Esta mañana ha tenido lugar en la Oficina de Prensa de la Santa Sede la conferencia de presentación del Simposio Teológico Internacional "Por una teología fundamental del sacerdocio", organizado por la Congregación para los Obispos, que se celebrará en Roma del 17 al 19 de febrero de 2022, que ha sido transmitida en directo streaming.
Han intervenido S.E. el cardenal Marc Ouellet, P.S.S., prefecto de la Congregación para los Obispos, el profesor Vincent Siret, rector del Pontificio Seminario Francés de Roma, en conexión remota y la profesora Michelina Tenace, catedrática de Teología en la Pontificia Universidad Gregoriana.
Siguen las intervenciones:
S.E. el cardenal Marc Ouellet P.S.S
Al acercarse el Domingo de las Vocaciones, y en el marco de la investigación de la Iglesia sobre la sinodalidad, tengo el honor y la alegría de presentar al público el proyecto de un Simposio Teológico sobre las Vocaciones. El Papa Francisco ha repetido muchas veces lo que dijo en 2015 sobre la sinodalidad: "El camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio". Esta expectativa de Dios y del Santo Padre puede parecer abstracta a primera vista, pero cuando la consideramos desde el punto de vista de las vocaciones, adquiere un contenido muy concreto. La sinodalidad significa básicamente la participación activa de todos los fieles en la misión de la Iglesia, describe la marcha unida de los bautizados hacia el Reino que se construye diariamente en la familia, en el trabajo, así como en la vida social y eclesial en todas sus formas. Esto requiere una vida de fe y una estrecha colaboración entre laicos, sacerdotes, religiosos y religiosas, para el anuncio del Evangelio al mundo a través del testimonio convincente de las comunidades cristianas. Este crecimiento esperado de una Iglesia sinodal corresponde ciertamente a las orientaciones del Concilio Ecuménico Vaticano II, que se siguen aplicando con una comprensión teológica y pastoral más profunda.
El Simposio que hoy damos a conocer se titula: "Hacia una teología fundamental del sacerdocio". Consiste en una intensa sesión de tres días, abierta a todos, pero destinada especialmente a los obispos, y a todos aquellos, hombres y mujeres, que se interesan por la teología, para profundizar en la comprensión de las vocaciones y en la importancia de la comunión entre las distintas vocaciones en la Iglesia. Santa Teresa del Niño Jesús, patrona de las misiones y doctora de la Iglesia, nos recordaba que el amor es el motor de la misión de la Iglesia. Ella dio testimonio de este amor sobre todo a través de la oración y la penitencia como parte de su vida en el Carmelo. Pero este amor es derramado por el Espíritu Santo en el corazón de todos los bautizados, para ser entregado al mundo a través de lo que San Pablo llama las "junturas y ligamentos" del Cuerpo de Cristo (Col 2, 19), es decir, por la Iglesia presente y operante en el mundo al servicio de la humanidad que sufre hoy. Este sacerdocio del Amor, que es ejercido por toda la comunidad eclesial, está animado y sostenido por una variedad de vocaciones al amor, cuyas formas y colores distintos se complementan. Entre los sacerdotes y los laicos, entre los religiosos y las religiosas de diferentes carismas, el Espíritu Santo comunica la gracia que realiza la comunión entre todos, permitiendo la superación de los obstáculos y, a través de esta comunión, alcanzando misteriosamente y al menos virtualmente a toda la humanidad. Es evidente que esta búsqueda teológica y pastoral no concierne sólo a Europa o a América, sino a la Iglesia entera en todos los continentes.
