La
audiencia general de esta mañana ha tenido lugar en la Biblioteca
del Palacio Apostólico Vaticano.
El Papa ha
reanudado el ciclo de catequesis sobre las Bienaventuranzas que
termina con la octava: “Bienaventurados los que padecen persecución
a causa de la justicia porque de ellos es el Reino de los Cielos”.
Después de
resumir su meditación en diversas lenguas, el Santo Padre ha
saludado a los fieles.
La audiencia
general ha terminado con el rezo del Pater Noster y la bendición
apostólica.
Catequesis
del Santo Padre
Queridos
hermanos y hermanas, buenos días:
Con
la audiencia de hoy concluimos el itinerario sobre las
Bienaventuranzas del Evangelio. Como hemos escuchado, la última
proclama la alegría escatológica de los perseguidos por la
justicia.
Esta
bienaventuranza anuncia la misma felicidad que la primera: el Reino
de los cielos es de los perseguidos así como de los pobres de
espíritu; así comprendemos que hemos llegado al final de un
itinerario unificado jalonado por los anuncios precedentes.
La
pobreza de espíritu, el llanto, la mansedumbre, la sed de santidad,
la misericordia, la purificación del corazón y las obras de paz
pueden conducir a la persecución por causa de Cristo, pero esta
persecución al final es causa de alegría y de gran recompensa en el
cielo. El sendero de las Bienaventuranzas es un camino pascual que
lleva de una vida según el mundo a una vida según Dios, de una
existencia guiada por la carne - es decir, por el egoísmo - a una
guiada por el Espíritu.
El
mundo, con sus ídolos, sus compromisos y sus prioridades, no puede
aprobar este tipo de existencia. Las "estructuras de pecado",(1)
a menudo producidas por la mentalidad humana, tan ajenas al Espíritu
de verdad que el mundo no puede recibir (cf. Jn 14,17), no pueden por
menos que rechazar la pobreza o la mansedumbre o la pureza y declarar
la vida según el Evangelio como un error y un problema, por lo tanto
como algo que hay que marginar. Así piensa el mundo : "Estos
son idealistas o fanáticos...". Así es como piensan.
Si
el mundo vive en base al dinero, cualquiera que demuestre que la vida
se puede realizar en el don y la renuncia se convierte en una
molestia para el sistema de la codicia. Esta palabra "molestia"
es clave, porque el testimonio cristiano de por sí que hace tanto
bien a tanta gente porque lo sigue, molesta a los que tienen una
mentalidad mundana. Lo viven como un reproche. Cuando aparece la
santidad y emerge la vida de los hijos de Dios, en esa belleza hay
algo incómodo que llama a adoptar una postura: o dejarse cuestionar
y abrirse a la bondad o rechazar esa luz y endurecer el corazón,
hasta el punto de la oposición y el ensañamiento (cf. Sabiduría 2,
14-15). Es curioso ver cómo, en la persecución de los mártires, la
hostilidad crece hasta el ensañamiento. Basta con ver las
persecuciones del siglo pasado, de las dictaduras europeas: cómo se
llega al ensañamiento contra los cristianos, contra el testimonio
cristiano y contra la heroicidad de los cristianos.
Pero
esto muestra que el drama de la persecución es también el lugar de
la liberación del sometimiento al éxito, a la vanagloria y a los
compromisos del mundo. ¿De qué se alegra el que es rechazado por el
mundo a causa de Cristo? Se alegra de haber encontrado algo más
valioso que el mundo entero. Porque "¿de qué le sirve al
hombre ganar el mundo entero si arruina su vida?" (Mc 8:36).
¿Qué ventaja hay?
Es
doloroso recordar que, en este momento, hay muchos cristianos que
sufren persecución en varias partes del mundo, y debemos esperar y
rezar para que su tribulación se detenga cuanto antes. Son muchos:
los mártires de hoy son más que los mártires de los primeros
siglos. Expresemos a estos hermanos y hermanas nuestra cercanía:
somos un solo cuerpo, y estos cristianos son los miembros sangrantes
del cuerpo de Cristo que es la Iglesia.
