Esta
mañana, a las 11:30, en directo streaming desde la Oficina de Prensa
de la Santa Sede ha tenido lugar la conferencia de presentación de
la carta apostólica en forma de "Motu proprio" del Papa
Francisco, Antiquum ministerium, que instituye el ministerio del
catequista.
Han
intervenido S.E. Mons. Rino Fisichella, presidente del Consejo
Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización y S.E.
Mons. Franz-Peter Tebartz-van Elst, delegado para la catequesis del
Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización.
Publicamos
ambas intervenciones:
S.E.
Mons. Rino Fisichella
«El
ministerio de Catequista en la Iglesia es muy antiguo». Con esta
sencilla e inmediata consideración, el Papa Francisco instituye para
la Iglesia del tercer milenio un nuevo ministerio que, sin embargo,
siempre ha acompañado el camino de la evangelización para la
Iglesia de todos los tiempos y longitudes, el de Catequista. Tras la
publicación del Directorio
para la catequesis
el pasado 23 de marzo de 2020, un paso más para la renovación de la
catequesis y su eficaz labor en la nueva evangelización es el
establecimiento de este específico ministerio laical al que están
llamados hombres y mujeres presentes en toda la Iglesia que con su
dedicación hacen evidente la belleza de la transmisión de la fe.
Es
significativo que el Papa Francisco haga público este Motu
proprio
en la memoria litúrgica de San Juan de Ávila (1499-1569). Este
Doctor de la Iglesia fue capaz de ofrecer a los creyentes de su
tiempo la belleza de la Palabra de Dios y la enseñanza viva de la
Iglesia en un lenguaje no sólo accesible a todos, sino revestido de
una intensa espiritualidad. Era un magnifico teólogo, y por ello un
gran catequista. Redactó en 1554 el catecismo La
Doctrina Cristiana,
dividido en cuatro partes, con un lenguaje tan sencillo y accesible
para todos que podía ser cantado como una cantilena, y aprendido de
memoria como una canción infantil útil para todas las
circunstancias de la vida. La elección de esta fecha no es casual,
porque compromete a los catequistas a inspirarse en el testimonio de
un santo que hizo fecundo su apostolado catequístico a través de la
oración, el estudio de la teología y la simple comunicación de la
fe.
Es
indiscutible que la Carta Apostólica Antiquum
ministerium
marca una gran novedad con la que se advierte fácilmente cómo el
Papa Francisco lleva a cabo un deseo de Pablo VI. En 1975, de hecho,
en la Exhortación Apostólica Evangelii
nuntiandi,
el santo Padre escribió: «Los seglares también pueden sentirse
llamados o ser llamados a colaborar con sus Pastores en el servicio
de la comunidad eclesial, para el crecimiento y la vida de ésta,
ejerciendo ministerios muy diversos… Una mirada sobre los orígenes
de la Iglesia es muy esclarecedora y aporta el beneficio de una
experiencia en materia de ministerios, experiencia tanto más valiosa
en cuanto que ha permitido a la Iglesia consolidarse, crecer y
extenderse. No obstante, esta atención a las fuentes debe ser
completada con otra: la atención a las necesidades actuales de la
humanidad y de la Iglesia. Beber en estas fuentes siempre
inspiradoras, no sacrificar nada de estos valores y saber adaptarse a
las exigencias y a las necesidades actuales, tales son los ejes que
permitirán buscar con sabiduría y poner en claro los ministerios
que necesita la Iglesia… Tales ministerios, nuevos en apariencia
pero muy vinculados a experiencias vividas por la Iglesia a lo largo
de su existencia — por ejemplo, el de catequista… —, son
preciosos para la implantación, la vida y el crecimiento de la
Iglesia y para su capacidad de irradiarse en torno a ella y hacia los
que están lejos» (EN 73).