Un simposio teológico no pretende ofrecer soluciones prácticas a todos los problemas pastorales y misioneros de la Iglesia, pero puede ayudarnos a profundizar en el fundamento de la misión de la Iglesia. La comprensión de la revelación divina sobre el sacerdocio de Cristo y la participación de la Iglesia en este sacerdocio es una cuestión crucial para nuestro tiempo. No se trata de un tema nuevo, sino de un tema central, cuya originalidad consistirá en establecer una relación fundamental entre el sacerdocio de los bautizados, que el Concilio Vaticano II ha potenciado, y el sacerdocio de los ministros, obispos y sacerdotes, que la Iglesia católica siempre ha afirmado y precisado. Esta compenetración no debe darse por descontada en nuestro tiempo, porque implica reajustes pastorales, y conlleva cuestiones ecuménicas que no hay que ignorar, así como los movimientos culturales que cuestionan el lugar de la mujer en la Iglesia. Todos somos también conscientes de la escasez de vocaciones en muchas regiones, así como de las tensiones sobre el terreno debidas a las visiones pastorales divergentes, a los desafíos planteados por el multiculturalismo y las migraciones, sin olvidar las ideologías que condicionan el testimonio de los bautizados y el ejercicio del ministerio sacerdotal en las sociedades secularizadas. En este contexto, ¿cómo vivir una conversión misionera de todos los bautizados sin una nueva conciencia del don del Espíritu Santo a la Iglesia y al mundo por medio de Cristo resucitado?
En esta búsqueda de la conversión sinodal, hay cabida para un vasto esfuerzo teológico que debería ofrecer una visión renovada, un sentido de lo esencial, una manera de valorar todas las vocaciones respetando lo que es específico de cada una. Tal visión de la comunión de las vocaciones se enraíza en la comunión de las Personas divinas y busca desplegar una eclesiología trinitaria capaz de dinamizar la Iglesia sinodal y misionera que sueña el Papa Francisco. Está claro que esta búsqueda interesa a toda la Iglesia, especialmente a los obispos, pero también a los teólogos, a la vida consagrada, a los casados y a los que se dedican a la formación a todos los niveles. Mis colegas ofrecerán más información al respecto dentro de un momento.
Podría añadir por mi parte que esta iniciativa es una gran empresa que ha sido cuidadosamente preparada, pero que conlleva un margen de riesgo en las circunstancias actuales de la pandemia. Se trata, pues, de un acto de fe que no habríamos acometido sin una confirmación desde lo alto, además de la urgencia de crear un movimiento vocacional tras las diversas experiencias sinodales de los últimos años. En efecto, durante los sínodos sobre la familia, sobre los jóvenes y sobre la Iglesia en la Amazonia, se plantearon en toda su magnitud las cuestiones relativas al sacerdocio y a la sinodalidad, insistiendo en la realidad del bautismo, base de todas las vocaciones. Ha llegado el momento de prolongar la reflexión y de promover un movimiento vocacional que facilite la puesta en común de las diversas experiencias eclesiales en todo el planeta.
Por ello, queremos reunir a delegaciones nacionales y diocesanas de todos los continentes en el aula Pablo VI durante tres días, del 17 al 19 de febrero de 2022, con un intenso programa de conferencias, coronado por un mensaje del Papa Francisco. El programa de la conferencia está disponible para los periodistas y para el público desde hoy. Un sitio web, abierto hace unos días, proporcionará más información a los interesados, facilitando la inscripción de los participantes, así como solicitando contribuciones financieras para apoyar la organización de este gran evento.
Dada la envergadura de este simposio, esperamos que marque una etapa en la búsqueda de la Iglesia y estimule nuevas iniciativas y publicaciones. No puedo cursar esta invitación como prefecto de la Congregación para los Obispos sin hacer un llamamiento a la oración del pueblo de Dios y, en particular, de las comunidades contemplativas. Tratándose del sacerdocio, cuya conciencia bautismal y ministerial debemos reavivar, así como de la conciencia de la fecundidad de la vida consagrada, sólo puede conseguirse con una gracia de las alturas que hay que implorar con insistencia y perseverancia. Por ello, invito especialmente a los obispos a acoger esta llamada y a relanzar esta preocupación por las vocaciones en el marco de su Iglesia particular, en comunión con el Papa Francisco y sus colaboradores de la Curia romana. Agradezco al Dicasterio para la Comunicación de la Santa Sede su disponibilidad para colaborar hoy y en los próximos meses en este evento. Muchas gracias.
