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Las palabras del Papa en la oración del Ángelus , 20.12.2020

El Santo Padre Francisco se ha asomado a mediodía a la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico para rezar el ángelus con los fieles y peregrinos presentes en la Plaza de San Pedro.

Estas han sido sus palabras antes de la oración mariana:

Antes del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En este cuarto y último domingo de Adviento, el Evangelio nos propone una vez más la historia de la Anunciación. «Alégrate —dice el ángel a María— concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús» (Lc 1,28.31). Parece un anuncio de alegría pura, destinado a hacer feliz a la Virgen: ¿Quién entre las mujeres de esa época no soñaba con convertirse en la madre del Mesías? Pero, junto con la alegría, esas palabras  predicen a María una gran prueba. ¿Por qué? Porque en aquel momento estaba «desposada» (v. 27) con José. En una situación como esa, la Ley de Moisés establecía que no debía haber relación ni cohabitación. Por lo tanto, si tenía un hijo, María habría transgredido la Ley, y las penas para las mujeres eran terribles: se preveía la lapidación (cf. Dt 22,20-21). Ciertamente el mensaje divino habrá colmado el corazón de María de luz y fuerza; sin embargo, se encontró ante una decisión crucial: decir “sí” a Dios, arriesgándolo todo, incluso su vida, o declinar la invitación y seguir con su camino ordinario.

¿Qué hace? Responde así: «Hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). Hágase (fiat) de María. Pero en la lengua en que está escrito el Evangelio, no es simplemente un “suceda”.  La expresión verbal indica un fuerte deseo,  indica la voluntad de que algo se cumpla. En otras palabras, María no dice: “Si tiene que hacerse, que se haga.., si no puede ser de otra manera...”. No es resignación. No expresa una aceptación débil y sometida, expresa un deseo fuerte, un deseo vivo. No es pasiva, sino activa. No sufre a Dios, se adhiere a Dios. Es una enamorada dispuesta a servir a su Señor en todo e inmediatamente. Podría haber pedido más tiempo para pensarlo, o más explicaciones sobre lo que pasaría; quizás podría haber puesto algunas condiciones... En cambio, no se toma tiempo, no hace esperar a Dios, no aplaza.

¡Cuantas veces  —ahora pensemos en nosotros— cuántas veces nuestra vida está hecha de aplazamientos, incluso nuestra vida espiritual! Por ejemplo: sé que me hace bien rezar, pero hoy no tengo tiempo... “mañana, mañana, mañana, mañana...”- Aplazamos las cosas : mañana lo hago; sé que ayudar a alguien es importante —sí, tengo que hacerlo, lo haré mañana—. Es la misma cadena de los mañana... Aplazar las cosas.  Hoy, a las puertas de la Navidad, María nos invita a no aplazar, a decir “sí”.  “¿Tengo que rezar?”, “Sí, y rezo”. “¿Tengo que ayudar a los demás? Sí”. ¿Cómo hacerlo? Lo hago. Sin aplazar. Cada “sí” cuesta . Cada  “sí” cuesta pero siempre es menos de lo que le costó a ella ese “sí” valiente, ese “sí”, decidido, ese «hágase en mí según tu palabra» que nos trajo la salvación.

Y nosotros ¿qué “sí” podemos decir? En estos tiempos difíciles, en lugar de quejarnos de lo que la pandemia nos impide hacer, hagamos algo por los que tienen menos: no el enésimo regalo para nosotros y nuestros amigos, sino para una persona necesitada en la que nadie piensa. Y otro consejo: para que Jesús nazca en nosotros, preparemos el corazón: vayamos a rezar. No nos dejemos “arrastrar” por el consumismo: “Tengo que comprar los regalos, tengo que hacer esto y lo otro...”. Ese frenesí por hacer tantas cosas... lo importante es Jesús. El consumismo, hermanos y hermanas, nos ha secuestrado la Navidad. No hay consumismo en el pesebre de Belén: allí está la realidad, la pobreza, el amor. Preparemos el corazón como hizo  María: libre del mal, acogedor, dispuesto a acoger a Dios.

«Hágase en mí según tu palabra». Es la última frase de la Virgen en este último domingo de Adviento, y es la invitación a dar un paso concreto hacia la Navidad. Porque si el nacimiento de Jesús no toca nuestra vida —la mía, la tuya, la de todos—, si no toca la vida pasa en vano. En el Ángelus también nosotros diremos ahora: “Hágase en mí según tu palabra”: que la Virgen nos ayude a decirlo con nuestra vida, con la actitud de estos últimos días para prepararnos bien a la Navidad.

 

Después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, la pandemia del coronavirus ha causado dificultades particulares a los trabajadores marítimos. Muchos de ellos —se estima que unos cuatrocientos mil en todo el mundo— están bloqueados en las naves fuera de los términos de sus contratos y no pueden regresar a casa. Pido a la Virgen María, Stella Maris, que consuele a estas personas y a todos aquellos en situaciones difíciles, e insto a los gobiernos a hacer todo lo posible para que puedan volver a estar con sus seres queridos.

Este año los organizadores han tenido la buena idea de montar la exposición “Cien belenes” bajo la columnata. Son muchos los belenes que sirven como catequesis de la fe al pueblo de Dios. Os invito a visitar los nacimientos bajo la columnata, para entender cómo la gente procura a través del arte mostrar cómo nació Jesús. Los belenes que están bajo la columnata son una gran catequesis de nuestra fe.

Os saludo a todos, romanos y peregrinos de varios países, familias, grupos parroquiales, asociaciones y fieles. La Navidad, que ya está cerca, sea para cada uno ocasión de renovación interior, de oración, de conversión, de pasos adelante en la fe y de fraternidad entre nosotros. Miremos a nuestro alrededor, miremos sobre todo a los indigentes: el hermano que sufre, dondequiera que esté, nos pertenece. Es Jesús en el pesebre: el que sufre es Jesús. Pensemos un poco en esto. Y que la Navidad sea una cercanía a Jesús en este hermano y en esta hermana. Está allí, en el hermano necesitado, el pesebre al que tenemos que ir con solidaridad. Este es el belén viviente: el belén en el que realmente encontraremos al Redentor en las personas de los necesitados. Caminemos, pues, hacia la Noche Santa y esperemos el cumplimiento del misterio de la Salvación.

Os deseo a todos un buen domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí.

¡Buen almuerzo y hasta pronto!