Esta tarde, en el Aula Pablo VI, el Santo Padre Francisco ha recibido en audiencia los participantes en el encuentro promovido por el Catholic Charismatic Renewal International Service (CHARIS) y les dirigió el discurso que publicamos a continuación:
Discurso del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Me complace encontrarme con ustedes, después de cinco años del inicio efectivo de vuestra actividad como «organismo de servicio internacional para todas las expresiones de la Renovación Carismática Católica» (Estatutos de CHARIS, art. 1 § 1).
Sé que están en fase de revisión, y por ello es oportuno hacerse algunas preguntas: ¿cómo marcha el trabajo de CHARIS?, ¿cómo se están desarrollando los servicios locales de comunión?, ¿qué mensajes nos dan?, ¿cuál es el estado de salud de la Renovación Carismática Católica en el mundo?, ¿se está creciendo en madurez eclesial? Este último es, de hecho, el objetivo principal de vuestro servicio que hay que tener siempre presente, sobre todo, en la oración: crecer en la madurez eclesial.
Al escuchar y acoger todo lo que se ha desarrollado en estos años, dentro de la «corriente de gracia» —así debemos llamarla: corriente de gracia— que representa la Renovación Carismática Católica, se puede decir que CHARIS está llamada a ser una voz que acompañe e indique a todas las comunidades un camino a seguir en comunión. CHARIS es, por así decirlo, una “ventana” en el vasto y variado mundo de la Renovación Carismática Católica. Las personas que trabajan allí, tienen la gran oportunidad de “asomarse” por esta ventana, y mirar más allá. De superar la propia experiencia local, y reconocer la riqueza que el Espíritu Santo suscita en todas partes; en contextos culturales, sociales y eclesiales muy diferentes del propio. Es también gracias al discernimiento y a la puesta común de esta multiplicidad de experiencias y conocimientos, que CHARIS puede llevar a cabo su servicio, ayudando así a los pequeños grupos a salir de una cierta estrechez de miras, dándoles un respiro carismático y eclesial más amplio. Hablando de esta estrechez de miras: en una ocasión, una santa monja me decía que algunos católicos son como los caballos que llevan anteojeras y son incapaces di mirar a un lado o a otro. Esta estrechez de miras, gracias a Dios, ustedes la han superado y luchan contra ella. Eso me gusta.
Un objetivo que se han propuesto, y que yo mismo he animado, es el multiplicar los, así llamados, “Seminarios de vida nueva” en todo lugar y para todos. Se trata de momentos de “primer anuncio”, muy kerigmáticos, que ofrecen a las personas la posibilidad de un encuentro con Jesús vivo, con su Palabra con su Espíritu, con su Iglesia percibida como un ambiente de acogida, como un lugar de gracia, de reconciliación y de regeneración. Por ello los he exhortado a proponer estos Seminarios en el modo más amplio posible. Así pues, hoy les pregunto: ¿se están ofreciendo estos Seminarios de vida nueva en los distintos contextos eclesiales, aún en aquellos más remotos y pequeños, incluso entre los pobres y en las periferias? Cada uno dé una respuesta en su corazón. Un obstáculo podría ser pensar que estos Seminarios están destinados solo para las grandes estructuras y para los líderes más destacados, cuando en realidad también los pequeños grupos parroquiales y los responsables locales pueden organizarlos y ofrecerlos a las personas de su territorio.
Habría que considerar también que los Seminarios de vida nueva suelen ser vividos por las personas como experiencias muy fuertes, que les resultan determinantes para un verdadero cambio de vida. Cambio de vida: ¡después de un seminario la gente cambia de vida! Sin embargo, solo son el comienzo, un fuego muy intenso que se enciende, pero que corre el riesgo de extinguirse si no se alimenta. Por eso, después de los Seminarios, son indispensables los itinerarios formativos que ayuden a tener viva la gracia recibida, y sostengan un proceso gradual de crecimiento en la fe, en la vida de oración, en la conducta moral; así como la participación en los sacramentos y en la acción caritativa y misionera de la Iglesia.
Quisiera ahora recordarles dos aspectos presentes en los estatutos de CHARIS.
El primero es la importancia de «promover el ejercicio de los carismas no solo en la Renovación Carismática Católica sino también en toda la Iglesia» (Art. 3 § b). El servicio que puede prestar CHARIS es precisamente el de promover los carismas, motivando a que se dispongan en favor de toda la Iglesia. Promover: no controlar los carismas. Y para eso, para promover el carisma, hay que seguir a aquél que es el Maestro en promover el carisma: el Espíritu Santo. Pensemos en la mañana de Pentecostés, no se podía entender nada, un gran desorden; pero Él mismo es quien hace que haya armonía en esa gran diversidad. Y éste es el Maestro que nos enseña cómo se promueven los carismas. En particular, deberían valorarse siempre los carismas en pro de la evangelización y de la actividad misionera, sobre todo cuando están dirigidos hacia los que aún no conocen a Jesucristo.
El segundo es el de «alentar la profundización espiritual y la santidad de las personas que viven la experiencia del bautismo en el Espíritu Santo» (Art. 3 § c). No debe darse por supuesto que una vez que se ha recibido este bautismo en el Espíritu, ya se es plenamente cristiano. El camino de la santidad es siempre progresivo, en la conversión personal y en la donación generosa de sí mismo a Cristo y a los demás, y no solo en el “bienestar espiritual”.
Queridos amigos, les agradezco su servicio. No olviden que su tarea no es juzgar quién es un “auténtico carismático” y quién no lo es, eso no les toca ustedes. Está es una tentación de la Iglesia desde el principio: “Yo soy de Pablo” – “yo de Apolo” – “yo de Cefas” (cf 1 Cor 1,12). No, esto no funciona. Están llamados, por el contrario, a ofrecer apoyo y consejo a los Pastores, para acompañar a todos los grupos y realidades multiformes que hacen referencia a la Renovación carismática. Y si alguien me pregunta: “Pero dígame una seña: ¿qué hace la verdadera vida de renovación en una persona?". Lo que me viene a la mente es que las personas que viven plenamente la renovación saben sonreír. Saben sonreír. Y esta sonrisa les ayudará a permanecer vigilantes en no caer en la tentación de los juegos de poder y de influencia, rechazando el deseo de primeriar y de mandar. La auténtica tarea consiste en servir. Es bueno dejar espacio a las nuevas generaciones de responsables, para así comprometerse firmemente con la formación de los jóvenes, de entre los cuales surgirán los futuros líderes.
En ocasión de nuestro primer encuentro, en junio del 2019 —ya han pasado algunos años—, hicimos un momento de silencio rezando por la paz, recordando el encuentro en el Vaticano de los presidentes del Estado de Palestina y del Estado de Israel. Hermanos y hermanas la guerra destruye también la memoria de los pasos dados en favor de la paz. Miremos esta orquesta que hace un gran esfuerzo por la paz. Miremos este olivo, aquí, como signo de paz. La guerra destruye todo, todo. Quita la humanidad. El otro día, 2 de noviembre, fui a celebrar misa al cementerio militar de la Commonwealth; al entrar, miraba las edades de los caídos señaladas sobre las tumbas: todos eran jóvenes, de entre 20 y 30 años. La guerra destruye la juventud, no sabe hacer otra cosa que destruir. Por favor, luchemos por la paz. ¡No dejemos que nos roben esta memoria de la paz! Ahora los invito a rezar en silencio por la paz.
Gracias. Que la Virgen los mantenga en la alegría del servicio. Gracias.
[Texto original: Italiano]