Intervención del Prof. Vincent Siret
El Simposio del 17 al 19 de febrero de 2022 "Por una teología fundamental del sacerdocio" concierne a los formadores de los futuros sacerdotes de la Iglesia y no dudo de que lo tendrán muy en cuenta. En efecto, ¿cómo formar a quienes el Señor llama en su Iglesia a recibir el ministerio del sacerdocio si no se les ilumina de manera más precisa que nunca, no sólo sobre lo que se preparan para recibir mediante el sacramento del Orden, sino también y ante todo sobre cómo se sitúan en la comunión de toda la Iglesia? La reflexión no es ciertamente nueva, pero debe ser retomada una y otra vez de forma renovada. No basta con repetir. Es imprescindible ampliar el ámbito a la dimensión trinitaria, fuente de toda comunión, para que el campo no se limite a la colaboración y a un reparto más reflexivo de las tareas o incluso a la corresponsabilidad, sino que se dirija en primer lugar a la propia fuente trinitaria. La vida bautismal es la vocación humana fundamental y todos deben ejercer el sacerdocio recibido en el bautismo. El ministerio está en este servicio. Podemos esperar, por ejemplo, evitar una decepcionante y contraproducente relación frente a frente entre sacerdotes y laicos y articular esta relación con la presencia y la vida de los religiosos y religiosas, que están en ambos lados.
La reflexión sobre la teología fundamental del sacerdocio permitirá también abordar las nuevas razones sobre la justificación del celibato sacerdotal y su forma de vivirlo. Es un servicio que se debe a quienes se preparan para recibir el sacramento del Orden, para mostrarles las razones que justifican esa decisión y ese compromiso de vida, y para proponerles, en consecuencia y con coherencia, el modo más adecuado de vivir en fidelidad a este don. A consecuencia de ello, les es posible comprometerse con pleno conocimiento de causa. La consagración de su vida entera abarca a toda la persona y sólo puede justificarse en una perspectiva oblativa siguiendo a Cristo en una dinámica trinitaria. El amor está en la raíz del don de sí mismo. El equilibrio humano que se requiere para encarar una vocación particular es ciertamente necesario, indispensable, pero en última instancia el compromiso sólo puede basarse en una teología que sea en sí misma justa, dando cabida a todas las vocaciones y situando la del ministerio dentro del conjunto. La lucha contra todas las formas de abuso clerical, cuya fuente identifica el Papa Francisco en el clericalismo, sólo puede llevarse a cabo con claridad teológica. Esta lucha requiere no sólo una perspectiva horizontal de correcta relación entre los bautizados, sino también una perspectiva vertical de correcta relación con Dios y la Santísima Trinidad.
El Simposio se inscribe en el camino de la sinodalidad, como acaba de recordar el cardenal. Este camino es, de hecho, la única posibilidad de escapar del clericalismo eclesial. Digo eclesial y no eclesiástico porque los clérigos dentro de la Iglesia no son los únicos tentados por esta visión truncada y falsa. La vocación de todos a entrar en el Reino por la gracia es explícita y única e impide cualquier repliegue en las estructuras eclesiales. El ministerio de los sacerdotes no es principalmente de carácter estructural u organizativo, sino esencialmente místico, es decir, inscrito en el Misterio. Sólo esta profundidad última del Misterio, en la que el camino sólo puede ser un camino con y tras las huellas de Cristo hacia el Padre en el Espíritu, puede permitir una salida desde lo alto de las muchas dificultades y riesgos que se encuentran al quedar atrapados en una dimensión mundana, la de una lucha de poder o de una comunicación publicitaria.
La teología del sacerdocio revisada en su profundidad y vivida no puede sino devolver no sólo un impulso misionero, sino aún más profundamente una unidad misionera alejada de toda uniformidad. Toda la vida de la Iglesia es misionera o, de lo contrario, no es ni vida ni eclesial. El Papa Francisco escribe en el n° 273 de la Evangelii gaudium: "Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo". Tal afirmación está vinculada a la ofrenda del mundo al Padre y a la aceptación del don del Padre en su Hijo por medio del Espíritu, el Amor por el mundo. También la misión encuentra su propia dinámica si se ve en su vínculo con la comunión de Amor que es la vocación de todos. El ministro ordenado puede entonces situarse en este plan eterno del Padre.
