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Conferencia de presentación del Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma 2021, 12.02.2021

A las 11:30 de esta mañana, en directo streaming desde la Sala "Juan Pablo II" de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, ha tenido lugar la conferencia de presentación del Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma 2021, titulado «Mirad, estamos subiendo a Jerusalén...» (Mt 20,18).Cuaresma: un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad.

Han intervenido: Su Eminencia el cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson, Prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, Mons. Bruno-Marie Duffé, Secretario del mismo Dicasterio y la Sra. Marcela Szymanski, responsable de EU y UN Advocay Officer di Aid to the Church in Need (ACN), en conexión por vídeo desde Bruselas.

Siguen las diversas intervenciones:

Intervención de S.E. el cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson

El Mensaje del Santo Padre para la Cuaresma lleva por título "He aquí que subimos a Jerusalén....", y me remite al pasaje del Evangelio de Mateo, donde leo: Mientras Jesús subía a Jerusalén, tomó aparte a los doce discípulos y les dijo en el camino: "Ahora subimos a Jerusalén, donde el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas. Ellos lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos para que sea maltratado, azotado y crucificado, pero al tercer día resucitará " (Mt 20,17-19)

Jesús predice lo que le sucederá en Jerusalén después de haber apartado a sus doce discípulos de la multitud, como si quisiera comunicarles una información reservada. Se trata de la fase final de su misión y de su vida en la tierra, que, sin embargo, quería dejar a los doce discípulos como legado. Quería que lo compartieran; y ya veremos, el legado de Jesús a sus seguidores se convierte en una invitación a imitar su pobreza y abajamiento, su caridad y amor a sus seguidores, su fe, su esperanza y su vida de oración.

Bajo este título, "he aquí que subimos a Jerusalén", el mensaje cuaresmal del Papa evoca la tradición cultural y social del pueblo de Dios en la Biblia, según la cual "subir a Jerusalén" implicaba una peregrinación a la casa de Dios, como destino. Suponía subir al monte Sión, el lugar que Dios ha elegido para hacer habitar su nombre (Dt 12,11). Es donde se adora a Dios; y es allí desde donde Dios enseña a su pueblo sus caminos. Aquí es donde el profeta Isaías profetizó que todas las naciones vendrían para que se les enseñaran los caminos de Dios y aprendieran a andar por su senda (Is 2,3ss).

Esta vez, sin embargo, cuando Jesús subirá a Jerusalén con sus discípulos, el destino será otro monte: El Gólgota, y será donde Dios revelará su amor por la humanidad y derramará sobre ella el Espíritu de su Hijo: el Espíritu del primogénito de muchos hermanos, el Espíritu de los hijos de Dios y, por tanto, de nuestra común fraternidad.

En esa ocasión, Jesús desde la cruz enseñará a sus seguidores, como desde el nuevo Templo en otra colina las siguientes lecciones:

    -la lección de la fe obediente con la que Jesús abrazó su pasión y su cruz.

    -la lección de la pobreza: la pobreza del vaciamiento de sí mismo y de hacerse esclavo, para servir y enriquecer a la humanidad desde su pobreza (Fil 2,6-8; Mt 20,28; Jn 13,4-12).

    -la lección de amor: el amor del Padre por su Hijo y por el mundo (Jn 3,16), el amor de Jesús por su Padre (Jn 10,17-18), así como su amor por sus seguidores (Jn 13,1).

    -la lección de la oración con la que Jesús comenzó su agonía en Getsemaní, con la que rezó por sus verdugos y con la que se encomendó a las manos del Padre.

    -la lección de la esperanza en su resurrección, que prometerá también al ladrón arrepentido (Lc 23,41-42).

Bajo el título "He aquí que subimos a Jerusalén", el mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2021 recoge y ordena las lecciones de la pasión, la crucifixión y la resurrección de Jesús en una tríada de virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad, y una tríada de ejercicios cuaresmales: el empobrecimiento personal (con el ayuno y la abstinencia), la oración y la caridad/la limosna. Estas dos tríadas se entrelazan para formar el mensaje del Papa de este año; y, como se ve, son virtudes y ejercicios que el mismo Jesús vivió y transmitió a sus discípulos para que los vivieran también: ¡para hacerlos más parecidos a Cristo! Con su mensaje de cuaresma, el Papa Francisco nos propone las mismas virtudes y ejercicios que Jesús enseñó a sus discípulos, para nuestro camino cuaresmal hacia la fiesta de la resurrección de Jesús en la Pascua de 2021.

