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Mensaje del prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral con motivo del Día Mundial de la Pesca (21 de noviembre de 2020), 20.11.2020

Publicamos a continuación el Mensaje del prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral S.E. el cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson, con motivo del Día Mundial de la Pesca que se celebra mañana 21 de noviembre de 2020.

Mensaje del cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson

El Día Mundial de la Pesca se celebra cada año para destacar la importancia de este sector laboral marítimo, que supone una fuente sustancial de empleo para unos 59.5 millones de personas. Sorprendentemente, uno de cada dos trabajadores es una mujer. Asia cuenta con el mayor número de trabajadores en este ámbito, con aproximadamente el 85 por ciento de la fuerza laboral mundial y dispone de 3.1 millones de buques, que representan el 68 por ciento de la flota pesquera mundial.

La celebración de este año coincide con un momento particularmente excepcional, dado que los efectos de la pandemia del COVID-19 se han propagado rápidamente por todo el mundo, con consecuencias dramáticas para las economías de muchos países y un grave impacto en sectores tan vulnerables como el de la pesca.

La industria pesquera y el COVID-19

El impacto del COVID-19 en la industria pesquera atañe principalmente al ámbito de las respuestas estratégicas que han adoptado los gobiernos frente a la pandemia, como el distanciamiento social, el cierre de mercados de pescado, la escasa afluencia de clientes a hoteles y restaurantes. Esto supone un grave problema para la venta de pescado fresco y otros productos pesqueros, sobre todo en lo que se refiere a la disminución de la demanda y a la caída del precio del pescado, razón por la cual, en la situación actual, la pesca, el procesamiento de pescado, el consumo y el comercio han disminuido de manera constante.

Los retos de la industria pesquera

Además de los efectos de la pandemia, el sector de la pesca tiene que afrontar problemas crónicos que la atormentan y ante los cuales, los retos planteados por el COVID-19 palidecen. Estos problemas crónicos, que representan el “crimen pesquero”, son la sobrepesca y la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada (INDNR), prácticas que todavía se llevan a cabo en distintos lugares del mundo, bajo cualquier pabellón, y que son perpetradas, con frecuencia, por grupos que cuentan con poderosas flotas y mejores recursos. Violan las leyes y las normativas internacionales y nacionales. Esto penaliza a los verdaderos pescadores y a las comunidades pesqueras, que tienen que hacer frente a una competencia desleal y ver como se agotan las poblaciones de peces a un ritmo que provoca que éstas no tengan tiempo de regenerarse. Se trata de una práctica que no es sostenible y que implica una disminución de las reservas pesqueras y una reducción de la capacidad de producción en el futuro. El daño ocasionado por la INDNR y por la sobrepesca no afecta solamente a la población costera, porque para miles de millones de personas el pescado constituye su principal fuente de proteína y la pesca representa el principal medio de vida para millones de personas en todo el mundo.

Las condiciones de los pescadores y el COVID-19

Las condiciones de trabajo y de seguridad de los pescadores embarcados se han visto afectadas por el cierre de los puertos pesqueros debido a la pandemia y a la imposibilidad de realizar cambios en las tripulaciones. Además, la falta de equipos de protección personal ha aumentado el riesgo de transmisión del virus, puesto que los pescadores trabajan en espacios reducidos y ambientes cerrados.

Como consecuencia directa, varios miembros de tripulaciones pesqueras contrajeron el virus a bordo de un cierto número de pesqueros y, al no poder recibir asistencia médica inmediata, fallecieron y fueron rápidamente sepultados en el mar por sus compañeros preocupados. A menudo, sin que las familias conocieran el destino de sus seres queridos.

Otros pescadores migrantes se ven privados de la oportunidad de trabajar. Sin la posibilidad de generar ingresos para mantener a sus familias y pagar sus deudas, están cada vez más expuestos al riesgo de convertirse en víctimas de la trata de personas o del trabajo forzoso. Además, pueden también permanecer largos períodos de tiempo varados en un país extranjero y obligados a vivir en campamentos de refugiados/migrantes, en una situación de hacinamiento y en condiciones higiénicas deplorables.

Por añadidura, la gran mayoría de los pescadores del mundo se vieron excluidos, por diferentes razones, de la “protección social” básica que algunos gobiernos nacionales habían proporcionado, y para sobrevivir se vieron obligados a depender de la generosidad de las organizaciones caritativas o de la ayuda de la comunidad local.

Los problemas del trabajo forzoso y de la trata de personas han atormentado desde siempre al sector pesquero y siguen siendo particularmente graves. En algunos países, estos problemas han empeorado debido a las condiciones de extrema pobreza originadas por la pandemia del COVID-19 y que desencadenan nuevas oleadas de personas desesperadas que han perdido sus trabajos, como los pescadores, procedentes de zonas rurales. Estos desplazados tienden a ser engañados y son obligados por intermediarios y agencias de contratación a trabajar a bordo de buques, bajo la amenaza del uso de la fuerza o mediante la servidumbre por deudas.

La voz de la Iglesia

En este tiempo de pandemia, quisiera hacer un llamamiento a una mayor solidaridad con las personas más marginadas, como se explica en Fratelli Tutti del Papa Francisco: “La solidaridad se expresa concretamente en el servicio, que puede asumir formas muy diversas de hacerse cargo de los demás. El servicio es «en gran parte, cuidar la fragilidad. Servir significa cuidar a los frágiles de nuestras familias, de nuestra sociedad, de nuestro pueblo»” (#115).

El camino hacia la plena protección de los derechos humanos y laborales de todas las categorías de pescadores sigue siendo un camino largo y sinuoso. Una vez más, alzamos nuestra voz para pedir que las organizaciones internacionales y los gobiernos redoblen sus esfuerzos por aplicar la legislación, para mejorar las condiciones de vida y de trabajo de los pescadores y de sus familias y endurezcan su lucha contra el trabajo forzoso y la trata de personas.

Ya pasó el momento de hablar. ¡Ha llegado el de actuar! “Cuando se respeta la dignidad del hombre, y sus derechos son reconocidos y tutelados, florece también la creatividad y el ingenio, y la personalidad humana puede desplegar sus múltiples iniciativas en favor del bien común” (Papa Francisco, Discurso a las autoridades civiles, Tirana, Albania, 21 de septiembre de 2014).

Por último, en este Día Mundial de la Pesca, mis pensamientos están con todos los pescadores del mundo que sufren y atraviesan una situación difícil. En particular, me gustaría mencionar a los dieciocho pescadores de diferentes nacionalidades, procedentes de Mazara del Vallo, Sicilia, que permanecen retenidos en Libia, desde el pasado 2 de septiembre.

Sus familias aguardan con ansia recibir información sobre su paradero y la oportunidad de hablar con sus seres queridos. Sobre todo, anhelan reunirse con ellos.

Por esta sencilla razón humanitaria, apelo a los gobiernos y a las correspondientes autoridades nacionales, para que resuelvan esta grave situación y encuentren una solución positiva a través de un diálogo abierto y sincero.

Cardenal Peter K.A. Turkson

Prefecto