La
cita mantiene una fuerte actualidad y permite comprobar directamente
el contexto eclesial en el que se inserta este nuevo ministerio, al
tiempo que se considera la dinámica con la que se desarrolla. Sólo
en la unidad entre una profunda atención a nuestras raíces y una
mirada realista al presente es posible comprender la exigencia de la
Iglesia para llegar a la institución de un nuevo ministerio
eclesial. Tuvieron que pasar casi cincuenta años para que la Iglesia
reconociera que el servicio prestado por tantos hombres y mujeres a
través de su compromiso con la catequesis constituye verdaderamente
un ministerio particular para el crecimiento de la comunidad
cristiana.
Instituir
un ministerio por parte de la Iglesia equivale a establecer que la
persona investida de ese carisma está realizando un auténtico
servicio eclesial a la comunidad. El ministerio está fuertemente
asociado a las primeras comunidades que, desde el principio de su
existencia, experimentaron la presencia de hombres y mujeres
dedicados a desempeñar ciertos servicios en particular. Esto era así
para el ministerio de los obispos, presbíteros y diáconos, pero
también para los que eran reconocidos como evangelistas, profetas y
maestros. Se puede decir, por tanto, que la catequesis siempre ha
acompañado el compromiso evangelizador de la Iglesia y era aún más
necesaria cuando estaba destinada a los que se preparaban para
recibir el bautismo, los catecúmenos. Esta actividad era considerada
de suma importancia hasta el punto de llevar a la comunidad cristiana
a establecer el compartir los bienes y el sustento de los
catequistas.
Con
la institución del ministerio
de Catequista,
el Papa Francisco promueve aún más la formación y el compromiso de
los laicos. Es una nota que merece ser considerada porque añade una
connotación aún más concreta al gran impulso ofrecido por el
Concilio Vaticano II, que en las últimas décadas se ha visto muy
enriquecido no sólo por un magisterio específico al respecto, sino
sobre todo por un compromiso real en la Iglesia y en el mundo. No hay
que subestimar la consideración que ofrece el Papa: «El apostolado
laical posee un valor secular indiscutible… Su vida cotidiana está
entrelazada con vínculos y relaciones familiares y sociales que
permiten verificar hasta qué punto “están especialmente llamados
a hacer presente y operante a la Iglesia en aquellos lugares y
circunstancias en que sólo puede llegar a ser sal de la tierra a
través de ellos” (LG 33)» (Antiquum
ministerium,
6).
La
conclusión a la que llega el Papa Francisco es muy clara: «“Se
cuenta con un numeroso laicado, aunque no suficiente, con arraigado
sentido de comunidad y una gran fidelidad en el compromiso de la
caridad, la catequesis, la celebración de la fe” (EG 102). De ello
se deduce que recibir un ministerio laical como el de Catequista da
mayor énfasis al compromiso misionero propio de cada bautizado, que
en todo caso debe llevarse a cabo de forma plenamente secular sin
caer en ninguna expresión de clericalización» (Antiquum
ministerium,
7). En esta conclusión se juega gran parte de la novedad que aporta
este ministerio: hombres y mujeres son llamados a expresar de la
mejor manera posible su vocación bautismal, no como sustitutos de
los sacerdotes o de las personas consagradas, sino como auténticos
laicos y laicas que, en la particularidad de su ministerio, hacen
posible experimentar en toda su extensión la llamada bautismal al
testimonio y al servicio eficaz en la comunidad y en el mundo.
No
cabe duda de que la institución de este ministerio, junto con el del
acolitado y del lectorado, permitirá tener un laicado mejor formado
y preparado en la transmisión de la fe. Los catequistas no pueden
ser improvisados, porque el compromiso de transmitir la fe, además
del conocimiento de sus contenidos, requiere un encuentro personal
previo con el Señor. Quien ejerce el ministerio
de Catequista sabe
que habla en nombre de la Iglesia y transmite la fe de la Iglesia.
Esta responsabilidad no se puede delegar, sino que implica a cada uno
personalmente. Este servicio, sin embargo, debe vivirse de forma
“secular” sin caer en formas de clericalismo que empañen la
verdadera identidad del ministerio, que debe expresarse no
principalmente en el ámbito litúrgico, sino en el ámbito
específico de la transmisión de la fe mediante el anuncio y la
enseñanza sistemática.