    a) El  Mensaje de cuaresma de este año empieza con una invitación a dejar que la Palabra de la Escritura nos enseñe la verdad de Jesús Hijo de Dios, que por nosotros se despojó de sí mismo para hacerse esclavo, a fin de revelar el amor del Padre por nosotros. En la vida, nos vaciamos de nosotros mismos cuando renunciamos a lo que apreciamos y con lo que nos identificamos tanto que creemos que no podemos vivir sin ello. Este vaciamiento se llama negación de sí mismo y es el espíritu del ayuno y de todas las formas de abstinencia. Renunciamos al tiempo de ver la televisión para poder ir a la Iglesia, rezar o rezar un rosario. Sólo a través de la autonegación nos disciplinamos para poder dirigir la mirada desde nosotros mismos al otro que cuenta con sus necesidades y así crear acceso a los beneficios y bienes de las personas: respetar su dignidad y sus derechos... etc. Abrir lugar al otro es reconocer la existencia (dignidad) del otro: como otro "yo" / persona como yo, por lo tanto un hermano/hermana, todos hijos del único Dios y Padre de nuestra confesión..... de nuestra fe.

    b) En la medida en que lo que renunciamos a través de la renuncia o la abstinencia beneficia al otro, nuestro ayuno contribuye a promover el bien común: el bienestar que resulta para la humanidad, que en el momento de la abnegación puede estar velado a nuestros ojos, y sólo puede esperarse. Esperar es hablar del futuro; y hablar del futuro es hablar de Dios. Enraizada en la fe, la esperanza genera energía, que estimula el intelecto y da a la voluntad todo su dinamismo, nos hace redoblar nuestros esfuerzos y no puede haber mejor actitud en estos períodos de prueba (clima y covid-19). La Cuaresma, como período para vivir la virtud teologal de la esperanza, nos dispone a buscar el rostro del Dios de nuestro futuro en la oración. A través de la oración y la comunión con Dios, obtenemos inspiración y luz interior para convertirnos en soñadores y visionarios de un futuro mejor: de un tiempo hecho nuevo por la gracia de Dios y la conversión personal de todos.

    c) Cuando la esperanza (en Dios y en su gracia) estimula la inteligencia y da a la voluntad todo su dinamismo, aparece la actitud de salir de uno mismo para compartir y promover el bienestar de todos: la caridad. En efecto, cuando la actividad humana está inspirada y sostenida por el amor/la caridad, anticipa el reino de Dios en la tierra. Y podemos recapitular aquí la visión de todos los ejercicios de Cuaresma: No será simplemente repetir a San Agustín decir que se necesita una espiritualidad del amor para mostrar el amor. Lo que plantea Fratelli tutti es que nuestro "amor social" y, por lo tanto, la "civilización del amor" deben estar enraizados en nuestro amor espiritual (amor a Dios) y ser fruto de él. Lo interior debe ser lo que sostiene lo exterior. Así, como dice Papa Francisco (Laudato si’): es la violencia que está dentro de nuestros corazones que se hace patente en los abusos de la naturaleza. Por esto, esforcémonos por cultivar dentro de nosotros el amor, para poder manifestar el "amor social". Este es nuestro proyecto de cuaresma!...¡Que Dios nos ayude en esto!"

 

Intervención de S.E. Mons.Bruno-Marie Duffé

El mensaje de Cuaresma del Santo Padre recuerda a todos los cristianos que este tiempo particular del año es un tiempo de renovación y conversión, centrado en la memoria de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo en la que estamos inmersos. Por eso se nos invita, durante estos cuarenta días, a seguir el camino de Cristo para que en la tarde de Pascua podamos renovar la promesa de nuestro bautismo.

En el capítulo 20 del Evangelio según San Mateo, leemos estas palabras de Cristo: "He aquí que subimos a Jerusalén": esta ciudad que concentra en sí misma la memoria de la Alianza, las heridas de una compleja historia humana y la espera del cumplimiento del mensaje de los profetas.

Hoy estamos llamados a caminar con Cristo hacia una vida y un mundo nuevos, hacia una nueva confianza en Dios y en el futuro, en un contexto marcado por la ansiedad, la duda y a veces incluso la desesperación. Sabemos que la crisis sanitaria de Covid-19 está provocando una crisis social en la que muchos están pasando por un momento de pasión y muerte.

