El Papa Francisco ha celebrado el primer Día Internacional de la Fraternidad Humana en un encuentro virtual organizado por el Jeque Mohammed Bin Zayed en Abu Dhabi, capital de los Emiratos Árabes Unidos, con la participación del Gran Imán de Al-Azhar, Ahmad Al-Tayyeb, el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, y otros dignatarios.
La fecha fue establecida por la Asamblea General de las Naciones Unidas y coincide con el aniversario del encuentro de Abu Dhabi, el 4 de febrero de 2019, cuando el Papa y el Gran Imán de Al Azhar firmaron el Documento sobre la Fraternidad Humana para la Paz y la Convivencia Común.
Durante el acto, se presentan los ganadores del primer Premio Zayed inspirado en el Documento sobre la Fraternidad Humana.
Publicamos a continuación las palabras pronunciadas por el Santo Padre durante el encuentro:
Palabras del Santo Padre
Hermanas y hermanos, esa es la palabra: hermanas y hermanos. Afirmar la fraternidad, de modo especial a usted, mi hermano, mi amigo, mi compañero de desafíos y de riesgos en la lucha por la fraternidad, el Gran Imán Ahmed el Tayeb, a quien le agradezco la compañía en el camino por la reflexión y la redacción de este documento que fue presentado hace dos años.
Su testimonio me ayudó mucho porque fue un testimonio valiente. Yo sé que no era una tarea fácil. Pero con usted pudimos hacerla juntos, y ayudarnos mutuamente. Lo más lindo de todo es que ese primer deseo de fraternidad se fue consolidando en verdadera fraternidad. Gracias hermano, gracias.
También quiero agradecer a su Alteza Sheikh Mohammed bin Zayed por todos los esfuerzos que ha puesto para lograr seguir adelante en este camino. Creyó en el proyecto. Creyó. Y también creo que es justo agradecer, y me permita usted, señor Juez, la palabra: “l’enfant terrible” de todo este proyecto, el juez Abdel Salam, amigo, trabajador, lleno de ideas, que nos ayudó a seguir adelante. Gracias a todos por apostar por la fraternidad, porque hoy la fraternidad es la nueva frontera de la humanidad. O somos hermanos, o nos destruimos mutuamente.
Hoy no hay tiempo para la indiferencia. No nos podemos lavar las manos. Con la distancia, con la prescindencia, con el menosprecio. O somos hermanos —permítame—, o se viene todo abajo. Es la frontera. La frontera sobre la cual tenemos que construir; es el desafío de nuestro siglo, es el desafío de nuestros tiempos.
Fraternidad quiere decir mano tendida, fraternidad quiere decir respeto. Fraternidad quiere decir escuchar con el corazón abierto. Fraternidad quiere decir firmeza en las propias convicciones. Porque no hay verdadera fraternidad si se negocian las propias convicciones.
Somos hermanos, nacidos de un mismo Padre. Con culturas, tradiciones diferentes, pero todos hermanos. Y respetando nuestras culturas y tradiciones diferentes, nuestras ciudadanías diferentes, hay que construir esta fraternidad. No negociándola.
Es el momento de la escucha. Es el momento de la aceptación sincera. Es el momento de la certeza que un mundo sin hermanos es un mundo de enemigos. Quiero subrayar esto. No podemos decir: o hermanos o no hermanos. Digámoslo bien: o hermanos, o enemigos. Porque la prescindencia es una forma muy sutil de la enemistad.
No sólo hace falta una guerra para hacer enemigos. Basta con prescindir. Basta con esa técnica —se ha transformado en técnica— esa actitud de mirar para otra parte, prescindiendo del otro, como si no existiera.
Querido hermano Gran Imán: gracias por su ayuda, gracias por su testimonio, gracias por este camino que hemos hecho juntos.
Congratulación del Santo Padre al Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, galardonado con el Premio Zayed
Quiero felicitar por este galardón al Secretario General de las Naciones Unidas y agradecerle todos los esfuerzos que hace por la paz. Una paz que sólo se va a lograr con un corazón fraterno. Gracias por lo que hace.
Congratulación del Santo Padre a Latifa Ibn Ziaten, galardonada con el Premio Zayed
Querida hermana, tus últimas palabras no son dichas de oídas o convencionalmente, “somos todos hermanos”. Son el convencimiento. Y un convencimiento plasmado en el dolor, en tus llagas. Vos jugaste tu vida por la sonrisa, jugaste tu vida por el no resentimiento y a través del dolor de perder un hijo —solamente una madre sabe lo que es perder un hijo— a través de ese dolor tú te animas a decir “somos todos hermanos” y a sembrar palabras de amor. Gracias por tu testimonio. Y gracias por ser madre de tu hijo, de tantos chicos y chicas; por ser madre hoy de esta humanidad que te está escuchando y que aprende de vos: o el camino de la fraternidad, o hermanos, o perdemos todo.
Gracias, gracias.