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Conferencia de prensa para la presentación del volumen "Orientaciones pastorales sobre desplazados climáticos" editado por la Sección de Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, 30.03.2021

        Esta mañana, a las 11.30 horas, ha tenido lugar en directo streaming desde la Oficina de Prensa de la Santa Sede la  presentación del volumen "Orientaciones pastorales sobre desplazados climáticos", editado por la Sección de Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.

          Han intervenido Su Eminencia el cardenal Michael Czerny S.I., subsecretario de la Sección de Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral; Padre Fabio Baggio, C.S., subsecretario de la Sección de Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, H. Joshtrom Isaac Kureethadam, S.D.B., Oficial del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral y coordinador del Grupo de Trabajo ECOLOGÍA de la Comisión Vaticana para la Covid-19; la Dra. Cecilia Dall'Oglio, directora asociada de Programas Europeos del Movimiento Católico Mundial por el Clima; S.E. Mons. Claudio Dalla Zuanna, S.C.I, arzobispo de Beira, Mozambique, conectado a distancia y la Sra. Maria Madalena Issau, de 32 años, residente en un campo de desplazados a 60 km de la ciudad de Beira, conectada desde Mozambique.

            Siguen las intervenciones:

Intervención del P. Fabio Baggio, C.S.

Las Orientaciones pastorales sobre desplazados climáticos son un documento, publicado en forma de folleto, que recogen hechos, interpretaciones, políticas y propuestas pertinentes al ámbito del fenómeno del desplazamiento por razones ambientales. Para empezar, les propongo retomar la famosa frase pronunciada por Hamlet, “ser o no ser”, y transformarla en “ver o no ver, ésa es la cuestión”. Todo, de hecho, empieza por nuestro ver, sí, por el mío y por el suyo (Papa Francisco, Prefacio)

            Así comienza el Santo Padre su prefacio del último documento publicado por la Sección de Migrantes y Refugiados, titulado "Orientaciones pastorales sobre desplazados climáticos". El verbo "ver" es el primer paso de un proceso de sensibilización que pretende actuar sobre las causas de la crisis climática y sus consecuencias en el ámbito de la migración.

            La crisis climática tiene un "rostro humano". Ya es una realidad para millones de personas en todo el mundo, en particular para los habitantes de las periferias existenciales. La Iglesia católica tiene una preocupación maternal por todos los desplazados por los efectos de esta crisis. Esta situación particular de vulnerabilidad es la razón de ser del presente documento.

            El Magisterio de la Iglesia Católica ha considerado ya anteriormente la situación de los desplazados internos y ha elaborado reflexiones y sugerencias sobre su atención pastoral. Estas nuevas directrices se centran exclusivamente en los desplazados climáticos, es decir, aquellas personas o grupos de personas que se han visto obligadas a abandonar su lugar de residencia habitual a causa de una crisis climática aguda, destacando los nuevos retos que plantea el actual escenario mundial y sugiriendo respuestas pastorales adecuadas.

            El objetivo principal de estas Orientaciones es proporcionar un conjunto de consideraciones, que sean útiles a las Conferencias Episcopales, a las Iglesias locales, a las congregaciones religiosas y a las organizaciones católicas, así como a los agentes de pastoral y a todos los fieles católicos en la planificación pastoral y en el desarrollo de programas de ayuda a los desplazados climáticos.

            Las orientaciones propuestas en este documento están profundamente arraigadas en la reflexión y la enseñanza de la Iglesia, así como en su experiencia práctica de respuesta a las necesidades de los desplazados climáticos, desplazados tanto dentro de las fronteras de sus países de origen como fuera de ellas.

            Las Orientaciones pastorales sobre desplazados climáticos son el resultado de una atenta escucha de las Iglesias locales y de numerosas congregaciones religiosas y organizaciones católicas que trabajan sobre el terreno. Aunque aprobadas por el Santo Padre, no pretenden agotar la enseñanza de la Iglesia sobre la crisis climática y los desplazamientos.

