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Audiencia a la Comunidad Académica del Instituto Universitario de Sophia de Loppiano, 14.11.2019

El Santo Padre ha recibido esta mañana en el Vaticano a  la Comunidad Académica del Instituto Universitario de Sophia de Loppiano (Italia) y les ha dirigido el discurso que reproducimos a continuación:

Discurso del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas,

Os doy la bienvenida y agradezco a Monseñor Coda sus amables palabras. Saludo con afecto al Padre Juan Carlos Scannone, quien recibió su doctorado honoris causa en Cultura de la Unidad ¡Felicidades, querido Padre! Saludo también a los profesores, procedentes de diferentes países de América Latina y el Caribe, que forman parte del grupo de trabajo sobre "La antropología trinitaria" del CELAM, en colaboración con "Sophia", así como a los profesores que constituyen el núcleo inicial de la sede local de "Sophia" en América Latina y el Caribe.

Estoy contento con el camino que habéis recorrido en estos doce años de vida. ¡Adelante! El camino acaba de empezar.

En el itinerario que se abre ante vosotros no os faltan puntos de referencia: en particular, la inspiración del carisma de unidad del que nació vuestra Universidad y, al mismo tiempo, las líneas que he trazado en la Constitución Apostólica Veritatis gaudium, en las que vuestro proyecto académico y formativo quiere reflejarse. También vuestra participación en la preparación y el desarrollo del Pacto Mundial para la Educación va en esta dirección.

Os dejo tres palabras, exhortándoos a continuar vuestro camino con alegría, visión y determinación: sabiduría, pacto, salida.

Sabiduría: Vuestra universidad se llama "Sophia" porque su objetivo es ante todo comunicar y aprender la Sabiduría para impregnar todas las ciencias. En efecto, la sabiduría es la luz del rostro de Dios que ilumina el rostro del hombre: su misterio, sus preguntas, sus sufrimientos, su destino. Para nosotros los cristianos, la Sabiduría es Jesús crucificado y resucitado, pero su luz ilumina a todos los hombres (cf. Jn 1,9): a todas las religiones, a todas las culturas, a todos los ejercicios auténticos de la humanidad. Por esta razón -como vosotros hacéis- estamos llamados a caminar juntos para construir una verdadera y armoniosa cultura del encuentro.

De ahí la segunda palabra: pacto. El pacto es la piedra angular de la creación y de la historia, como nos enseña la Palabra de Dios: el pacto entre Dios y los hombres, el pacto entre las generaciones, el pacto entre los pueblos y las culturas, el pacto -en la escuela- entre los maestros y los alumnos, el pacto entre el hombre, los animales, las plantas e incluso las realidades inanimadas que hacen que nuestra casa común sea hermoso y variopinta. ¡Todo está relacionado con todo, todo está creado para ser un icono vivo de Dios que es Trinidad de Amor! Hoy, por tanto, es una tarea prioritaria educar a los hombres para que vivan este pacto, o todavía más, para que sean este pacto vivo en todas estas dimensiones: para abrir los caminos del futuro a una nueva civilización que abrace en la fraternidad universal a la humanidad y al cosmos.

Y finalmente la tercera palabra: salida. Sin salir no se encuentra la Sabiduría, sin salir el pacto no se extiende a todos, con centros concéntricos cada vez más amplios e inclusivos. Sólo saliendo se encuentra el rostro concreto de los hermanos y hermanas, con sus heridas y sus aspiraciones, sus preguntas y sus dones. Debemos aprender con el corazón, la mente y las manos a "salir del campamento" -como dice la Carta a los Hebreos (13,13)- para encontrar, precisamente allá afuera, el rostro de Dios en el rostro de cada hermano y hermana.

Queridos amigos, os agradezco una vez más vuestro compromiso. Os encomiendo a la Virgen María, Sede de la Sabiduría y Madre de la Unidad, y os bendigo de todo corazón.