Esta
mañana, en el Palacio Apostólico Vaticano, el Santo Padre Francisco
recibió en audiencia a los miembros de la Fraternidad Política y de
la Comunidad Chemin Neuf.
Publicamos
a continuación el saludo que el Papa ha dirigido a los presentes
durante el encuentro:
Discurso
del Santo Padre
Queridos
amigos
Os
doy la bienvenida a vosotros, los miembros de la Fraternidad Política
Chemin Neuf, y a través de vosotros saludo cordialmente a los
jóvenes de varios países que, como vosotros, se benefician de la
competencia y el acompañamiento de la Comunidad Chemin Neuf.
Os agradezco que hayáis hecho este viaje a Roma, a pesar de las
limitaciones de la pandemia.
Con
vosotros, doy gracias al Señor por la obra de su Espíritu, que se
manifiesta en vuestro camino humano y espiritual al servicio del bien
común y de los pobres especialmente, camino que realizáis
rechazando la miseria y trabajando por un mundo más justo y
fraterno. En efecto, en la marcha desenfrenada por tener, por la
carrera, por los honores o por el poder, los débiles y los pequeños
son a menudo ignorados y rechazados, o considerados inútiles,
todavía más y esto no está ahí (en el texto) son considerados
como material de descarte. Por eso espero que vuestro compromiso y
entusiasmo en el servicio a los demás, plasmado en la fuerza del
Evangelio de Cristo, devuelva el gusto por la vida y la esperanza en
el futuro a muchas personas, especialmente a muchos jóvenes.
"La
vocación laical es ante todo la caridad en la familia, la caridad
social y la caridad política: es un compromiso concreto desde la fe
para la construcción de una sociedad nueva, es vivir en medio del
mundo y de la sociedad para evangelizar sus diversas instancias, para
hacer crecer la paz, la convivencia, la justicia, los derechos
humanos, la misericordia, y así extender el Reino de Dios en el
mundo" (Exhortación apostólica postsinodal Christus Vivit,
168). Precisamente esta es la dinámica en la que camináis, con
una apertura ecuménica y un corazón dispuesto a acoger diferentes
culturas y tradiciones, para transformar el rostro de nuestra
sociedad.
Queridos
amigos, os animo a no tener miedo de recorrer los caminos de la
fraternidad y de construir puentes entre las personas, entre los
pueblos, en un mundo en el que se siguen construyendo tantos muros
por miedo a los demás. A través de vuestras iniciativas, vuestros
proyectos y vuestras actividades, hacéis visible una Iglesia
pobre con y para los pobres, una Iglesia en salida que está
cerca de las personas en situación de sufrimiento, precariedad,
marginación y exclusión. En efecto, "de nuestra fe en Cristo
hecho pobre, y siempre cercano a los pobres y excluidos, brota la
preocupación por el desarrollo integral de los más abandonados de
la sociedad." (Evangelii Gaudium, 186).
Con
los jóvenes de vuestras sociedades, hoy más que nunca, os
enfrentáis a retos en los que está en juego la salud de nuestra
casa común. Se trata realmente de una conversión ecológica que
reconoce la dignidad eminente de cada persona, su propio valor, su
creatividad y su capacidad para buscar y promover el bien común. Lo
que estamos viviendo actualmente con la pandemia, nos enseña
concretamente que todos estamos en el mismo barco y que sólo
podremos superar las dificultades si aceptamos trabajar juntos. Y
vosotros estáis pasando unos días aquí en Roma precisamente para
reflexionar sobre un aspecto particular de la vida en nuestra casa
común: el de la presencia de los inmigrantes y su acogida en la
Europa de hoy. De hecho, como bien sabéis, "Cuando hablamos de
migrantes y desplazados, nos limitamos con demasiada frecuencia a números.
¡Pero no son números, sino personas! Si las encontramos, podremos
conocerlas. Y si conocemos sus historias, lograremos comprender.
(Mensaje para el 106º Día Mundial del Migrante y del Refugiado,
15 de mayo de 2020).
Queridos
amigos, os invito a permanecer firmes en vuestras convicciones y en
vuestra fe. No olvideis nunca que Cristo está vivo y que os llama a
caminar con valor tras Él. Con Él, sed esa llama que reaviva la
esperanza en el corazón de tantos jóvenes desanimados, tristes y
sin perspectivas. Ojalá generéis lazos de amistad, de compartición
fraterna, para un mundo mejor. El Señor cuenta con vuestra audacia,
vuestro valor y vuestro entusiasmo.
Os
encomiendo a cada uno de vosotros y a vuestras familias, así como a
los miembros de vuestra Fraternidad y a todos los jóvenes que
encontréis, a la intercesión de la Virgen María y a la protección
de San Ignacio. Os bendigo de corazón. Y por favor, no os olvidéis
de rezar por mí. Y que el Señor bendiga a todos vosotros. A cada
uno de vosotros. Amén.