Esta
mañana, el Santo Padre ha recibido en audiencia a los participantes
en la reunión organizada por la Oficina Nacional de Catequesis de la
Conferencia Episcopal Italiana.
Publicamos
a continuación el discurso del Papa a los presentes durante la
audiencia:
Discurso
del Santo Padre
Queridos
hermanos y hermanas
Os
doy la bienvenida y agradezco al cardenal Bassetti sus amables
palabras. Se ha recuperado.
¡Gracias!Saludo al secretario general, monseñor Russo, y a
todos vosotros que sostenéis el compromiso de la Iglesia italiana en
el ámbito de la catequesis. Me alegra compartir con vosotros el
recuerdo del 60º aniversario del nacimiento de la Oficina Nacional
de Catequesis. Establecida incluso antes de la configuración de la
Conferencia Episcopal, fue un instrumento indispensable para la
renovación catequética después del Concilio Vaticano II. Este
aniversario es una excelente ocasión para hacer memoria, dar gracias
por los dones recibidos y renovar el espíritu de anuncio. Para ello,
me gustaría compartir tres puntos que espero os ayuden en vuestros
trabajos durante los próximos años.
El
primero: catequesis y kerygma. La catequesis es el eco de la
Palabra de Dios. En la transmisión de la fe, la Escritura -como
recuerda el documento fundamental- es "el Libro; no un subsidio
aunque sea el primero" (CEI, Il rinnovamento della catechesi,
n. 107). La catequesis es, por tanto, la onda larga de la Palabra de
Dios para transmitir en la vida la alegría del Evangelio. Gracias a
la narración de la catequesis, la Sagrada Escritura se convierte en
"el ambiente" en el que sentirse parte de la misma historia
de la salvación, encontrando a los primeros testigos de la fe. La
catequesis es tomar de la mano y acompañar en esta historia. Suscita
un camino, en el que cada uno encuentra su propio ritmo, porque la
vida cristiana no aplana ni homologa, sino que realza la unicidad de
cada hijo de Dios. La catequesis es también un itinerario
mistagógico, que procede en constante diálogo con la liturgia,
ámbito en el que resplandecen símbolos que, sin imponerse, hablan a
la vida y la marcan con la huella de la gracia.
El
corazón del misterio es el kerygma, y el kerygma es
una persona: Jesucristo. La catequesis es un espacio privilegiado
para favorecer el encuentro personal con Él. Por lo tanto,
debe estar entrelazada de relaciones personales. No hay
verdadera catequesis sin el testimonio de hombres y mujeres de carne
y hueso. ¿Quién de nosotros no recuerda al menos a uno de sus
catequistas? Yo lo recuerdo. Me
acuerdo de la monja que me preparó para la primera comunión y me
hizo tanto bien. Los primeros protagonistas de la
catequesis son ellos, mensajeros del Evangelio, a menudo laicos, que
entran en juego con generosidad para compartir la belleza de haber
encontrado a Jesús. "¿Quién es el catequista? Es el que
custodia y alimenta la memoria de Dios; la custodia en sí mismo y –
es un memorioso
de la historia de la
salvación - y sabe despertarla en los demás... Es un
cristiano que pone esta memoria al servicio del anuncio; no para
exhibirse, no para hablar de sí mismo, sino para hablar de Dios, de
su amor y su fidelidad." (Homilía de la Jornada de
Catequistas en el Año de la Fe, 29 de septiembre de 2013).
Para
ello, es bueno recordar "ciertas características del anuncio
que hoy son necesarias en todas partes: que exprese el amor salvífico
de Dios previo a la obligación moral y religiosa: Tu
eres amado, tu eres amada, esto es lo primero, esta es la puerta;
que no imponga la verdad y que apele a la libertad, como
hacía Jesús que posea unas notas de alegría,
estímulo, vitalidad, y una integralidad armoniosa que no reduzca la
predicación a unas pocas doctrinas a veces más filosóficas que
evangélicas. Esto exige al evangelizador ciertas actitudes que
ayudan a acoger mejor el anuncio.
¿Y cuáles son estas actitudes que cada catequista debe tener?
cercanía, apertura al diálogo, paciencia, acogida cordial que no
condena". Jesús las
tenía.(Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 165).
Es toda la geografía de la humanidad la que el kerygma, la
brújula infalible de la fe, ayuda a explorar.