Este Simposio, como todo el mundo sabe, requiere una organización compleja e importante. Se ha creado una asociación, el Centro de Investigación y Antropología de las Vocaciones, para apoyar financieramente el proyecto y garantizar su buen funcionamiento.Podéis ir a la página web www.communio-vocation.com donde es posible efectuar un donativo para apoyar este simposio y el trabajo de investigación que realiza el Centro; esto permitirá, entre otras cosas, una distribución que permita participar al mayor número de personas que lo deseen. Allí encontrareis el contenido y las etapas previstas del Simposio. También es en el sitio donde os podéis inscribir y obtener toda la información necesaria. Habrá traducción simultánea al francés, inglés, español, italiano y alemán.
Los días del Simposio se dividen de manera que se aborden los diferentes temas. Cada media jornada está presidida por un cardenal. El 17 de febrero se titula: Tradición y nuevos horizontes. Esta jornada será presidida por la mañana por el cardenal Ouellet y por la tarde por el prefecto de la Congregación para el Clero. Las ponencias del 18 de febrero se agrupan en torno al trío: Trinidad, misión, sacramentalidad. La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos presidirá por la mañana y la Congregación para la Educación Católica por la tarde. El sábado 19, la misa será presidida por la mañana por el Secretario de Estado, el cardenal Parolin, en la basílica de San Pedro. A continuación, los trabajos se agruparán en el trío: Celibato, Carisma, Espiritualidad, bajo la presidencia de la Congregación para las Causas de los Santos por la mañana y, por la tarde, la del Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida. El Papa Francisco enviará a los participantes en misión al final de la tarde.
Intervención de la profesora Michelina Tenace
UNA CUESTIÓN CRUCIAL PARA NUESTRO TIEMPO
El simposio sobre el sacerdocio titulado "Por una teología fundamental del sacerdocio" no pretende dar soluciones a los problemas, sino arrojar luz sobre las raíces del sacerdocio para que el árbol vuelva a dar frutos.
El cardenal Ouellet dice que "el sacerdocio de Cristo y la participación de la Iglesia en este sacerdocio es una cuestión crucial para nuestro tiempo".
No es un tema nuevo, sin duda.
¿Cuál es entonces la urgencia de reflexionar sobre este tema?
El hecho de que hoy debamos pensar en el fundamento fundamento único (sacerdocio de Cristo) que liga el sacerdocio ministerial con el sacerdocio común de los bautizados.
Esta relación debe ser revisada en cada época porque cada época expresa una comprensión diferente de la relación entre los diversos miembros del mismo cuerpo, cada época elabora una eclesiología actualizada sobre las necesidades del testimonio en la historia.
Hoy vemos que en muchas partes del mundo, los obispos y los sacerdotes tienen dificultades para identificar qué cambios son necesarios para que un sacerdote sea realmente un centinela del Reino de Dios, un hombre llamado por Dios a santificar el mundo mediante el don de los sacramentos del Reino.
Los cambios no pueden ser dictados por las presiones culturales, pero tampoco deben excluir que en las cuestiones que empujan hacia el cambio haya una llamada a liberar la fe de las incrustaciones del pasado.
Algunas cuestiones teológicas que se abordarán
1) Uno de los objetivos del Simposio es reflexionar sobre la relación entre el sacerdocio ministerial y el sacerdocio común.
En una introducción a un libro sobre los ministerios, el Papa Francisco escribe que "El Pueblo Santo de Dios, ungido por el Espíritu, es todo sacerdotal en cuanto participa del único sacerdocio de Cristo". Sólo hay un sacerdote, Cristo.
La cuestión que se plantea, pues, es cómo entender con respecto al único sacerdocio de Cristo el sacerdocio ministerial y el sacerdocio común de los bautizados.
