Ayer por la tarde, el Santo Padre concedió el nulla osta al Presupuesto 2021 de la Santa Sede, propuesto por la Secretaría para la Economía y discutido y aprobado el pasado martes, 16 de febrero, por el Consejo para la Economía.
Con unos ingresos totales de 260,4 millones de euros y unos gastos de 310,1 millones de euros, la Santa Sede prevé un déficit de 49,7 millones de euros en 2021, muy afectado por la crisis económica provocada por la pandemia del COVID-19.
Por primera vez, con el objetivo de dar una mayor visibilidad y transparencia a las transacciones económicas de la Santa Sede -como ha pedido repetidamente el Santo Padre-, el Presupuesto 2021 consolida el fondo del Óbolo de San Pedro y todos los fondos dedicados. Con unos ingresos de 47,3 millones de euros y unas entregas a terceros beneficiarios de 17 millones de euros, la Santa Sede espera un saldo neto de 30,3 millones de euros de estos fondos.
Excluyendo el Óbolo y los fondos dedicados, el déficit de la Santa Sede sería de 80 millones de euros en 2021. Los ingresos disminuyen un 21% (48 millones de euros) respecto a 2019, debido a la reducción de las actividades empresariales, de servicios e inmobiliarias, así como de las donaciones y contribuciones. El presupuesto también refleja un importante esfuerzo de contención de costes, con una reducción de los gastos de funcionamiento -excluidos los costes de personal- del 14% (24 millones de euros) en comparación con 2019. El mantenimiento del puesto de trabajo sigue siendo una prioridad para el Santo Padre en estos tiempos difíciles.
En consonancia con su misión, la mayor parte de los recursos de la Santa Sede en 2021 se dedicarán a apoyar las actividades apostólicas, con un 68% del total de gastos, mientras que el 17% se destina a la gestión del patrimonio y otros bienes, y un 15% a la administración y los servicios.
Si el nivel de donaciones se mantiene según lo previsto el déficit se compensará mediante el uso de parte de las reservas de la Santa Sede.