¿Cómo podemos vivir este tiempo de Cuaresma siguiendo las huellas de Cristo, renovándonos en la fe, la esperanza y el amor fraterno? ¿Cómo podemos vivir con Cristo y con los que sufren, esta "travesía de la muerte" y esta "resurrección" que nos asocia a la vida misma de Cristo y al amor de Dios Padre?

"La llamada a vivir el ayuno, la oración y la limosna, tal como las presenta Jesús en su predicación, dice el Mensaje del Santo Padre, son las condiciones y expresiones de nuestra conversión. El camino de la pobreza y la carencia (ayuno), el diálogo filial con el Padre (oración), la mirada y los gestos de amor hacia el hombre herido (limosna) nos permiten encarnar una fe sincera, una esperanza viva y una caridad activa. " (Introducción del Mensaje).

El ayuno abre nuestro espíritu, nuestro cuerpo y todo nuestro ser al don de Dios. Rompiendo con el estilo de vida egocéntrico y el consumo excesivo, incluso compulsivo, consentimos vivir una pobreza que es una apertura a los demás y a Dios. Y recibimos un amor que nos viene del Padre y de Cristo.

La Cuaresma es "un tiempo para creer", es decir, para dejarse tocar por Dios y dejar que "establezca su morada en nosotros" (Cf. Jn 14,23).

El ayuno, pues, consiste en liberar nuestra existencia de lo que la desordena, de la sobrecarga de cosas, útiles e inútiles, de las informaciones verdaderas o falsas, de los hábitos y dependencias que nos atan, para abrir la puerta de nuestro corazón y de nuestra inteligencia a Aquel que viene a compartir nuestra condición humana hasta la muerte: Jesús, el Hijo de Dios vivo.

En el recogimiento y la oración silenciosa, la esperanza se nos da como luz interior, para iluminar las opciones que estamos llamados a hacer, la misión y las responsabilidades que se nos confían.

La oración es un soplo por el que permitimos que el Espíritu llene nuestra vida interior y la dinamice, con los dos movimientos de recibir y dar.

La Cuaresma es un tiempo para rezar, simplemente nombrando a aquellos que la vida pone en nuestro camino y esperando con ellos. A través de esta experiencia de oración personal -pero siempre abierta al Otro y a los demás- se nos da la inspiración para confortar, consolar, animar y ofrecer solicitud y perdón a los que están cerca de nosotros. Y esto se extiende a los que están lejos o en la soledad.

La limosna es el acto por el que expresamos nuestra compasión y caridad. La caridad es, en efecto, el impulso del corazón que nos hace salir de nosotros mismos, para hacernos cercanos a la persona herida, despreciada, sin hogar, necesitada...

Como lo expresa claramente el Santo Padre en la Encíclica "Fratelli tutti": "La caridad, con su dinamismo universal, puede construir un mundo nuevo, porque no es un sentimiento estéril, sino el mejor camino para lograr caminos efectivos de desarrollo para todos" (F.T. n°183).

La Cuaresma es un tiempo para dar: lo que tenemos, lo que sabemos, lo que somos. A través de la experiencia de dar, consideramos al necesitado como un miembro de nuestra propia familia, como un hermano, como un amigo al que queremos. Lo poco que compartimos con el amor se convierte en mucho y nunca se agota: se convierte en una reserva de vida y de simple alegría.

La Cuaresma nos abre, pues, un camino de conversión, tras las huellas del mismo Señor Jesús, que vivió hasta el final su misión de Hijo y al que Dios resucitó en la mañana de Pascua. Esta es nuestra fe: es una esperanza que se ofrece a toda persona viva, más allá del sufrimiento y de la muerte. Tiene en sus manos y en su cuerpo las huellas de nuestras injusticias y de nuestro dolor, pero se presenta ante nosotros y nos llama a una vida nueva.

Intervención de la Sra. Marcela Szymanski

En nombre de los perseguidos por su fe, quiero agradecerles mucho esta oportunidad de compartir su testimonio, vinculándolo al importante mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma de este año. Para quienes sufren el calvario de la persecución, la pandemia ha representado un momento de comunión en el dolor y la pérdida, que lamentablemente se produce en todo el mundo.

