Sala Stampa

www.vatican.va

Sala Stampa Back Top Print Pdf
Sala Stampa


Conferencia de presentación del Mensaje del Santo Padre para la Cuaresma 2020, 24.02.2020

Esta mañana en el Aula Juan Pablo II de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, ha tenido lugar la conferencia de presentación del Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma de 2020, titulado "" En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios” (2 Co, 5-20)

Han intervenido S.E. el cardenal Peter  Kodwo Appiah Turkson, prefecto del Dicasterio para el Servicio de Desarrollo Humano Integral, el Rev. Bruno Marie Duffé, secretario del mismo dicasterio  y la  Dra. Mariella Enoc, Presidenta del Hospital Infantil Niño Jesús.

Intervención del cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson

El Mensaje del Papa para la Cuaresma del 2020 se titula: " En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios” (2 Co5:20) y es una súplica (invitación) para superar el alejamiento de Dios con la conversión: un retorno a Dios.  La "conversión", sola e incondicional,  puede expresar el retorno de una persona a Dios, pero también puede significar el retorno de Dios a su pueblo, después de que la pecaminosidad del pueblo lo haya, por así decirlo, alejado. Este es el sentido de la oración del Salmo 80 de Ezequiel 10-11, (cf.43:4). Pero con la venida de Cristo para compartir la naturaleza de la persona humana hasta su más profundo y último detalle, a saber, la muerte y la sepultura, su resurrección y su ascensión a la gloria del cielo unen de tal manera a Dios con la humanidad que ya no se puede decir que Dios se haya separado de la persona humana. Ahora solamente la persona humana puede alejarse de Dios. Por lo tanto, la súplica de Pablo en el Mensaje de Cuaresma de  ser “reconciliado con Dios", sólo puede significar ahora la conversión y el retorno de la persona humana a Dios.

Sobre el Mensaje de Cuaresma:

El Mensaje de Cuaresma del Papa Francisco deja claro su punto de vista ya desde el primer párrafo. Es un llamamiento a:

a) prepararse para celebrar el Misterio de la muerte y resurrección de Jesús con corazones renovados

b) volver continuamente al misterio de la muerte y resurrección de Jesús con la mente y el corazón para  que  su poder espiritual crezca en nosotros.

c) responder libremente al poder espiritual de la muerte y resurrección de Jesús.

Para el Papa Francisco, prepararse para celebrar la Pascua con corazones renovados, volver continuamente, después, con la mente y con el corazón al sentido de la Pascua para que crezca el poder espiritual dentro de nosotros, y responder libremente a la oferta de la Pascua de poder espiritual son pues,  la conversión. Y están enraizados en la aceptación del amor de Dios que se revela en Cristo, y que invita a  "una relación llena de diálogo sincero y fecundo con Dios y con otras personas (Christus vivit, 117).

Para el Papa Francisco, la relación de apertura y diálogo fecundo con Dios tiene lugar en la oración: cuando contemplamos a Jesús crucificado y sentimos compasión por él, y junto con él, por las muchísimas personas y situaciones de sufrimiento en el mundo y encomendamos todo ello a la misericordia de Dios.

Pero otra relación de apertura y diálogo fecundo con la gente tiene también lugar cuando somos compasivos  con las personas y les mostramos misericordia una y otra vez. El reconocimiento de nuestra propia necesidad del amor y de la misericordia de Dios (a essere misericordiati) debe disponernos a ser misericordiosos y compasivos con los demás, a tolerar las faltas y a estar dispuestos a perdonar. ¡Y esto es muy urgente!

Las estadísticas anuales de  Italia en 2019, publicadas a principios de este año, muestran no sólo un lamentable descenso de la natalidad. También muestran, tristemente, que el 33% de las personas viven solas, en su mayoría por relaciones rotas y la consiguiente preferencia por la autonomía y la libertad.

Pero, el ser humano no es un ser individual. Él/Ella es una persona, un ser relacional. Él/Ella está creado para coexistir en relación con una familia, una comunidad, una sociedad, etc., como iguales en dignidad y para perseguir su bien común. Las relaciones y la dignidad son lo que nos distingue como seres humanos, y nadie más y nada más en el cielo o en la tierra está así constituido. Como personas, creadas con una dignidad inalienable, existimos en relación con los demás y, fuera de la relación, lo que desgraciadamente somos  es menos que humanos. Esta característica de la persona, como ser relacional, subyace no sólo en el principio de solidaridad y de subsidiariedad. Más importante todavía, nos dispone a respetar la dignidad y los derechos de cada persona, y nos permite abrazar a los débiles, a  los pobres, a los enfermos, a los desfigurados y a los desamparados: personas que suelen ser despreciadas y consideradas pobres en cuánto a relación se refiere.

