias.
(Bendición)