            Las orientaciones se abren con un breve glosario que pretende aclarar algunos de los términos clave utilizados en el documento. Sigue una introducción general en la que se explica el objetivo de las orientaciones y la metodología de trabajo adoptada.

            El cuerpo del documento se desarrolla en diez puntos. El primero está dedicado a un estudio general sobre el tema, con el fin de aclarar el estado de la cuestión en cuanto a la relación entre la crisis climática y el desplazamiento.

Los nueve puntos sucesivos se centran en aspectos concretos del fenómeno, según una dinámica de retos y respuestas.

            Parten, por tanto, de la necesidad de promover la concienciación sobre el tema, para que todos "abran los ojos a la realidad del impacto que la crisis climática tiene sobre la existencia humana" (p. 21). A veces, las fugas precipitadas pueden evitarse encontrando alternativas al desplazamiento climático: el tercer punto está dedicado a ello. Si la partida es inevitable, es necesario preparar a las personas para el desplazamiento (cuarto punto), promover su inclusión e integración en las comunidades que las acogen (quinto punto), ejercer una influencia positiva en los procesos de toma de decisiones que les afectan (sexto punto) y garantizar su atención pastoral (séptimo punto). El octavo punto está dedicado a la cooperación entre todos los actores en la planificación y la acción estratégica para los desplazados climáticos. El noveno se centra en la promoción de la formación profesional en ecología integral para los agentes de pastoral. El último punto hace hincapié en la necesidad de aumentar la investigación académica sobre la crisis climática y los desplazamientos relacionados.

            Las Orientaciones se cierran con un pequeño capítulo dedicado a algunas indicaciones prácticas sobre cómo utilizar el documento, dirigidas principalmente a las Iglesias locales y a otros actores católicos.

Quisiera concluir esta breve presentación citando las palabras finales del prefacio del Santo Padre: “Ver o no ver, es la pregunta que nos lleva a responder actuando juntos. Estas páginas nos muestran qué necesitamos y qué debemos hacer, con la ayuda de Dios". (Papa Francisco, Prefacio).

Intervención del Padre Joshtrom Isaac Kureethadam, S.D.B.

NEXO ENTRE CRISIS CLIMÁTICA Y DESPLAZAMIENTO

            Me gustaría proponer tres reflexiones sobre el intrincado nexo entre la crisis climática y el desplazamiento.

            En primer lugar, es importante reconocer que la crisis climática es real.

            Actualmente vivimos en el Holoceno, que comenzó hace casi 12.000 años -una época interglaciar descrita como el "largo verano" y caracterizada por un clima estable y un nivel del mar estable- durante la cual conseguimos inventar la agricultura y asentarnos y crear la civilización humana.

            Durante todo el periodo del Holoceno, la temperatura media de la Tierra apenas varió más de 1°C. Sin embargo, desde 1850, y sobre todo durante las últimas décadas, las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de las actividades humanas han ido aumentando, lo que ha provocado un drástico cambio climático. La temperatura ya ha aumentado 1,1°C con respecto a la época preindustrial y el ritmo de calentamiento es más rápido que en cualquier otro momento de los últimos 65 millones de años. Con el ritmo actual de emisiones podríamos alcanzar los 3,5°C a finales de siglo. Los científicos nos advierten de que si superamos el umbral de 1,5°C -el ambicioso objetivo del Acuerdo de París- nos arriesgamos a cruzar varios puntos de inflexión (como el deshielo del Ártico y de la capa de hielo de la Antártida Occidental, que podría elevar el nivel del mar varios metros).

            Estamos en una crisis climática, o más bien en una emergencia climática, como nos advirtieron 11.000 científicos en 2019, una preocupación de la que se hizo eco el Papa Francisco en su Mensaje para el Día Mundial de Oración por la Creación de 2020. Es un mensaje que ha sido reforzado por nuestros propios hijos y jóvenes que han salido a la calle por miles durante los últimos dos años, advirtiéndonos del riesgo de dejarles un hogar inhabitable.

            En segundo lugar, debemos reconocer que existe un fuerte nexo entre la crisis climática y el desplazamiento.

