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Audiencia general , 26.02.2020

La audiencia general de este miércoles ha tenido lugar en la Plaza de San Pedro donde el Papa ha encontrado grupos de peregrinos y fieles de Italia y de todo el mundo.

El Santo Padre, ha dedicado la catequesis a la Cuaresma, a partir del pasaje “Entrar en el desierto” (Evangelio según San Lucas 4, 1)

Tras resumir su discurso en diversas lenguas, el Papa ha saludado a los grupos de fieles presentes y ha reiterado su cercanía a los enfermos de coronavirus y a los trabajadores sanitarios que los tratan.

La audiencia general ha terminado con el canto del  Pater Noster  y la bendición apostólica.

Catequesis del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy, Miércoles de Ceniza, comenzamos el camino cuaresmal, un camino de cuarenta días hacia la Pascua, hacia el corazón del año litúrgico y de la fe. Es un camino que sigue el de Jesús, que al principio de su ministerio se retiró durante cuarenta días para rezar y ayunar, tentado por el diablo, en el desierto. Precisamente del significado espiritual del desierto  es lo que me gustaría hablaros hoy. De lo que el desierto significa espiritualmente para todos nosotros, también para los que vivimos en la ciudad, de lo que el desierto significa.

Imaginemos que estamos en un desierto. La primera sensación sería la de encontrarnos rodeados de un gran silencio: ningún ruido, aparte del viento y nuestra respiración. El desierto es, pues,  el lugar de la separación del ruido que nos rodea. Es la ausencia de palabras para dar lugar a otra Palabra, la Palabra de Dios, que como una suave brisa acaricia nuestros corazones (cf. 1 Reyes 19:12). El desierto es el lugar de la Palabra, con mayúscula. En efecto, en la Biblia,  al Señor le gusta hablarnos en el desierto. En el desierto entrega a Moisés las "diez palabras", los diez mandamientos. Y cuando el pueblo se aleja de Él, convirtiéndose en una esposa infiel, Dios dice: "Por eso… la llevaré al desierto y hablaré a su corazón…Y ella responderá allí, como en los días de su juventud" (Os 2, 16-17). En el desierto se escucha la Palabra de Dios, que es como un sonido leve. El Libro de los Reyes dice que la Palabra de Dios es como un hilo de silencio sonoro. En el desierto se reencuentra la intimidad con Dios, el amor del Señor. A Jesús le gustaba retirarse todos los días a lugares desiertos para orar (cf. Lc 5:16). Nos enseñó a buscar al Padre, que nos habla en silencio. Y no es fácil hacer silencio en el corazón, porque siempre intentamos hablar un poco, estar con los demás.

La Cuaresma es el momento propicio para hacer sitio a la Palabra de Dios. Es el tiempo de apagar el televisor y abrir la Biblia. Es el momento de desconectarnos del móvil y conectarnos al Evangelio. Cuando era niño no había televisión, pero existía la costumbre de no escuchar la radio. La Cuaresma es desierto, es el tiempo para renunciar, para desconectarnos del móvil y conectarnos al Evangelio. Es el momento de renunciar a palabras inútiles, chismes, habladurías, cotilleos, y hablar y tratar al Señor de "tú". Es el momento de dedicarnos a una sana ecología del corazón, de hacer limpieza. Vivimos en un ambiente contaminado por demasiada violencia verbal, por tantas palabras ofensivas y dañinas, que la red amplifica. Hoy se insulta como si se dijera "Buenos días". Estamos inundados de palabras vacías, de publicidad, de mensajes solapados. Nos hemos acostumbrado a escuchar de todo sobre todos y corremos el peligro de deslizarnos en una mundanidad que atrofia nuestros corazones y no hay un bypass para curar esto, sólo el silencio. Nos cuesta distinguir la voz del Señor que nos habla, la voz de la conciencia, la voz del bien. Jesús, llamándonos al desierto, nos invita a escuchar lo que importa, lo importante, lo esencial. Al diablo que lo tentó le respondió: "No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mt 4,4). Como el pan, más que el pan necesitamos la Palabra de Dios, necesitamos hablar con Dios: necesitamos rezar. Porque sólo ante Dios salen a la luz las inclinaciones del corazón y cae la doblez del alma. He aquí el desierto, un lugar de vida, no de muerte, porque dialogar en silencio con el Señor nos devuelve la vida.

Intentemos de nuevo pensar en un desierto. El desierto es el lugar de lo esencial. Miremos nuestras vidas: ¡cuántas cosas inútiles nos rodean! Perseguimos mil cosas que parecen necesarias y en realidad no lo son. ¡Qué bien nos haría deshacernos de tantas cosas superfluas, redescubrir lo que importa, encontrar los rostros de los que están a nuestro lado! Jesús también nos da un ejemplo de esto al ayunar. Ayunar es saber renunciar a las cosas vanas, a lo superfluo, para ir a lo esencial. El ayuno no es sólo para perder peso, el ayuno es ir precisamente a lo esencial, es buscar la belleza de una vida más simple.

Finalmente, el desierto es el lugar de la soledad. También hoy, cerca de nosotros, hay tantos desiertos. Son las personas solitarias y abandonadas. ¡Cuántos pobres y ancianos están a nuestro lado y viven en silencio, sin clamores, marginados y descartados! Hablar de ellos no da audiencia. Pero el desierto nos lleva a ellos, a aquellos que, silenciados, piden calladamente nuestra ayuda. Tantas miradas silenciosas que piden nuestra ayuda. El camino en el desierto cuaresmal es un camino de caridad hacia los más débiles.

Oración, ayuno, obras de misericordia: este es el camino en el desierto cuaresmal.

Queridos hermanos y hermanas, con la voz del profeta Isaías, Dios hizo esta promesa: "Pues bien, he aquí que yo lo renuevo… pongo en el desierto un camino" (Is 43,19). En el desierto se abre el camino que nos lleva de la muerte a la vida. Entremos en el desierto con Jesús, saldremos de él saboreando la Pascua, el poder del amor de Dios que renueva la vida. Nos pasará como a esos desiertos que florecen en primavera, haciendo que broten de repente, "de la nada", vástagos y plantas. Ánimo, entremos en este desierto de la Cuaresma, sigamos a Jesús en el desierto: con Él nuestros desiertos florecerán.

Saludos en español

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, venidos de España y de Latinoamérica. Pidamos al Señor que nos ayude a entrar en el desierto cuaresmal, que lo sepamos recorrer a través de la oración, el ayuno y las obras de misericordia, para que podamos gustar la Pascua, la fuerza del amor de Dios que hace florecer los desiertos de nuestra vida. Que el Señor los bendiga.

Llamamiento del Santo Padre

Quisiera expresar una vez más mi cercanía a los enfermos de coronavirus y a los trabajadores sanitarios que los tratan, así como a las autoridades civiles y a todos los que se están esforzando para asistir a los pacientes y detener el contagio.