La audiencia general ha tenido lugar esta mañana a las 9.15 horas en la biblioteca del Palacio Apostólico Vaticano.
El Papa, continuando el ciclo de catequesis sobre la oración, centró su meditación en el tema:"La oración contemplativa" (Lectura. Sal 8,2.4-6.10),
Después de resumir su catequesis en varios idiomas, el Santo Padre saludó de manera especial a los fieles y a continuación, hizo un llamamiento a unirse al rezo del Rosario guiado por los santuarios de todo el mundo para invocar el fin de la pandemia.
La audiencia general concluyó con el rezo del Pater Noster y la bendición apostólica.
Catequesis del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Seguimos con las catequesis sobre la oración y en esta catequesis quisiera detenerme en la oración de contemplación.
La dimensión contemplativa del ser humano —que aún no es la oración
contemplativa— es un poco como la “sal” de la vida: da sabor, da gusto a
nuestros días. Se puede contemplar mirando el sol saliendo por la
mañana, o los árboles que visten de verde la primavera; se puede
contemplar escuchando música o el canto de los pájaros, leyendo un
libro, delante de una obra de arte o esa obra maestra que es el rostro
humano… Carlo María Martini, enviado como obispo a Milán, tituló su
primera Carta pastoral “La dimensión contemplativa de la vida”: de
hecho, quien vive en una gran ciudad, donde todo —podemos decir— es
artificial, donde todo es funcional, corre el riesgo de perder la
capacidad de contemplar. Contemplar no es en primer lugar una forma de
hacer, sino que es una forma de ser: ser contemplativo.
Ser contemplativos no depende de los ojos, sino del corazón. Y aquí
entra en juego la oración, como acto de fe y de amor, como “respiración”
de nuestra relación con Dios. La oración purifica el corazón, y con
eso, aclara también la mirada, permitiendo acoger la realidad desde otro
punto de vista. El Catecismo describe esta transformación del corazón
por parte de la oración citando un famoso testimonio del Santo Cura de
Ars: «La oración contemplativa es mirada de fe, fijada en Jesús. “Yo le
miro y él me mira”, decía a su santo cura un campesino de Ars que oraba
ante el Sagrario. […] La luz de la mirada de Jesús ilumina los ojos de
nuestro corazón; nos enseña a ver todo a la luz de su verdad y de su
compasión por todos los hombres» (Catecismo de la Iglesia Católica,
2715). Todo nace de ahí: de un corazón que se siente mirado con amor.
Entonces la realidad es contemplada con ojos diferentes.
“¡Yo le miro, y Él me mira!”. Es así: en la contemplación amorosa,
típica de la oración más íntima, no son necesarias muchas palabras:
basta una mirada, basta con estar convencidos de que nuestra vida está
rodeada de un amor grande y fiel del que nada nos podrá separar.
Jesús ha sido maestro de esta mirada. En su vida no han faltado nunca
los tiempos, los espacios, los silencios, la comunión amorosa que
permite a la existencia no ser devastada por las pruebas inevitables,
sino de custodiar intacta la belleza. Su secreto era la relación con el
Padre celeste.
Pensemos en el suceso de la Transfiguración. Los Evangelios colocan
este episodio en el momento crítico de la misión de Jesús, cuando crecen
en torno a Él la protesta y el rechazo. Incluso entre sus discípulos
muchos no lo entienden y se van; uno de los Doce alberga pensamientos de
traición. Jesús empieza a hablar abiertamente de los sufrimientos y de
la muerte que le esperan en Jerusalén. En este contexto Jesús sube a lo
alto del monte con Pedro, Santiago y Juan. Dice el Evangelio de Marcos:
«Y se transfiguró delante de ellos, y sus vestidos se volvieron
resplandecientes, muy blancos, tanto que ningún batanero en la tierra
sería capaz de blanquearlos de ese modo» (9,2-3). Precisamente en el
momento en el que Jesús es incomprendido —se iban, le dejaban solo
porque no entendían—, y en este momento que Él es incomprendido,
precisamente cuando todo parece ofuscarse en un torbellino de
malentendidos, es ahí que resplandece una luz divina. Es la luz del amor
del Padre, que llena el corazón del Hijo y transfigura toda su Persona.
Algunos maestros de espiritualidad del pasado han entendido la
contemplación como opuesta a la acción, y han exaltado esas vocaciones
que huyen del mundo y de sus problemas para dedicarse completamente a la
oración. En realidad, en Jesucristo en su persona y en el Evangelio no
hay contraposición entre contemplación y acción, no. En el Evangelio en
Jesús no hay contradicción. Esta puede que provenga de la influencia de
algún filósofo neoplatónico, pero seguramente se trata de un dualismo
que no pertenece al mensaje cristiano.
Hay una única gran llamada en el Evangelio, y es la de seguir a Jesús
por el camino del amor. Este es el ápice, es el centro de todo. En este
sentido, caridad y contemplación son sinónimos, dicen lo mismo. San
Juan de la Cruz sostenía que un pequeño acto de amor puro es más útil a
la Iglesia que todas las demás obras juntas. Lo que nace de la oración y
no de la presunción de nuestro yo, lo que es purificado por la
humildad, incluso si es un acto de amor apartado y silencioso, es el
milagro más grande que un cristiano pueda realizar. Y este es el camino
de la oración de contemplación: ¡yo le miro, Él me mira! Este acto de
amor en el diálogo silencioso con Jesús ha hecho mucho bien a la
Iglesia.
Saludos en español
Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Los animo a que
tengan una pausa para ir a la iglesia más cercana, a sentarse un rato
delante del sagrario. Déjense mirar por el amor infinito y paciente de
Jesús, que allí los espera, y contémplenlo con los ojos de la fe y con
los ojos del amor. Él les dirá muchas cosas al corazón. Que Dios los
bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.
LLAMAMIENTO
Guiados por los Santuarios dispersos por el mundo,
en este mes de mayo recitamos el Rosario para invocar el fin de la
pandemia y la reanudación de las actividades sociales y laborales. Hoy
guía esta oración mariana el Santuario de la Beata Virgen del Rosario en
Namyang, Corea del Sur. Nos unimos a los que están reunidos en este
Santuario, rezando especialmente por los niños y los adolescentes.