La
audiencia general de esta mañana ha tenido lugar en la Biblioteca
del Palacio Apostólico Vaticano.
El Papa,
continuando el ciclo de catequesis sobre la oración, ha hablado hoy
del tema «La
oración de David»
(Sal
18,2-3.29.33)
Después de
resumir su meditación en diversas lenguas, el Santo Padre ha
saludado a los fieles en diversos idiomas.
La audiencia
general ha terminado con el rezo del Pater Noster y la bendición
apostólica.
Catequesis
del Santo Padre
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En nuestro itinerario de catequesis sobre la oración, hoy
encontramos al rey David. Predilecto de Dios desde que era un
muchacho, fue elegido para una misión única, que jugará un papel
central en la historia del pueblo de Dios y de nuestra misma fe. En
los Evangelios, a Jesús se le llama varias veces “hijo de David”;
de hecho, como él, nace en Belén. De la descendencia de David,
según las promesas, viene el Mesías: un Rey totalmente según el
corazón de Dios, en perfecta obediencia al Padre, cuya acción
realiza fielmente su plan de salvación (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2579)
La historia de David comienza en las colinas entorno a Belén,
donde pastorea el rebaño su padre, Jesé. Es todavía un muchacho,
el último de muchos hermanos. Así que cuando el profeta Samuel, por
orden de Dios, se pone a buscar el nuevo rey, parece casi que su
padre se haya olvidado de aquel hijo más joven (cf. 1 Samuel
16,1-13). Trabajaba al aire libre: lo imaginamos amigo del viento, de
los sonidos de la naturaleza, de los rayos del sol. Tiene una sola
compañía para confortar su alma: la cítara; y en las largas
jornadas en soledad le gusta tocar y cantar a su Dios. Jugaba
también con la honda.
David, por lo tanto, es ante todo un pastor: un hombre que
cuida de los animales, que los defiende cuando llega el peligro, que
les proporciona sustento. Cuando David, por voluntad de Dios, deberá
preocuparse del pueblo, no llevará a cabo acciones muy diferentes
respecto a estas. Es por eso que en la Biblia la imagen del pastor es
recurrente. También Jesús se define como “el buen pastor”, su
comportamiento es diferente de aquel del mercenario; Él ofrece si
vida a favor de las ovejas, las guía, conoce el nombre de cada una
de ellas (cf. Juan 10,11-18).
David aprendió mucho de su primera ocupación. Así, cuando el
profeta Natán le recrimina su grave pecado (cf. 2 Samuel
12,1-15), David entenderá inmediatamente que ha sido un mal
pastor, que ha depredado a otro hombre de la única oveja que él
amaba, que ya no era un humilde servidor sino un enfermo de poder, un
furtivo que mata y saquea.
Un segundo aspecto característico presente en la vocación de
David es su alma de poeta. De esta pequeña observación deducimos
que David no ha sido un hombre vulgar, como a menudo puede suceder a
los individuos obligados a vivir durante mucho tiempo aislados de la
sociedad. Es, en cambio, una persona sensible, que ama la música y
el canto. La cítara lo acompañará siempre: a veces para elevar a
Dios un himno de alegría (cf. 2 Samuel 6,16), otras veces
para expresar un lamento o para confesar su propio pecado (cf. Salmos
51,3).
El mundo que se presenta ante sus ojos no es una escena muda: su
mirada capta, detrás del desarrollo de las cosas, un misterio más
grande. La oración nace precisamente de allí: de la convicción de
que la vida no es algo que nos resbala, sino que es un misterio
asombroso, que en nosotros provoca la poesía, la música, la
gratitud, la alabanza o el lamento, la súplica. Cuando a una persona
le falta esa dimensión poética, digamos que cuando le falta la
poesía, su alma cojea. La tradición quiere por ello que David sea
el gran artífice de la composición de los salmos. Estos llevan, a
menudo, al inicio, una referencia explícita al rey de Israel, y a
algunos de los sucesos más o menos nobles de su vida.
David tiene un sueño: el de ser un buen pastor. Alguna vez será
capaz de estar a la altura de esta tarea, otras veces, menos; pero lo
que importa, en el contexto de la historia de la salvación, es que
sea profecía de otro Rey, del que él es solo anuncio y
prefiguración.
Miremos a David, pensemos en David. Santo y pecador, perseguido y
perseguidor, víctima y verdugo, que es una contradicción. David fue
todo esto, junto. Y también nosotros registramos en nuestra vida
trazos a menudo opuestos; en la trama de la vida, todos los hombres
pecan a menudo de incoherencia. Hay un solo hilo conductor, en la
vida de David, que da unidad a todo lo que sucede: su oración. Esa
es la voz que no se apaga nunca. David santo, reza; David pecador,
reza; David perseguido, reza; David perseguidor, reza; David víctima,
reza. Incluso David verdugo, reza. Este es el hilo conductor de su
vida. Un hombre de oración. esa es la voz que nunca se apaga: tanto
si asume los tonos del júbilo, como los del lamento siempre es la
misma oración, solo cambia la melodía. Y haciendo así, David nos
enseña a poner todo en el diálogo con Dios: tanto la alegría como
la culpa, el amor como el sufrimiento, la amistad o una enfermedad.
Todo puede convertirse en una palabra dirigida al “Tú” que
siempre nos escucha.
David, que ha conocido la soledad, en realidad nunca ha estado
solo. Y en el fondo esta es la potencia de la oración, en todos
aquellos que le dan espacio en su vida. La oración te da nobleza, y
David es noble porque reza. Pero es un verdugo que reza, se
arrepiente y la nobleza vuelve gracias a la oración. La oración nos
da nobleza: es capaz de asegurar la relación con Dios, que es el
verdadero Compañero de camino del hombre, en medio de los miles
avatares de la vida, buenos o malos: pero siempre la oración.
Gracias, Señor. Tengo miedo, Señor. Ayúdame, Señor. Perdóname,
Señor. Es tanta la confianza de David, que cuando era perseguido y
debió escapar, no dejó que nadie lo defendiera: “Si mi Dios me
humilla así, Él sabe”, porque la nobleza de la oración nos deja
en las manos de Dios. Esas manos plagadas de amor: las únicas manos
seguras que tenemos.
Saludos en español
Saludo cordialmente a los fieles de lengua española, que siguen
esta catequesis a través de los medios de comunicación social.
Ayer un violento terremoto azotó el sur de México, causando
algunas víctimas, heridos y enormes daños. Rezamos por todos ellos.
Que la ayuda de Dios y de los hermanos les dé fuerza y apoyo.
Hermanos y hermanas les estoy muy cercano.
Hoy celebramos la memoria de san Juan Bautista, profeta precursor
del Mesías. Que su ejemplo, como también el del rey David —dos
hombres totalmente diferentes que vivieron la profecía y que
supieron indicar dónde estaba el verdadero Dios—, sean estímulo
para nuestra vida, para que busquemos la amistad de Dios a través de
la oración, y nuestro ejemplo pueda ayudar a llevar a Dios a los
hombres y los hombres a Dios.
Que el Señor los bendiga.