            Los desplazamientos pueden deberse a desencadenantes rápidos, principalmente fenómenos meteorológicos extremos como inundaciones, tormentas, sequías e incendios forestales, o a procesos de evolución lenta como la escasez de agua y el agotamiento de otros recursos naturales, la desertificación, el aumento de las temperaturas y la subida del nivel del mar (en todo el mundo, unos 145 millones de personas viven a menos de un metro por encima del nivel actual del mar).

            La crisis climática se está convirtiendo en uno de los principales desencadenantes de los desplazamientos en los últimos años. Las cifras hablan por sí solas. De los más de 33 millones de nuevos desplazados en 2019, 8,5 millones lo fueron a causa de los conflictos y la violencia, mientras que 24,9 millones se debieron a catástrofes naturales. En el primer semestre de 2020, 14,6 millones de personas fueron desplazadas: 9,8 millones como resultado de desastres naturales y 4,8 asociados a conflictos y violencia.  Mientras que unos 10,3 millones de personas fueron desplazadas por eventos inducidos por el cambio climático, como inundaciones y sequías, en los últimos seis meses, otros 2,3 millones fueron desplazados por conflictos en el mismo período, lo que indica que la gran mayoría de los desplazamientos internos son ahora provocados por la crisis climática. Se calcula que más de 253,7 millones de personas fueron desplazadas por desastres naturales entre 2008 y 2018, y que estos desastres desplazan entre tres y diez veces más personas que los conflictos armados en todo el mundo, dependiendo de la región en cuestión.

            La crisis climática y otros peligros ecológicos se están convirtiendo en los principales impulsores de los desplazamientos, y podrían reconfigurar los patrones de migración en las próximas décadas.

            En tercer lugar, debemos ofrecer una respuesta integral al reto de la crisis climática y los desplazamientos.

            Una respuesta integral al reto de la crisis climática y el desplazamiento tendrá que ser "humana", ya que la propia crisis tiene un rostro humano. Es, en última instancia, un problema moral. Las comunidades pobres y vulnerables, cuyas emisiones de carbono son sólo una fracción de las del mundo rico, son ya las primeras y desproporcionadas víctimas de la crisis.

            Es un imperativo ético para el resto de la humanidad reducir sus emisiones, desproporcionadamente grandes, que son las que causan la crisis climática. Tenemos que reducir las emisiones a la mitad para 2030 y llegar a las emisiones netas cero antes de 2050, para mantenernos dentro de 1,5° C, ir más allá sería catastrófico. Las naciones tienen que comprometerse con objetivos mucho más ambiciosos en la Cumbre del Clima - COP26 - que parece ser como "una última llamada" para nuestro planeta (sólo el 30% de las emisiones globales están cubiertas por los compromisos actuales). Tenemos que embarcarnos en estrategias "rápidas y de gran alcance" de bajas emisiones de carbono en términos de transición energética, estilos de vida sostenibles, economía circular, agricultura e industria sostenibles, etc.

            Esto no es sólo filantropía. Es sólo pagar la "deuda ecológica" (Laudato si') que tenemos con los más vulnerables de entre nosotros. Es también el legado que dejaremos a nuestros hijos y a las generaciones futuras.

            También tenemos que ofrecer protección a los desplazados climáticos a través de la legislación y las políticas. La protección internacional para los desplazamientos inducidos por el clima es limitada, poco sistemática y no siempre es jurídicamente vinculante.

            Es, en definitiva, un reto "pastoral". Acompañar a nuestros hermanos y hermanas cada vez más desplazados por la crisis climática y otros peligros ecológicos es el camino que estamos llamados a recorrer para convertirnos en una Iglesia creíble y testimonial, en una comunidad eclesial solidaria e inclusiva, ya que vivimos en una "casa común" (Laudato si') juntos como una familia común, como hermanos y hermanas (Fratelli Tutti). Esto es lo que  son las Orientaciones pastorales sobre los desplazados climáticos”.