Por lo tanto, es importante entender por qué un simposio sobre el sacerdocio llevará a hablar sobre el bautismo.
Recordemos que con el descenso del Espíritu Santo nace la Iglesia.
Con el bautismo, donde desciende el Espíritu Santo, nos convertimos en cristianos, participamos de la vida divina como hijos en el Hijo.
Los ministros ordenados son indispensables porque custodian la vida divina a través de los sacramentos de la Eucaristía y el perdón de los pecados, el pueblo de Dios custodia la vida divina a través de la construcción de la Iglesia en el testimonio de la caridad y el crecimiento de los carismas.No se puede concebir uno sin el otro.
Cuando decimos que el sacerdocio ministerial y el sacerdocio común de los fieles se refieren al único sacerdocio de Cristo, estamos diciendo una verdad muy ardua: estamos diciendo que hay una responsabilidad mutua entre la comunidad de los bautizados y los sacerdotes. La falta de vocaciones sacerdotales significa que la comunidad cristiana se ha empobrecido: no da ni recibe sacerdotes.
2) Otro tema importante es la teología de la vocación
A cada uno su vocación. De hecho, es el intercambio de dones y la atención a la vocación de cada uno lo que construye la Iglesia de Cristo.
Esta es la idea directriz del Simposio: profundizar en la teología del sacerdocio, reafirmar los rasgos esenciales de la tradición católica sobre la identidad del sacerdote, liberándola quizás de una cierta clericalización.
La clericalización es un peligro tanto para los sacerdotes como para los fieles: identifica el sacerdocio con el poder y no con el servicio, el ser un alter Christus en el altar como un privilegio y no como una responsabilidad que concierne a todos los fieles.
El clericalismo se deriva de una visión aislada del sacerdote, como alguien aislado, por encima de todos los demás. El Papa Francisco llama a menudo la atención sobre este peligro.
En este enfoque erróneo se corre también el riesgo de que los sacerdotes se vean aplastados por la idealización de la omnipotencia o las pretensiones de los fieles.
3) La cuestión del celibato debe abordarse desde la perspectiva de la vocación
Cuando se habla de la cuestión del celibato, hay que entender que la verdadera cuestión se refiere a la vocación y a la formación: si uno es llamado por Dios recibe también el don de vivir esta llamada y la formación hace estos dones conscientes y manifiestos . Pero la formación en los seminarios se ha revelado a menudo muy escasa precisamente en el discernimiento de la vocación y la formación en la vida de comunión.
La cuestión que se plantea es que la función sacerdotal no requiere el celibato, pero en la tradición latina se exige debido al testimonio profético del sacerdocio de Cristo en relación con el carácter escatológico de la iglesia. El celibato es un signo profético que hace del sacerdote un testigo libre de una novedad que se manifestará en el eschaton.
La iglesia necesita profetas y no sólo "funcionarios" de los sacramentos. (cf. Jacques Servais durante la reunión preparatoria)
4) Otra cuestión que se abordará es la relación con lo sagrado
Lo sagrado y lo profano en el cristianismo son categorías superadas porque con Cristo, la presencia de Dios entre nosotros, se supera el modelo religioso sagrado de las antiguas religiones. Pero el misterio permanece. Así, el sacerdote de Cristo debe evocar el misterio y la trascendencia del acto litúrgico, por ejemplo, sin trivializar lo sagrado, sin sacralizar lo profano. La teología de los sacramentos y de la liturgia es un ámbito que debería replantearse junto con la teología del sacerdocio.
CONCLUSIÓN
Así, el simposio ayudará a comprender que la crisis de la identidad del sacerdote o de las vocaciones no es sólo una crisis que afecta a individuos particulares, sino la transformación continua de toda la Iglesia como cuerpo animado por la savia del Espíritu, un organismo vivo sobre el fundamento de la fe que crea una profunda armonía entre los miembros, la cabeza, las junturas, una comunión que de época en época debe reafirmar una fisonomía adecuada del Reino en la historia.