Y
sobre este punto -el catequista- retomo algo que también debe
decirse a los padres, a los abuelos... la fe se transmite “en
dialecto”. Un catequista que no sabe explicar en el dialecto de los
jóvenes, de los niños, de los que... Pero con el dialecto no me
refiero al lingüístico, del que Italia es tan rica: no, al
dialecto de la cercanía, al dialecto que se puede entender, al
dialecto de la intimidad. A mi me conmueve ese pasaje de los
Macabeos, de los siete hermanos. (2 Mac, 7) Se dice dos o
tres veces dijeron que su madre les sostenía hablándoles en
dialecto. (“en la lengua de los padres”) Es importante: la
verdadera fe se transmite en dialecto. Los catequistas deben aprender
a transmitirla en dialecto, es decir, ese lenguaje que sale del
corazón, que nace, que es el más familiar, el más cercano a todos.
Si no hay dialecto, la fe no se transmite totalmente y bien.
El
segundo punto: catequesis y futuro. El año pasado se
cumplieron 50 años del documento Il rinnovamento della catechesi,
donde la Conferencia Episcopal Italiana recogía las indicaciones
del Concilio. A este respecto, hago mías las palabras de San Pablo
VI, dirigidas a la primera Asamblea General de la CEI después del
Vaticano II: "Debemos mirar al Concilio con gratitud a Dios y
con confianza en el futuro de la Iglesia; será el gran catecismo
de los nuevos tiempos" (23 de junio de 1966). Y volviendo al
tema, con ocasión del primer Congreso Catequético Internacional,
añadió: "Es una tarea que incesantemente renace e
incesantemente se renueva para la catequesis, comprender estos
problemas que surgen del corazón del hombre, para reconducirlos a su
fuente oculta: el don del amor que crea y salva" (25 de
septiembre de 1971). Por eso, la catequesis inspirada por el Concilio
está continuamente a la escucha del corazón del hombre, siempre con
un oído atento, siempre buscando renovarse.
Esto
es magisterio: el Concilio es magisterio de la Iglesia. O estás con
la Iglesia y por tanto sigues el Concilio, y si no sigues el Concilio
o lo interpretas a tu manera, como quieres, no estás con la Iglesia.
A este respecto tenemos que ser exigentes, severos . No, el Concilio
no se negocia para tener más de estos... No, el Concilio es así. Y
este problema que estamos viviendo, de selectividad del Concilio, se
ha repetido a lo largo de la historia con otros Concilios. A mi me da
tanto que pensar un grupo de obispos que después del Vaticano I se
fueron, un grupo de laicos, otros grupos, para continuar la
"verdadera doctrina" que no era la del Vaticano I.
"Nosotros somos los verdaderos católicos"... Hoy ordenan a
mujeres. La actitud más severa para custodiar la fe sin el
magisterio de la Iglesia, te lleva a la ruina. Por favor, ninguna
concesión a los que intentan presentar una catequesis que no sea
concorde con el Magisterio de la Iglesia.
Así
como en el período postconciliar la Iglesia italiana fue rápida y
capaz a la hora de acoger los signos y las sensibilidades de los
tiempos, también hoy está llamada a ofrecer una catequesis renovada
que inspire todos los ámbitos de la pastoral: caridad, liturgia,
familia, cultura, vida social, economía... De la raíz de la Palabra
de Dios, a través del tronco de la sabiduría pastoral, florecen
enfoques fructuosos de los diversos aspectos de la vida. La
catequesis es, pues, una aventura extraordinaria: como "vanguardia
de la Iglesia" tiene la tarea de leer los signos de los tiempos
y de acoger los desafíos presentes y futuros. No debemos tener miedo
de hablar el lenguaje de las mujeres y los hombres de hoy. De
hablar el lenguaje fuera de la Iglesia, si de esto debemos tener
miedo. No debemos tener miedo de hablar el lenguaje de la gente.No
debemos tener miedo de escuchar las preguntas,
cualesquiera que sean,las cuestiones no resueltas, de
escuchar las fragilidades, las incertidumbres: de
esto no debemos tener miedo. No hay que tener miedo de
elaborar nuevos instrumentos: en los años setenta el Catecismo de
la Iglesia italiana era original y apreciado; también los
tiempos actuales requieren inteligencia y valor para elaborar
instrumentos actualizados, que transmitan a los hombres de hoy la
riqueza y la alegría del kerygma y
la riqueza y a la alegría de la pertenencia a la Iglesia
Tercer
punto: catequesis y comunidad. En este año marcado por el
aislamiento y el sentimiento de soledad causados por la pandemia,
hemos reflexionado varias veces sobre el sentido de pertenencia que
está en la base de una comunidad. El virus ha excavado en el tejido
vivo de nuestros territorios, especialmente en los existenciales,
alimentando miedos, recelos, desconfianza e incertidumbre. Ha puesto
en jaque prácticas y hábitos consolidados y, así nos lleva a
replantearnos nuestro ser comunidad. Hemos comprendido, en efecto,
que no podemos avanzar solos y que la única manera de salir mejor de
la crisis es salir juntos, -nadie
se salva solo, salir juntos- volviendo a abrazar con
más convicción la comunidad en la que vivimos. Porque la comunidad
no es una aglomeración de individuos, sino la familia en la que nos
integramos, el lugar donde nos cuidamos los unos a los otros, los
jóvenes a los mayores y los mayores a los jóvenes, los de hoy a los
que vendrán mañana. Sólo redescubriendo el sentido de la comunidad
puede cada uno encontrar su propia dignidad en plenitud.