Es
evidente que no todos los que hoy son catequistas podrán acceder al
ministerio
de Catequista.
Este ministerio está reservado a quienes cumplen ciertos requisitos
que el Motu
proprio
enumera. En primer lugar, el de la dimensión vocacional para servir
a la Iglesia donde el obispo lo considere más cualificado. El
ministerio no se da para la gratificación personal, sino para el
servicio que se pretende prestar a la Iglesia local y a servicio de
donde el obispo considere necesaria la presencia del catequista. No
hay que olvidar que en diversas regiones donde la presencia de
sacerdotes es nula o escasa, la figura del catequista es la de aquel
que preside la comunidad y la mantiene arraigada en la fe.
Es
en este sentido que hay que entender lo que escribe el Papa
Francisco: «es un servicio estable que se presta a la Iglesia local
según las necesidades pastorales identificadas por el Ordinario del
lugar, pero realizado de manera laical como lo exige la naturaleza
misma del ministerio» (Antiquum
ministerium,
8). Para corresponder plenamente a la vocación, es muy necesaria una
formación que presente convenientemente los contenidos fundamentales
de la fe. Las diócesis deberán proveer, para que los futuros
catequistas tengan una sólida preparación «bíblica, teológica,
pastoral y pedagógica para ser comunicadores atentos de la verdad de
la fe, y que hayan adquirido ya una experiencia previa de catequesis»
(Antiquum
ministerium,
8). A este respecto, el Catecismo
de la Iglesia Católica
podrá ser el instrumento más cualificado del que cada catequista
será un verdadero experto. Recorrer las cuatro partes en que se
divide ayuda a adentrarse progresivamente en la riqueza del misterio
profesado, celebrado, vivido y orado. Una dimensión unitaria de los
contenidos de la fe que permite verificar de cerca la jerarquía de
las verdades en su transmisión y las formas de ejercer el
ministerio. Es de esperar, por tanto, que la institución del
ministerio conduzca también a la formación de una comunidad de
catequistas que crezca con la comunidad cristiana en el servicio a
toda la Iglesia local, sin ninguna tentación de ceñirse a los
estrechos límites de su propia realidad eclesial, y libre de
cualquier forma autorreferencial.
Una
vez instituido por el Papa este ministerio laical, corresponde ahora
a las Conferencias Episcopales hacer suya esta directriz encontrando
las formas más coherentes para llevarlo a cabo. Por tanto, según
las propias tradiciones locales, las Conferencias Episcopales deberán
determinar los requisitos, como la edad y los estudios necesarios,
las condiciones y las modalidades de acceso al ministerio; mientras
que a la Congregación para el Culto Divino se le confía la tarea de
publicar en breve tiempo el Rito litúrgico para la institución del
ministerio por parte del Obispo.
Como
puede verse, se trata de una invitación dirigida a las Iglesias
locales para que valoren el aporte de tantos hombres y mujeres que
pretenden dedicar su vida a la catequesis como forma privilegiada de
evangelización. En nombre del Papa, el Pontificio Consejo para la
Promoción de la Nueva Evangelización prestará toda su ayuda para
que el nuevo ministerio se expanda en la Iglesia, y también para
encontrar las formas de apoyar la formación de los catequistas.
Esperamos que, de este modo, el proceso de la evangelización
continúe su fructífero camino de inculturación en las diversas
realidades locales, y que los millones de catequistas que diariamente
dedican su vida a este antiguo y siempre nuevo ministerio redescubran
su vocación para una comprometida renovación del proceso
catequístico en beneficio de la Iglesia y de las nuevas
generaciones.
S.E.
