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Conferencia de prensa para la presentación del Año Familia Amoris Laetitia, 18.03.2021

Esta mañana, en la Oficina de Prensa de la Santa Sede, ha tenido lugar la conferencia de presentación, en directo streaming,  del Año  "Familia Amoris Laetitia" en la que han intervenido Su Eminencia el cardenal Kevin J. Farrell, prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, la  profesora Gabriella Gambino, subsecretaria del mismo Dicasterio y el matrimonio formado por Valentia y Leonardo Nepi (Italia).

                Publicamos a continuación las diversas intervenciones

Su Eminencia el cardenal Kevin J. Farrell

    La situación persistente de pandemia a nivel internacional genera preocupación y sufrimiento en todos nosotros, pero no por ello debemos paralizarnos. Por el contrario, precisamente en este tiempo de incertidumbre, los cristianos estamos llamados a ser testigos de la esperanza. Pertenece, efectivamente, a la misión de la Iglesia ser siempre heraldo de la buena noticia del Evangelio. Cabe señalar que la exhortación apostólica Amoris Laetitia se abre precisamente con estas palabras: "El anuncio cristiano relativo a la familia es verdaderamente una buena noticia" (AL 1). Por eso, es muy oportuno  dedicar todo un año pastoral a la familia cristiana, porque presentar al mundo el proyecto de Dios sobre la familia es fuente de alegría y esperanza; ¡es, de verdad, una buena noticia!

    El Santo Padre ha decidido convocar este Año especial sobre la familia, que comenzará mañana, 19 de marzo, en la solemnidad de San José y en el quinto aniversario de la publicación de Amoris Laetitia. Ambos aniversarios son significativos.

    En primer lugar, ha sido providencial que el Santo Padre haya dedicado este año a San José, esposo y padre tan amado que fue elegido por Dios para cuidar de la Sagrada Familia. Como él, todo matrimonio debe sentirse amado y elegido por Dios para engendrar, en la carne y en el espíritu, a los hijos de Dios Padre. La pandemia ha tenido consecuencias muy dolorosas para millones de personas. Pero es precisamente la familia, aunque duramente castigada en muchos aspectos, la que ha mostrado una vez más su rostro de "custodia de la vida", como custodio fue San José. La familia sigue siendo para siempre la "custodia" de nuestras relaciones más auténticas y originales, las que nacen en el amor y nos hacen madurar como personas.

    Los cinco años transcurridos desde la publicación de Amoris Laetitia representan, pues, un estímulo para que toda la Iglesia retome este importante documento, fruto de un largo camino sinodal. El Año "Familia Amoris Laetitia" es una excelente oportunidad para dejar madurar los frutos de este camino, no sólo en los diversos contextos eclesiales, sino en las propias familias. Todos los documentos eclesiales plantean siempre un gran reto: no me refiero a su composición -que puede ser compleja y laboriosa-, sino al reto aún mayor de su recepción. Las indicaciones de la Iglesia, una vez publicadas, deben ser conocidas, acogidas -con la mente y, sobre todo, con el corazón- y luego llevadas a la práctica. Esto también se aplica a Amoris Laetitia. En este Año, tenemos la oportunidad de presentar mejor, a todos, la riqueza de la Exhortación, que contiene palabras de aliento, de estímulo, de reflexión y, en términos más amplios, contiene sugerencias de caminos pastorales también prácticos, que no debemos dejar caer en el vacío.

    Las familias necesitan atención pastoral, necesitan dedicación. En la pastoral ordinaria, de hecho, para muchos temas estamos todavía en una fase inicial: pensemos en el acompañamiento de parejas y familias en crisis, en el apoyo a los que se quedan solos, a las familias pobres, a las familias desestructuradas. Muchas familias necesitan que se les ayude a descubrir en los sufrimientos de la vida el lugar de la presencia de Cristo y de su amor misericordioso. Este Año, por tanto, es una oportunidad para acercarse a las familias, para que no se sientan solas ante las dificultades, para caminar con ellas, escucharlas y emprender iniciativas pastorales que las ayuden a cultivar su amor cotidiano.

