Por la tarde, el Santo Padre Francisco dejó la nunciatura apostólica y se trasladó en coche al "Centro Belén" de Bratislava, donde, poco después de las 16 horas, realizó una visita privada. Antes de llegar al centro, el Papa se encontró con S.E. Mons. Róbert Bezák, C.S.R., arzobispo emérito de Tnrava, con su familia.
En el "Centro Belén", el Papa fue recibido por la Superiora que le mostró algunas de las habitaciones del establecimiento. En el centro se encontraban reunidas las personas sin hogar que son atendidas por las Hermanas de la Congregación de la Madre Teresa. El Papa Francisco habló con 30 personas que han vivido en la calle, algunas de las cuales están enfermas o discapacitadas y ahora son atendidas por las Hermanas, y con otros huéspedes de la Casa. En el patio, un coro de niños interpretó canciones.
Antes de abandonar el "Centro Belén", el Santo Padre rezó el Ave María con los presentes, les entregó un regalo y concluyó el encuentro con una bendición. Luego se trasladó en coche a la plaza Rybné námestie para encontrarse con la comunidad judía.
Publicamos a continuación las palabras del Papa durante su visita privada:
Palabras improvisadas por el Santo Padre
Buenas tardes a todos.
Estoy contento de visitarlos, de estar entre ustedes, estoy muy contento. Gracias por recibirme.
Y agradezco mucho a las Hermanas por el trabajo que hacen, trabajo de acogida, de ayuda, de acompañamiento. Muchas gracias. Agradezco a las mamás, a los papás que están aquí con los jóvenes; y agradezco a todos los jóvenes por estar aquí en este momento. Y también el Señor está con nosotros. Cuando estamos juntos, tan felices, el Señor está con nosotros. Está con nosotros incluso cuando afrontamos momentos de prueba. El Señor nunca nos abandona, siempre está cerca de nosotros. Podemos verlo o no verlo, pero siempre nos acompaña en el camino de la vida. No se olviden de esto, sobre todo en los momentos feos. Y muchas gracias, muchas gracias.
Encuentro con la comunidad judía en la plaza Rybné námestie
A las 16.50 horas de esta tarde, el Santo Padre Francisco se encontró con la comunidad judía en la plaza Rybné námestie de Bratislava.
A su llegada, el Papa fue recibido por el presidente de la Unión Central de Comunidades Religiosas Judías de la República Eslovaca, el Sr. Richard Duda.
Tras el discurso de saludo del presidente y los testimonios de un superviviente de la Shoá y de una monja, el Papa Francisco pronunció su discurso.
Al final del encuentro, el Santo Padre regresó en coche a la nunciatura apostólica.
Publicamos a continuación el discurso que el Papa pronunció durante el encuentro:
Discurso del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenas tardes!
Les agradezco sus palabras de bienvenida y los testimonios que han dado. Estoy aquí como peregrino para tocar este lugar y ser tocado por él. La plaza donde nos encontramos es muy significativa para su comunidad. Mantiene vivo el recuerdo de un rico pasado: fue durante siglos parte del barrio judío; aquí trabajó el célebre rabino Chatam Sofer. Aquí había una sinagoga, justo al lado de la Catedral de la Coronación. La arquitectura, como se ha dicho, expresaba la convivencia pacífica de las dos comunidades, símbolo inusual y de gran alcance evocativo, admirable signo de unidad en el nombre del Dios de nuestros padres. Aquí yo también siento la necesidad, como muchos de ustedes, de “quitarme las sandalias”, porque me encuentro en un lugar bendecido por la fraternidad de los hombres en el nombre del Altísimo.
Pero, posteriormente, el nombre de Dios fue deshonrado. En la locura del odio, durante la segunda guerra mundial, más de cien mil judíos eslovacos fueron asesinados. Y después, cuando se quisieron borrar las huellas de la comunidad, aquí la sinagoga fue demolida. Está escrito: «No invocarás en vano el nombre del Señor» (Ex 20,7). El nombre divino, es decir, su misma realidad personal, se nombra en vano cuando se viola la dignidad única e irrepetible del hombre, creado a su imagen. Aquí el nombre de Dios fue deshonrado, porque la peor blasfemia que se le puede causar es la de usarlo para los propios fines, más que para respetar y amar a los demás. Aquí, ante la historia del pueblo judío, marcada por este agravio trágico e indescriptible, nos avergonzamos de admitirlo: ¡cuántas veces el nombre inefable del Altísimo ha sido usado para realizar acciones que por su falta de humanidad resultan inenarrables! Cuántos opresores han declarado: “Dios está con nosotros”, pero eran ellos los que no estaban con Dios.