Intervención de la Dra. Cecilia Dall'Oglio

            Buenos días a todos y gracias por esta invitación para hablar en nombre del Movimiento Católico Mundial por el Clima, una alianza de más de 700 organizaciones y miles de individuos de diferentes continentes que desde 2015 caminan juntos para vivir la Laudato si' y responder a la urgencia de la crisis climática, al grito de los pobres y de la tierra manteniendo la dimensión espiritual conectada con la de los estilos de vida personales y comunitarios y con la del compromiso en la esfera pública. Estoy aquí para darles mi testimonio sobre el punto 8 de las Orientaciones Pastorales: Colaborar en la planificación y la acción estratégicas y para presentar algunos ejemplos de respuestas concretas para combatir la crisis climática.

            La primera respuesta concreta es encontrar espacios de colaboración y acción estratégica en la alegría de caminar juntos, que es el espíritu del Cántico de San Francisco.

En el Prefacio de las "Orientaciones" el Papa Francisco escribe: "Esta es la obra que nos pide el Señor ahora, y en ella hay una inmensa alegría. No podemos salir de una crisis como la del clima o la del COVID-19 encerrándonos en el individualismo, sino sólo “estando unidos".

            Y de nuevo, en la cita inicial del reto 8 leemos: "Un solo cuerpo, un solo Espíritu, como una sola es la esperanza a la que habéis sido convocados (Efesios 4,)".

            Este no estar solos, sino, juntos, en el Cuerpo del Señor, esta sinodalidad es la respuesta a nuestra oración ante el rostro de los que sufren y a los que quisiéramos amar, al grito que resuena en nuestro corazón, porque el desafío es grande.

            No estamos solos para extender la mano a los descartados de las ciudades, a los descartados de esta economía, sino que hay un cuerpo y una pluralidad de carismas, una comunidad que juntos llega donde nosotros solos no podemos llegar. ¡Qué alegría! Cooperar en la planificación y en la acción estratégica no es una carga que se añade a nuestras agendas y compromisos en los que estamos sumergidos, sino un regalo.

            Un regalo ha sido ya este texto "Esta colaboración es en sí misma una señal del camino a seguir".

            Fruto de esta colaboración ha sido el documento "En camino hacia el cuidado de la casa común - Cinco años después de Laudato si', elaborado por la Mesa Interdicasterial de Ecología Integral de la Santa Sede: os remito a este documento donde encontraréis muchas "prácticas" y elementos operativos para favorecer la cooperación en diferentes ámbitos, entre ellos los que se tocan en los puntos 9 y 10 de estas Orientaciones en el ámbito de la investigación académica y la formación profesional.

            En este sentido, siguiéndolo personalmente, quiero mencionar la experiencia de colaboraciónón entre las Universidades Pontificias y los Ateneos de Roma que en 2017 dieron vida al "Diploma conjunto en ecología integral" al incluir en el programa académico propuestas de formación informal que van precisamente en la dirección de estas Orientaciones ya que los estudiantes fueron llevados a sumergirse en realidades comprometidas con el "Acoger, proteger, promover e integrar", como la Casa Scalabrini 634 de Roma. Con estas Orientaciones pastorales sobre los desplazados climáticos el Papa Francisco nos invita a "ver" y es necesario, conscientes de la urgencia de cambiar el rumbo hacia una ecología integral, junto a la formación formal ofrecer propuestas educativas de fuerte sentido con la metodología del aprender haciendo. Cuando, de hecho, una propuesta se ofrece a través de la experiencia, encuentra una carga de sentido muy especial capaz de superar la barrera de la indiferencia y experimentar "hechos de esperanza" al encontrarse con testigos que hacen posible y experimentable ese futuro.