                Sabemos bien que el Papa Francisco nos exhorta a una renovación pastoral. Y esto también se aplica a la pastoral familiar.

    Un primer aspecto de esta renovación pastoral que me gustaría destacar es la necesidad de una mayor colaboración. También en el ámbito de la pastoral familiar, la Iglesia debe aprender a compartir las experiencias que han resultado fructíferas a lo largo de los años y que han logrado llevar el anuncio del Evangelio a la vida de los esposos y de las familias. Se ha hecho y se hace ya mucho por las familias, no partimos de cero. Todo este trabajo y estas experiencias podrían ser un ejemplo y una inspiración para otros, pero todavía se conocen y se comparten poco.

    Un segundo aspecto de esta renovación pastoral es el cambio de mentalidad. Me refiero a que hay que pasar de pensar en las familias como meros "objetos" de la pastoral a pensar en ellas como "sujetos" de la pastoral. Las familias están llenas de potencialidades y dones para toda la sociedad y para la Iglesia, por lo que deben ser reconocidas e involucradas activamente como protagonistas en la pastoral ordinaria de las parroquias y diócesis. Un aspecto importante de este protagonismo de las familias es su ejemplo de vida. No pocas veces se distinguen porque representan una fe vivida, son una "catequesis viva". Hay muchas familias, de hecho, que viven su fe y su vocación al matrimonio y a la familia de manera ejemplar. Y es muy edificante ver cómo no se rinden y afrontan las dificultades de la vida con profunda alegría, esa alegría que se encuentra en el "corazón" del sacramento del matrimonio y que alimenta toda la existencia de los cónyuges y de las personas que viven con ellos. Es necesario, por tanto, dar mayor espacio a las familias. Su misma vida es un mensaje de esperanza para todo el mundo y, en especial, para los jóvenes, ya que, como demuestran numerosas encuestas realizadas en todo el mundo, el deseo de tener una familia propia sigue siendo hoy en día uno de los mayores sueños que desean realizar los jóvenes.

    Un tercer aspecto de esta renovación pastoral es la formación de los formadores. Somos cada vez más conscientes de la necesidad de promover la formación de todos los que desarrollarán una labor pastoral con las familias: a partir de los futuros pastores -desde el  seminario- hasta los laicos y las familias que se dedicarán a este apostolado. Los formadores deben ser capaces de mostrar a las familias cómo la gracia que brota del sacramento del matrimonio puede responder a los retos de la vida práctica, no en abstracto, sino en las circunstancias concretas que se viven en las distintas culturas y zonas geográficas del mundo.

    Este Año  "Familia Amoris Laetitia" necesitará ciertamente pastores que acojan la invitación del Papa con generosidad y entusiasmo. Pastores que, como hermanos y padres, estén dispuestos a ayudar a las familias, pero también a aprender de ellas. Hay, en efecto, una gracia especial que brota de los esposos y de las familias: la gracia de la esponsalidad. Es decir, la gracia de vivir el amor como un don de sí mismo para los demás, haciendo de esta actitud el "motor" que mueve toda acción. Es la gracia de encontrar la propia felicidad, haciendo de la vida un don. Los pastores, al estar con las familias, entran en contacto más profundo con esta gracia especial de la esponsalidad y se enriquecen con ella. Y cuando el ministerio sacerdotal se vive de manera verdaderamente esponsal, también se vuelve más gozoso y más fecundo espiritualmente. Para los pastores, pues, podemos decir: hay mucho que "dar" a las familias, pero aún más hay mucho que "recibir" de ellas.

    Comencemos, pues, este Año buscando esa actitud de paternidad hacia las familias que aprendemos de San José, una paternidad hecha de acogida, fortaleza, obediencia y trabajo. Al mismo tiempo, tratemos de ser cada vez más una Iglesia "madre" para las familias, tierna y atenta a sus necesidades, capaz de escuchar, pero también valiente y siempre firme en el Espíritu Santo.

