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Mensaje del Santo Padre Francisco firmado por el cardenal Secretario de Estado Pietro Parolin con motivo de la 71ª Semana Litúrgica Nacional (Cremona, Italia, 23 - 26 de agosto de 2021), 23.08.2021

Con motivo de la 71ª Semana Litúrgica Nacional, que se inaugura hoy en Cremona, el Santo Padre Francisco ha enviado un mensaje al presidente del Centro de Acción Litúrgica, S.E. Mons. Claudio Maniago, obispo de Castellaneta, a través del cardenal Secretario de Estado Pietro Parolin.

Publicamos a continuación el mensaje, cuyo texto fue leído por S.E. Mons. Maniago en la apertura del evento:

Mensaje

Excelencia reverendísima:

En la feliz circunstancia de la 71ª Semana Litúrgica Nacional, que se celebrará en la ciudad de Cremona del 23 al 26 de agosto próximos, el Santo Padre Francisco se complace en enviarle sus buenos deseos a usted, a los colaboradores del CAL, a la diócesis anfitriona y a su pastor y a los que toman parte en las significativas jornadas de estudio.

El Sumo Pontífice se une al común agradecimiento al Señor, ya que este año es posible realizar el evento, después del triste momento del año pasado, cuando después de las de propagación de la pandemia, se tuvo que posponer la organización ya programada. La sufrida decisión consintió confirmar con una nueva luz el tema elegido que pretende profundizar aspectos y situaciones del celebrar, tan duramente puestos a prueba por el sobrevenir de la difusión de la Covid-19 y de las necesarias limitaciones para contenerla.

De hecho, el tema que trataréis se refiere al convenir in unum de los discípulos del Señor para llevar a cabo su mandato de “hacer esto en memoria mía” (Lc 22, 19c): “Donde se reúnen dos o tres en mi nombre...” (Mt 18, 20). Comunidades, liturgias y territorios. La reunión semanal en el “nombre del Señor”, que desde el principio ha sido percibida por los cristianos como una realidad irrenunciable e indisolublemente ligada a su identidad, se vio gravemente afectada durante la fase más aguda de la propagación de la pandemia. Pero el amor al Señor y la creatividad pastoral impulsaron a los pastores y a los fieles laicos a explorar otros modos de alimentar la comunión de fe y de amor con el Señor y con los hermanos, a la espera de poder volver a la plenitud de la celebración eucarística en paz y seguridad. Fue una espera dura y dolorosa, iluminada por el misterio de la Cruz del Señor y fecunda en muchas obras de atención, amor fraterno y servicio a las personas que más sufrieron las consecuencias de la emergencia sanitaria.

La triste experiencia del “ayuno” litúrgico del año pasado ha puesto de manifiesto las bondades del largo camino recorrido desde el Concilio Vaticano II, a lo largo de la senda trazada por la Constitución Sacrosanctum Concilium. El tiempo de privación permitió percibir “la importancia de la liturgia divina para la vida de los cristianos, que encuentran en ella esa mediación objetiva que exige el hecho de que Jesucristo no es una idea o un sentimiento, sino una Persona viva, y su Misterio un acontecimiento histórico. La oración de los cristianos pasa por mediaciones concretas: la Sagrada Escritura, los sacramentos, los ritos litúrgicos, la comunidad. En la vida cristiana no se prescinde de la esfera corpórea y material, porque en Jesucristo se ha convertido en camino de salvación. Podríamos decir que hay que rezar también con el cuerpo: el cuerpo entra en la oración” (Papa Francisco, Audiencia General, 3 de febrero de 2021).

La liturgia “suspendida” durante el largo período de confinamiento y las dificultades de la reanudación posterior, confirmaron lo que ya era evidente en las asambleas dominicales de la península italiana, un alarmante indicio del avanzado estado del cambio de época. Observamos cómo en la vida real de las personas ha cambiado la percepción misma del tiempo y, en consecuencia, del domingo, del espacio, con repercusiones en la forma de ser y sentir la comunidad, las personas, la familia y de la relación con un territorio. La asamblea dominical se encuentra así desequilibrada tanto por la presencia generacional y la inhomogeneidad cultural, como por la dificultad de encontrar una integración armoniosa en la vida parroquial, de ser la verdadera cumbre de todas sus actividades y la fuente de dinamismo misionero para llevar el Evangelio de la misericordia a las periferias geográficas y existenciales.

El Santo Padre espera que la Semana Litúrgica Nacional, con sus propuestas de reflexión y momentos de celebración, aunque sea en la modalidad integrada en presencia y por medios telemáticos, pueda identificar y sugerir algunas líneas de pastoral litúrgica para ofrecer a las parroquias, de modo que el domingo, la asamblea eucarística, los ministerios, el rito salgan de la marginalidad hacia la que parecen precipitarse inexorablemente y recuperen la centralidad en la fe y la espiritualidad de los creyentes. La reciente publicación de la tercera edición del Misal Romano y la voluntad de los obispos italianos de acompañarla con una fuerte reactivación de la formación litúrgica del pueblo santo de Dios, auguran un buen camino en esta dirección.

Su Santidad saluda con alegría la celebración de la 71ª Semana Litúrgica Nacional, que se celebra en una zona que ha sufrido mucho la pandemia y que ha visto florecer tanto bien para aliviar tan inmenso sufrimiento.

Le asegura sus oraciones e imparte de corazón la Bendición Apostólica a Su Excelencia, al Obispo de la Diócesis anfitriona, Su Excelencia Monseñor Antonio Napolioni, a los demás Obispos, sacerdotes, diáconos, personas consagradas, así como a los ponentes y a todos los participantes.

Al unir mis buenos deseos personales, aprovecho la ocasión para confirmar con un sentido de distinguido respeto.

De Vuestra Excelencia Rev.ma
dev.mo
Pietro Card. Parolin
Secretario de Estado