            Otro ejemplo concreto de colaboraciónón en la promociónón de "Campañas de información que destaquen  la gravedad del fenómeno de la crisis climática y el desplazamiento, centrándose en el “rostro humano” de la crisis y la necesidad de actuar con urgencia y en la promoción del diálogo y de las redes ecuménicas es, sin duda, la experiencia que los cristianos de todo el mundo viven al reunirse en oración y acción para "El tiempo de la creación" -que se celebra cada año desde el 1 de septiembre, Día Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, hasta el 4 de octubre, fiesta de San Francisco de Asís-. Es importante destacar que, en el marco del Tiempo de la Creación, existe también una gran oportunidad de colaborar con las Iglesias locales para celebrar el Día Mundial del Migrante y del Refugiado, el 27 de septiembre, y sensibilizar a los cristianos de todo el mundo sobre la atención a los más vulnerables y afectados por el cambio climático. El tema de este año será "¿Una casa para todos? Redescubrir el oikos de Dios", que enlaza con el tema del Día del Migrante y del Refugiado 2021 "Hacia un "nosotros" cada vez más grande": una oportunidad para involucrar a los más vulnerables en nuestras oraciones ecuménicas y aprovechar su "sabiduría" para la conversión ecológica integral de toda la iglesia.

            Las organizaciones que asisten a las personas desplazadas tienen, de hecho, un papel fundamental de puente dentro de la Iglesia católica para unir a la familia humana y "Desarrollar programas pastorales que integren", como se destaca en el capítulo 9.I de las Orientaciones. I. El sitio web Tempo del Creato nos ayudará a promover y a reproducir las mejores prácticas, tal y como se desea en las Orientaciones, empezando " de abajo y de a uno, pugnar por lo más concreto y local, hasta el último rincón de la patria y del mundo”.

            Las Orientaciones nos piden que colaboremos estratégicamente también promoviendo un proceso de "Incidencia política en colaboración con otras organizaciones religiosas y de la sociedad civil": el capítulo 1 afirma que la Iglesia católica " advirtió de que el mundo debe trabajar para una transición, “rápida y de gran alcance” en la reducción de las emisiones de carbono " ... para que el calentamiento global no sobrepase el umbral crucial de 1,5 °C " y en el capítulo 6 sobre el reto de "Ejercer una influencia positiva en la formulación de políticas", citando la Laudato Si’ 26 nos dice que "Es urgente reducir drásticamente la emisión de dióxido de carbono y otros gases altamente contaminantes". Por lo tanto, como último ejemplo de una respuesta concreta, quiero mencionar aquí la campaña de desinversión en combustibles fósiles (https://catholicclimatemovement.global/divest-and-reinvest/), que también responde a la invitación que hacen las Orientaciones a colaborar con las organizaciones de la sociedad civil. De hecho, las organizaciones católicas desempeñan un papel propio dentro de un movimiento mundial más amplio a favor de la desinversión. También la atención que las Orientaciones piden para “Establecer una estrategia de comunicación más extensa y coherente " está bien representada por la elección de que el anuncio -por parte de las organizaciones católicas que deciden desinvertir y llevar su dinero donde están también sus valores- para tener una mayor eficacia se haga de forma coordinada, en momentos especialmente significativos y en colaboración con el Movimiento de la Sociedad Civil más amplio. La desinversión es el golpe de timón para revertir el curso de este modelo de desarrollo económico extractivo, que somos en primer lugar nosotros, desde nuestros países democráticos, quienes debemos combatir asumiendo nuestra responsabilidad y haciendo lo que nos corresponde por la justicia climática, por nuestros hermanos y hermanas que no tienen nada. (El próximo anuncio de desinversión llegará el 17 de mayo).

            En conclusión, ¿no es cierto, entonces, que para la conversión ecológica integral que tanto se reclama incluso en estas Orientaciones Pastorales, es necesario, "esencial" en primer lugar "dar espacio"? Dar espacio a vías que promuevan, como explicita el documento en sus respuestas a este reto, "la cooperación eficaz en materia de planificación y acciones estratégicas para evitar la duplicidades y malgastar los recursos..."

            "Los jóvenes nos reclaman un cambio", afirman las Orientaciones en su conclusión.

            Los jóvenes nos reclaman un cambio, nos piden que no nos limitemos a hacer nuestro pequeño trabajo bien hecho, sino que seamos estratégicos para lograr el cambio.

