El Santo Padre Francisco se ha asomado
a mediodía a la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico para
rezar el ángelus con los fieles y peregrinos presentes en la Plaza
de San Pedro.
Estas han sido sus palabras antes de la
oración mariana:
Antes del Ángelus
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El pasaje evangélico de este domingo (Mt 25,1-13) nos
invita a continuar la reflexión sobre la vida eterna que iniciamos
con motivo de la Fiesta de Todos los Santos y la Conmemoración de
los fieles difuntos. Jesús narra la parábola de las diez vírgenes
invitadas a una fiesta de bodas, símbolo del Reino de los cielos.
En tiempos de Jesús existía la costumbre de que las bodas se
celebraran de noche; por lo tanto, el cortejo de los invitados debía
llevar lámparas encendidas. Algunas damas de honor son necias: toman
las lámparas, pero no llevan consigo el aceite; las prudentes, en
cambio, junto con las lámparas también llevan el aceite. El novio
tarda, tarda en llegar y todas se adormentan. Cuando una voz advierte
que el novio está llegando, las necias, en ese momento, se dan
cuenta de que no tienen aceite para sus lámparas; se lo piden a las
prudentes, que responden que no pueden darlo, porque no sería
suficiente para todas. Mientras las necias van a comprar aceite,
llega el novio. Las muchachas prudentes entran con él en el salón
del banquete y se cierra la puerta. Las otras llegan demasiado tarde
y son rechazadas.
Está claro que con esta parábola Jesús quiere decirnos que
debemos estar preparados para el encuentro con Él. No solo para el
encuentro final, sino también para los pequeños y grandes
encuentros de cada día en vista de ese encuentro, para el cual no
basta la lámpara de la fe, también se necesita el aceite
de la caridad y de las buenas obras. La fe que verdaderamente nos
une a Jesús es la que, como dice el apóstol Pablo, «actúa por la
caridad» (Ga 5, 6). Ser sabios y prudentes significa no
esperar hasta el último momento para corresponder a la gracia de
Dios, sino hacerlo activamente de inmediato, empezar ahora. “Yo ...
sí, luego me convertiré” — “¡Conviértete hoy! ¡Cambia tu
vida hoy!” — “Sí, sí: mañana”. Y lo mismo dice mañana, y
así nunca llegará. ¡Hoy! Si queremos estar preparados para el
último encuentro con el Señor, debemos cooperar con él a partir de
ahora y realizar buenas acciones inspiradas en su amor.
Sabemos que, lamentablemente, sucede que nos olvidamos de la meta
de nuestra vida, es decir, la cita definitiva con Dios, perdiendo así
el sentido de la espera y absolutizando el presente. Cuando uno
absolutiza el presente, solo mira el presente, pierde el sentido de
la espera, que es tan hermoso y tan necesario, y también nos saca de
las contradicciones del momento. Esta actitud —cuando se pierde el
sentido de la espera— excluye cualquier perspectiva del más allá:
hacemos todo como si nunca tuviéramos que partir para la otra vida.
Y entonces sólo nos preocupa poseer, destacar, tener una buena
colocación... Y cada vez más. Si nos dejamos guiar por lo que nos
parece más atractivo, por lo que me gusta, por la búsqueda de
nuestros intereses, nuestra vida se vuelve estéril; no acumulamos
ninguna reserva de aceite para nuestra lámpara, y se apagará antes
del encuentro con el Señor. Debemos vivir el hoy, pero el hoy que va
hacia el mañana, hacia ese encuentro, el hoy lleno de esperanza. Si,
por el contrario, estamos atentos y hacemos el bien correspondiendo a
la gracia de Dios, podemos esperar serenamente la llegada del novio.
El Señor también puede venir mientras dormimos: esto no nos
preocupa, porque tenemos la reserva de aceite acumulada con las
buenas obras de cada día, acumulada con esa espera del Señor, que
venga lo antes posible y que venga para llevarme con Él.
Invoquemos la intercesión de María Santísima, para que nos
ayude a vivir, como hizo ella, una fe activa: esta es la lámpara
luminosa con la que podemos atravesar la noche más allá de la
muerte y alcanzar la gran fiesta de la vida.
Después del Ángelus
¡Queridos hermanos y hermanas!
Ayer, en Barcelona, fue proclamado beato Joan Roig y Diggle,
laico y mártir, asesinado a los diecinueve años durante la Guerra
Civil española. Fue testigo de Jesús en el lugar de trabajo y se
mantuvo fiel a Él hasta el don supremo de su vida. Que su ejemplo
suscite en todos, especialmente en los jóvenes, el deseo de vivir
plenamente la vocación cristiana. ¡Un aplauso a este beato, joven,
tan valiente!
Veo allí una bandera, que me hace pensar en los pueblos de
Centroamérica, golpeados en los últimos días por un violento
huracán, que ha causado muchas víctimas y daños considerables,
agravados también por la ya difícil situación de la pandemia. Que
el Señor acoja a los muertos, consuele a sus familias y
sostenga a los más probados, así como a todos los que están
haciendo todo lo posible por ayudarlos.
Sigo con preocupación las noticias provenientes de Etiopía.
Mientras exhorto a rechazar la tentación del enfrentamiento armado,
invito a todos a la oración y al respeto fraterno, al diálogo y a
la solución pacífica de las discordias.
Hoy, en Túnez, comienzan las reuniones del “Foro de Diálogo
Político Libio”, que involucrará a todas las partes. Dada la
importancia del evento, espero sinceramente que en este momento tan
delicado se encuentre una solución al largo sufrimiento del pueblo
libio y que se respete y se aplique el reciente acuerdo de alto el
fuego permanente. Recemos por los delegados del Foro, por la paz y la
estabilidad en Libia.
Se celebra hoy en Italia el Día de Acción de Gracias, sobre el
tema “Agua, bendición de la tierra”. El agua es vital para la
agricultura, ¡también es vital para la vida! Me acerco con mi
oración y cariño al mundo rural, especialmente a los pequeños
agricultores. Su trabajo es más importante que nunca en esta época
de crisis. Me uno a los obispos italianos, que exhortan a
salvaguardar el agua como un bien común, cuyo uso debe respetar su
destino universal.
Y ahora dirijo mi saludo a vosotros, romanos y peregrinos de
varios países: familias, grupos parroquiales, asociaciones y fieles.
Os deseo a todos un feliz domingo. Por favor, no os olvidéis de
rezar por mí. Buen almuerzo y hasta pronto.