Mons. Franz-Peter Tebartz-van Elst
El
catequista - Una vocación laica para toda la Iglesia
Queridos
hermanos y hermanas, el Papa Francisco, con este Motu proprio, se
propone fortalecer el perfil catequético en la Iglesia no haciéndolo
derivar del ministerio de la jerarquía, sino orientándolo hacia
ella. Esto se expresa en su argumentación teológica y en la recién
creada institución del ministerio del catequista. En el nuevo Motu
proprio se pueden identificar tres aspectos en particular, esbozados
en el marco de una vocación autónoma para convertirse en catequista
y serlo.
1.-
El ministerio del catequista se opone a una clericalización de
los laicos y a una laicización del clero
En
el nuevo Motu proprio el Papa Francisco se refiere claramente al
peligro de que la definición del perfil del ministerio del
catequista lleve a una nueva forma de clericalización. En el punto
siete de esta carta apostólica habla de la vocación misionera del
catequista, que debería llevarse a cabo de tal manera que no cayera
en ninguna forma de clericalización. Cuando se quiere aportar una
contribución personal a la vida de todos los bautizados, sobre la
base de la dignidad del bautismo, donde la persona es comprendida en
su totalidad, debe evitarse cualquier tentación en este sentido; por
lo tanto, el hecho de que el ministerio se diversifique cada vez más
en la catequesis dispensada, favorece la valorización de la
dimensión puramente laica del ministro instituido. En este sentido,
en un reciente discurso, el Papa Francisco retomaba el concepto
expresado por su predecesor, el Papa san Juan Pablo II, sobre la
espiritualidad de la comunión, que se caracteriza porque el
bautizado aprende a ver lo positivo y toda especificidad en la vida
del otro, aceptándola como un enriquecimiento para su propio
servicio (cf. NMI, 43). De este modo, es posible defenderse del
riesgo de clericalización.
2.-
El ministerio del catequista se desarrolla en una espiritualidad
comunitaria y en una espiritualidad de la oración.
En
su catequesis de la audiencia del miércoles 14 de abril de 2021, el
Papa Francisco subrayó recientemente: "Sin la fe, todo se
derrumba; y sin la oración, la fe se apaga. Por esto la Iglesia, que
es casa y escuela de comunión, es casa y escuela de fe y de
oración". Esta conexión conceptual continúa lo ya
abordado en el punto anterior y está expresamente subrayada en el
nuevo Motu Proprio como elemento del contexto interior de una
catequesis auténtica. El catequista responde a su vocación en la
Iglesia de manera particular con la proclamación de las enseñanzas
del Evangelio; por tanto, presupone la integración del catequista en
la comunión de la Iglesia y exige una comunicación constante con
Dios y con los fieles.
3.-
El ministerio del catequista es un servicio que se adquiere con
una formación específica y sólida.
La
calidad del ministerio catequética se garantiza solo cuando el
catequista está acompañado y cualificado para esta vocación y
tarea específica. Es precisamente en este contexto donde la Iglesia
tiene la oportunidad de transmitir la especificidad de la vocación y
la misión del catequista. En el sexto punto del nuevo Motu proprio,
el Papa Francisco subraya que el catequista no debe asumir
principalmente tareas o litúrgicas o pastorales o responsabilidades
de otros ministerios, sino que él mismo es en su testimonio maestro
y mistagogo, compañero y pedagogo de su propia vocación y talento,
evangélicamente entendido. A lo dicho anteriormente se refiere el
cuarto punto del nuevo Motu proprio, con la invitación a utilizar,
como herramientas imprescindibles, el Catecismo de la Iglesia
Católica, las cartas apostólicas Catechesi tradendae,
Evangelii gaudium y el nuevo Directorio para la Catequesis.
Los tres puntos anteriores definen los contornos esenciales del
servicio del catequista en el sentido del nuevo Motu proprio Antiquum
ministerium del Papa Francisco. El hecho de que el Santo Padre
destaque este perfil ministerial para toda la Iglesia, refiriéndose
al contenido del Motu proprio de 1972 del Papa Pablo VI Ministeria
quaedam, sobre los ministerios laicos instituidos, muestra la
creciente importancia de un servicio laico y cualificado para la
edificación del Cuerpo de Cristo. Gracias por su atención.