            Laudato si' en el n° 49 también nos dice por qué las cosas no cambian: "Ello se debe en parte al hecho de que muchos se encuentran lejos de ellos, en zonas urbanas aisladas, sin contacto directo con sus problemas. Viven y reflexionan desde la comodidad de un desarrollo y una calidad de vida que están fuera del alcance de la mayoría de la población mundial." Y esto es lo que podría ocurrir incluso hoy en día a los que estamos "demasiado llenos" para dejar espacio a la cooperación, a la acción estratégica.

            De aquí no salimos, ciertamente no saldremos mejores.

            Nuestros hermanos y hermanas desplazados por el clima corren el riesgo de encontrarse con manos demasiado llenas para agarrarlas. Las manos que son autosuficientes, parafraseando el documento, participan en "iniciativas unilaterales y no coordinadas que pueden poner en peligro la rapidez y la eficacia de las respuestas" y, por tanto, el cambio. Manos que no buscan otras manos que agarrar para caminar y colaborar y "hacer un hogar juntos" alrededor del fuego que, como dice el punto 1 de las Orientaciones, nos calienta contra el frío de la indiferencia.  El Espíritu nos ha dado los diferentes carismas, pero sopló cuando "estaban todos juntos en el mismo lugar" (Hechos 2,1) y debemos dejar esos lugares, esos "espacios" libres para la colaboración, libres como esa parte del jardín de los conventos franciscanos donde el Espíritu los hace florecer "donde quiere".

            Gracias.

Intervención de S.E. Mons. Claudio Dalla Zuanna, S.C.I.

            Con sus casi 3.000 km de costa que dan al Océano Índico, Mozambique es un país familiarizado con las tormentas tropicales y los ciclones. Su suerte es tener delante, como un gran escudo, la isla de Madagascar, donde los ciclones que se encuentran en tierra pierden su poder destructivo. Sólo los ciclones que rodean las extremidades de la isla y entran en el canal de Mozambique llegan a la costa mozambiqueña, generalmente al sur o al norte de la larga costa. Rara vez los ciclones llegan a la parte central del país, donde se encuentra la ciudad de Beira. ¡Pero ya no es así!

            La temperatura de las aguas del Canal ha subido consistentemente en los últimos años, lo que permite que las tormentas y ciclones tropicales que no agotan su fuerza en el territorio continental de Madagascar se recarguen con una fuerte evaporación y aumenten de categoría en los dos únicos días que suelen tardar dichas perturbaciones en cruzar los 400 km de mar para llegar a Mozambique. Si luego ocurre que, por diferentes motivos, la perturbación se mantiene sobre el canal de Mozambique durante 5 o 6 días como ocurrió en marzo de 2019, se puede desencadenar un ciclón de extraordinaria fuerza como fue el ciclón Idai, el más fuerte que se recuerda en el sur de África. Este ciclón dañó el 90% de los edificios de la ciudad, arrasando los precarios suburbios pero también dejando al descubierto la catedral, que en sus 100 años de existencia nunca había sufrido daños tan graves.  El hospital de la ciudad, al que acuden los cerca de 3 millones de habitantes de la región, múltiples instituciones públicas, escuelas e incluso la casa del obispo quedaron al descubierto por los vientos que soplaron a más de 200 km por hora.

            Desde marzo de 2019, la ciudad de Beira se ha visto afectada por otros dos ciclones, el último el 23 de enero de este año, ciclones que, aunque de menor fuerza, han dejado su rastro de destrucción. (La casa del obispo perdió el techo por segunda vez). Tres ciclones en menos de dos años sobre la ciudad de Beira parecen haber hecho de la ciudad su camino. Algunos estudios recientes han demostrado que la temperatura en la parte central del país ha subido por encima de la media nacional, que también ha subido, quizá debido a que la deforestación para la exportación de madera ha sido mayor en esta región. (En los últimos diez años se ha exportado más madera de Mozambique que en los 500 años anteriores). Este aumento de la temperatura podría ser una de las causas del paso de estas perturbaciones extremas por el centro del país.

            Además de los fuertes vientos, las tormentas tropicales descargan enormes cantidades de lluvia que en una zona llana como Beira, con áreas por debajo del nivel del mar, crean inundaciones a veces enormes como la del ciclón Idai, con 2.000 km2 de zona inundada alrededor de la ciudad, aislándola durante muchos días, causando más de 800 muertos y desplazando a cientos de miles de personas.