Pero
también debemos tener cuidado de no leer esta bienaventuranza en
clave victimista, auto- conmiserativa. En efecto, el desprecio de los
hombres no siempre es sinónimo de persecución: precisamente un poco
más tarde Jesús dice que los cristianos son la "sal de la
tierra", y advierte contra la "pérdida del sabor", de
lo contrario la sal "no sirve para otra cosa que para ser tirada
y pisoteada por los hombres" (Mt 5,13). Por lo tanto, también
hay un desprecio que es culpa nuestra cuando perdemos el sabor de
Cristo y el Evangelio.
Debemos
ser fieles al sendero humilde de las Bienaventuranzas, porque es el
que lleva a ser de Cristo y no del mundo. Vale la pena recordar el
camino de San Pablo: cuando se creía un hombre justo, era de hecho
un perseguidor, pero cuando descubrió que era un perseguidor, se
convirtió en un hombre de amor, que afrontaba con alegría los
sufrimientos de las persecuciones que sufría(cf. Col 1,24).
La
exclusión y la persecución, si Dios nos concede la gracia, nos
asemejan a Cristo crucificado y, asociándonos a su pasión, son la
manifestación de la vidanueva. Esta vida es la misma que la de
Cristo, que por nosotros los hombres y por nuestra salvación fue
"despreciado y rechazado por los hombres" (cf. Is 53,3; Hch
8,30-35). Acoger su Espíritu puede llevarnos a tener tanto amor en
nuestros corazones como para ofrecer nuestras vidas por el mundo sin
comprometernos con sus engaños y aceptando su rechazo. Los
compromisos con el mundo son el peligro: el cristiano siempre está
tentado de hacer compromisos con el mundo, con el espíritu del
mundo. Esta - rechazar los compromisos y seguir el camino de
Jesucristo - es la vida del Reino de los Cielos, la alegría más
grande, la felicidad verdadera . Y luego, en las persecuciones
siempre está la presencia de Jesús que nos acompaña, la presencia
de Jesús que nos consuela y la fuerza del Espíritu que nos ayuda a
avanzar. No nos desanimemos cuando una vida coherente con el
Evangelio atrae las persecuciones de la gente: existe el Espíritu
que nos sostiene en este camino.
(1)Cf.Discurso
a los participantes en el seminario “Nuevas formas de solidaridad”
organizado por la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales.- 5 de
febrero de 2020 “La idolatría del dinero, la codicia y la
especulación son estructuras de pecado -como las definía san Juan
Pablo II- producidas por la globalización de la indiferencia”
Saludos
en español
Saludo
cordialmente a los fieles de lengua española que siguen esta
catequesis a través de los medios de comunicación social. Los animo
a seguir la senda de las bienaventuranzas, haciéndolas vida con
quienes tienen cerca y sufren, de modo particular en estos momentos
de adversidad y dificultad. El Señor les concederá experimentar, en
medio de las circunstancias que les toca vivir, una gran alegría y
paz interior. Que Dios los bendiga.
Saludos
en italiano
Dirigiéndose
a los fieles de habla italiana, el Papa dijo:
Hoy
celebramos la fiesta de Santa Catalina de Siena, co-patrona de
Italia. Esta gran figura de mujer sacó de la comunión con Jesús el
coraje de la acción y esa inagotable esperanza que la sostuvo en las
horas más difíciles, incluso cuando todo parecía perdido, y le
permitió influir en los demás, incluso en los más altos niveles
civiles y eclesiásticos, con la fuerza de su fe. Que su ejemplo
ayude a cada uno a saber unir, con coherencia cristiana, un intenso
amor a la Iglesia a una efectiva preocupación por la comunidad
civil, especialmente en este tiempo de prueba. Pido a Santa Catalina
que proteja a Italia durante esta pandemia; y que proteja a Europa,
porque es la patrona de Europa, que proteja a toda Europa para que
permanezca unida.