El Mensaje del Papa para la Cuaresma nos recuerda la esclavitud del pecado bajo la que  vivimos, y cómo el pecado deshumaniza  nuestras vidas y relaciones. Permitirnos reconciliarnos con Dios y vivir bajo su mirada y en el poder espiritual de la muerte y resurrección de Cristo no son sólo piadosas prácticas religiosas piadosas: nos sanan, como seres humanos y sociales. Sanan nuestras relaciones, haciendo que nuestras vidas tengan sentido.

Intervención del Rev. Bruno Marie Duffé

El tiempo de Cuaresma es, para los cristianos, en su vida personal y en su vida comunitaria, el tiempo de la conversión: un tiempo de prueba y un tiempo de alegría renovada, un tiempo de muerte y un tiempo de vida nueva, la resurrección.

 Recordamos el camino que está en el corazón de nuestra fe, desde la época de Abraham, el primero de los creyentes que partió hacia la Tierra  Prometida, preparada por Dios para él y para sus descendientes.

Recordamos el paso del desierto que vivió el pueblo de la Alianza, guiado por Moisés, entre la esperanza y la desesperación, entre la rebelión y la confianza.

Recordamos todas las experiencias humanas que llevan a la gente desde el sufrimiento hasta el nuevo nacimiento: víctimas de un exilio que les lleva a cruzar mares y fronteras para escapar de la muerte...

Recordamos a Jesús, el Cristo, el Enviado, que vivió y asumió nuestras cruces humanas, desde el nacimiento en la indigencia del pesebre hasta la indigencia de la muerte en la cruz... Desde la muerte indigna hasta el resurgimiento, a la luz de la mañana de Pascua. Porque creemos que Dios ha levantado a su Hijo de la muerte. Y quiere liberar a cada hombre, a cada persona viva, de lo que lo encierra en su soledad, en su sufrimiento y en su muerte. Porque el amor de Dios no quiere el sufrimiento, la soledad, la tristeza y la muerte del hombre. Quiere que se convierta y que dirija su mirada hacia un horizonte de alegría y realización.

Este es el corazón de nuestra fe: lo que llamamos "el kerigma" de nuestra Tradición: una convicción que descansa en el misterio de un "Amor sin medida": un Amor que nunca se resuelve en situaciones de injusticia e indignidad, de esclavitud, en sus formas antiguas o actuales, de instrumentalización que reduce al ser vivo al estado de un objeto... El Dios que Jesús proclama, al ocuparse de los más pobres y de los que sufren, es un Padre que quiere ofrecer la vida a todos los seres en camino: "una vida en abundancia" (Cf. Evangelio según San Juan).

Durante este tiempo de Cuaresma de 2020, nuestro Santo Padre, el Papa Francisco, llama con fuerza a cada cristiano a dirigir su mirada a Cristo crucificado y a reconocerlo, con los brazos abiertos, como un hermano que asume y libera a la humanidad de todos sus defectos, de todas sus desviaciones. Esta mirada hacia el crucificado es una llamada a redescubrir al Dios de la misericordia, de la paciencia, de la compasión y del perdón. Dios que recibe a su hijo como el Padre del hijo pródigo. Contemplar a Cristo en la cruz no conduce a la desesperación sino a la transformación interior por la que nos damos cuenta del deseo de Dios de venir a buscar a su hijo, incluso en la muerte. Porque si pasamos por la cruz, es para renacer, como Cristo, en una experiencia pascual: pasar de la noche y la muerte a la luz y a  una vida nueva.

Hay "urgencia de convertirse". La expresión podría  sorprender, en su carácter paradójico. Algunos dirán: se es creyente o no: la alternativa es simple. Muchos piensan así. Sin embargo, sabemos que cada uno está llamado a hacer la travesía, de una manera que sólo Dios sabe. Y que por lo tanto es importante no detener nunca el camino.

La conversión es un camino interior: el camino de la oración. Es una experiencia  "cara a cara" y "corazón a corazón" que nos lleva a la verdad y al perdón. El perdón pedido, recibido y compartido. Un tiempo de gracia que nos libera de todas las ilusiones y nos hace pasar, con Cristo, del camino de la muerte al camino de la vida y la alegría compartida.

Porque la conversión y la experiencia de  Pascua abren para nosotros  un tiempo nuevo: una nueva era y un nuevo mundo. Por eso se nos llama, durante el tiempo de Cuaresma, a la oración, pero también al ayuno y a la limosna. La experiencia de la limitación y la sobriedad, la experiencia del pan compartido y la fraternidad, nos hacen redescubrir a Dios en el otro y al otro como parte de nosotros mismos.

