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Audiencia a los miembros de la Fundación Arché, 02.09.2021

Publicamos a continuación el saludo que el Santo Padre Francisco ha  dirigido a los miembros de la Fundación Arché, recibidos esta mañana en audiencia en el Palacio Apostólico

Saludo del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas, buenos días:

Gracias por haber venido a contarme vuestra historia, no sólo con palabras, sino con vuestros rostros y vuestra presencia.

Doy las gracias a Don Giuseppe Bettoni por su presentación y, sobre todo, por su trabajo durante estos treinta años – pero, ¿tú has empezado a trabajar desde la Primera Comunión?- (ríe, risas) desde que comenzó vuestro compromiso de acoger a las madres con hijos. La habéis llamado "Arché", que recuerda el origen, el principio, y sabemos que en el principio está el Amor, el amor de Dios. Todo lo que es vida, todo lo que es bello, bueno y verdadero viene de ahí, de Dios que es amor, como la vida humana viene del corazón y del seno de una madre, y del seno de una Madre vino Jesús, que es el Amor que se hizo carne, que se hizo hombre.

Y así, en esta lógica, al principio están los rostros: para vosotros son los rostros de esas madres y  de esos niños que habéis acogido y ayudado a liberarse de las ataduras de la violencia y el maltrato. También mujeres migrantes que llevan en sus carnes experiencias dramáticas.

Vuestras comunidades de acogida son un signo de esperanza en primer lugar para ellas, para estas mujeres y sus hijos. Pero también son un signo de esperanza para vosotros que compartís vuestras vidas con ellos y para los voluntarios, los jóvenes, las jóvenes,  las parejas jóvenes que en estas comunidades experimentan el servicio no sólo para los pobres –algo muy bueno- pero es todavía más bueno con los pobres.

La Madre y el Niño es un icono muy familiar para nosotros los cristianos. Para vosotros no se ha quedado sólo en una bella imagen: la habéis traducido en una experiencia concreta, hecha de historias y rostros concretos. Esto significa ciertamente problemas, dificultades, fatigas... Pero al mismo tiempo significa alegría, la alegría de ver que el compartir abre caminos de libertad, renacimiento y dignidad.

Por eso os doy las gracias, queridos hermanos y hermanas, y os bendigo para que sigáis adelante hasta que el Señor quiera. Os doy las gracias en particular, también en nombre de la diócesis de Roma, porque sé que pasado mañana vais a inaugurar vuestra casa aquí en Roma, una casa que albergará una nueva comunidad. Que sea un lugar donde se viva el estilo de Dios, que es cercanía, ternura y compasión. Y que la estructura esté siempre al servicio de las personas, no al revés.

Que el Espíritu Santo renueve siempre en vosotros la alegría del Evangelio, y que la Virgen os proteja. Por favor, rezad también por mí. Gracias.