Intervención de la profesora Gabriella Gambino

                Hemos recibido un hermoso regalo del Santo Padre. El Año "Familia Amoris Laetitia" ha hecho que la Iglesia exultara de alegría. Como esposa y madre, que como todo el mundo vive las dificultades de este tiempo en el matrimonio y en la familia, debo confesar que es emocionante desde mi lugar de trabajo poder leer correos electrónicos y cartas de todo el mundo, que expresan tanta gratitud y esperanza a la Iglesia.

                Este año es una ocasión para dar un impulso a la pastoral familiar, tratando de renovar los métodos, las estrategias y tal vez incluso algunos objetivos de la planificación pastoral: ya no una pastoral de fracasos, dice el Santo Padre en Amoris Laetitia, sino una pastoral que sepa revigorizar la belleza del sacramento del matrimonio y de las familias cristianas. Que haga perceptible esta belleza a los ojos de los niños y jóvenes, para que se sientan atraídos por el don del matrimonio. Una pastoral del vínculo, la llama el Papa Francisco (AL 211): un reto enorme en un momento en que la fragilidad está tan extendida. Ya no podemos dar nada por sentado. Hay un gran deseo de familia, pero mucho miedo ante la decisión del matrimonio. La Iglesia debe estar preparada, debe entrar con delicadeza en las cuestiones más onerosas de las familias, sabiendo acompañarlas. Volver a partir de los fundamentos de la fe para llevar a los niños y jóvenes a descubrir la belleza de una vocación: el matrimonio.

                En este sentido, el aniversario de Amoris Laetitia no es la mera conmemoración de un texto escrito, sino una oportunidad concreta para dar un impulso renovado a su aplicación pastoral. En los últimos años se ha pensado y escrito mucho sobre la exhortación apostólica: se han publicado libros y se han hecho grandes reflexiones doctrinales. Ahora es el momento de actuar. Amoris Laetitia tiene mucho que decirnos. Contiene estrategias y sugerencias pastorales que podemos leer entre sus líneas con inteligencia y creatividad pastoral. El Papa ha explicado varias veces que si se lee Amoris Laetitia exclusivamente con el criterio de "se puede hacer o no se puede hacer" vamos mal encaminados y no captamos su verdadera finalidad. Lamentablemente, en los últimos años la reflexión y el debate se han centrado sólo en una parte del documento. En este Año, por tanto, hay que leer Amoris Laetitia como un "todo" y  valorizar todos los aspectos espirituales y pastorales que contiene el documento, a los que quizá se ha dado poca importancia y que luego son los que más interesan a la gran mayoría de las familias.

Baste pensar en las actitudes que hay que aprender y en las virtudes que hay que adquirir para poder vivir bien el amor cotidiano, en las valiosas indicaciones sobre los componentes emocionales, afectivos y sexuales del amor; pensar en la generatividad y en la acogida de la vida, pensar en las diversas dimensiones relacionales que se viven en la familia -las que se dan entre generaciones, entre hermanos y con los ancianos-, pensar en las valiosas indicaciones sobre la educación de los hijos -educación moral, espiritual y sexual- y en la propuesta de cultivar una espiritualidad conyugal y familiar específica . Todas estas son cuestiones que interesan mucho a las familias, respecto a las cuales desean ser acompañadas y sobre las que tenemos la posibilidad de ofrecerles los ricos contenidos de la Exhortación, que no son sólo para ser leídos, sino para conjugarse en la vida concreta de cada día.