El dolor nos acerca a los demás, y a través de la fe se recibe el "agua viva" descrita por el Santo Padre. Una encuesta publicada recientemente por el Pew Research Center muestra que, en la mayoría de los países occidentales, el sentimiento religioso ha aumentado durante la pandemia. No debemos cerrar los ojos ante ello.

Y, por eso, aquí estoy hoy, con mi sombrero de redactor jefe del informe "Libertad religiosa en el mundo", publicado por Ayuda a la Iglesia Necesitada. El informe será presentado aquí el 20 de abril, pero mientras tanto me toca escuchar y leer historias de fe, amor y esperanza bajo diversos grados de persecución. El ejemplo de los que prefieren morir antes que renunciar a su fe es inolvidable y difícil de comprender, es como un diálogo en el que una de las partes parece estar totalmente cargada de odio y la otra aparece totalmente protegida por una fuerte capa de Amor.

Cuando escucho las historias de los oprimidos y mis ojos no pueden más, me dicen "¡Pero Marcela, por favor, cuando hables de nosotros, pídeles que recen por nosotros! Queremos ser como vosotros, poder leer la Biblia cuando queramos, ir a los templos que están abiertos todo el día, ¡celebrar la Navidad como vosotros!". Entonces me viene la visión de las Biblias polvorientas en las estanterías, las Iglesias cerradas, la extraña Navidad que hemos vivido recientemente... Y tengo que responderles: "¡No, no voy a rezar para que ustedes sean como nosotros, sino para que nosotros seamos como ustedes! A mí y a mis vecinos nos gustaría tener vuestra fuerte fe y esperanza en el futuro, y la fuerza para seguir dando a los demás".

El mensaje del Papa de hoy nos dice exactamente eso, pero yo quería mostrarles una imagen a sus historias, ¡tengo tantas fotografías! Pero he elegido un retrato de una familia, porque en la familia es donde aprendemos a vivir las virtudes que nos explica el Santo Padre. Esta imagen que he elegido es una familia cristiana de Alepo. Es un dibujo de la hija de 11 años. La profesora le pidió que nos mostrara lo que había sobrevivido en septiembre de 2016, cuando los terroristas islámicos de Al-Nusra imponían su dominio en la ciudad. Por favor, fíjate bien. Se trata de una familia sometida a una severa persecución a causa de la fe de sus verdugos.

La artista está aquí, esta es su madre, su hermana y su hermano, ya muertos en el suelo, y con signos de tortura. Tres terroristas de Al-Nusra, vestidos de negro como ellos. Hay instrumentos de tortura, incluyendo equipos de descarga eléctrica, pistolas, granadas, cuchillos. Los terroristas pretendían llevarse a todos los hombres y niños. Las mujeres, debían renunciar a su fe y convertirse en musulmanas.

Sólo sobrevivieron porque el ejército llegó a tiempo y los terroristas huyeron. Esta familia fue generosa al compartir con nosotros su experiencia, porque creen firmemente que Dios estaba con ellos allí, o si no... habrían muerto todos. Hoy la familia ha vuelto a una vida "normal" según los estándares de Alepo, trabajando en la guardería.

Este "retrato de familia", señoras y señores, fue dibujado a sólo 2200 km de Roma, la misma distancia en coche hasta el sur de España. Así de cerca está Alepo de Roma.

¿Qué podemos aprender para la Cuaresma, de una familia así, que pasó por un cruel calvario pero que se considera "resucitada" en Cristo? ¿Qué les diríamos, si nos encontráramos con ellos hoy?

Hemos escuchado a menudo del Santo Padre que, "con la fuerza del amor, con la mansedumbre, se puede luchar contra la prepotencia, la violencia y la guerra, y se puede conseguir la paz" para toda la Iglesia.

Los perseguidos son la élite de la Iglesia, y servirles no es un deber sino un honor.

La horrible imagen que acabo de mostrarles es la prueba de que el camino al Cielo a través del martirio no es como una película de Zeffirelli, y esos testigos, como la chica que la dibuja, siguen necesitando apoyo psicológico. Pero también otros sobrevivieron para contar los frutos de su fe y su oración. Esos frutos son el perdón y el amor.

