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Audiencia general , 11.03.2020

La audiencia general de esta mañana ha tenido lugar en la biblioteca del Palacio Apostólico Vaticano.

En la catequesis, el Papa ha proseguido el ciclo sobre las bienaventuranzas explicando esta vez la cuarta: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque serán saciados” (Mt5,6).Después de resumir la catequesis en diversas lenguas, el Santo Padre ha saludado a los fieles y ha concluido con el canto del Padre nuestro y la bendición apostólica.

Catequesis del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas, buenos días:

En la audiencia de hoy seguimos meditando sobre el luminoso camino de la felicidad que el Señor nos ha dado en las Bienaventuranzas, y llegamos a la cuarta: "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque serán saciados”  

Ya hemos encontrado la pobreza de espíritu y el llanto; ahora nos enfrentamos a otro tipo de debilidad, la relacionada con el hambre y la sed. El hambre y la sed son necesidades primarias, se trata de la supervivencia. Hay que subrayarlo: no se trata de un deseo genérico, sino de una necesidad vital y cotidiana, como es la alimentación.

Pero, ¿qué significa tener hambre y sed de justicia? Ciertamente no estamos hablando de los que quieren venganza, al contrario, en la bienaventuranza anterior hablamos de mansedumbre. Verdaderamente las injusticias hieren a la humanidad; la sociedad humana tiene una necesidad urgente de equidad, verdad y justicia social; recordemos que el mal que sufren las mujeres y los hombres del mundo llega al corazón de Dios Padre. ¿Qué padre no sufriría por el dolor de sus hijos?

Las Escrituras hablan del dolor de los pobres y de los oprimidos que Dios conoce y comparte. Por haber escuchado el grito de opresión levantado por los hijos de Israel - como nos dice el Libro del Éxodo (cf. 3:7-10) - Dios ha bajado a liberar a su pueblo. Pero el hambre y la sed de justicia de la que nos habla el Señor es aún más profunda que la legítima necesidad de justicia humana que todo hombre lleva en su corazón.

En el mismo "Sermón de la Montaña", un poco más adelante, Jesús habla de una justicia mayor que el derecho humano o la perfección personal, diciendo: ""Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos." (Mt 5, 20) Y esta es la justicia que viene de Dios (cf. 1 Cor 1:30).

En las Escrituras encontramos expresada una sed más profunda que la sed física, que es un deseo en la raíz de nuestro ser. Un salmo dice: "Dios, tú mi Dios, yo te busco, sed de ti tiene mi alma, en pos de ti languidece mi carne, cual tierra seca, agotada, sin agua." (Sal 63, 2). Los Padres de la Iglesia hablan de esta inquietud que habita en el corazón del hombre. San Agustín dice: "Porque nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti.(1).Hay una sed interior, un hambre interior, una inquietud …

En cada corazón, incluso en la persona más corrupta y lejos del bien, se esconde un anhelo de luz, aunque se encuentre bajo escombros de engaños y errores, pero siempre hay una sed de verdad y bondad, que es la sed de Dios. Es el Espíritu Santo quien despierta esta sed: Él es el agua viva que ha plasmado nuestro polvo, Él es el soplo creador que le dio vida.

Por eso la Iglesia es enviada a anunciar a todos la Palabra de Dios, impregnada de Espíritu Santo. Porque el Evangelio de Jesucristo es la mayor justicia que se puede ofrecer al corazón de la humanidad, que tiene una necesidad vital de ella, aunque no se dé cuenta.(2)

Por ejemplo, cuando un hombre y una mujer se casan, tienen la intención de hacer algo grande y hermoso, y si mantienen viva esta sed, siempre encontrarán el camino a seguir, en medio de los problemas, con la ayuda de la Gracia. ¡También los jóvenes tienen esta hambre, y no deben perderla! Es necesario proteger y alimentar en el corazón de los niños ese deseo de amor, de ternura, de acogida que expresan en su ímpetu sincero y luminoso.

Cada persona está llamada a redescubrir lo que realmente importa, lo que realmente necesita, lo que hace la vida buena y, al mismo tiempo, lo que es secundario y de lo que puede prescindir tranquilamente.

Jesús anuncia en esta bienaventuranza, hambre y sed de justicia, que hay una sed que no será defraudada; una sed que, si se asecunda será saciada y siempre será satisfecha, porque corresponde al mismo corazón de Dios, a su Espíritu Santo que es el amor y también a la semilla que el Espíritu Santo ha sembrado en nuestros corazones. ¡Que el Señor nos dé esta gracia: la de tener esta sed de justicia que es precisamente la gana de encontrarle, de ver a Dios y de hacer el bien de los demás!

(1) Confesiones,. 1, 3.

(2) Catecismo de la Iglesia Católica, 2017.- La gracia del Espíritu Santo nos confiere la justicia de Dios. El Espíritu, uniéndonos por medio de la fe y el Bautismo a la Pasión y a la Resurrección de Cristo, nos hace participar en su vida.

Saludos en español

Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Pidamos al Señor Jesús que nunca nos haga faltar el agua viva del Evangelio, única capaz de saciar nuestra sed de Dios, y nos conceda también su Espíritu Santo para poder cumplir la voluntad del Padre, con un corazón lleno del amor de Dios y bien dispuesto al servicio de los hermanos. Que Dios los bendiga.

Saludos en italiano

En este momento, me gustaría dirigirme a todos los que han contraído el virus y sufren esta enfermedad, y a los muchos que sufren la incertidumbre sobre sus enfermedades. Mi más sincero agradecimiento al personal de los hospitales, a los médicos, enfermeras y enfermeros, a los voluntarios que están al lado de las personas que están sufriendo en este momento tan difícil. Doy las gracias a todos los cristianos, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad que rezan por esta situación, todos unidos, cualquiera que sea la tradición religiosa a la que pertenezcan. Gracias de todo corazón por este esfuerzo. Pero no quisiera que este dolor, esta epidemia tan fuerte, nos haga olvidar a los pobres sirios, que sufren en la frontera entre Grecia y Turquía: un pueblo que sufre desde hace tantos años. Deben huir de la guerra, del hambre, de las enfermedades. No olvidemos a los hermanos y hermanas, a los tantos niños, que están sufriendo allí.

Os saludo con afecto, queridos hermanos y hermanas de lengua italiana. Os animo a que afrontéis cada situación, incluso la más difícil, con fortaleza, responsabilidad y esperanza.

También quiero dar las gracias a la parroquia de la prisión "Due Palazzi" de Padua: muchas gracias. Ayer recibí el texto del Vía Crucis que habéis escrito para el próximo Viernes Santo. Gracias por trabajar juntos, toda la comunidad carcelaria. Gracias por la profundidad de vuestras meditaciones.

Ahora dirijo un saludo especial a los jóvenes, los ancianos, los enfermos y los recién casados: Vivid este tiempo de Cuaresma con la mirada fija en Jesús que sufrió y resucitó, recibiendo de su Espíritu consuelo y mansedumbre.