Esta mañana, a las 10:00. hora local (4:00 hora de Roma), el Santo Padre Francisco visitó al Patriarca Supremo de los Budistas, Somdet Phra Ariyavongsagatanana IX, en el templo de Wat Ratchabophit Sathit Maha Simaram.
A su llegada, el Papa fue recibido en la entrada del complejo por el Secretario del Patriarca y juntos se dirigieron al templo.
Después del discurso de bienvenida del Patriarca Supremo, el Santo Padre pronunció su saludo. Luego, después del intercambio de dones, tuvo lugar una breve conversación privada, durante la cual se reafirmó el valor de la fraternidad entre las dos religiones para fomentar la paz. Al final, antes de los saludos de las dos delegaciones, el Santo Padre y el Patriarca Supremo de los budistas intercambiaron bendiciones mutuas. Finalmente, después de firmar en el Libro de Honor y de la foto oficial, el Papa se despidió del Patriarca Supremo y antes de abandonar la estructura, en el patio central, posó para una foto de grupo con 35 monjes del monasterio de Wat Pho. Luego se trasladó en coche al St. Louis Hospital para encontrar al personal médico.
A continuación publicamos el saludo del Santo Padre al Patriarca Supremo:
Saludo del Santo Padre
Su Santidad:
Le agradezco sus amables palabras de bienvenida. Al comienzo de mi visita a esta nación, me alegra visitar este Templo Real, símbolo de los valores y las enseñanzas que caracterizan a este amado pueblo. En las fuentes del budismo la mayoría de los tailandeses han nutrido y permeado su manera de reverenciar la vida y a sus ancianos, de llevar adelante un estilo de vida sobrio basado en la contemplación, el desapego, el trabajo duro y la disciplina (cf. S. Juan Pablo II, Exhort. ap. postsin. Ecclesia in Asia, 6); características que nutren ese distintivo tan especial vuestro: ser considerados como el pueblo de la sonrisa.
Nuestro encuentro se inscribe dentro de ese camino de valoración y reconocimiento mutuo comenzado por nuestros predecesores. Sobre sus huellas quisiera inscribir esta visita, para acrecentar no sólo el respeto sino la amistad entre nuestras comunidades. Han pasado casi cincuenta años desde que el decimoséptimo Patriarca Supremo, Somdej Phra Wanarat (Pun Punnasiri), junto con un grupo de importantes monjes budistas, visitó al Papa Pablo VI en el Vaticano, lo cual representó un hito muy importante en el desarrollo del diálogo entre nuestras dos tradiciones religiosas; diálogo cultivado que permitió realizar, posteriormente, al Papa Juan Pablo II una visita en este Templo al Patriarca Supremo, Su Santidad Somdej Phra Ariyavongsagatanana (Vasana Vasano). Personalmente tuve el honor de recibir recientemente a una delegación de monjes del templo de Wat Pho, con su obsequio de una traducción de un antiguo manuscrito budista escrito en lengua pali, conservado ahora en la Biblioteca Vaticana. Pequeños pasos que ayudan a testimoniar no sólo en nuestras comunidades sino en nuestro mundo, tan impulsado a generar y propagar divisiones y exclusiones, que la cultura del encuentro es posible. Cuando tenemos la oportunidad de reconocernos y valorarnos, incluso desde nuestras diferencias (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 250), ofrecemos al mundo una palabra de esperanza capaz de animar y sostener a los que resultan siempre más perjudicados por la división. Posibilidades como estas nos recuerdan lo importante que es el que las religiones se manifiesten cada vez más como faros de esperanza, en cuanto promotoras y garantes de fraternidad.
En este sentido, doy las gracias a este pueblo porque, desde la llegada del cristianismo a Tailandia, hace unos cuatro siglos y medio, los católicos, aun siendo un grupo minoritario, han disfrutado de la libertad en la práctica religiosa y durante muchos años han vivido en armonía con sus hermanos y hermanas budistas.
En este camino de la mutua confianza y fraternidad, deseo reiterar mi personal compromiso y el de toda la Iglesia por el fortalecimiento del diálogo abierto y respetuoso al servicio de la paz y del bienestar de este pueblo. Gracias a los intercambios académicos, que permiten una mayor comprensión mutua, como asimismo al ejercicio de la contemplación, la misericordia y el discernimiento —tan comunes a nuestras tradiciones—, podremos crecer en el ejercicio de buena “vecindad”. Podremos impulsar entre los fieles de nuestras religiones el desarrollo de nuevas imaginaciones de la caridad, que sean capaces de generar y aumentar iniciativas concretas en el camino de la fraternidad, especialmente con los más pobres, y en referencia a nuestra tan maltratada casa común. De esta manera contribuiremos a la construcción de una cultura de compasión, fraternidad y encuentro tanto aquí como en otras partes del mundo (cf. ibíd.). Estoy seguro que este camino seguirá dando frutos y en abundancia.
Una vez más, agradezco a Su Santidad este encuentro. Pido que sea colmado de todas las bendiciones divinas para su salud y bienestar personal, y por su alta responsabilidad de guiar a los creyentes budistas en los caminos de la paz y la concordia.