            Con estos desplazamientos forzosos la gente pierde sus casas, pertenencias, oportunidades de trabajo, acceso a la escolarización y a los servicios sanitarios (por ejemplo, como consecuencia del ciclón Idai, miles de personas con sida y en tratamiento antirretroviral tuvieron que interrumpirlo con las consecuencias negativas que implica).

            Estos desplazamientos forzados debilitan la comunidad y el tejido social con sus relaciones, todo tiene que reconstruirse en lugares de reasentamiento anónimos, alejados de la ciudad, con poca ayuda y estos de forma temporal, dejando abandonadas a sí mismas a las personas más frágiles que no pueden reconstruir sus vidas.

            El cambio climático no es una amenaza hipotética, sino que es ya una realidad que exige una acción inmediata, también con la creación de condiciones para acoger a los desplazados a causa del número creciente de catástrofes. No podemos limitarnos a la intervención de emergencia, a veces motivada por emociones que se desvanecen rápidamente, ni al reasentamiento de personas desplazadas en zonas donde no se han establecido los servicios esenciales. Esto se aplica a los gobiernos, pero también a la Iglesia en su vocación de ser un hogar acogedor, la familia de Dios. El documento que hoy se difunde es una respuesta en la dirección correcta; de nosotros depende que dé sus frutos.

Intervención de la señora María Madalena Issau

            Me llamo María Magdalena Issau y tengo 32 años. Soy madre de 5 hijos y cuido de otros dos sobrinos huérfanos. Mi marido murió en el año 2018.

            Desde el año 2001 vivía en Praia Nova, un barrio situado en una playa de la ciudad de Beira, donde compraba y revendía pescado para mantener a mi familia.

            Debido a su ubicación, el barrio sufría mucho la erosión de la playa y las frecuentes inundaciones. En el año 2014, una inundación extraordinaria destruyó muchas casas y perdí mis pertenencias y toda mi comida. Muchas familias fueron desplazadas del lugar, pero yo volví a vivir allí, ya que no tenía otro lugar al que ir ni otra forma de mantener a mi familia.

            Lo peor ocurrió en marzo de 2019 con el paso del ciclón Idai que lo destruyó todo. Todas las familias fueron acogidas en dos escuelas y, dos meses después, 618 familias fueron reubicadas en un centro de reasentamiento a 60 km de Beira y a 5 km del pueblo más cercano, que se llama Mutua. El gobierno nos dio un terreno de 20 por 30 metros, una tienda de campaña y puso una fuente de agua. Las familias también recibieron una parcela de tierra para cultivar, pero debido a la distancia muchos dejaron de hacerlo.

            Hace unos meses una ONG inició la construcción de 200 casas de 25 metros cuadrados (una sala y un cuarto) para personas vulnerables, viudas y huérfanos. Otras familias siguen viviendo en tiendas o cabañas. No hay centro de salud y el más cercano está a 8 km. Hay una escuela sólo hasta el cuarto grado, los demás niños deben ir a Mutua (a 5 km). En el reasentamiento no hay electricidad, no hay trabajo y no se puede comerciar, no hay proyectos para instruir a los jóvenes ni para ocupar a la gente, y para tener algún trabajillo la gente debe viajar muchos kilómetros. La ONG que ofrecía alimentos terminó su actividad hace un mes y ahora estamos muy preocupados por nuestro futuro.

            No soy católica, pero puedo dar testimonio de la presencia de la Iglesia católica en el reasentamiento desde los primeros meses de nuestra llegada, cuando el obispo vino a conocer nuestra situación y a solidarizarse con nosotros. La parroquia ayudó a colocar las lonas para cubrir cinco aulas y construyó una capilla como signo de la presencia católica en el pueblo, donde periódicamente se celebran encuentros y catequesis. La parroquia ha distribuido ropa a toda la población y leche a los niños, y sigue ayudando a los más necesitados, especialmente a los niños, para los que tiene previsto construir una pequeña escuela.