                Nuestro Dicasterio ha propuesto también doce itinerarios posibles, para que cada realidad eclesial se vea impulsada a tomar la iniciativa al menos en algunos ámbitos de la pastoral familiar. Son propuestas que hemos elaborado a partir de las necesidades concretas que surgen de la pastoral familiar en todo el mundo y con la mirada de Amoris Laetitia. El criterio: hacer transversales los proyectos pastorales, para que no haya más compartimentos estancos. El acompañamiento de los niños, de los jóvenes, de los novios y de los ancianos debe hacerse a la luz de una visión integral y unificada de la planificación pastoral, que puede ser fuente de gran creatividad. Hacer que dialoguen  los agentes de pastoral de las distintas áreas, actuando con espíritu sinodal, es importante para dar continuidad y gradualidad al camino de crecimiento en la fe de los laicos.

                Si, por ejemplo, se diera una orientación vocacional a los cursos de catequesis para niños, continuando después de la comunión y la confirmación con una formación remota a la vocación esponsal, en muchos contextos pastorales se podría evitar el riesgo de perder por el camino a muchos chicos y chicas, que después de la primera comunión ya no se asoman a la Iglesia. No porque estén realmente desinteresados, sino porque ya no se les ofrece nada, ni a ellos ni a sus padres, para acompañarles en el crecimiento espiritual de sus hijos.

                Es hermoso que la Iglesia se conceda este tiempo de conversión pastoral. Es el signo de una Iglesia que quiere crecer, hacerse adulta, que no se contenta con utilizar métodos antiguos e ineficaces, porque sabe ponerse en juego por amor a la familia. Porque se ha dado cuenta de que, a efectos prácticos de la evangelización, la familia es la vía por la que debe pasar la Iglesia. Hay un pasaje muy incisivo de Evangelii Gaudium, el documento programático del actual pontificado, en el que el Papa Francisco dice: "las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se conviertan en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación." (EG 27). Si aplicamos estas palabras a las familias, ya tenemos algunas indicaciones claras de la conversión pastoral que debemos llevar a cabo. Por ejemplo: ¿se adaptan las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y nuestras estructuras eclesiales a la vida concreta de las familias? Si pensamos en las familias que viven en grandes ciudades y que tienen que mantener juntos los compromisos laborales de sus cónyuges y los compromisos escolares y extraescolares de sus hijos, todo lo cual implica continuos traslados de una parte a otra de la ciudad -y muchas veces sin mucha ayuda de los familiares cercanos- nos daremos cuenta de que para muchas familias es casi imposible participar en los eventos parroquiales o diocesanos si no se adaptan a las posibilidades concretas de las familias.

Debemos reconocer que muchas estructuras eclesiásticas, quizá sin ser plenamente conscientes de ello, están más bien orientadas a los mayores o a los solteros. Se trata, pues, de un gran reto para la Iglesia. Todos los agentes de pastoral, por tanto, deberían tener más en cuenta a las familias, salir a su encuentro, encontrar nuevas formas, nuevos tiempos y nuevos espacios para establecer un diálogo con ellas y atenderlas.

                Como ya hemos tenido ocasión de explicar, nuestro Dicasterio participará activamente en la difusión de algunos instrumentos pastorales para las familias, las parroquias y las diócesis, con el fin de ayudar y sostener el trabajo, a veces muy laborioso, de las iglesias locales.

                Periódicamente pondremos en nuestra web recursos y pequeñas herramientas pastorales, de las que daremos noticias de vez en vez. Es una forma de mantener viva la atención de la Iglesia en tantos ámbitos de la pastoral a lo largo de estos meses. Habrá vídeos sobre la exhortación apostólica, que se publicarán mensualmente: en ellos participará el Santo Padre, con algunas familias de todo el mundo, que junto al Papa contarán cómo viven esos aspectos de la vida familiar de los que habla el Papa en Amoris Laetitia. Se acompañarán de subsidios pastorales muy sencillos, que pueden ser utilizados en muchos contextos eclesiales e incluso en las familias y, no olvidemos, que este año se celebrará el primer Día Mundial de los Abuelos y Mayores el 25 de julio.