No muy lejos de Alepo, en Qaratayn, cerca de Palmira, el padre Jacques Mourad, al que muchos de ustedes conocieron en Roma, fue secuestrado junto con 250 cristianos por militantes del Estado Islámico. Después de tres meses de tortura y de exigirles que renunciaran a su fe, para su sorpresa, se les permitió regresar a sus hogares. La razón que les dieron los hombres del ISIS fue que "los cristianos no habían tomado las armas contra los musulmanes, y lo hicieron por su fe". Para el padre Mourad, y para nosotros también, esto fue un milagro.

Luego sigue el largo camino de la reconciliación, para conseguir una nueva relación duradera, en paz y armonía, con ese prójimo que te causó tanto dolor. Comienza por sentirse rodeado por el Amor de Dios. Ese es el único combustible que mueve a perdonar el dolor de la pérdida de los hijos, de las madres, de todos sus bienes, de su salud, de sus planes... A esta voluntad de perdón, hay que añadir el testimonio de las "personas buenas", que te acompañan en este camino hacia el perdón.

Mi amigo Silwanos era "buena gente". Nunca quiso ser arzobispo. Llegó a serlo, y de forma brillante, en la Iglesia Ortodoxa Siria. Murió hace dos meses en Homs, Siria, la ciudad que da testimonio de su amor a Dios y a los demás. Tenía 52 años y murió de cáncer por falta de tratamiento. Huérfano desde muy joven, Silwanos fue criado por religiosas, donde llegó a encontrar su llamada religiosa, junto con su hermano. Trabajó incansablemente por los huérfanos de la región. Muchos recuerdan su oscura silueta en las calles durante los bombardeos, cuando buscaba a los niños para ponerlos a salvo. Con o sin bombardeos, nunca dejó de acogerlos, y en cuanto cesaron las balas, reabrió escuelas y nuevos jardines de infancia. Justo en medio de la guerra, en 2017, llegó a Bruselas con grandes maletas llenas de dibujos de los niños de Alepo, Homs y Damasco. Los dibujos pretendían ser cartas para los políticos, pidiéndoles que aumentaran la ayuda humanitaria, y para mostrarles cómo era su vida cotidiana. Así que... ya sabes de dónde salió este dibujo. En otra ocasión, podría contaros los insultos y humillaciones que Silwanos recibió de algunos políticos europeos. Estaba furioso, pero él había visto cosas peores en la vida. Prometió rezar por ellos. Volvió a Homs, donde sirvió a los pobres hasta su último aliento.

El sacrificio va acompañado de un amor muy arraigado, el que te hace tender la mano a tus hermanos. Durante el primer cierre de COVID en la India, millones de trabajadores se quedaron varados sin trabajo ni refugio durante días, esperando un pequeño espacio en el tren para volver a casa. Un grupo denominado red de "Pequeñas Comunidades Cristianas" de la India, que incluye a laicos y religiosos, se encargó de distribuir alimentos y agua, así como mascarillas y gel desinfectante a quienes se encontraban en las vías. Los miembros de estas pequeñas comunidades cristianas son tan pobres como los que necesitan ayuda, pero confían plenamente en el poder de la oración y la Providencia. Organizaron oraciones desde sus casas, pero utilizando megáfonos para recitar las letanías desde el tejado, para que los que estaban a lo largo de las vías pudieran unirse a ellos. Hay que recordar esto: ¡El infierno tiembla al oír las oraciones de los pobres!

Y privarse de algo, el ayuno, la abnegación, dice el Santo Padre. Pensemos en los numerosos sacerdotes y religiosas secuestrados en África, que las milicias retienen para pedir un rescate. Quieren el dinero para comprar más armas y seguir secuestrando. Por eso, la decisión tomada por los obispos nigerianos la semana pasada, junto con las familias de las víctimas, es no pagar NINGÚN rescate por ninguno de ellos. En un claro mensaje a los terroristas, el arzobispo Kaigama dijo "¡Nuestros hijos NO están en venta!". Asumir esa responsabilidad de no pagar es una cruz muy pesada. Nuestros hermanos de Nigeria están en ayunas de vida, con la esperanza de otro milagro como el del padre Mourad.

Tenemos mucho que aprender de ellos.

¿Acaso estamos sentados en su Cruz? Tenemos que saber que ellos están dispuestos a ayudarnos a llevar nuestra Cruz. Con su vida, su oración y su muerte. Recordemos la foto de familia de Siria, no los olvidemos, hablemos de ellos, llevemos su historia al Sínodo de los Obispos; ¡para que podamos decirles un día que su largo calvario hacia la Resurrección no fue en vano!

Gracias por su atención.