Queridos hermanos y hermanas, la historia de ustedes es nuestra historia, sus dolores son nuestros dolores. Para algunos de ustedes, este Memorial de la Soah es el único lugar donde pueden honrar la memoria de sus seres queridos. También yo me uno a ustedes. Sobre el Memorial está escrito en hebreo “Zachor”: “Recuerda”. La memoria no puede y no debe dejar lugar al olvido, porque no habrá un amanecer en que perdure la fraternidad si antes no se han compartido y disipado las oscuridades de la noche. La pregunta del profeta resuena también para nosotros: «Centinela, ¿cuánto queda de la noche?» (Is 21,11). Esto significa que no es tiempo de seguir opacando la imagen de Dios que resplandece en el hombre. Ayudémonos en esto. Porque tampoco hoy faltan ídolos vanos y falsos que deshonran el nombre del Altísimo. Son los ídolos del poder y del dinero que se imponen sobre la dignidad del hombre, de la indiferencia que vuelve la mirada hacia otra parte, de las manipulaciones que instrumentalizan la religión, haciendo de ella una cuestión de supremacía o reduciéndola a la irrelevancia. Y también lo es el olvido del pasado, la ignorancia que justifica todo, la rabia y el odio. Estamos unidos —lo repito— en la condena de toda violencia, de toda forma de antisemitismo, y en el esfuerzo para que la imagen de Dios en la persona humana no sea profanada.
Pero esta plaza, queridos hermanos y hermanas, es también un lugar donde brilla la luz de la esperanza. Ustedes vienen aquí cada año a encender la primera luz en el candelabro de la Chanukiah. Así, en la oscuridad, surge el mensaje de que la destrucción y la muerte no son las que tienen la última palabra, sino la renovación y la vida. Y si la sinagoga fue demolida en este sitio, la comunidad todavía está presente. Está viva y abierta al diálogo. Aquí nuestras historias se encuentran de nuevo. Aquí juntos afirmamos ante Dios la voluntad de seguir en un camino de acercamiento y amistad.
A este respecto, conservo vivo en mí el recuerdo del encuentro en Roma en el año 2017 con los Representantes de vuestras comunidades judías y cristianas. Estoy contento de que posteriormente se haya instituido una Comisión para el diálogo con la Iglesia católica y que juntos hayan publicado importantes documentos. Es bueno compartir y comunicar lo que nos une. Y es bueno seguir, en la verdad y con sinceridad, en el camino fraterno de purificación de la memoria para sanar las heridas pasadas, así como en el recuerdo del bien recibido y ofrecido. Según el Talmud, el que destruye un solo hombre destruye el mundo entero, y el que salva un solo hombre salva el mundo entero. Cada uno vale, y vale mucho lo que ustedes hacen por medio de su precioso compartir. Les agradezco las puertas que han abierto de ambas partes.
El mundo necesita puertas abiertas. Son signos de bendición para la humanidad. Al padre Abrahán Dios le dijo: «En ti se bendecirán todas las familias de la tierra» (Gn 12,3). Es un estribillo que resuena en la vida de los padres (cf. Gn 18,18; 22,18; 26,4). A Jacob, o sea Israel, Dios le dijo: «Ellos serán numerosos como el polvo de la tierra, y se extenderán al oeste y al este, al norte y al sur. En ti y en tu descendencia serán bendecidas todas las familias de la tierra» (Gn 28,14). Que aquí, en esta tierra eslovaca, tierra de encuentro entre este y oeste, norte y sur, la familia de los hijos de Israel siga cultivando esta vocación, la llamada a ser signo de bendición para todas las familias de la tierra. La bendición del Altísimo se derrama sobre nosotros cuando ve una familia de hermanos que se respetan, se aman y colaboran. Que el Omnipotente los bendiga para que, en medio de tanta discordia que contamina nuestro mundo, puedan ser siempre, juntos, testigos de paz. ¡Shalom!
Visita del presidente del Parlamento y del primer ministro de la República Eslovaca a la nunciatura apostólica
Por la tarde, en el salón de actos de la nunciatura apostólica en Bratislava, el Santo Padre Francisco se encontró con el presidente del Parlamento de Eslovaquia, D. Boris Kollár, y después con el primer ministro del país, D. Eduard Heger. Los dos encuentros terminaron poco después de las 18.30 horas.