                Pero la mayor parte de los recursos provendrán de las diócesis, los movimientos y las asociaciones familiares, que bajo nuestro impulso y en un espíritu de auténtica comunión están trabajando intensamente para implementar todo lo bueno que ya están haciendo y para tomar nuevas iniciativas. Asimismo, las instituciones académicas católicas y pontificias se movilizan para promover reflexiones capaces de tener efectos concretos, en diálogo con la pastoral.  Elaboran, a fin de cuentas,  ese pensamiento cristiano que hoy urge poner a disposición del mundo. Los temas a tratar son muchos, las dificultades de las familias en las complejas sociedades actuales son numerosas y a menudo están interrelacionadas.  Que todas las iglesias locales se sientan llamadas a intervenir allí donde entrevean las mayores urgencias familiares, poniéndose a la escucha de las familias, dándoles espacio y caminando con ellas.

                Hoy vivimos una emergencia vocacional, no sólo de  la vida religiosa, sino también del matrimonio, porque como hemos dicho: elegir el matrimonio no es como elegir un trabajo: es una vocación. Este año, más que nunca, todos estamos llamados a trabajar para revitalizar la institución de la familia, no sólo en la Iglesia, sino también en la sociedad. El camino es largo y no terminará con el Encuentro Mundial de las Familias de 2022.

Intervención de los cónyuges Valentina y Leonardo Nepi

                Estamos muy contentos de estar hoy aquí como matrimonio que, en el Año dedicado a la "Familia Amoris Laetitia", espera vivir con espíritu renovado su pertenencia a la Iglesia, en un período caracterizado por la durísima emergencia sanitaria, pero también por perspectivas concretas de intervención, gracias al desarrollo de las vacunas. En este horizonte de esperanza recibimos la invitación del Papa Francisco a vivir los contenidos de Amoris Laetitia en toda su riqueza.

                En nuestra vida familiar cotidiana, proponiéndonos con perseverancia emplear sin miedo las tres palabras "permiso", "gracias" y "disculpa", el Santo Padre nos recuerda que la relación entre los miembros de la familia, y entre los cónyuges en particular, se custodia a partir de palabras y gestos aparentemente sencillos, que, sin embargo, brotan de actitudes profundas de apertura, respeto, paciencia, confianza, intercambio y perdón. Estos son los fundamentos de una relación de amor familiar que debe alimentarse cada día, tanto en sus alegrías como en sus dificultades.

                El llamado del Papa Francisco al amor y la armonía familiar puede ser recibido por quienes viven el matrimonio como un sacramento, pero también es un llamado universalmente válido: este Año es ante todo un tiempo propicio para cultivar las buenas relaciones conyugales y familiares. También esperamos que la familia pueda ser más valorada en la sociedad: promover la dimensión social de la familia, su capacidad de educar a los hijos, de animar los lugares y las comunidades con valores positivos y generativos, cultivando el diálogo entre generaciones, no puede sino tener efectos beneficiosos para toda la sociedad.

                En la familia experimentamos la necesidad de compartir, de no sentirnos solos, de aprender que "se puede hacer bien", y en el amor familiar encontramos una respuesta a estas necesidades. Para nosotros, como pareja, y como padres de una niña de cinco años, es importante poder encontrar a otras familias y compartir nuestras experiencias, para evitar un aislamiento que no beneficia a nadie.

                Especialmente en este periodo, en el que el distanciamiento se impone por la emergencia sanitaria, hemos tratado de ser creativos con nuestros familiares y amigos, utilizando las herramientas digitales de las que disponemos y con las que ya estamos familiarizados. Ciertamente, el encuentro personal es más intenso y no puede ser sustituido del todo por una vídeo llamada, pero el remedio que nos ofrecen estas tecnologías es importante y lo hemos utilizado también en nuestros encuentros en la parroquia, en los que rezamos y compartimos la lectura de la Palabra junto a otras familias. El ambiente de comunidad, construido a lo largo de años de amistad en Cristo, también se puede sentir durante estas reuniones en línea y nunca falta el intercambio de opiniones sobre la semana que acaba de pasar, sobre la relación con nuestros hijos, sobre lo que esperamos en los próximos días, sobre la vida de nuestra Iglesia.

