A Su Santidad Bartolomé
Arzobispo de Constantinopla
Patriarca Ecuménico
En la fiesta del apóstol Andrés, querido hermano de san Pedro y
patrono del Patriarcado Ecuménico, transmito con alegría mi
cercanía espiritual a Su Santidad una vez más a través de la
delegación. Me uno a usted para dar gracias a Dios por los ricos
frutos de la divina Providencia que se manifiestan en la vida de san
Andrés.
Asimismo, ruego que, por su poderosa intercesión, nuestro Señor,
que lo llamó a estar entre sus primeros discípulos, bendiga
abundantemente a Usted, a sus hermanos en el episcopado y a los
miembros del Santo Sínodo, y a todo el clero, monjes y fieles laicos
reunidos para la Divina Liturgia celebrada en la Iglesia Patriarcal
de San Jorge en el Phanar. Recordar la caridad, el celo apostólico
y la perseverancia de san Andrés es fuente de ánimo en estos
tiempos difíciles y críticos. Dar gloria a Dios también fortalece
nuestra fe y esperanza en Aquel que acogió en la vida eterna al
santo mártir Andrés, cuya fe resistió en tiempos de prueba.
Recuerdo con gran alegría la presencia de Su Santidad en el
encuentro internacional por la paz celebrado en Roma el 20 de octubre
pasado, con la participación de representantes de varias Iglesias y
otras tradiciones religiosas. Junto con los desafíos que plantea la
actual pandemia, la guerra sigue afligiendo a muchas partes del
mundo, mientras que nuevos conflictos armados surgen para robar la
vida de innumerables hombres y mujeres. Sin duda, todas las
iniciativas adoptadas por las entidades nacionales e internacionales
destinadas a promover la paz son útiles y necesarias, pero los
conflictos y la violencia nunca cesarán hasta que todas las personas
alcancen una conciencia más profunda de que tienen una
responsabilidad mutua como hermanos y hermanas. A la luz de esto,
las iglesias cristianas, junto con otras tradiciones religiosas,
tienen el deber primordial de ofrecer un ejemplo de diálogo, respeto
mutuo y cooperación práctica.
Con profunda gratitud a Dios, he experimentado esta fraternidad de
primera mano en los diversos encuentros que hemos compartido. A este
respecto, reconozco que el deseo de una mayor cercanía y comprensión
entre los cristianos se manifestó en el Patriarcado Ecuménico de
Constantinopla antes de que la Iglesia Católica y otras Iglesias se
comprometieran en el diálogo. Puede verse claramente en la carta
encíclica del Santo Sínodo del Patriarcado Ecuménico dirigida a
las Iglesias de todo el mundo hace exactamente cien años. En
efecto, sus palabras siguen siendo válidas hoy en día: "Cuando
las diversas Iglesias se inspiren en el amor y lo antepongan a todo
lo demás en su juicio sobre los otros y en su relación con cada
uno, podrán, en lugar de aumentar y ampliar las disensiones
existentes, disminuirlas y reducirlas tanto como sea posible; y
promoviendo un constante interés fraternal por la condición, la
estabilidad y la prosperidad de las demás Iglesias, por su afán de
observar lo que sucede en ellas y por obtener un conocimiento más
exacto de ellas, y por su disposición a dar, siempre que se presente
la ocasión, una mano de ayuda y asistencia, entonces harán y
lograrán muchos bienes para la gloria y el provecho tanto de ellos
mismos como de todo el cuerpo cristiano, y para el avance de la
cuestiónde la unión".
Podemos dar gracias a Dios de que las relaciones entre la Iglesia
Católica y el Patriarcado Ecuménico han crecido mucho en el último
siglo, incluso mientras seguimos anhelando el objetivo de la
restauración de la plena comunión expresada a través de la
participación en el mismo altar eucarístico. Aunque siguen
existiendo obstáculos, confío en que caminando juntos en el amor
mutuo y persiguiendo el diálogo teológico, alcanzaremos esa meta.
Esta esperanza se basa en nuestra fe común en Jesucristo, enviado
por Dios Padre para reunir a todas las personas en un solo cuerpo, y
la piedra angular de la Iglesia una y santa, el templo santo de Dios,
en el que todos somos piedras vivas, cada uno según su propio
carisma particular o ministerio otorgado por el Espíritu Santo.
Con estos sentimientos, renuevo mis mejores deseos para la fiesta de
san Andrés, e intercambio con Su Santidad un abrazo de paz en el
Señor.
Roma, San Juan de Letrán, 30 de noviembre de 2020
FRANCISCO