La
catequesis y el anuncio no pueden dejar de poner en el centro esta
dimensión comunitaria. No es el momento de estrategias elitistas.
La gran comunidad: ¿cual es la
gran comunidad? El santo pueblo fiel de Dios. No se puede avanzar
fuera del santo pueblo fiel de Dios, que -como dice el Concilio- es
infalible in credendo.
Siempre con el santo pueblo de Dios. En cambio, buscar pertenencias
elitistas te aleja del pueblo de Dios quizás con fórmulas
sofisticadas; pero pierdes esa pertenencia a la Iglesia que es el
santo pueblo fiel de Dios.Es el tiempo de ser artesanos de
comunidades abiertas que sepan valorar los talentos de cada uno. Es
el tiempo de comunidades misioneras, libres y desinteresadas, que no
busquen protagonismo y ventaja, sino que caminen por los senderos de
la gente de nuestro tiempo, inclinándose hacia los marginados. Es el
tiempo de comunidades que miren a los ojos a los jóvenes
decepcionados, que acojan a los forasteros y den esperanza a los
desencantados. Es el tiempo de comunidades que dialoguen sin miedo
con los que tienen ideas diferentes. Es el tiempo de comunidades que,
como el buen samaritano, sepan acercarse a los que la vida ha herido,
para vendar sus llagas con compasión. No
os olvidéis de esta palabra, compasión.
Cuántas veces en el
evangelio se dice de Jesús: “Y tuvo compasión” “tuvo
compasión”. Como
dije en la Conferencia Eclesial de Florencia, deseo una Iglesia "cada
vez más cercana a los abandonados, los olvidados, los imperfectos".
[...] Una Iglesia alegre con rostro de madre, que comprenda,
acompañe, acaricie." Lo que refería entonces al humanismo
cristiano vale también para la catequesis: "Afirma radicalmente
la dignidad de cada persona como hijo de Dios, establece entre cada
ser humano una fraternidad fundamental, enseña a comprender el
trabajo, a habitar la creación como una casa común, ofrece razones
para la alegría y el humorismo, incluso en medio de una vida muchas
veces muy dura." (Discurso a la V Conferencia Nacional de la
Iglesia Italiana, Florencia, 10 de noviembre de 2015).
He
mencionado la Conferencia de Florencia. Después de cinco años, la
Iglesia italiana debe volver a la Conferencia de Florencia, e iniciar
un proceso de Sínodo nacional, comunidad por comunidad, diócesis
por diócesis: también este proceso será una catequesis. En la
Conferencia de Florencia se intuye precisamente el camino a seguir en
este Sínodo. Retormarlo, ahora. Es el momento. Y empezar a caminar.
Queridos
hermanos y hermanas, os doy las gracias por todo lo que hacéis. Os
invito a seguir rezando y a pensar con creatividad en una catequesis
centrada en el kerygma, que mire al futuro de nuestras
comunidades, para que estén cada vez más enraizadas en el
Evangelio, comunidades
fraternas e inclusivas. Os bendigo y os acompaño. Y vosotros, por
favor, rezad por mí: lo necesito.
Gracias.