                La fuerza de la familia, no se agota , por tanto, en la intimidad de nuestros hogares, ya que es una fuente de valores positivos para toda la comunidad. Confiamos en que este Año sea también un tiempo propicio para tomar conciencia de nuestra misión eclesial, a la que nos dedicamos como familia y no sólo a nivel personal. El bautismo y el matrimonio nos convierten en testigos vivos del amor de Dios, a cuya llamada hemos respondido con alegría y valentía. La esperanza, pues, es que las familias nos sintamos comprometidas a contribuir a la evangelización y nos dejemos involucrar con generosidad en el anuncio cristiano. Nosotros somos los testigos vivos de la belleza que puede expresar la familia.

                Es fundamental que este anuncio llegue especialmente a los más jóvenes, a los que están llamados a discernir su vocación y a formar las familias del mañana. Efectivamente,  las semillas de este anuncio, se siembran desde jóvenes y es importante que la pastoral familiar y la pastoral juvenil estén estrechamente vinculadas. Como pareja que se conoció y se formó en la parroquia de Saione, en Arezzo, experimentamos la belleza de la vida cristiana en la adolescencia, cuando otros jóvenes, un poco mayores que nosotros, se esforzaron por ofrecernos oportunidades de fraternidad y encuentro. Eran jóvenes animadores, a veces incluso parejas de novios, muchos de los cuales se casaron más tarde. ¡Recordamos muy bien el día de la boda de todos ellos! Les agradecemos la amistad que nos brindaron, a pesar de la diferencia de edad, que pasaba desapercibida cuando rezábamos juntos, nos implicábamos en obras de caridad y nos divertíamos juntos.

                 Con muchos de ellos esta experiencia de comunidad continúa hasta hoy, pero cuando éramos adolescentes, era importante ver  a novios y matrimonios jóvenes que nos dedicaban su tiempo gratuitamente, animados por un fuerte sentido de comunidad cristiana. Siguiendo este ejemplo, después nos involucramos también en la animación posterior a la Confirmación, compartiendo la belleza y la responsabilidad de motivar a un grupo de jóvenes adolescentes dirigidos por el párroco. Recordamos en particular la experiencia de la JMJ en Colonia en 2005, pero también las semanas de verano en la montaña, los retiros, los encuentros de convivencia de los sábados por la tarde sobre temas de interés para los jóvenes, la animación de la santa misa, las obras de caridad.

                De novios, a veces era un reto encontrar un equilibrio en los diferentes puntos de vista sobre las actividades que se proponían a los jóvenes y también hubo momentos de tensión para encontrar un acuerdo y presentarnos unidos ante el grupo. Creemos que haya sido un entrenamiento fundamental para aprender a confrontarnos de manera respetuosa, teniendo en cuenta que no tratábamos de imponernos el uno al otro, sino dialogando (¡a veces encendidamente!) por el bien de la comunidad. Incluso hoy en día, a la hora de educar a nuestra hija, Ilaria, que tiene cinco años, puede ocurrir que nuestros puntos de vista difieran en algunos aspectos, pero siempre intentamos superar estas diferencias mediante el diálogo y mostrándonos unidos.

                Cuando recordamos estos años de compromiso juvenil en la parroquia, no podemos dejar de pensar que también fueron años de formación para el matrimonio, el diálogo abierto, la gestión de las responsabilidades compartidas y la superación de las crisis, es decir, para la construcción de un nosotros basado en el conocimiento mutuo y en la ayuda de Dios. Por eso estamos convencidos de que este Año sea una hermosa oportunidad para relanzar una pastoral transversal, capaz de transmitir a los jóvenes la belleza del amor familiar cristiano.