La convocación del Papa Francisco a una reflexión de los jóvenes para una nueva economía, en Asís, durante este mes de marzo, y luego, en mayo, a la búsqueda de una educación en la fraternidad, refleja esta urgencia de conversión y la actualidad de la experiencia pascual. Se trata de hacer juntos la travesía, manteniendo la mirada puesta en Cristo y en el perdón del Padre, inspirados por el Espíritu de las Bienaventuranzas y la actitud de servicio que María nos recuerda constantemente, la que reza al pie de la cruz y que sostiene a cada hombre en su camino hacia Jesús, el Viviente.  

Intervención de la Dra. Mariella Enoc

La Cuaresma es "un tiempo favorable", una "nueva oportunidad", sugiere el Papa Francisco en su mensaje. En este tiempo de gracia, estamos llamados a detenernos, a tratar de recomponer las fracturas entre la vida y la fe, a comprender cómo podemos llevar a cabo mejor nuestra misión, a hacer discernimiento.

Uno de los pasajes más intensos del mensaje de este año es la invitación a compartir la riqueza, en lugar de acumularla. Me siento profundamente conmovida por estas palabras, especialmente por mi servicio como Presidente del Hospital Infantil Niño Jesús. Hay dos riquezas por encima de todo:

- el saber, el conocimiento médico-científico.

- el saber hacer, la capacidad de cuidado y asistencia

A lo largo de los años el hospital ha crecido mucho, se ha convertido en uno de los mayores centros de tratamiento e investigación del mundo. La tensión constante hacia la excelencia no ha sido un mero objetivo de política empresarial, sino una tensión moral, una especie de imperativo ético: el deber de obediencia - nos recordaba el Santo Padre en la última audiencia - "a la autoridad moral de los niños enfermos y que sufren". Son ellos los que mandan. Son ellos  los que dirigen nuestros trabajos, nuestros pensamientos, nuestras investigaciones, nuestras acciones.

Creo que la capacidad de responder eficazmente a los problemas de salud de los niños sea un signo de concreción evangélica que combina palabras y hechos. Tal vez no haya mayor pobreza que la de aquellos que se ven privados de salud por una enfermedad grave, una enfermedad crónica -que te acompaña toda la vida- o una enfermedad rara, cuyo nombre ni siquiera puedes descubrir. Cuando una familia viene con un niño, primero nos pide que lo curemos, y si no podemos curarlo, que lo cuidemos de la mejor manera posible. Esta concreción es nuestro primer deber moral. La capacidad de cuidar, alimentada por la investigación científica, es nuestra primera forma de caridad, nuestra principal riqueza a compartir.

La ciencia y las habilidades adquiridas en el campo clínico no son una propiedad privada que se debe guardar celosamente, sino un talento que se debe poner a disposición de los demás, en la lógica del Evangelio. De esta concientización  han nacido a lo largo de los años  las experiencias de cooperación internacional del Hospital, que hoy en día nos ven comprometidos en proyectos, sobre todo de formación en muchos países: de Siria a la República Centroafricana, de Jordania a Tanzania, de la India a Etiopía, de China a Camboya.

San Juan Pablo II hablaba  de "La caridad del saber que construye la paz" (en 1983 durante un discurso en la Academia Pontificia de Ciencias). El intercambio de conocimientos es exactamente el principio que inspira todos nuestros proyectos de cooperación sanitaria internacional, la principal forma en que el Hospital del Niño Jesús cultiva su vocación de "Hospital de los Niños del Mundo", un signo concreto de la caridad de la Iglesia y del Papa. A través de la formación de los médicos y del cuidado de los niños en todo el mundo, obviamente dentro de los límites de nuestras posibilidades, hemos tratado de interpretar concretamente la "diplomacia de la misericordia" del Papa Francisco.

Un modelo original y a la vez ejemplar de nuestro compromiso es la experiencia de Bangui, en la República Centroafricana donde el Santo Padre inauguró el Jubileo de la Misericordia en noviembre de 2015. En los tres años sucesivos construimos el centro para niños desnutridos y reestructuramos los departamentos; suministramos formación al personal médico y sanitario; recibimos en Roma a niños que necesitaban complejas intervenciones quirúrgicas que no podía realizarse en la capital de la República centroafricana.

En el último año, más de 100 niños de todo el mundo -no sólo de Bangui- han sido recibidos y tratados por el hospital de forma humanitaria, que se ha hecho cargo de  los gastos gracias al apoyo de su Fundación y a la generosidad de muchos. Las peticiones de ayuda son muchas, es difícil decir que no a quien busca una esperanza.

Pero este tiempo de Cuaresma también nos pide también a nosotros que no demos por sentado lo que hacemos. Necesitamos volver al profundo significado de nuestras acciones. Para el Niño Jesús este período es, pues, una oportunidad de verificación. Para entender realmente si nuestras acciones de compartición siembran semillas de solidaridad, que desbaratan la ideología de la economía del descarte. Para discernir cómo encontrar cada día la medida correcta entre la sostenibilidad y la apertura al mundo.